Chile. Rafael Zambrano, sobreviviente al “guanaco”: “Me quieren ver triste. La felicidad es mi rebeldía y mi acto de resistencia”

Por Juan Cruz Giraldo, Resumen Latinoamericano*, 31 diciembre 2019

El estudiante de electricidad industrial asistió a todas las marchas junto a su mamá desde que comenzó el estallido social. La tarde del 15 de noviembre, en la misma manifestación que murió Abel Acuña, Rafael fue azotado tres veces por el chorro del lanza aguas de Carabineros a metros de Plaza Italia. El joven se salvó por fortuna de un fatal desenlace, quedó con parte de su cráneo expuesto y una cicatriz de 20 centímetros que le cruza hasta la frente. Esta es su versión del momento en que pensó que iba a morir.

El sábado 16 de noviembre la bailarina, instagramer y ex chica Yingo, Carla Cáceres, subió a sus redes sociales un post distinto a sus habituales selfies. Se trataba de la foto de un joven con una herida en la frente y 40 puntos. “No sé cómo comenzar a escribir sin que la rabia, mi pena y frustración se apoderen de mis palabras”, decía el posteo. Con casi seis mil likes y 300 comentarios, la foto muestra a su hermano, que la tarde del 15 fue azotado contra el suelo y contra una pared en tres oportunidades por el chorro del carro lanza aguas de Carabineros. Rafael quedó con un corte y parte de su cráneo expuesto, pero afortunadamente sobrevivió.  Sus seguidores se encargaron de difundirlo y la imagen de él acostado, con la herida en la parte superior de su cabeza y su cara, se convirtió en viral. 

Rafael Zambrano (23) está egresando de electricidad industrial en el Instituto Tecnológico de Chile (ITC) y cuando vio a la gente en la calle el 18 de octubre, evadiendo y manifestándose, se sintió feliz. La consigna popular “Chile despertó” le hizo sentido. Él había participado activamente de las revoluciones estudiantiles del 2011, pero esta vez sintió que no se trataba de liceanos o universitarios movilizados, sino  de algo que le dolía a todo el país. “En esa época los más grandes estaban en contra del movimiento, pero esos adultos envejecieron y los pingüinos son los que ahora salen otra vez a marchar, grandes. El 2011 fueron a la escuela de la resistencia y ahora parece que estamos egresando”, reflexiona sobre el estallido social que acaba de cumplir un mes. 

Él y su mamá, Jacqueline Muñoz, fueron a todas las marchas, todos los días, hasta el 15 de noviembre. Desde su casa en Batuco llegaban hasta la Estación Mapocho, cruzaban el Parque Forestal a pie y se instalaban en la Plaza Italia. Zambrano pertenece a una familia de clase media. Se crió en una casa en Conchalí, junto a sus papás y dos hermanas. Ellos son la primera generación que va a la universidad. Durante toda su vida vio a su mamá enferma: A los 27 años le declararon Lupus a Jacqueline. La veía sufrir no sólo de dolor, sino también por la economía doméstica. Muchas veces no tenían plata para llevarla al especialista o comprarle los analgésicos. Incluso inventaron una dirección para poder atenderse en un consultorio con más recursos de la zona oriente de Santiago y acceder a un mejor tratamiento. Recién en marzo de este año detectaron que la enfermedad de Jacqueline – quien hoy tiene 45 años- estuvo mal diagnosticada todos estos años. Los resultados de exámenes y observaciones clínicas arrojaron que tiene espondilitis anquilosante, una enfermedad autoinmune y crónica que produce rigidez y mucho dolor. Han pagado más de un millón de pesos en nuevos procedimientos médicos durante este semestre. Entonces los dos se manifestaban en el Centro de Santiago por lo que ellos mismos llaman “justicia social”.

La tarde del 15 de noviembre, la convocatoria del día después del “Acuerdo de paz”, había una mezcla diferente entre los asistentes a Plaza Italia. Una mezcla entre celebración y frustración. Algunos estaban felices por la idea de soñar con una nueva Constitución, pero  otros estaban incrédulos. Habían fuegos artificiales color rojo que volaban por el cielo y las banderas sobre el caballo de Baquedano flameaban como todos los días. 

Zambrano avanzó hasta la intersección de Vicuña Mackenna con la calle Almirante Simpson, mientras su mamá lo esperaba sentada en el Parque Forestal. Vio un tumulto de gente que corría en dirección opuesta a él. La mitad de su cara la cubría una máscara antigases que lleva a todas las marchas y que usa un rato él y otro rato su mamá para evitar las molestias de los gases. Entre el humo de las lacrimógenas y el movimiento entorpecido de las personas, apareció el carro lanza agua de Carabineros. Rafael no tuvo tiempo de reaccionar, de correr o de hacerle señas al guanaco cuando recibió el primer chorro que lo tiró contra el piso. Aturdido se levantó. Él calcula que voló tres metros desde donde estaba. Pensó en correr y otra vez sintió el chorro contra él. De nuevo cayó al piso. Sintió el pavimento en la cabeza, en la mandíbula y en las rodillas. Trató de levantarse de nuevo, veía borroso, estaba mareado, no alcanzó a asustarse, ni sentir miedo, dice. Un último chorro lo tiró, esta vez, contra una de las paredes. Según Rafael después del último impacto pudo caminar unos metros, sin embargo, los testigos que se pusieron en contacto con su hermana a través de Instagram, le cuentan que su cuerpo se desplomó en el suelo inmediatamente, sin conciencia. 

Mientras tanto en el parque su mamá se comía un sánguche que compró en un carrito ambulante. Pasaron unos minutos cuando vio una humareda de gases y jóvenes saliendo entre medio, con la cara irritada, huyendo de carabineros. La banda sonora en ese momento la componían los cañonazos de las lacrimógenas, las explosiones de las pistolas y los gritos de los manifestantes que corrían en todas las direcciones mientras desalojaban Plaza Italia. Ella también corrió hacia la calle Santa María, al otro lado del río Mapocho. Se angustió. Le pidió a la gente de los autos que se bajaran. “Están matando a los niños, tenemos que hacer algo”, decía la mujer. Por primera vez, de todas las manifestaciones a las que asistió, esa tarde sintió miedo. Una desconocida salió de uno de los autos y la contuvo. Jacqueline la abrazaba mientras lloraba.

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