Colombia. La reconfiguración del fascismo

Resumen Latinoamericano / 21 de agosto de 2018 / Alberto Pinzón Sánchez, Prensa Rural

La tendencia actual del Estado colombiano, dirigido por el bloque de poder dominante y unificado que ha hecho elegir a Duque como gobernante de los gremios, tiene sus intereses claramente definidos.

Iván Duque llega a presidir un gobierno y a la jefatura de un Estado como miembro de la clase dominante y dirigente de Colombia, u oligarquía transnacional, con el fin de producir unos resultados favorables a los intereses generales de su clase. Como se ve, Gobierno y Estado desde hace siglos son dos cosas distintas tanto idiomática como conceptualmente, aunque complementarias. Como también son distintas y con cierta complementariedad “la” dirigencia y “la” dominación de clase o de la fracción que representa y que lo ha llevado a la famosa casa de Nariño.

Sin embargo, y a pesar de ser tan evidentes las diferencias, incluso las más simples como las idiomáticas, algunos autoproclamados lideres marxistas, a estas alturas del proceso histórico que vive Colombia, despistados (¿indigestados?) con aquella muletilla de la sociología reaccionaria de Pareto y de Max Weber sobre las “élites”(que deja por fuera a todos quienes no son élites y por lo tanto deben ser dirigidos) aceptaron acríticamente el galicismo profundamente introducido en el lenguaje colombiano y, pasando por alto las complejidades y contradicciones que encierra la teoría actual del Estado como compleja relación histórico-social, persisten en revolver aun más la sopa ecléctica que ofrecen al pueblo trabajador para sacar confusas combinaciones semánticas edulcoradas, miméticas, confusas y, sobre todo, vacuas en su finalidad.

Por ejemplo: “el nuevo presidente de los colombianos es el jefe de la élite dirigente”, dicen y escriben, o “es el representante de la élite gobernante”, o “el jefe de un Estado elitista”, o “del gobierno de una élite dominante”. “Hemos luchado 52 años por el poder”. ¿De cuál poder? ¿El del gobierno o el del Estado, o ambos y para qué? ¿Para dominar, o para dirigir la sociedad colombiana, o ambas? O ¿para llegar al parlamento?

En breve, confundir de manera rudimentaria la estructura con la función: el hígado con la bilis y los diferentes ácidos biliares que la conforman y cómo se realiza el proceso de su función digestiva con su resultado final: la estructura, el proceso, el resultado y el servomecanismo de retroalimentación, en el actual método científico de análisis sistémico aplicado a la ciencia política.

¿Qué hay en el fondo de este embrollo de imprecisión idiomática y política tan favorable a la confusión ideológica adelantada con todos sus aparatos de hegemonía del Estado colombiano actual?

Primero: un programa calculado dentro de la contrainsurgencia y el llamado fin de la Historia, de desideologización y deterioro de la cultura política. De la ciencia política y de sus conceptos más claves y elementales que permitan la toma de conciencia trasformadora. Segundo: metódicamente acompañado por el terror del Estado y del genocidio a los comunistas y marxistas, que Tercero: ha obligado a abandonar conceptos elementales del marxismo y a modificar y enmarañar su expresión, con el fin de que en ese galimatías resulte imposible identificar el adversario contra quien se lucha política, económica e ideológicamente, y por qué.

¿Contra quién o contra quiénes luchan las clases explotadas y oprimidas, también dos conceptos cuya diferencia dejó claramente establecida Lenin? ¿Contra el Gobierno o contra el Estado? ¿Contra la “élite dominante” que muchas veces (como en el caso de Santos-Uribe) no es la “élite dirigente? o ¿contra ambas “élites”?

Galimatías que, por ejemplo en el Polo Democrático, llevó a la división y a expulsiones de algunos francamente aliados de JM Santos y de su gobernanza, cuando este dominaba y dirigía la sociedad colombiana, y desde su posición en el equipo gobernante o “élite dirigente”, como ministros lo apoyaron en su riña contra la fracción de Uribe Vélez, parte fundamental de la “élite dominante”, pero que ese momento no estaba “dirigiendo” desde el Gobierno, aunque si formara parte del Estado en su conjunto.

Parte de la respuesta se obtiene al ver las falencias en el sinnúmero de análisis sociologistas y positivistas sobre el gobierno de los gremios de Duque-Uribe y su significado en el proceso actual de reconfiguración puesto en marcha por él en el Estado corporativista colombiano, con todo lo que esto significa para los luchadores antifascistas del mundo desde el punto de vista estratégico.

Análisis que no pasan de la descripción y obvian la estructura de las clases sociales en la sociedad colombiana, la fase actual de las intensas luchas que se están librando no solo en la llamada sociedad civil, sino también dentro del Estado. Abreviado: el Estado como asunto estratégico para las clases explotadas y oprimidas o subalternas de Colombia (incluida la pequeña burguesía radicalizada que dirige ciertas organizaciones llamadas cívicas y hasta populares) en el actual sistema global imperialista.

Una vez unidos los llamados gremios de la producción colombiana (que son 21 poderosas y opulentas organizaciones privadas en la sociedad civil y no parte del Estado) y superada en su seno la principal contradicción sobre el desarrollo en el mediano plazo de la acumulación de capital en el sector rural de Colombia, elaboraron un programa económico-político conjunto y unitario que con marcada anticipación electoral publicaron en el diario El Tiempo y luego hicieron llegar al candidato presidencial Duque, dándole todo su apoyo tanto económico como político, mediático y jurídico, ideológico y moral; y, sobre todo, legal y fáctico (siete dimensiones distintas), con el cual Duque pudo obtener la votación que le permitió ganar la presidencia de Colombia y sin lo cual nunca hubiera ganado.

Ahora, en retribución y confluencia de intereses, el presidente posesionado nombra fichas esclarecidas y probadas en cada uno de esos gremios para que formen parte de su gobierno como “élite dirigente” para que logren resultados de Estado. Lo privado vuelto público, ya sin ocultamientos ni espesos mantos supraestructurales. Supra (sobre) la estructura económica. “Über bau” en los originales de Marx.

Un verdadero enigma lo constituye el nombramiento del representante del gremio de los comerciantes como ministro de asuntos militares, entre los cuales además de la orden dada por el Departamento de Estado de EEUU sobre la guerra contra las más de 200 mil hectáreas de sembradas de coca que hay actualmente en Colombia amenazando la seguridad nacional de los EEUU y, obviamente, contra los diferentes grupos de armados ilegales que las protegen, ya previamente catalogados como narcos.

También deberá adelantar el contrato dejado por Santos con la OTAN. Prestar los apoyos militares y económicos en la lucha fronteriza de Colombia con dos países problema: como Nicaragua en las islas de San Andrés y con Venezuela, lo cual ya se empieza a ver. Así como aclarar ante la opinión pública mundial la oscura relación “pública-privada” que existe entre el Estado colombiano y los llamados narcoparamilitares en el actual genocidio social de los 400 líderes sociales y defensores de derechos humanos que continúa su curso terrorífico y destructor de la sociedad colombiana.

El Estado fascista (corporativo) no cae del cielo como un rayo, escribe Nicos Poulantzas en unos de sus famosos libros sobre el Estado y el fascismo, inspirado en los cuadernos que escribió ese gran luchador comunista y antifascista Antonio Gramsci en la mazmorra fascista donde habría de ser enviado por el duce Mussolini hasta su muerte, para evitar que pensara. Es un huevo de serpiente de larga incubación.

Un largo, complejo y abigarrado proceso social, económico, político, ideológico, jurídico, ético-moral y religioso (siete dimensiones distintas de una formación social concreta históricamente determinada) de toma violenta de una sociedad por fuerzas público-privadas o paramilitares: camisas negras o fasci di combattimento del duce Mussolini, camisas pardas o Freikorps del führer Hitler, camisas azules o falange del nacional-catolicismo del caudillo Franco, los brazaletes negros del uniforme camuflado de los narcos paramilitares colombianos (AUC), etc.

Para construir a partir de una crisis de la hegemonía (económica y política) un nuevo Estado terrorista (o de “democracia genocida” como el de Colombia, originariamente descrito, hace más de una década, por el jesuita Javier Giraldo) donde el capital financiero imperialista es el factor dominante y, según la definición clásica de Dimitrov, sustituir (no continuar) el Estado anterior por otra forma de dominación y gobierno de la burguesía financiera que ha logrado conformar y ampliar con otras clases y fracciones de clase un nuevo bloque de poder estatal. En el caso colombiano un bloque de poder contrainsurgente con once ruedas dentadas que he venido describiendo desde hace años a través de mis intervenciones públicas y mis escritos.

Proceso social que precisa de la construcción social de un líder, duce, führer, caudillo, mesías colombiano, etc.

En el caso colombiano; un típico gamonal caballista o chalán como los descritos por el comunista peruano Mariátegui, salido de la entraña del complejo local urbano-rural tradicional y religioso, donde la laicidad moderna aún no ha llegado, pero profundamente ligado al capital financiero transnacional y los negocios de la mafia exportadora de cocaína que surgió en Colombia en la década de los 70 del siglo pasado, especialmente en la región de su origen, y que apoyado en la violencia pública-privada y contrainsurgente de los apóstoles de su familia, de las agencias antinarcóticos extranjeras, así como de la generosa “ayudita” de los medios de comunicación, ya se sabe, construyéndole desde la madre mediática del cordero de la hegemonía, la revista Semana y el diario El Tiempo, un manto de impunidad con la leyenda del efecto teflón.

O hipertrofiando y maquillando por columnistas y periodistas prepago su ruindad política y su mezquindad de manzanillo electorero sin escrúpulos, presentada a lo largo de todos estos años como un “grandioso y astuto animal político capaz de unir todas las fuerzas posibles para imponer su programa y sus candidatos”, que le hicieron posible con su presidencia, en el 2002, llevar al gobierno el bloque de poder conformado, para desde allí concluir la toma narcoparamilitar de todo el poder estatal colombiano. ¿De qué nos aterramos, Sancho?

En breve: el Estado, donde también se da la dinámica de lucha de clases con sus diversas correlaciones de fuerza, no es una máquina de acero inmodificable, sino una relación social que se expresa como tendencia. Y la tendencia actual del Estado colombiano, dirigido por el bloque de poder dominante y unificado que ha hecho elegir a Duque como gobernante de los gremios, tiene sus intereses claramente definidos que ya son ampliamente conocidos, lo que torna innecesaria su repetición.

Y que necesariamente lo “dirigirá” a una nueva fase de reconfiguración y reorganización que profundizará su conformación como Estado gremial o corporativo de tipo fascista o, como lo categoriza el jesuita Javier Giraldo, de “democracia genocida”, donde el parlamento no es ya el centro decisorio sino una entretención pública para tirarse palabras inocuas entre bancadas parlamentarias, en lugar de balas.

No un Estado semifascista, ni cuasifascista, ni en proceso de fascistización, sino claramente de tipo corporativo fascista, que (como lo estamos viendo) prolongará el disciplinamiento social y el genocidio de líderes sociales y defensores de derechos humanos con fuerzas público-privadas en red; la guerra estadounidense de las drogas y a los grupos armados ilegales; el encono, funcional a los intereses geoestratégicos de los EEUU, de las relaciones con países limítrofes como Nicaragua y Venezuela; modificaciones “consensuadas” al acuerdo de paz de La Habana; un largo y complicado proceso de “negociaciones” de paz con el ELN; procesos consensuados de reformas económicas, jurídicas y hasta políticas favorables al neoliberalismo transnacional y la lógica de acumulación ininterrumpida del capital financiero global y los tratados comerciales directos; finalización del proceso del Estado colombiano-OTAN que lo convertirá definitivamente en el Israel de Latinoamérica; e intensas luchas y movilizaciones sociales de todo tipo.

¡Preparémonos Sancho, con nuestra voluntad, frente a los nubarrones que se otean en el horizonte!

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