Cuando el móvil controla tu vida

Resumen Latinoamericano*, 30 de julio 2018.

Por: Melissa Mavis Villar de Bardet (estudiante de periodismo de la Universidad de la Habana)

Cada vez es mayor la dependencia del celular, y tanta, que ya se diagnostican trastornos relacionados con este aparato.

Dentro de las fobias «de nuevo tipo» aparece la nomofobia, palabra que viene de la frase en inglés «no mobile phobia» y describe la dependencia al teléfono celular llevada al extremo. Es el nombre con el que se ha definido el miedo de estar sin móvil; una adicción que está aumentando rápidamente y cuyos dolientes son cada vez más jóvenes.

Los estudios sobre este fenómeno se iniciaron en el 2011 en el Reino Unido, con una investigación realizada por la Oficina de Correos de ese país y sus resultados indicaron a las mujeres como quienes más padecen los síntomas de la nomofobia.

La tesis Nomofobia y su relación con la adicción a las redes sociales, de Mario Ramiro Sánchez, licenciado en Sicología, explica que los avances tecnológicos de hoy cobran importancia en el diario vivir, convirtiéndose en una necesidad para el ser humano. Así como avanza la sociedad, todas las herramientas útiles progresan a su vez a pasos agigantados, facilitando las actividades de trabajo, educación, hogar y las demás áreas en donde se desarrollan el hombre y la mujer.

«Pero estos mismos avances se vuelven tan necesarios que se crea una dependencia patológica, desarrollándose conductas desadaptativas de uso para los mismos, tal es el caso del teléfono celular, artículo de primera necesidad para los afectados. Este fue creado con el fin de facilitar la comunicación entre personas y acortar distancias, pero hoy día las compañías telefónicas y las empresas fabricantes crean modelos y diseños exclusivos, llamados teléfonos inteligentes, donde sus aplicaciones tienen desde llamadas hasta conexiones a internet», refiere.

Norge García Jordán, un chofer profesional de la agencia Cubataxi, confiesa usar el teléfono todo el tiempo. «Si tengo el móvil lejos pienso que alguien me va a llamar y no voy a estar ahí. Es muy útil, no puedo estar un minuto sin él, incluso dormido lo tengo cerca para si suena cogerlo».

García Jordán declara no ser nomofóbico, porque solo usa el móvil por cuestiones laborales. «El único momento en que no dispongo de él es mientras manejo, pero eso no significa que padezca de nomofobia».

El sicólogo Fernando Gallego, del Centro de Tratamiento de Adicciones de Madrid, refiere que como en cualquier adicción, el adicto no consulta el móvil porque quiere, sino porque los mecanismos neurobiológicos de su adicción le obligan a ello. «Si canalizamos nuestra vida a través de la pantalla, estamos cambiando nuestras rutinas; en definitiva, nuestro modo de enfrentarnos al mundo», afirma.

En el país es creciente el empleo de los móviles, hasta un niño es capaz de manipularlos bien. Y los jóvenes, ¡ni hablar! Es tanto su uso y dependencia que son la mayoría los que no pueden estar ni un segundo sin encender la pantalla de su móvil para ver la hora, si llegó algún mensaje o porque creyeron escuchar su tono de llamada. Y ni imaginar si se les queda en la casa el aparatico, o si se pierde.

«Para estos, más conocidos como nativos digitales, la tecnología cada día se ha vuelto más atractiva, hay que darse cuenta de que la juventud de hoy nació en una sociedad totalmente digitalizada, lo que la hace más dependiente del móvil, no solo como un entretenimiento, sino como una muestra de nuevos contactos sociales y nuevas formas de comunicación», declara el sicólogo Pedro Emilio Moras, investigador y coordinador del grupo de Participación y Consumo Cultural del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello.

INFLUENCIA SOCIAL

Ariel Zulueta Bravo, sicólogo del Centro de Orientación y Atención Sicológica y profesor de la Facultad de Sicología, coincide en que los avances tecnológicos han comenzado a ocupar el espacio de otras formas de relaciones entre los jóvenes; y traen consigo la total dependencia de los mismos a estos equipos, sin darse cuenta de que forman parte de su personalidad. La propia sociedad que los involucra exige la tecnología, y la convierte en la llamada nana tecnológica, la que los aleja de otras actividades consideradas más peligrosas por los padres.

«El principal problema no es la actual sociedad y sus tecnologías, sino el uso obsesivo de las mismas, que se puede definir como adicción. El trastorno se debe a que los adolescentes tienen la necesidad de ser aceptados por los demás y están más familiarizados con los nuevos acontecimientos tecnológicos, pasan muchas horas conectados y desarrollan su identidad en las redes sociales», explica el también sicólogo y profesor de la citada Facultad, Dany Fernández Vegas.

Además, expresa que los llamados nativos digitales han vivido desde su nacimiento rodeados de tecnologías de este tipo, y pueden desarrollar poca autoconfianza y baja autoestima, con carencia de habilidades sociales y de resolución de conflictos, cuando en su tiempo de entretenimiento solo usan el móvil y parecen incapaces de disfrutar sin él.

Revisar el teléfono celular más de 30 veces al día es uno de los síntomas de la nomofobia. La estudiante de primer año de Medicina, Dayani Bencosme Castillo, cree que «estos dispositivos cada vez nos consumen más el tiempo. Si nos pasamos muchas horas del día conectados, cuando nos quedamos incomunicados, sin celular, nos sentimos perdidos en este mundo tecnoadicto».

Y agrega que «debemos emplear nuestro tiempo libre en otros quehaceres que nos agraden, como leer, bailar, escuchar música o simplemente conversar cara a cara con un amigo». Este sería el mejor antídoto para ciertos males.

EL MÓVIL, ¿ MUESTRA DE DISTINCIÓN?

Lorena Suárez Torres, estudiante del preuniversitario Lázaro Peña, en el municipio de La Habana del Este dice: «Mi móvil es un LG y lo uso diariamente por las aplicaciones que tiene, para ver la hora y estar pendiente de algún mensaje o llamada, para guardar documentos de la escuela. Habitualmente duermo con él y lo utilizo como despertador todas las mañanas, va conmigo a donde sea, aunque no lo use, de cierta forma lo exhibo durante el trayecto».

La socióloga y máster en Desarrollo social del programa Flacso-Cuba, Yeisa Sarduy Herrera, explica: «Estos aparatos reflejan cómo estamos por dentro y que, a golpe de dedo, el mundo gira a tus pies. Se han convertido en una moda. Los dispositivos electrónicos constituyen un accesorio que complementa la forma de vestir en los jóvenes, lo que determina el estatus social de cada persona y la imagen ante las otras. Todo esto trae consigo el reconocimiento, exclusión y autoexclusión entre las juventudes como muestra de una desigualdad social».

«En la escuela hay compañeros míos que no tienen celular, deben depender del horario de los laboratorios y que estén desocupados para no dejar de cumplir con ciertos trabajos. Hemos avanzado tanto que escuchamos a los profesores decir: –conéctense en el zapya para pasarles las cosas–; es por eso que muchos se aíslan, porque equipos como estos no están a su alcance y se sienten inferiores a los demás», cuenta Lorena.

La profesora de la escuela primaria Leonardo Da Vinci, Osmara Blanco Rolando, del municipio de Diez de Octubre, refiere: «No tengo móvil… pero me gustaría tenerlo para comunicarme sobre todo con mis hijas, saber cómo están, cuándo salen de noche o si van a tardar de más. En el plano profesional no lo siento como un soporte imprescindible, si no puedo resolver mis requerimientos académicos por esa vía, acudo a los libros.

«Si tuviera uno de estos equipos a mi disposición no me volvería adicta a ellos porque al final me crié en una etapa donde nada era digital, y debemos tener en cuenta que la tecnología existe para hacernos la vida más fácil, no para esclavizarnos», concluye.

*La autora de este artículo es estudiante de periodismo de la Universidad de La Habana

(Granma)

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