Nación Mapuche: El lonko.

Resumen Latinoameritanco/ 11 de agosto 2017 .-
Hace muchos años, así empiezan casi todos los relatos de viejos, tuve el honor de ser maestro de Facundo Jones Huala en la escuelita 48 de Península San Pedro, sobre la costa del Nahuel Huapi. LLegó con su mamá y sus hermanitos buscando una vida digna después de un largo periplo que pronto los llevaría a retornar a sus tierras ancestrales.
Estuvo con nosotros apenas un año, pero dejó huellas imborrables en quienes lo conocimos en aquel sexto grado; entre ellos algunos de mis hijos que fueron sus compañeros.
Las cosas que más recuerdo de él eran su poder de oratoria y su precaria salud.
Cuando hablaba todos callábamos para escuchar y cuando nos oía, todos sentíamos que crecíamos por dentro bajo su mirada atenta.
A los once años ya poseía las condiciones que en el pueblo mapuche llevan a la elección de un lonko.
En un pueblo de cultura oral, son el poder de la palabra y el de la escucha los que designan a un futuro jefe y guía espiritual.
El arte de parlamentar es fundamental en un líder, y Facundo ya lo poseía. Su claridad de pensamiento, sus recorridos lectores, su escritura, la constante crítica del conocimiento basado en premisas disciplinarias o vacías de contenido social; nos hicieron a todos mucho más concientes durante el breve tiempo compartido. Y ése es un regalo que cualquier maestro sabe agradecer.
No me extraña que los grandes medios hegemónicos y el poder político habituados a manipular a la opinión pública nos estén queriendo convencer de que se trata de un salvaje terrorista que desea incendiar la Patagonia y despojarnos de nuestras propiedades.
Le tienen miedo. Ellos no saben parlamentar, sólo pueden mentir.
La voz que permanece unida a su “newen” o espíritu ancestral, es verdadera y tiene una fuerza creativa que transforma la realidad, sale del corazón sin el filtro mental que las culturas caligráficas imponen y llegan directo al corazón del oyente.
Otra de las experiencias con las que me bendijo la docencia, fue la llegada a la escuelita 100 de Arroyo Las Minas, en el río Chubut, de una chica que venía escapando de sus apropiadores y retornó por unos días a su tierra natal y a su escuela.
Tendría unos quince años y durante el tiempo en que nos visitó se dedicó a contarles a mis alumnos los cuentos de “Pedro Urdemales” que había aprendido de sus abuelos originarios. Pedro es un personaje ladino que siempre logra engañar a los curas, a los terratenientes y policías que le hacen la vida imposible a los paisanos. Gracias a esos cuentos ella había sobrevivido a su destino de “criada” en casa de gente que intentó esclavizarla, pudo escapar y antes de seguir con su peregrinación les trajo de regalo a sus vecinos y parientes la llave de la libertad: “La palabra”.
Ojalá que esta experiencia revolucionaria de Facundo Jones Huala nos devuelva a todos esa “palabra”. Lo que es seguro es que no van a lograr silenciarlo y dependerá de nosotros si queremos escucharlo.

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