Chile. ¡Que el Servicio Nacional de Menores se caiga y que nadie lo levante!

Resumen Latinoamericano / Chakra, Aurora Roja / 18 de julio de 2017

-Te advertí que podías salir herido.

-Mejor herido que dormido.

El infierno que muchos niños y niñas pasan y han pasado en instituciones relacionadas con la infancia pasó a ser un tema de interés público, marcado por la constante presentación de relatos y testimonios que tratan de problematizar sobre las inhumanas condiciones en que están viviendo, logrando sacar la voz de muchos/as oprimidos/oprimidas, sean estos niños, adolescentes y/o trabajadores. La reiterada información y problematización ya se ha transformado en un espectáculo morboso que genera la rabia y frustración de miles de personas que se preguntan “¿Cómo pueden estar viviendo así?” El presente artículo trata de responder a la pregunta: ¿Cómo podemos mejorar el estado de la infancia? Creo que esta es la única pregunta significativa para los niños vulnerados del mundo.

El foco de los medios de comunicación ha estado puesto principalmente en los “Hogares”: residencias de protección para menores (PRM) y residencias de protección para mayores con programas especializados adosados (REM/PER), espacios encargados del cuidado completo de los niños por un tiempo no mayor a 1 año (lo que es una fantasía), mientras la familia logra desarrollar las competencias mínimas para velar por la integridad física y mental de los niños (otra fantasía). La caracterización de estos centros ya es pública: espacios donde se ejerce el comercio sexual, la medicalización como forma de castigo, los golpes y gritos como estrategias de “educación” y el secretismo como mecanismo de control interno. Las residencias son uno de los treinta y siete tipos de programas del SENAME.

Las estadísticas son escalofriantes: la población atendida por los treinta y siete tipos de programas del SENAME son en su gran mayoría mujeres, pobladoras y campesinas, mapuche. Esta realidad es trabajada por el poder legislativo, buscando levantar un SENAME 2.0 que permita la “real” intervención con niñas y niños vulnerados, diferenciándolos de aquellos que muestran “conductas disruptivas”. En fin: se criminaliza la infancia y se fortalece la caridad.

Pero caridad no es un término nuevo para el campo popular, desde hace años que la caridad ha sido la manera en que el Estado y sus Servicios se han relacionado con los pobres, preocupándose y sufriendo por la desgracia ajena para llegar a dormir en sus cómodos Hogares que  son hogares.

Caridad no es amor, es poder.

Desde una perspectiva histórica, la tradición Católica Apostólica Romana ha sido uno de los principales actores relacionados a la caridad hacia los pueblos pobres del mundo, ejerciendo el control mediante la corona española de los “indios sin alma” para utilizarlos como esclavos/sirvientes con el fin de darle “utilidad a su existencia”. Hoy son las ONGs e instituciones colaboradoras del SENAME las que, desde un disfraz altruista ven en la protección de la infancia un nicho de negocios, llenando de burocracia, estadísticas y pendones la vida de miles de niños. La Caridad ha generado que las decisiones más importantes para un niño recaigan principalmente en instituciones sin territorio.

El enemigo interno: la criminalización de la infancia

El Ministerio del Interior y los aparatos represores del Estado no solo han aumentado su capacidad de violentar y perturbar la vida de los niños y niñas mapuche, sino también ha comenzado a implementar una política que incrementa la criminalización de la infancia, fortaleciendo la división virtual entre niños/as víctimas y niños/as victimarios/as, desarrollando una serie de programas municipales y estatales que fortalecen el trabajo psicosocial con adolescentes infractores de ley, a la vez que los diferencia de aquellos que han sido vulnerados en sus derechos. Para los organismos de seguridad, la preocupación por la infancia es solo una herramienta para el control social.

La perspectiva de poder

Todo niño y niña muerto o asesinado en el SENAME es un niño vulnerado, todo niño que pasa por uno o más programas del SENAME es un niño/a vulnerado/a, y siempre es necesario tener presente que lo que más daño hace a un niño vulnerado, no es la vulneración en sí (agresión física, abandono emocional, abuso sexual, entre otros), sino que es la respuesta que tiene el entorno frente a la vulneración. No serán las cómodas lágrimas de los televidentes las que generarán un cambio en la vida de los niños y niñas, será la acción directa sobre los cuidados de la infancia los que ayudarán a reparar el daño ocasionado por otros, y será el ejercicio de poder el que libere a las personas de las instituciones caritativas y criminalizadoras. Es la responsabilidad de los adultos de los pueblos el cuidado de los niños y niñas del pueblo.

Ya no basta con uno, dos o mil SENAME, se requiere darle un sentido revolucionario al cuidado de la infancia, y de eso tenemos años de experiencia acumulada: las sociedades de socorro mutuo y su capacidad de tratar las enfermedades terminales de trabajadores/as y sus familias, las campañas de nutrición y lucha contra la diarrea infantil para disminuir las tasas de mortalidad, las guarderías colectivas que ayudaron a socializar las responsabilidades del cuidado y a compensar la ausencia de familiares en la crianza, los comedores populares en dictadura que generaron espacios de encuentro y recreación combativa, los reforzamientos escolares en las poblaciones que apoyan los procesos educativos de los niños y niñas de manera participativa u horizontal, y toda actividad territorial que nutra la mente de nuestros niños.

El llamado es a socializar las tareas de crianza a todos los/las adultos/as del entorno de manera urgente (contención emocional, cuidado personal e higiene, alimentación saludable, nutrición, socialización y fortalecimiento de herramientas de comunicación, entre otras que pueden ser ejercidas por todos/as) e incluir en todos los espacios independientes y autónomos instancias de educación y recreación infantil para lo/as hijos/as de los pueblos (guarderías en nuestros espacios de encuentro equipadas con juegos recreativos, turnos para el cuidado de niños/as o lo que la creatividad permita).

Estas condiciones son mínimas para reparar un daño ocasionado por el Estado, la Familia y la propiedad privada, y serán complementaria a nuestra capacidad combativa de crear una fuerza capaz de llevarnos a la libertad.

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