Irán en el Mediterráneo: una pesadilla para el sionismo

Pablo Jofré Leal / Resumen Latinoamericano / HispanTV / 07 de julio de 2017 – El Eje de la Resistencia, liderado por la República Islámica de Irán, ha asegurado una amplia faja de territorio, que va desde las fronteras de la nación persa hasta las costas del mar Mediterráneo en Siria. Una política de evidente profundidad estratégica, que consolida la influencia de Irán en la región y en sus pueblos.

En forma inédita, desde el inicio de la guerra de agresión contra Siria –en marzo del año 2011– las Fuerzas Quds, milicias chiíes iraquíes, fuerzas del Movimiento Hezbolá de El Líbano, milicianos palestinos y el Ejército gubernamental sirio han logrado consolidar una ruta terrestre que facilita no sólo las operaciones antiterroristas contra Daesh, Fath Al Sham, Ahrar Al Sham y otros movimientos terroristas takfiríes, que operan tanto en suelo de Irak como en Siria, sino que, al mismo tiempo, consolidaron una ruta de acceso desde suelo iraní hasta las costas del mar Mediterráneo.

El mapa cambia

Tal hecho permite asegurar la logística necesaria para fortalecer así la presencia militar del Eje de la Resistencia tanto en Irak como en Siria y presionar a la entidad sionista que ocupa actualmente Palestina. La presencia de las fuerzas del Eje de la Resistencia a pocos kilómetros de los asentamientos sionistas en la Palestina ocupada, ha desencadenado la alarma en el campo político y militar del sionismo, que constata con espanto cómo la influencia de Irán, sus fuerzas militares que apoyan al gobierno sirio y sus aliados en el Eje están allí, a tiro de cañón a las puertas de la Palestina colonizada y que comprende aquellas tierras entregadas en forma ignominiosa por las Naciones Unidas el año 1948, como aquellas usurpadas  el año 1967 en la denominada Guerra de Junio.

El éxito de las operaciones militares llevadas a cabo por el Eje de la Resistencia –donde la reconquista de Mosul y la presión ejercida sobre el terrorismo takfirí en Al Raqa adquiere especial importancia-, junto al innegable apoyo de las Fuerzas Aeroespaciales Rusas han posibilitado esta conquista territorial y esta línea de dominio estratégico que hace más viable el combate contra las bandas terroristas. Y en este plano no se puede obviar el inmenso papel desempeñado por las Fuerzas Quds en el combate desde el primer momento contra las bandas terroristas de Daesh y otros grupos salafistas.

De hecho, el desempeño de la Fuerza Quds en Irak y Siria en comparación con la coalición liderada por EE.UU. –un verdadero fiasco, pero un fracaso proyectado bajo la doctrina del teórico estadounidense Paul Wolfowitz y su Caos Programado- no sólo ha reforzado el papel de este cuerpo en liderar el Eje de Resistencia en la región, sino también ha evitado que EE.UU. se convierta, para el público regional, en el protagonista de la lucha contra el terrorismo.

Sin duda, este viraje en la guerra permite avizorar cambios importantes en la correlación de fuerzas que hasta ahora se tenía en la región, sobre todo cuando el análisis se refiere a la agresión contra Siria. No es casual que desde hace un tiempo a esta parte, ya sea en las negociaciones en Astaná o aquellas celebradas en Ginebra, el tema principal de estos encuentros que buscan el cese al fuego en Siria, no mencionan la exigencia original de la oposición siria: que el presidente Bashar Al Asad deje su cargo. Hoy lo que se discute es el fin de la guerra, los pasos políticos que permitan una pacificación de la nación levantina y sobre todo el cese del financiamiento a los grupos terroristas como condición esencial para el fin de la guerra en la zona.

Lo señalado, sin duda, es un triunfo enorme del Eje de la Resistencia, que desde el inicio de su accionar político y militar ha sostenido la necesidad que Washington y sus aliados europeos, la Casa Al Saud y sus aliados de las monarquías ribereñas del Golfo Pérsico, Turquía, Jordania e Israel, principalmente, cesen todo apoyo económico, militar, tecnológico y sanitario con los grupos takfiríes. Eso no ha variado un ápice, no porque la conducta del Eje Damasco-Bagdad-Teherán sea refractaría a otras posibilidades, sino porque la realidad indica que es la única forma de frenar el accionar terrorista. Cualquier otra medida es paliativa y no da cuenta de la necesidad de poner fin a una guerra de agresión que ha cobrado 500 mil víctimas, 9 millones de desplazados internos y cinco millones de refugiados, unido a la destrucción de gran parte de la  infraestructura en amplios ámbitos del país.

Resulta alentador para la lucha del pueblo palestino el que se vaya consolidando la presencia del Eje de la Resistencia alrededor de las fronteras artificiales de la entidad sionista. El director del Centro de Estudios Estratégicos del Consejo de Discernimiento del Sistema de la República Islámica de Irán, Ali Akbar Velayati –uno de los principales asesores en temas internacionales del Líder iraní, Seyed Ali Jamenei– ha ratificado que la cadena de la resistencia, que apoya la lucha del pueblo de Irak y Siria, es un paso estratégico en la unión cercana de todos los musulmanes en torno al apoyo al pueblo palestino en su lucha contra la ocupación de la cual es víctima por parte del sionismo.

Irán y su influencia

Unido a ese evidente y sostenido apoyo a la causa del pueblo palestino, la presencia de Irán alarma a la entidad sionista pues consolida una presencia militar importante en la zona de los Altos de Golán, otro territorio ocupado por el sionismo desde la guerra de junio de 1967 y así consignado por la Resolución N° 242 de las Naciones Unidas. Los Altos de Golán –Hadbat al Yulan, por su nombre en árabe- en una meseta estratégica ubicada en la frontera entre El Líbano, Jordania, Siria y la entidad sionista de 1800 kilómetros cuadrados, de los cuales dos tercios están bajo ocupación israelí, otros 235 km2 bajo vigilancia de Fuerzas de la ONU y el resto continua bajo la soberanía siria.

Tener fuerzas del Eje de la Resistencia en esa zona, lo que significa fuerzas hostiles al sionismo a las puertas de los territorios ocupados, tanto a Siria como a Palestina, ha despertado el terror de las fuerzas militares de Israel. Inseguridad que se ha expresado a viva voz, no sólo a Washington, como padre putativo del régimen sionista, sino también a Rusia. Efectivamente, en abril de este año el ministro israelí de Asuntos Militares, el colono de origen moldavo Avigdor Lieberman, sostuvo ante su par ruso, Serguei Shoigu que “Israel no permitirá la concentración de fuerzas sirias, Hezbolá e Irán en los Altos del Golán”.

Como muestra de la injerencia israelí en el conflicto sirio, el gobierno sionista ha dado a conocer en círculos diplomáticos occidentales   en la Conferencia de Seguridad de Múnich en febrero del 2017- que está dispuesto a participar activamente en el fin del conflicto en Siria si se reconoce su soberanía en los Altos de Golán. Eso explica los últimos ataques contra fuerzas sirias en la región por parte del ejército sionista, de tal manera de poner el tema de la soberanía de la región en el tapete de las discusiones sobre el fin de las hostilidades. Tel Aviv teme que la presencia del Eje de la Resistencia en los Altos de Golán impliquen la recuperación de la zona ocupada y con ello el enfrentamiento sea inevitable con Irán, que constituye una potencia militar de envergadura en la región.

Irán representa una pesadilla para el régimen sionista. Ya sea primero en un aspecto político por el constante sustento a las reivindicaciones del pueblo palestino, el apoyo y alianza con Hezbolá, el sostén al gobierno sirio, todos ellos preocupaciones permanentes de las políticas colonizadoras y bélicas del régimen israelí. En segundo lugar, una pesadilla militar pues el desarrollo misilístico, las fuerzas navales y terrestres son un enemigo formidable para una entidad como la sionista, que recibe su apoyo logístico, financiero y militar de Washington y sus aliados occidentales. Y, finalmente, una sensación de pánico incluso para su propia existencia como entidad nacida artificialmente a partir de la partición de Palestina el año 1947 y las sucesivas guerras donde el mundo árabe se enfrentó a un régimen convertido en el gendarme de occidente en el Levante Mediterráneo.

Es tal el temor sionista ante el avance de Irán y el Eje de la Resistencia que ha buscado aliados incluso en regímenes que usualmente estaban en la vereda de enfrente, como es el caso de la Casa Al Saud, que con su propio terror ante la potencia exhibida por la República Islámica de Irán y su creciente influencia en Oriente Medio, reconoce en ello un peligro para la propia supervivencia de las monarquías feudales del Golfo Pérsico. El Despertar Islámico, en base a la dignidad y soberanía de los pueblos, no sujetos al influjo de potencias como Estados Unidos y su alianzas militares, es el catalizador de los alzamientos en Bahréin contra el régimen de los Al Jalifa, en Yemen en su lucha contra la agresión wahabita, en Palestina en su derecho a la autodeterminación. En El Líbano y el poderío exhibido por el movimiento Hezbolá, que le ha infringido severas derrotas al régimen israelí cuando se han enfrentado.

El sionismo, hoy por hoy, sólo vocifera. Ataca a la población indefensa palestina, apoya a los grupos terroristas takfiríes para minar las fuerzas del Eje de la Resistencia. Se apoya en las dádivas de la administración estadounidense, sea ésta demócrata o republicana. Eleva la voz amenazante como aquel que cree que con gritos y acusaciones puede conseguir apoyo a una política internacional desacreditada. La Hasbara –estrategia informativa sionista para lavar su imagen–se enfrenta día a día al muro de reprobación de las sociedades del mundo, que exigen el fin de la ocupación de Palestina, el fin de una línea política destinada a mostrarse como una democracia cuando la realidad indica que se trata de una entidad profundamente criminal y el llamado a apoyar la campaña del BDS contra Israel: Boicot, Desinversión y Sanciones.

En todo ello, la presencia de Irán, la conformación de una ruta que comunica a Teherán con Damasco y Beirut, pasando por Irak, hasta llegar al Mar Mediterráneo servirá, indudablemente, para concretar aquello que se viene exigiendo desde el momento mismo que se otorgó un estatus internacional a una entidad surgida en las oficinas de Washington, Londres y Paris: el respeto a la ley internacional, la devolución de los territorios ocupados palestinos, el fin de la ocupación de los Altos del Golán sirio y sobre todo el fin de su papel de punta de lanza del imperialismo en la zona. Israel es una entidad extraña para una región que comenzó a soportar la invasión de oleadas de colonos sionistas europeos desde fines del siglo XIX, que la propaganda sionista y su poder económico y mediático han querido presentar como un retorno a una tierra supuesta y mitológicamente “prometida”.

Pero, a pesar de Estados Unidos, sus aliados occidentales, a pesar del sionismo y el wahabismo, la República Islámica de Irán ya está en las fronteras artificiales de la entidad sionista y Tel Aviv bien sabe que atacar a Irán sería suicida. Más temprano que tarde el escenario geopolítico en Oriente Medio tendrá el cambio que los pueblos de la región necesitan y ansían. Por lo pronto, ese escenario se modifica día a día intensificando las pesadillas de Netanyahu y su régimen.

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