Qatar: La perla en la cuerda

Omar Rafael García Lazo / Resumen Latinoamericano / AlMayadeen / 28 de junio de 2017 – Lo que de este lado del Atlántico parecía un bloque medianamente homogéneo, hoy se ve profundamente fragmentado. El Consejo de Cooperación del Golfo se agrieta y lo que se mostró como un esfuerzo de integración económica y política acabó siendo un esquema de intercambio de influencias y favores con vistas a garantizar estabilidad y seguridad para los buenos negocios entre la monarquía Al Saud y un grupo de pequeños Estados árabes.

Qatar. Foto: Tomada de Google
Pero las sociedades, como los niños, crecen. Y a Arabia Saudita se le estaba haciendo imposible lidiar con Catar, una monarquía menos retrógrada, más abierta al mundo y con intereses cada vez más crecientes y propios. Una monarquía con un propósito materializado en un proyecto de país en el que se entroncan tradiciones y algunos visos de modernidad.

Es el de Catar un proceso pretendidamente cultural que avanza a fuerza de cientos de miles de millones de dólares e intenta posicionarse, publicidad mediante, en el imaginario internacional, ya sea patrocinando un equipo de fútbol europeo, logrando la sede del Mundial de ese deporte, organizando un foro político internacional o lanzando al aire una televisora propia con ínfulas de cadena internacional pero con voz que en ocasiones causaba disonancia ante el monocorde discurso occidental.

Lo cierto es que con ese ímpetu se hizo necesario una diplomacia trapecista, más cuando ese Emirato, rico en gas y petróleo, está, como las perlas que otrora alimentaban a sus pescadores, en el centro político y geográfico de dos grandes, cuyas corazas pesan de modo determinante sobre la subregión del golfo Pérsico.

Por un lado está Arabia Saudita, el hegemón árabe wahabita y sunnita; el Reino protector de la fe y de las sagradas mezquitas de Meca y Medina; la poderosa potencia regional armada hasta los dientes con sus petrodólares que se proclama ferviente defensora de los palestinos mientras observa, con una inalterable actitud contemplativa, el genocidio sionista.

Del otro lado está Irán, otro gran jugador en la mesa medioriental, un país que después de dejar de ser el gendarme estadounidense, lleva casi cuarenta años con una política exterior independiente que no olvida su origen persa. Es Irán una nación que trasciende la subestimación y la indiferencia árabe y que a fuerza de pragmatismo aderezado con firmeza en la defensa de sus valores y su soberanía, se ha hecho de un lugar en la región y es hoy interlocutor de grandes potencias.

Y para completar el fresco, Catar se debate también entre los intereses estadounidenses, país que tiene en la península qatarí la sede del Comando Central con unos cuantos miles de soldados y medios bélicos; y una Rusia reacia a ceder un centímetro de su zona de influencia al sur del mar Caspio. Si dejar caer a Libia fue para Moscú un error o un sacrificio, lo dirá la historia, pero en el caso de Siria, los rusos han demostrado que no están interesados en que los terroristas lleguen a Moscú tras pasar las puertas de Damasco, más cuando ya mordieron ese polvo en Chechenia.

La furia de los dioses

Todo parece indicar que la ira saudita, más allá del detonante o pretexto de unas declaraciones, se destapó después de que Catar comprendiera que ante la situación insostenible en Siria, lo mejor era llegar a un arreglo con los rusos e iraníes, más cuando existen otros hechos concretos que afianzan esta posibilidad. Entre ellos, la creciente relación económica, energética y financiera entre Moscú y Doha; la potencialidad de la explotación conjunta con Irán del campo gasífero South Pars; la intermitente relación saudita-estadounidense con el seguro aumento de la tensión en la zona; y el permanente e histórico esfuerzo de los Al Thani por evitar orbitar entorno a los Al Saud.

Ante la osadía qatarí, la salida política de la monarquía saudita fue endosar públicamente a Catar toda la responsabilidad del financiamiento y apoyo a los grupos terroristas en Siria y otros países de la región. Responsabilidad que todo el mundo sabe, incluyendo Londres, Washington y París, que es compartida. En consecuencia, Arabia Saudita y sus satélites han anunciado un bloqueo económico y está en marcha una estrategia de presiones y aislamiento como represalia al Emirato. Solo Omán y Kuwait, también Estados celosos de su integridad y pendientes de los vaivenes irano-sauditas, se oponen a una represalia de este calibre.

En esta compleja madeja no se debe olvidar que en la lista de enemigos de Arabia, el Irán de los chiítas ocupa el primer lugar, a mucha distancia de Israel, si es que el Estado sionista es catalogado como tal en Riad.

Los sauditas se han esforzado durante años por crear un frente antiiraní en el Golfo, por lo que la posible abstención de Catar de secundar estos planes es una falta grave. Por otro lado, los intereses estadounidenses y sauditas en Siria se mantienen y una salida del financiamiento y respaldo qatarí a una de las facciones terroristas impacta en los planes de Washington y Arabia de derrocar a Bashar Al Assad y debilitar su alianza con Irán.

Las declaraciones desde Rusia, India, Irán, Turquía, Kuwait, Omán están dirigidas a buscar una solución a esta crisis, conscientes de los negativos efectos a corto plazo que ya se comienzan a sentir. También están preocupados por lo que pueda ocurrir en el futuro mediano, pues cualquier imprevisto pudiera desencadenar una escalada diplomática con efectos económicos, especialmente en el precio de los hidrocarburos. También podrían tensarse las ecuaciones militares pues el diapasón de posibles consecuencias es bastante amplio y los sauditas pueden verse acorralados. Los recientes atentados en Irán son una evidencia de que todas las mechas que rodean al polvorín regional parecen encendidas.

En este sentido, tampoco se puede subestimar las líneas de influencia qatarí en algunos puntos neurálgicos de la zona, ni las probables respuestas de los afectados, con el peligro de una espiral de violencia que afecte a más estados de los que hoy, directa o indirectamente, se enfrentan en Siria.

Por lo pronto, el gran ganador de esta pulsada es Israel, cuyas cartas están jugando en casi todas las direcciones. El “frente” árabe de corte monárquico, discursivamente enemigo de Tel Aviv, pero con más intereses que ideales, está fragmentado. En segundo lugar este “frente” sigue concentrado en debilitar al verdadero eje de resistencia antisionista (Irán-Siria-Hibulah) que junto a Rusia han frenado el plan estadounidense, israelí y árabe-monárquico de derrocar a Bashar y poner contra las cuerdas a Irán. Un tercer elemento que favorece los planes sionistas es que la nueva administración EE.UU. parece menos entusiasta con relación a Irán y al acuerdo nuclear; y por último una cuarta ventaja para Israel es que la causa palestina ya no está en los titulares ni en las prioridades de las agendas de los actores involucrados.

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