Colombia. El Secuestro de la Democracia / Opinión

Resumen Latinoamericano / Gabriel Antonio Gaitán / 18 de abril de 2017

“Bastará que las masas lleguen a un plano de relativa conciencia para que el rompimiento se presente  y comprendan la trivial verdad  de que sus intereses no pueden ser resueltos  por quienes tienen intereses contrapuestos”.

Jorge Eliecer Gaitán

Luego del magnicidio contra Jorge Eliecer Gaitán y las gentes pobres de los años 40 a manos de la élite criolla en cabeza de los directorios del partido conservador y liberal por mandato del imperialismo norteamericano con su agencia del crimen internacional conocida como la CIA, la  historia de la democracia colombiana se ha ido amañando por parte de la oligarquía para mantener sus privilegios y turnarse el poder de abuelos a nietos.

En esta época se inicia la consolidación de los métodos por los cuales la oligarquía se enquista en el gobierno y niega la alternancia natural del poder político en una democracia, sin importar que para ello deba asesinar, aterrorizar y cambiar cuantas veces le parezca las reglas de la contienda electoral.

Un claro ejemplo de esto es que, a pesar de autodenominarse como la democracia más antigua del continente, en estos más de 200 años de vida republicana, nunca ha existido un gobierno de izquierda o al menos demócrata a la cabeza del país. Y no se puede decir que haya sido por falta de iniciativa de la izquierda o los sectores populares, pues experiencias de estas hay por montones, como el caso del primer partido socialista en América Latina a la cabeza de María Cano y Eduardo Mahecha en los años 20, el movimiento Gaitanista en los 40, el Frente Unido de Camilo Torres para la década del 60 y más reciente los casos del Frente Popular, la Unión Patriótica y A Luchar o la Alianza Democrática en los años 90,  todos en el siglo pasado.

Todas estas experiencias fueron asesinadas, silenciadas y desaparecidas por la clase dominante que no tolera ni siquiera el riesgo de ver amenazados sus intereses y opta por la violencia abierta y la exclusión política en contra de quienes luchan por y desde los intereses de las mayorías.

El asesinato de los líderes de estos movimientos no ha sido el único método para negar el triunfo de los intereses populares en las contiendas electorales. Como si no fuera suficiente, la oligarquía colombiana se acostumbró a cambiar las reglas del juego de manera caprichosa. Es así como crearon el Frente Nacional luego de matar a Gaitán para asegurarse en el poder sin la legitimidad de las mayorías en las urnas, lo que es similar a una dictadura oligarca.

También es costumbre bañar con un manto de supuesta ilegalidad las legítimas demandas del pueblo mediante la criminalización de la protesta social que mantiene encarcelados a más de 7000 presos políticos, o negando las aspiraciones de partidos y movimientos que no logran sus estándares amañados de legalidad, como ocurrió con el Partido Comunista, la Unión Patriótica y personalidades de la izquierda destituidas de la contienda política por aspirar a cambios en favor de las mayorías.

Otro acto recurrente es modificar las leyes a su acomodo, utilizando todo tipo de medios criminales y mafiosos. El ejemplo más descarado fue la reelección del expresidente narcoparamilitar Alvaro Uribe Vélez, que con masacres y asesinatos cometidos por sus compinches los hermanos Castaño, fraudes como corrupción, compra de votos y favores personales, logró ganar el referendo y la posterior reelección en el 2006.

Aunque el triunfo de la izquierda en las urnas no se ha dado en Colombia lo más posible es que de darse, este sería calificado como ilegal, así como ocurre en otros países, como el caso reciente de Ecuador donde la derecha no admite ser derrotada en su propio juego, o sería destituido por golpes blandos como se intenta en Venezuela, o parlamentarios como ocurrió en año pasado en Brasil.

Si bien para muchos analistas y académicos del conflicto armado colombiano un marco común para el inicio de este fue el magnicidio de Jorge Eliecer Gaitán, lo cierto es que las causas del alzamiento armado datan de mucho tiempo atrás. Lo que sí se inaugura y permanece hasta nuestros días es el secuestro de la democracia a manos de la oligarquía, utilizando estos y otros métodos con el fin de perpetuar la negación del constituyente primario que es la participación del pueblo.

Esto explica los temores del gobierno Santos sobre la participación de la sociedad en la mesa de negociación con el Ejército de Liberación Nacional, puesto que dicha participación revelará al verdadero enemigo del pueblo. Una democratización de Colombia sería el inicio de la caída de ese régimen de nietos y abuelos que, como dijo Gaitán, jamás representarán los intereses del pueblo pues los suyos son mucho más que contrarios.

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