Tras las elecciones, ¿qué futuro para la Argentina?

Por Pablo Gandolfo /Resumen Latinoamericano / Diario Nuestra América /20 de Octubre 2015.- La Argentina se acerca a una etapa compleja, signada por la caída en el precio de las materias primas, la ausencia de estructuras sólidas en el implosionado sistema político nacional. Mientras tanto, se desarrollaron las elecciones primarias presidenciales donde los tres principales contendientes son inequívocamente de derecha. ¿Que pasó en la última década y cómo se llegó a este resultado? El ciclo iniciado en 2002, y la trama de fuerzas que definirán el futuro próximo. Sudamérica y los factores internacionales que impactan sobre el país.

Elecciones en Argentina

En Argentina se desarrollaron las elecciones internas, llamas PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias), para definir las candidaturas de cada partido o alianza. Por su carácter simultáneo y porque en la mayoría de los casos los candidatos se eligen previamente, a dedo y en espacios muy cerrados, lo que debería ser una interna es en realidad una suerte de encuesta total. Es inútil, porque prácticamente no tiene función, pero no carece de consecuencias. La principal es las fuerzas que no alcanzan el 1,5% de los votos quedan afuera de la elección general. Por lo tanto los votos que fueron a esos partidos migrarán hacia otras opciones. La segunda es que los opositores a quién sale primero, saben a ciencia cierta cual es la mejor opción para vencerlo. De tal manera, una parte de los votos que fueron a otras fuerzas tenderán a trasladarse a favor del segundo, que es visualizado como la única opción para derrotar al ganador de las PASO.

En las PASO se enfrentaron tres contendientes principales para la presidencia: Daniel Scioli por el gobernante Frente para la Victoria (el tradicional Partido Justicialista –PJ- bajo otro nombre); Mauricio Macri por Cambiemos, alianza entre la derecha neoliberal y la Unión Cívica Radical –UCR- el otro partido tradicional y representante de la socialdemocracia; y Sergio Massa por UNA, un invento que agrupó a su alrededor esquirlas de todos los partidos, principalmente las del PJ que no están en el FPV.

El Frente para la Victoria se ubicó primero con el 38, 41 % de los votos. Cambiemos en segundo lugar con el 30,07% y UNA tercero con el 20,63 %. Las fuerzas de izquierda sacaron porcentajes insignificantes siendo el más relevante el Frente de Izquierda que alcanzó 3,31 %.

Los tres candidatos principales, se ubican muy a la derecha en el espectro político. Dos de ellos, son teledirigidos por Washington sin interferencias ni mediaciones (Macri y Massa). Por su parte Daniel Scioli, es un motonauta, devenido político de la mano del repudiado ex presidente (“neoliberal” y súper corrupto)) Carlos Menem y fue erigido candidato presidencial por la actual mandataria Cristina Fernández de Kirchner. Su capital político proviene de sus buenos modales, especialmente hacia los poderes establecidos. El próximo presidente de la Argentina será Daniel Scioli o Mauricio Macri. Solo resta despejar esa incógnita. Ambos, hijos de empresarios.

Fernández y Scioli se han enfrentado en repetidas oportunidades. El denominado “kirchnerismo”, el movimiento que encabeza la Presidenta atacó de manera constante durante los últimos 12 años, a su actual candidato a Presidente. En muchos casos por buenos motivos. La candidatura de Scioli, expresa una doble debilidad: la imposibilidad de Scioli para llegar a la presidencia prescindiendo del kirchnerismo y la impotencia del kirchnerismo para tener un candidato propio.

El origen de esta etapa

Para comprender el presente, debemos ir 14 años atrás, a finales del 2001 cuando se abrió el período histórico que aún transitamos. El 19 y 20 de diciembre de aquel año, cientos de miles de personas salieron a las calles bajo la consigna “que se vayan todos”. El país vivió un auge de movilización de masas que se extendió durante los primeros meses del 2002. El repudio hacia los políticos y los planes “neoliberales” fue avasallante. En esas jornadas, se modificaron las relaciones de fuerzas entre las clases sociales en el país, y entre las distintas fracciones de la propia burguesía. Se establecieron nuevos parámetros de lo que era posible hacer y lo que para la población pasaba a ser inaceptable. Esa doble modificación signó la década, es la causa principal para explicar el denominado kirchnerismo. Su mérito, es haber tomado nota de aquel cambio y actuar en consecuencia.

¿Que pasó desde esas jornadas donde los políticos era repudiados y el neoliberalismo innombrable, a este presente donde se enfrentan por la presidencia tres políticos de muy poco vuelo y de menos luces; que de haber sido relevantes en aquel momento, hubieran sido repudiados?

En 2003, Néstor Kirchner asumió la presidencia de la Nación y luego fue sucedido por dos presidencias de su esposa, Cristina Fernández. En estos 12 años, Argentina no vivió un proceso transformador. Fue aplicada de manera sistemática una política que hemos denominado de recomposición. Recomponer es lo contrario a transformar, aunque para recomponer haya que transformar. Las transformaciones realizadas, fueron hechas en función de restablecer la legitimidad del ordenamiento capitalista que había tambaleado y era cuestionado, al menos en sus efectos concretos, por buena parte de la población. La tarea del gobierno, de cualquier gobierno que hubiera asumido en aquella situación excepto de uno con definiciones revolucionarias, era recomponer el orden y la credibilidad. A eso se abocó Néstor Kirchner desde su discurso inaugural como presidente. Que hoy se enfrentes tres candidatos inequívocamente de derecha demuestra el lado éxitoso de aquel plan.

Ahora bien, recomponer el orden capitalista es recomponer instrumentos sólidos, legítimos y estables para el ejercicio del poder político. Implica tener partidos enraizados y creíbles; instituciones estatales legítimas en capacidad de dar respuesta en el ámbito de su accionar e instituciones no estatales que gocen de similares atributos. En Argentina en 2015, no hay nada que se parezca a ninguna de esas cosas. En este sentido la recomposición fracasó.

El kirchnerismo fue muy efectivo en recomponer la superficie, la apariencia, y el ámbito volátil de la opinión pública. Pero debajo de eso no pudo reconstruir nada sólido. Este resultado contradictorio lo definimos como éxito en la coyuntura y fracaso en la estructura. El éxito coyuntural se expresa en la estabilidad de estos 12 años. El fracaso estructural asoma en todos los ámbitos pero no en toda su magnitud. La forma mas preocupante que asume es la de una marcada decadencia social. Este fracaso, que se expresa veladamente, lo veremos realizarse en toda su magnitud en un futuro no lejano.

Si aquella etapa se inauguró con un cambio en las relaciones de fuerza entre las clases sociales, recomponer era también retrotraer esas relaciones de fuerza. En ese aspecto el gobierno cuenta con éxitos parciales: buena parte de la militancia que estaba en disponibilidad para la construcción de una alternativa revolucionaria, se sumó y quedó entrampada en organizaciones –“kirchneristas”- que aportaron a la operación estratégica de recomposición del capital. Este, es un éxito valioso para el sistema capitalista, pero no permite responder el fondo de la cuestión. ¿Logró el kirchnerismo retrotraer las relaciones de fuerza entre las clases a favor de la burguesía? Se pueden enumerar datos a favor de una u otra respuesta. Pero lo principal del interrogante queda abierto para responder en los próximos meses y años. ¿Aceptará el pueblo, aquello que aceptó en la década del 90 y que dejó de aceptar desde el 2001, un ataque en toda la línea a sus condiciones de vida? Ese es el principal interrogante de la etapa que viene y la fuerza que determinará buena parte de la suerte del próximo gobierno.

Razones económica de éxitos y fracasos 9 – La mitad exitosa de la recomposición fue posible, gracias al excedente producto de las mejoras relativas en los términos del intercambio consecuencia del incremento de la materias primas en el mercado internacional. Y el producto que más influyó, la soja transgénica, que compra China para alimentar cerdos.

El gobierno actual, define su modelo como “desarrollo con inclusión social”. Hay grados de inclusión mayor respecto al peor momento de la historia del país. El motivo es menos la existencia de un modelo destinado a ese fin, que el rebote cíclico que ocurre luego de una crisis, la devaluación del tipo de cambio que incrementó la competitividad y el mencionado excedente producto del incremento en los precios de las materias primas a nivel mundial. Sin esos tres factores no hubiera habido mayor inclusión social. Y de los tres solo uno (devaluación) depende de la política de un gobierno. Pero inclusive ésta, no fue producto de decisiones del gobierno actual sino del anterior, de quién la heredó. Por eso sostenemos que no hay un modelo que tenga como objetivo la inclusión social. Esta fue consecuencia de factores ajenos al gobierno. Sí es cierto, que el gobierno tomó medidas con efectos puntuales, en función de lograr inclusión social. Pero esas medidas puntuales no expresan el resultado global, que encuentra explicación en los factores mencionados.

Menos aún existió en la última década un modelo destinado al desarrollo. Las estrellas del período fueron la soja, el petróleo y la minería. Todas actividades extractivas monopolizadas por empresas trasnacionales (el petróleo se recuperó tardíamente y solo una porción, a través de la estatal YPF). En el caso de la minería y la soja se expandieron de la mano de tecnologías muy agresivas con el medioambiente y con las personas.

Entre las actividades industriales dos rubros muy promovidos por el Gobierno fueron la armaduría de autos (1 millón por año) y de electrodomésticos. Los dos a manos de empresas trasnacionales y con baja integración de piezas de fabricación local. Decimos armaduría, porque no se trata de fabricación sino de ensamblaje. Más parecido a la maquila que al crecimiento de un tejido industrial integrado y de complejidad creciente. El resultado de estas dos ramas es un gran déficit comercial en cada una de ellas para importar las partes que le permitirán a Ford o a Samsung ensamblar autos y celulares y hacer un gran negocio financiado a través de divisas que escasean…

Política internacional: ¿Argentina abandona Sudamérica?

En el aspecto en que el gobierno es menos criticable es en su política sudamericana. No porque haya promovido en el continente una transformación que no promovió en su país. Sin embargo, por motivos diversos y en muchos casos de corto alcance, no se desalineó del proceso de integración continental desplegado en los últimos 15 años. Con su política, el Gobierno argentino y el brasileño, impidieron el aislamiento con que el Departamento de Estados busca cercar a Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba como precondición para avanzar en el derrocamiento de esos gobiernos. Por ese motivo, por impedir esa precondición, los gobiernos de Argentina y Brasil fueron sistemáticamente atacados. Brasil vive por estos días la embestida más fuerte de estos años.

¿Qué ocurrirá con esta política en el futuro? Cualquiera de los tres candidatos aspira a terminar con ella. Con dos de ellos no hay enigma: se alinearán con Washington. El tercero, Scioli buscará la forma de llegar a ese mismo objetivo. Varía que sus condicionantes son otros. Por un lado será en parte, heredero de un capital político que se construyó con una simbología contraria -no siempre con una realidad contraria- a la alineación sumisa hacia Estados Unidos. El otro condicionante es que Scioli es el candidato del Papa argentino Francisco.

Aquí debemos hacer una digresión. Francisco, tiene hacia Latinoamérica una política plagada de dobleces. Su concepción estratégica debemos verla en tres niveles: busca avanzar en la integración del continente, al mismo tiempo desviar y derrotar a los procesos revolucionarios que impulsaron esa integración (vaya contradicción), pero sin chocar con ellos de manera frontal sino disputando oblicuamente su base social. Ese equilibrio, de acercamiento y disputa, se plasmó con claridad en su visita a Bolivia. Evo Morales dejó testimonio simbólico y discursivo de que entendió de esta manera este entramado.

Scioli como eventual presidente de la Argentina, tendrá estos dos condicionantes que tenderán a reproducir esta sinuosidad, que expresa Francisco y que también se expresa en la política del actual gobierno argentino. Pero por otro lado, habrá fuerzas que buscarán alinearlo en un choque frontal contra los gobiernos del ALBA. En caso de ser Scioli el presidente, en un primer momento su gobierno estará tensionado entre esas dos posiciones. De resolverse esa tensión en un segundo momento, será a favor de un alineamiento sin matices con Estados Unidos. El escenario inverso, está descartado.

Si en materia internacional existe esta variación entre los candidatos presidenciales, en política nacional los matices se reproducen en algunas áreas pero son inexistentes en otras. Ninguno de los tres candidatos tiene un plan distinto que el de un país dedicado a la exportación de materias primas, atraer inversión extranjera y pagar deuda externa.

Los condicionantes económicos del próximo gobierno

Tienen dos grandes problemas para gobernar con tranquilidad con un paquete tan poco atractivo. En primer lugar, que los precios de las materias primas que gozó este gobierno y que son fundamento de sus logros, ya no existen. En segundo lugar que el agotamiento del ciclo económico inaugurado en 2002 (Argentina tiene un bajísimo crecimiento) se alinea cronológicamente con un nuevo pico de la crisis estructural del capitalismo (que en este caso cataliza a través de China pero abarca a todo el mundo, en especial a los países mas desarrollados). Estos dos factores, presentan un horizonte muy oscuro para el país y para sus habitantes.

Resumimos: caída en el precio de las materias primas, agotamiento del ciclo de acumulación iniciado en 2002, crisis estructural del capitalismo a escala internacional, un sistema político implosionado que carece de instrumentos sólidos, y una contraofensiva de Estados Unidos sobre Sudamérica que tiene como primer objetivo modificar relaciones de fuerza en Argentina y Brasil para avanzar luego al objetivo principal que es derrocar a los gobiernos revolucionarios de Venezuela y Bolivia. Esas fuerzas marcarán la vida política del país en la próxima etapa y son más importantes que el análisis de cualquier resultado electoral. El presidente que resulte elegido será condicionado por ellas y tendrá ante si un interrogante ¿Qué hará el pueblo argentino ante un seguro ataque a sus condiciones de vida?

Fuente: El Diario de Nuestra América n°7, Investig’Action-www.michelcollon.info

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