Tres opiniones sobre la polémica HIJOS-Bonafini

El amor a la verdad, los abrazos y otros demonios subversivos (A propósito de la demonización de HIJOS-LAPLATA)
Resumen Latinoamericano/Néstor Kohan, 30 de marzo de 2015 – Cuando nos “invitaron a retirarnos”, por llamarlo de algún modo, de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo (UPMPM) simplemente redacté una carta titulada “A las queridas Madres de Plaza de Mayo” (luego se reprodujo en varias páginas de la web). Llené varios baldes de lágrimas mientras la escribía. La imprimí y se las llevé a las madres. La entregué en mano junto con un libro donde reproducía la entrevista que le hicimos a Hebe con otros dos chicos de la escuela secundaria a fines de la dictadura militar (uno tenía 15 años, los otros dos 16). Toqué la puerta. Hebe no estaba, me atendió Juanita, una madre entrañable. Le di la carta de despedida junto con el libro y me fui caminando despacio. No era una carta agresiva ni resentida. Traté de privilegiar todo el cariño que sentía a pesar del mal trago. Aunque nos echaban, les estaba agradecido por todo lo que me habían enseñado en tantos años de lucha y resistencia frente al poder, sea bajo la dictadura militar genocida, sea con gobiernos constitucionales y electorales. Hice el duelo. Doloroso como todo duelo. A partir de ahí me prometí no volver a enroscarme en el tema ni quedar inmovilizado, atado al pasado. Después que un amor se frustra y uno hace el duelo, lo más saludable es hacer un balance y seguir adelante con nuevos proyectos de vida.
Algunos compañeros y amigos me pidieron entonces que escribiera sobre las Madres, no les hice caso. Del diario CLARIN intentaron en algún momento contactarse para que yo hablara contra las Madres. Debo tener todavía el correo por ahí. Ni contesté. A pesar de las discrepancias y los puntos de vista diferentes, no le iba a dar de comer a la derecha. Recuerdo que un día se lo comenté a Vicente Zito Lema, amigo y compañero con quienes seguimos en la misma de siempre, por otras vías y en otros lugares, acompañando a nuevas generaciones. Me dijo lo mismo. Lo había llamado, si no recuerdo mal, el periodista Nelson Castro, Vicente le respondió que no. Al escucharlo, corroboré entonces que yo no estaba equivocado. Las discrepancias en el seno del pueblo allí se deben saldar, no en los medios ni para darle alimento a la gente de derecha que se regodea viendo a la izquierda atacarse entre sí.
Pero ahora me encuentro en una situación incómoda. Aunque me propuse no volver a tocar el tema (a pesar de la tentación que sentí en 2011 cuando Sergio Schocklender publicó su libro, donde muy alegremente confiesa que le llevó seis años “erradicar de la Universidad Popular a todos los troscos”, refiriéndose al Colectivo Amauta y a otros grupos que allí participábamos (Sergio Schoklender: Sueños postergados. Coimas y corrupción en la patria de los desvíos. Buenos Aires, Planeta, 2011. Página 114), el conflicto social nos vuelve a colocar en una situación similar a la de antes.
Tiempo atrás, toda la sociedad oficial, sus grandes medios de (in)comunicación, sus grandes candidatos electorales y sus principales instituciones demonizaban a las madres. En particular a Hebe. Le reprochaban todo. La acusaban de ser “madre de terroristas”. También se ensañaron con ella cuando en una poco feliz intervención salió a festejar el extraño y dudoso ataque a las torres gemelas y el Pentágono en septiembre de 2001. ¡Todos se le fueron encima como hienas! Al unísono. Incluidos muchos, casi todos, los que hoy se ensañan con HIJOS – LA PLATA. ¡Los mismos! Ayer la castigaban a Hebe y a las madres. No tenían piedad. Las destrozaban. Hoy hacen lo mismo con HIJOS – LA PLATA. Parece que la escena se repite.
En el momento de aquel escándalo tuvimos nuestra discrepancia con Hebe y aquel súbito pronunciamiento sobre el 11 de septiembre de 2001. Lo discutimos abiertamente y a voz en cuello, con no poca pasión, en una asamblea de docentes de la Universidad Popular. Hacia adentro: debate, discusión, intercambio libre de opiniones, polémica. Pero frente al poder, frente a los monstruos del dinero, las armas y el capital: defendimos a Hebe y a las Madres.
En aquella oportunidad argumentamos que más allá de la mucho o poco feliz expresión de Hebe lo que había detrás de su gesto era un rechazo a la prepotencia política, económica y militar del imperio más poderoso del planeta. Y que ese rechazo era sano, aunque se expresara con formas rudas, desprolijas, plebeyas y políticamente incorrectas. Aunque no estuviera sustentado con 20 citas de EL CAPITAL ni acudiera en su ayuda a las grandes autoridades de las ciencias sociales. Hebe, mujer del pueblo, rechazaba como podía a los poderosos. Y todo el sistema se le venía encima. Había que defenderla. Eso era lo de fondo. Todo lo demás era para la galería, fuegos de artificio de grandes hipócritas y simuladores, políticamente correctos en sus formas de expresarse, pero completamente entregados al gran capital. Crueles con el pueblo, sumisos y obedientes con los poderosos.
Pasó el tiempo. Catorce años. Ahora la escena se repite, más de una década después, aunque el país ya no es el mismo y muchos roles hayan cambiado.
Los chicos y chicas de HIJOS – LA PLATA, algunos de ellos y ellas amigos nuestros, compañeros y compañeras entrañables con quienes marchamos muchos 24 de marzo, incluyendo este último, con quienes hemos compartido el reclamo por Julio López y tantas otras reivindicaciones olvidadas… pasaron a estar demonizados de la misma forma que antes lo era Hebe. Los mismos medios de prensa que en el 2001 insultaban a Hebe, los mismos políticos que antes demonizaban a las madres de Plaza de Mayo, ahora… piden la cabeza de HIJOS- LA PLATA. El mismo mecanismo. La misma crueldad. El mismo macartismo.
Si en aquella época lejana Hebe había cometido la desprolijidad plebeya de haber festejado en público lo que consideraba un ataque contra el imperialismo (actualmente todo el mundo duda y se pregunta qué pasó realmente aquel 11 de septiembre, que legitimó al Pentágono para hacer varias guerras e invasiones por el mundo…), hoy los integrantes de HIJOS – LA PLATA cometieron otra desprolijidad. Apelaron a quemar un muñeco para repudiar el abrazo de Hebe con uno de los jefes de las Fuerzas Armadas y el Batallón de Inteligencia 601, el señor Milani, que además está acusado por desapariciones de personas y complicidades en la dictadura militar.
El muñequito es una anécdota. Lo fundamental que nadie quiere discutir es el abrazo de un organismo de derechos humanos con el jefe de la inteligencia militar. HIJOS – LA PLATA no acepta reconciliarse con las Fuerzas Armadas ni con el jefe de sus miles de espías. No acepta abrazar a un militar que, sumamente lejos de la herencia rebelde de José de San Martín y de Mariano Moreno (primer secretario de Guerra de la Primera Junta independentista en 1810), dirige la inteligencia militar local en estrechos vínculos con la CIA y el MOSSAD, brazos alargados y sucios de potencias extranjeras. Como no conozco mucho del tema, simplemente me remito a las investigaciones de Miguel Bonasso, quien detalla el curriculum vitae (o prontuario) del general Milani en su reciente libro “Lo que no dije en «Recuerdo de la muerte»”. (Buenos Aires, Sudamericana, 2015. Páginas 72, 95-104, 396). Dicho sea de paso, allí Bonasso explícitamente se refiere a nuestra amiga y compañera María Isabel Prigione Greco (Isa para los amigos) diciendo que “María Isabel eligió el recato de la militancia y allí sigue hasta hoy en la mejor organización HIJOS de todo el país, que es HIJOS – LA PLATA” (Miguel Bonasso: obra citada. p.233. Sobre HIJOS – LA PLATA véase también pp.232, 375 y 381).
Se podrá discutir si el muñequito fue o no una buena idea. Se podrá discutir si no era mejor expresar el desacuerdo con las posiciones actuales de Hebe de otra forma. Quizás la forma elegida para hacer público el abrazo con los militares haya sido un poco desprolijo. Puede ser. Quizás demasiado irreverente. Tal vez. Pero en lugar de quedarnos con el muñequito, ¿por qué no vamos a lo de fondo? ¿Es bueno abrazarnos con gente que trabaja codo a codo con la CIA y el MOSSAD? ¿Debemos reconciliarnos con los represores que secuestraron, torturaron, violaron, robaron niños y asesinaron? Ese es el debate que instala HIJOS – LA PLATA y que nadie quiere discutir.
Porque incluso se podría llegar a entender que un sector del movimiento popular se sienta representado en el kirchnerismo y sus apoyos a la Venezuela de Hugo Chávez, sus gestos frente a Bush con el ALCA, sus desafíos simbólicos a Estados Unidos, la asignación universal por hijo, etc. Todo eso es materia de debate. No hay que tener miedo a debatir. Pero de ahí a abrazarse eufóricamente con el general en jefe de los milicos…. El capo de la feroz inteligencia militar… hay un larguísimo trecho, ¿no?
¿Por qué quedarse con la anécdota del muñequito sin hacerse las preguntas de fondo?
La demonización macartista, ayer de Hebe y las Madres, hoy de HIJOS-LA PLATA, en realidad siempre se aferra de cosas anecdóticas y de humo mediático para esconder lo de fondo: la defensa a rajatabla del sistema capitalista y la legitimación de sus instituciones, que están manchadas con la sangre de nuestros compañeros.
Hoy el capitalismo está en crisis a nivel mundial, ya nadie lo discute. El imperialismo norteamericano no escapa a esa crisis. Sus aparatos de represión e inteligencia también están atravesados por esa crisis que les provoca enfrentamientos internos (unos quieren seguir aliados de Israel, otros en cambio le abren la puerta del diálogo a Irán, ambos combinan la manzana envenenada a Cuba con el zarpazo a Venezuela).
En Argentina, los peones de la CIA también se dividen y viven conflictos internos. El común de los mortales, la gente simple de a pie nunca podremos saber qué se cocina por detrás, pero está claro que el general Milani representa un sector de la CIA, como bien lo sugiere el libro de Bonasso mientras el ex jefe de los espías Jaime Stiuso representa otro sector de la misma CIA, como claramente lo identifica el libro de Gerardo Young “Código Stiuso. La SIDE, la política desde las cloacas y la muerte de Nisman”. (Buenos Aires, Planeta, 2015, reelaboración del mismo autor de un libro anterior: SIDE: La Argentina secreta. Buenos Aires, Planeta, 2006).
Entonces… en medio de este agite y con este panorama enredado, ¿con quién habría que abrazarse? ¿Con el general Milani, como hacen Cristina y Hebe? ¿O con el ingeniero en comunicaciones y escuchas telefónicas Jaime Stiuso, como hacen Carrió y Macri? (en un programa de TV muy culto, llamado “Almuerzos con Mirta Legrand”, Lilita Carrió defendió abiertamente a Nisman, Stiuso y la CIA). ¿Vamos con el viejo aparato de la SIDE o vamos con la Inteligencia Militar del Batallon 601? ¿O tal vez sea mejor abrazarnos con la inteligencia de la policía federal a la que pertenecía el mayor Balbuena, infiltrado en la Agencia Rodolfo Walsh? ¿Quizás tengamos que abrazarnos con el proyecto X de la Gendarmería?
De todas esas opciones y sin ánimo de ofender a nadie, ni siquiera a las madres de plaza de mayo a las que toda la vida llevé en el corazón, frente a la sociedad oficial que intenta demonizarlos hoy yo elijo abrazar a mis amigas y amigos de HIJOS – LA PLATA.
Buenos Aires, 30 de marzo de 2015
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Memorias y presentes selectivos
Resumen Latinoamericano/Marco Teruggi, 30 de marzo de 2015 – Cuando Nisman murió el pasado 18 de enero en su casa, en Puerto Madero, el hecho generó en muchos, y así lo mostraron en las calles, una gran indignación, una honda preocupación por la República, sus instituciones, la ética y la moral. Esa muerte pareció colmar un vaso, aunque claro, fue difícil comprender cuál era ese vaso, o demasiado evidente ver que no se trataba del mismo que uno lleva dentro.
Rápidamente en las redes comenzaron a circular –ante los repetitivos “Yo soy Nisman”- los “Yo soy Luciano Arruga”, “Yo soy Darío y Maxi”, “Yo soy el pueblo Qom”, etc. Y preguntas, justas, a quienes se movilizaron el 18 de febrero: por qué nunca haber salido en fechas como el 24 de marzo, para la desaparición de Julio López, no haberse indignado ante los desalojos en la misma Buenos Aires –como la masacre de Villa Soldati-, ante el asesinato de Kevin Molina, de tantos jóvenes por gatillo fácil, la trata de mujeres y los negocios de Macri, etc.
La respuesta estaba en la misma composición de clase de quienes tomaron las calles –con honestas y republicanas consignas como “Muerte a la cretina”. Porque sí, se trató de una indignación clasista: la solidaridad por la muerte de quien podría haber sido amigo, pariente, socio, cómplice, una empatía inimaginable hacia López, Luciano, Kevin, los pobres de las tomas de tierras, los obreros de Lear, y etc. Aunque claro, las fotos de Nisman que comenzaron a circular posteriormente dejaron en un signo de pregunta ese asunto tan querido de la moral, y decir “Yo soy Nisman” comenzó a desdibujarse como sinónimo de heroicidad ética de zona norte.
Esa selectividad evidente de la indignación fue señalada con claridad por muchos, tanto kirchneristas como sectores de izquierda, y el carácter antipopular de ese sector y su lugar/rol histórico quedaron a la vista. De ese lado, fue y es seguro, no se debe estar.
Pero las cosas no siempre pueden dibujarse de manera tan nítida, en particular cuando se trata de nosotros mismos, porque el fuego del 23 de marzo en La Plata tuvo que ver con nosotros, con la complejidad de un escenario que no es nuevo. Porque Hebe de Bonafini es parte nuestra fundante en el largo camino por la justicia que comenzó desde la resistencia y lucha contra el genocidio. Y ella, como pocas otras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, representa/encarna a los ojos de la mayoría esa lucha por los derechos humanos.
Hebe es entonces Hebe y más que Hebe, es un símbolo. Por eso cuando salieron a la luz los casos de corrupción de los hermanos Schoklender –algo que había sido advertido por muchos antes, como por Vicente Zito Lema, antiguo rector de la Universidad de las Madres-, el daño fue más que a la Asociación de Madres de Plaza de Mayo. Fue a una lucha histórica, a la construcción incansable y colectiva de memoria, de una hegemonía que logró establecer para la mayoría que el bien estaba de un lado y el mal de otro.
“Hebe de Bonafini, que fue acompañada, sostenida, amada, idealizada (lo que nunca es bueno) por la militancia política y social, de izquierda, clasista, combativas, décadas antes de que el kirchnerismo la ‘descubriera’, no tiene el derecho a abrazarse con Milani. Es simple: no tiene ese derecho porque todos y todas fueron sus hijos. Masacrados por los camaradas de armas de Milani. Que nunca renunció a su rango militar. Que nunca repudió la cacería y que incluso participó de ella”, escribió Alfredo Grande el pasado viernes.
Y hasta el pasado martes Hebe era para muchos en parte ese abrazo con Milani reivindicado por ella misma –¿el bien y el mal históricos unidos en nombre de la razón de Estado?-, la sombra de Schoklender merodeando –es decir al mismo tiempo la de tanta gente que se alejó de Madres-, declaraciones como las que realizó ante la desaparición de Julio López, a quien sentó más del lado de los acusados que de las víctimas.
Pero también seguía siendo la otra, siempre, con su lugar ganado con cuerpo y garganta en la historia nacional de resistencia, con su coraje, su irreverencia de los ochenta y noventa, su nombre como parte del nosotros, de esta lucha incansable de miles y miles por la memoria, la verdad y la justicia.
Por eso cuando el 23 de marzo HIJOS La Plata quemó un muñeco representándola junto a Milani, el escenario complejo se tornó oscuro. Porque es cierto que la actualidad de Hebe duele en gran parte. Pero también es cierto que ella es más que este momento, y ella representa más que ella, su pañuelo simboliza muchos pañuelos, y quemarla es, a los ojos de muchos y de los míos, quemar más que su nombre. Aunque se aclare, aunque con el comunicado de HIJOS La Plata se haga, bienvenido sea, responsable del hecho.
Y en ese contexto lo que tenía que emerger emergió. Los cañones apuntaron contra HIJOS La Plata –yo mismo, llevado por motivos más personales, me equivoqué, tal vez simplificando. Porque sí, quemarla a Hebe fue un error político demasiado grande, en sí, y de cara a la construcción hegemónica, la de disputar la concepción de los derechos humanos, de construir el relato histórico. Hebe no debe ser quemada, ni sola, ni junto a Milani, aunque en la actualidad está abrazada junto a él.
Pero sobre ese fuego quemaron otros fuegos peligrosos: como el que equiparó la acción de HIJOS con actos de la derecha realizados esos mismos días –me refiero al comunicado de H.I.J.O.S La Plata-, y el que, sabiendo que la acción era de HIJOS, aprovechó para atacar a la izquierda toda.
Y creció la ola de indignación, las críticas, la condena hacia la quema del muñeco y la defensa cerrada hacia Hebe. Entonces se levantaron banderas, comunicados, palabras y acciones de apoyo. Y al tiempo que se vio la posibilidad de hablar, se evidenciaron también todos los otros silencios: ¿Por qué no han existido –o han sido tan pero tan pocos- comunicados y acciones para repudiar el cargo de Milani, al mismo Milani, la represión sistemática al pueblo Qom, la política represiva noventista de Berni, el proyecto x, las represiones a los trabajadores de Lear, los años de Stiuso en el Gobierno, la represión que ocurrió este mismo 24 de marzo en Formosa? ¿Por qué la indignación fue tan selectiva como la de quienes se solidarizaron con Nisman? Y me refiero a la pública, porque indignarse en silencio es cómodo y puede resultar cómplice.
¿Porque el fuego fue demasiado visible? ¿Porque la razón de Estado ahora es razón de esa militancia? ¿Lo de Milani, Berni, el pueblo Qom no fue y sigue siendo demasiado visible? ¿Si no es por razón de Estado es por proyecto? ¿Pero el proyecto no lo encabezan en gran, demasiado gran parte Milani, Berni, un temible posible futuro Scioli presidente, y Aníbal Fernández –sí, el de la responsabilidad con los asesinatos de Darío y Maxi- vocero de la ética y la moral?
No acuerdo en lo más mínimo con la quema del muñeco. Pero ni un segundo con pensar y equiparar a HIJOS con el enemigo, acusarlos de fascistas -cosa que fue escrita-, y que su acción colmó un vaso. ¿Cuál vaso? ¿El vaso colmado no fueron, entre otros, Milani, Berni, Stiuso? Para solamente hablar de nombres, y no de realidades de millones de argentinos. Porque lo cierto es que todos estos fuegos no han de servir “para que peones, maestros, hacheros, vivan mejor, coman mejor”. Y la situación de pobreza, exclusión y explotación de los sectores populares continúa y continuará siendo un dolor abierto, una realidad de la cual el actual modelo es en gran parte responsable. Sí, la indignación de muchos también es clasista, de la media.
Una posible conclusión es que salimos perdiendo. Se profundizan las divisiones en el ámbito de los derechos humanos, de la militancia popular, y la incapacidad de encontrar puntos de diálogo en la divergencia. Los ataques desde el kirchnerismo más cercano contra la izquierda no dejan de ir en aumento -mostrando oportunismo como en este caso-, y también es cierto que una parte de la izquierda continúa afirmándose muchas veces desde el anti-kirchnerismo, una política demasiado estrecha, en muchos casos estéril, y a veces peligrosa. Y digo kirchnerismo más cercano, porque mientras eso sucede el kirchnerismo de Scioli -admitiendo que exista tal diferenciación- prepara los afiches presidenciales, la gobernadora de Tucumán piensa otras frases para insultar a los humildes y demostrar quién gobierna, en Formosa las balas están nuevamente listas, y el país continúa siendo saqueado por las multinacionales que cuentan por millones las riquezas que se llevan.
Tal vez Alfredo Grande tenga razón, y se trate de una catástrofe cultural de un proyecto que ha masificado debates políticos en la sociedad a partir del 2008, pero que al mismo tiempo los ha permanentemente achatado -recortado sus horizontes y premisas- hasta llegar al punto en que sectores vinculados a los derechos humanos no rechacen que Milani esté al frente de las Fuerzas Armadas, que Berni haga alarde en televisión de sus acciones represivas, que haya una represión un 24 de marzo; y que no solamente lo rechacen sino que actúen, como enseñaron las Madres y las Abuelas.
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Milani, mentira, impunidad
Resumen Latinoamericano/Alfredo Grande, 27 de marzo de 2015 – Algo en común tienen Felipe González y Cristina Fernández. Ambos niegan la lucha de clases. Lo que necesariamente implica la hegemonía de una casta. Una casta es una clase cristalizada. Eternizada. Igual a sí misma por siempre jamás. La casta de los burócratas, los políticos empresariales (ya que llamarlos profesionales es demasiado bondadoso y no lo soy) los jerarcas del clero, el deporte, el espectáculo, el intelecto.
Las castas atraviesan los tiempos de la historia y siempre cambian, para quedar igual. Las castas tienen su credo en el gatopardismo. Cambiar algo, cada vez menos, para que todo quede igual o peor. Antes me preocupaba la oferta de pan y circo. Ahora me preocupa mucho más que cada vez haya más circo y menos pan. Me enteré de que se está por filmar la remake de La Dama y el Vagabundo en Tucumán. Protagonista no discutible, la dama primera. Beatriz Rojkés. La misericordiosa dirigente que piropeó al vagabundo diciendo que era un animal, pero sólo un pedazo.
Más circo, menos pan. El Juez Ballesteros está en el tribunal que evalúa si la denuncia de Nisman pasa la prueba y si Orión debe ser sancionado como arquero serial. Más circo, menos pan. El gobierno nacional, autoproclamado de los derechos humanos y del serio capitalismo, sostiene la vigencia de la memoria, verdad y justicia. Convoca a una marcha para repudiar el 39 aniversario del inicio formal de la masacre. El inicio informal fue la masacre de Ezeiza, cuando el General resolvió que el Movimiento estaba demasiado movido y convenía detenerlo un poco. Especialmente el que se movía al compás de la Patria Socialista.
¿Qué pasa general que está lleno de gorilas el Gobierno en Tucumán?” Eso la juventud maravillosa lo hubiera cantado ahora. Pero sabemos que lo maravilloso de esa juventud fue negociado y que la actualidad de la Cámpora es apenas la máscara de un verticalismo que esos jóvenes de los 70 cuestionaron incluso al mismo Perón. Que los mandó a hablar con Julio Yessi, referente de la Jota Perra. La memoria no tiene misericordia con las personas de mi edad. Y las reminiscencias me hacen sufrir.
Se convoca a una marcha por la Memoria cuando se invoca a la Amnesia. Sabemos que no fue un golpe cívico militar. Fue también eclesiástico, como propone en un importante artículo Rafael Villegas. De lo que estoy seguro es que no fue un golpe. Fue una fractura expuesta de cientos de miles de patriotas y luchadores. Fractura expuesta: huesos partidos, ideologías quebradas, madres y padres extirpados de sus hijos, sangre caliente en la cual ardía la esperanza de todo el continente.
La seguridad nacional no fue una doctrina. Fue el falso evangelio en el cual se ampararon los más cobardes y miserables de la historia. Falso evangelio, falsos profetas. Videla nunca fue excomulgado. No es un símbolo. Es la prueba irrefutable de que las castas militares y clericales son una cosa y la misma cosa. La cruz y las espadas en una simbiosis trágica y letal. Por eso es intolerable que con cinismo atroz se sostenga con los derechos humanos rogando y con los servicios de espionaje dando.
El abrazo de Hebe de Bonafini con Milani me hizo recordar el abrazo de Fidel Castro con Nicanor Costa Méndez, canciller de los asesinos seriales, de los caranchos y chacales de un país que sabe tener mala gente. Esos abrazos que te congelan el alma. El querido y respetado comandante tuvo razones que el corazón de un psicobolche geriatrizado como yo quizá no entienda. Pensé en ese momento que era una de las cuestiones de la política internacional de los Estados que habilitaban esas sorpresas y disgustos que nos da la vida. Pero Hebe de Bonafini, que fue acompañada, sostenida, amada, idealizada (lo que nunca es bueno) por la militancia política y social, de izquierda, clasista, combativas, décadas antes que el kirchnerismo la “descubriera”, no tiene el derecho de abrazarse con Milani.
Es simple: no tiene ese derecho porque todos y todas fueron sus hijos. Masacrados por los camaradas de armas de Milani. Que nunca renunció a su rango militar. Que nunca repudió la cacería y que incluso participó de ella. Bien distinto a la dignidad de los compañeros del CEMIDA, militares que no transaron con la barbarie fascista en la cual las fuerzas armadas y desalmadas se hundieron para siempre en los pantanos que la historia reserva a los mal crecidos, aunque hubieran sido bien paridos.
Hebe, la que fuera nuestra Hebe, no tiene ese derecho. Por eso me indigna que los mismos que envilecieron la admirable, corajuda y digna lucha de las Madres de todas las Plazas, arremetan contra las víctimas de las masacres. “Sin embargo, prender fuego un muñeco que encarna la figura de Hebe de Bonafini es difícil de calificar. Hablar de la lucha y el coraje de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo debería ser, a esta altura, redundante. Las mezquindades políticas están por fuera de la batalla histórica que estas mujeres emprendieron tras la desaparición, tortura y/o asesinato de sus hijos e hijas hace casi cuarenta años.” (Rocio Cereijo y Enrique de la Calle. Agencia Paco Urondo) En este pequeño extracto del artículo editorial de la Agencia señala como mezquindad política el acto realizado de quemar un muñeco. Quizá sea un error político, pero nada tiene de mezquino. En los tiempos del cólera disfrazado, del baile de disfraces que la democracia electoralista propone, el coraje de Hijos La Plata me hace recordar a la necedad de vivir sin tener precio, como nos enseñara Silvio.
“Desde la Agrupación HIJOS La Plata queremos exponer nuestra posición sobre lo ocurrido en la movilización y acto de los 39 años del Golpe Genocida en la ciudad de La Plata. En primer término aclaramos que la realización, montaje y quema de los DOS muñecos incinerados en la plaza, Milani abrazado a Hebe, es nuestra exclusiva acción y responsabilidad. Por ello, deslindamos las responsabilidades de TODAS las agrupaciones y personas que fueron parte de la organización de la marcha y el acto del pasado 23 de marzo. Con ello incluimos a María Laura Bretal, Susana Grau, al PTS, al Partido Obrero, Correpi, la Federación Universitaria de la Plata, Patria Grande y los organismos de derechos humanos y organizaciones sociales, políticas y estudiantiles nucleados en la Multisectorial La Plata, Berisso y Ensenada.” Los Hijos, que son las víctimas, aclaran pero no oscurecen. Asumen la responsabilidad, que no es otra cosa que responder por los propios actos. Salen al cruce al titular de la Paco Urondo que sentencia: “organizaciones de izquierda prenden fuego a un muñeco de Hebe de Bonafini”. Los Hijos aclaran que no son “organizaciones de izquierda”, titular que mucho se parece al macarteo de los diarios de la OPO. Y salen al cruce de los propios dichos de Hebe que los acusa de fascistas. Los que repudian el abrazo de Milani y Hebe son fascistas.
La catástrofe cultural del kirchnerismo no tiene retorno, aunque tenga continuidad electoral. Hicieron algo peor que quemar un muñeco: la quemaron a Hebe en los altares pútridos de la Razón de Estado. Del grotesco mágico de Rojkés a la tragedia política de los Hijos nuevamente masacrados.
Esta Argentina no tiene memoria, no tiene verdad, no tiene justicia. Apenas tiene a Milani, mentira e impunidad.
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