De Chile para el mundo

 

Por Ilka Oliva.- Y no es mi colgazón  por el país del Sur la que me hace escribir estas letras, es en sí la belleza de saber que no  todo está perdido y que la  juventud está respondiendo. Sacando la cara y poniendo el pecho. Tomando las calles y alzando su voz. Sin capucha, con el rostro descubierto y la frente en alto. Hablo por supuesto de las cuatro crías     que fueron electas diputadas. Dos ishtos y dos cipotas.

 

Años luz nos lleva Chile de ventaja a Guatemala en muchas cosas por no decir que en todo, claro está que las razones son contundentes el silencio que dejó la guerra interna, el temor de no hablar porque nos pueden desaparecer a la familia, la de no exponer nuestro punto de vista porque nos pueden matar,  tal pareciera que nos cortaron de raíz el deseo de pensar, la capacidad de razonar, debatir, la de sentir porque nos arrancaron el corazón  y digo tal pareciera porque aunque en apariencia así es, sabemos que hay algo más y que es más fuerte y más profundo que cualquier huella que pudo haber dejado un plan de tierra arrasada, ésta es en mi opinión la apatía.

 

De ahí desglosando: la desmemoria, la vergüenza, la falta de identidad, el deseo de haber nacido en otro  país menos en el propio. La no esforzarse y querer todo servido. La de que luchen otros y yo voy ya solo  a recibir el fruto del esfuerzo ajeno.

 

En otro escalón el analfabetismo y la extrema pobreza. El desempleo…

 

Agreguémosle más, pensáte vos en dos razones y se las echamos cuando el caldo ya esté para servirse.

 

La Juventud estudiantil chilena nos ha dado una enorme lección de solidaridad. ¿Has visto vos cómo se forma una avalancha? Pues así fue este movimiento estudiantil, en los años 2011 y 2012 los y las mirábamos en las calles, caminando de frente, exigiendo lo que por derecho les correspondía, peleando por el acceso a la educación superior, ahí los mirabas vos llevando palo en manos de carabineros, siendo escupidas y escupidos por gargajos en discursos del flamante presidente derechista, escupitajos que alcanzaban recursos internacionales. Con todo y el veneno que un sistema capitalista lanzó la juventud no se detuvo y fue más grande su rebeldía, su indómita protesta que se  hizo sentir en el mundo entero. Fue este movimiento el primero  de los últimos años que llenó de júbilo y de inspiración lo que después se vería en otros países como el movimiento de las  y los indignados. Aquí mismo en Estados Unidos nacería el  de las y los soñadores.

 

Algo que me hace pensar inmediatamente en las manifestaciones que hicieron unos cuantos pelones de escuelas públicas e institutos en Guatemala cuando la culeca Ministra de Educación salió con sus once ovejas y la idea de agregar un año más a la carrera de magisterio. Caso contrario al de Chile  que el pueblo apoyó a la juventud en Guatemala la gente protestaba por la quitadera de tiempo que se hacía cuando las y los estudiantes tomaban las calles y no dejaban paso  a vehículos,  ahí no había diferencia de clase social, igual pobres que ricos  repudiaban el movimiento. Unos por ignorancia y otros por comodidad. Docentes de universidades  y colegios privados señalaban de revoltosos y de rebeldes, de inconformistas y de inadaptados a maestras y maestros que apoyaron el movimiento.

 

En Guatemala los pocos alumnos y alumnas que se atrevieron a tomarse las calles se vieron con  la desaprobación total de un sistema que ya sabemos de sobra que está corrompido, que  es manipulado y que manipula, que oprime y que enlutece, con el agravante que los medios de comunicación mediatizaban como es su costumbre,  con la novedad que la iglesia los acusó de herejes. Y estaba pues  el pueblo de Guatemala tachándolos de haraganes, revoltosas,   y a   los maestros y maestras de sonsacadores. De ese calibre es el apoyo absoluto que le damos en Guatemala a las causas justas.

 

En Guatemala  a nuestras niñas en lugar de mandarlas a la escuela las violamos, las  preñamos y luego las culpamos. El hombre por que lo provocó y la mujer porque lo sonsacó. ¿Es esto resultado de la guerra interna?

 

A nuestros jóvenes los desaparecemos, los hacemos reclutar para bandas delictivas. ¿Es esto resultado de la guerra interna?

 

A nuestras adolescentes las marcamos para toda la vida obligándolas a ser víctimas de trata para explotación sexual, luego las matamos con la letal arma del feminicidio. A nuestras crías en Guatemala  preferimos matarlas de hambre antes que brindarles oportunidades de desarrollo.  ¿Es esto resultado de la guerra interna? Y digo estamos porque todos y todas solapamos con nuestro silencio, con nuestra doble moral, con nuestros prejuicios, racismo, con la apatía. Somos culpables por igual. Y ya está bien de seguir con el rosario que no hacemos, que no aportamos porque   todo es consecuencia de la guerra interna. Hay que romper ya con ese cerco mental,  hay que dejar la apatía a un lado.

 

A nuestras crías les enseñamos a que se escondan, a que tengan miedo, a que critiquen la vida ajena pero no un sistema corrompido, a que callen en lugar de denunciar,  a que mientan, a que eviten en lugar de investigar, a que vean televisión en lugar de leer. A que se casen en lugar de ir a la universidad.  A nuestras crías les estamos inyectando el veneno de la amnesia, del silencio, de la comodidad.  Por eso son incapaces de proponer cambios, de crear, de hacerlos realidad. Avalamos lo que el sistema quiere de nosotros: un pueblo sumiso e inoperante.

 

No hacemos nada para manifestarnos y cuando alguien se atreve y lo hace lo primero que  hacemos es lanzarles piedras, insultarlos, desaprobar,  tratarlos de delincuentes y cerrarles todas las puertas de emergencia para que no salgan y se mueran ahí encerrados convencidos de que  en Guatemala no se puede salir del agujero. Ahí sí actuamos y criticamos. Ahí sí no tiene nada que ver la huella de una guerra interna.

 

No hace nada el catedrático mediocre porque tiene miedo de que la alumna lo supere. No hace nada el alumno porque está acomplejado, envenado por la pasividad de un sociedad sumisa y que tampoco da por donde ver más allá que el derecho de su nariz. No conoce la palabra solidaridad y mucho menos el significado.

 

Sin embargo, hay ahí docentes y catedráticas, hay alumnos y alumnas que no se van con la finta, que nadan contra la corriente, que están dispuestos a ir más allá: indagar, cuestionar, analizar, proponer, pensar, crear, actuar y sobre todo ser entes de cambio. A esas pocas personas emprendedoras, que no se dan por vencidas, que están ahí con el cansancio del trabajo, de la rutina, de la invisibilidad,  del racismo, del clasismo y de la exclusión. A  quienes están sembrando  a pesar de que el terreno es árido, sepan que también hay buena semilla  que  brota sin importar si hay abono o no.

 

Lo que ha sucedido en Chile es un ejemplo claro de lo que es levantarse de la silla y salir a pelear por lo que nos corresponde.  Pero para eso debemos por principio conocer el significado de las palabras: solidaridad, rebeldía, decencia, honestidad, honra, memoria histórica, justicia, identidad.  En cambio conocemos de sobra: la desmemoria, la mentira, el conformismo, la dejadez, la apatía, los prejuicios, la doble moral, sumisión, silencio y miedo.

 

Sigamos así que vamos por buen camino…

 

 

 

Ilka Oliva Corado.

 

Noviembre 18 de 2013.

 

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