Nación Mapuche. La historia del Lof Sacamata-Liempichun (Paraje Payaniyeo. Alto Río Senguer, Chubut)

Resumen Latinoamericano, 3 de julio de 2020

En el año 2015 iniciamos como Comunidad Tehuelche Mapuche el pedido de “repatriación internacional” de nuestro Kewkko-kuificheyem (ancestro), conocido como “Gigante Liempichun”. Sus restos mortales y pertenencias fueron profanados y robados  por el explorador francés Henry de La Vaulx en año 1896. Las pertenencias que este conde robó del eltun o enterratorio, en  inmediaciones de Choiquenilahue (Chubut, Argentina), fueron depositadas en el Museo del Hombre en París  (Francia) para jamás ser devueltos a su lugar de procedencia. Lamentablemente, y a pesar de todas las notas y solicitudes enviadas desde el año 2015 a distintas entidades e instituciones, no hemos tenido nunca una respuesta o contestación formal a nuestro legítimo reclamo.

En los siguientes párrafos  quisiéramos  contar nuestra historia de lucha, y plasmar la importancia que tiene para nosotros el  poder enterrar a nuestro ancestro en el eltun de la Comunidad. Un reclamo que se enmarca en el proceso de recuperación y reafirmación de  nuestro Territorio en Yas ayke en su toponimia ancestral o paraje Payagniyeo, ubicado a 15 kilómetros de la localidad de Alto Río Senguer, en la provincia de Chubut.

Las luchas y las tristezas de nuestros antiguos

 “El nombre de la comunidad nosotros se lo denominamos en base a nuestros antiguos antepasados que fueron los que tuvieron la tierra (…) Por eso nosotros nos denominamos Sacamata Liempichun” ( integrantes del Lof. Enero 2019)

La memoria sobre nuestro linaje se remonta a Kajshta (de origen Chewüachekenk), a quien luego los winka agregaron el nombre de José para registrarlo en el Estado, convirtiendo el nombre que le dio su Comunidad al nacer en un apellido. Kajshta y una mujer de la gente de Paillacan tuvieron cuatro hijos a los que llamaron en sus lenguas Charmatr, “Teutrif” Lienpichun, Tahuache y Salpulia. Del mismo modo que ocurrió con su padre, ellos terminaron siendo registrados respectivamente como Juan Sacamata, Antonio Liempichun, Santiago Tahuache y Rosa Salpulia, como si fueran distintos apellidos y familias.  

Sacamata, quien luego asumiría el rol de lonko, nació aproximadamente en el año 1848 en las inmediaciones del actual valle de Tecka, en el centro oeste del Chubut. Tahuache murió en el año 1883, peleando junto a Foyel y Saihueque en contra del ejército argentino, en el  denominado “Último Combate del Desierto”, en la Aldea Apeleg. Sacamata y “Teutrif” Liempichun fueron tomados prisioneros por el ejército a fines del siglo XIX y llevados al campo de concentración de Valcheta, desde donde, cuando este campo fue levantado, regresaron juntos. Lamentablemente de nuestra tía abuela Salpulia no hemos recibido ninguna historia ni hemos encontrado documentos. 

Según la memoria de nuestros antepasados, cuando nuestros Pueblos Tehuelche y Mapuche eran libres y soberanos en los territorios,  nuestro Territorio ancestral se extendía desde el actual Valle de Tecka (Chubut, Argentina) hasta el Cañadón del Río Pinturas (norte de la provincia de Santa Cruz, Argentina). Sin embargo, esta autonomía y libertad se vio interrumpida por  el evento crítico y traumático de las campañas militares del Estado argentino a fines del siglo XIX, y por las políticas violentas de represión y despojo territorial que continuaron las décadas siguientes. Parte de los relatos de memoria (nügtram) que escuchamos contar a nuestros abuelos, abuelas, padres o madres narran esas experiencias dolorosas y que siempre resultaron tan difíciles de recordar. Quienes sobrevivieron a esos acontecimientos de violencia produjeron los nügtram que recibimos las siguientes generaciones y con los que hoy entramamos la historia de nuestra Comunidad. Al finalizar las campañas de los ejércitos a fines del siglo XIX, las personas o familias tehuelches y mapuches habían quedado dispersas y separadas de sus lugares y de sus lof; muchas veces, incluso, se encontraban solas y perdidas.  Es por eso que, desde distintos puntos geográficos y diversas circunstancias, las personas –solas, acompañadas por algún ngen, y/o por sus (u otras) familias– emprendieron largos y dificultosos viajes de “regreso” a los territorios. En aquellos territorios de retorno, nuestras familias buscaron “vivir tranquilos” y “volver a levantarse” como lof desde sus  formas propias de ser, de relacionarse y de habitar.

En esta historia más amplia, se enmarca el regreso de Sacamata y “Teutrif” Liempichun, quienes, al retornar a Yas ayke -zona que comprendía valles fértiles, arroyos, manantiales, ríos y sierras-  volvieron a organizarse políticamente y a levantarse espiritualmente como Lof. Junto con sus familias y allegados conformaron nuestra Comunidad, que en aquel entonces era considerada como la  “Reserva Aborigen Cacique Juan Sacamata”:

“(…) cuando pasa el tiempo de guerra, Sacamata regresa a la Patagonia. A las tierras de Tecka, donde era él. Ahí la comunidad se vuelve a juntar, a constituir de nuevo. Eran tiempos de lucha, de guerra, de parlamentos, de solicitudes.  Sacamata solicitó tierras acá en Gobernador Costa y Tecka. No se le otorgó y estaba avanzando el hombre blanco con el alambre y los animales. Así que él fue como obligado a correrse de su territorio. Después el gobierno le cede un título precario de ocupación, ahí al norte del lago Colhué Huapi, en Sarmiento. Esas tierras eran secas, son secas y áridas, no son buenas. Así que se vieron para acá (Payagniyeo) y se instaló en esta zona definitivamente” (Integrantes del Lof. Enero 2019).

En aquellos años, las familias tehuelche y mapuche tuvieron que gestionar –generalmente sin éxito– permisos y documentos en nuevas oficinas estatales, recorrer un espacio ajeno de burocracias y leyes, para solicitar derechos sobre los territorios que siempre habían habitado. Como muchas otras, nuestra familia se fue reubicando en el  Territorio y reorganizándose como Lof. Sin embargo, en la década de 1940, estancieros, comerciantes y el mismo Estado iniciaron un nuevo proceso de despojo, basándose en engaños y valiéndose del valor que nuestro Pueblo le daba al acuerdo de palabra. Así fue que se quedaron con unas 5 mil hectáreas de nuestro Territorio. Luego, en complicidad con funcionarios de distintas instituciones gubernamentales (como el Instituto Autárquico de Colonización, IAC) y con jueces negligentes, un terrateniente nos quitó, por medio de un remate de tierras, la última parte de nuestro Territorio. Algunas de las familias de nuestra Comunidad que al momento del remate vivían dentro del campo fueron expulsadas de la peor manera hacia las zonas urbanas. Otras  pasaron a ser los peones de los mismos expropiadores que les habían quitado sus tierras:

“Nos ocuparon esa parte de los lotes y después ya viene el desalojo del lote 20. Ya había muerto Juan Sacamata y en su lugar lo sucedió Venancio Sacamata, el hijo,  como cacique. Y cuando él muere nos sacan la mitad del campo. El Estado a través del instituto, el IAC, nos terminan sacando la mitad del campo. El señor Altamirano era Juez de Paz en San Martín y  decide sacar la mitad de las tierras nuestras, las más productivas de las 10 mil hectáreas, con valles, ríos, arroyos. Y nos quedó esta parte del lote 11, que digamos que acá arriba estamos en las sierras, poco valle, es más seco. Tras ese desalojo la comunidad fue reducida a vivir en 5 mil hectáreas, de las cuales ya nos estaban sacando mil hectáreas entre los otros dos usurpadores. Así que nos quedaban 4 mil hectáreas y un montón de familias desalojadas que no había lugar porque ya las tierras las teníamos usurpadas” (Integrantes del lof. Enero 2019).

De todas las familias que integran nuestra Comunidad, solo una pudo resistir unos años más en el Territorio. Este es el caso de la familia de Cristina Liempichun, nieta de “Teutrif” Liempichun y abuela del actual lonko de la Comunidad, Antonio Liempichun, y quien era Pillañ kushe. Sin embargo, y como parte de las maniobras fraudulentas de los privados y agentes del Estado, en el año 1976 un hijo adoptivo de Catran Cabrera, esposo de Cristina Liempichun, “vendió” de manera fraudulenta lo que quedaba de la reserva sin el consentimiento del resto de la familia, firmando un documento en el que le entregaba a Nesib Mohamed Ali las últimas 300 hectáreas que la Lof seguía habitando. Esos años, Cristina Liempichun, sus hijos Juana Liempichun, Eusebio y Rodolfo Catran Cabrera, y sus nietos y nietas, fueron desalojados del Territorio de forma hostil y violenta: el terrateniente Ali los obligó a subir a su camión para luego llevarlos hacia la localidad de Alto Río Senguer, donde los dejó en una precaria casita de adobe de 3×3. , empobrecidos, donde vivieron hacinados y sin los bienes básicos para vivir dignamente.

El consejo antiguo de “volver a levantarse”, luchar, resistir y recuperar

“Con el tiempo mi viejo (el lonko Antonio Liempichun) conformó un grupo. Se empezaron a juntar con la gente originaria y hacer el reclamo por la tierra. Lo que hizo mi viejo y nuestros antepasados nunca tuvieron una contestación, nada. Bueno ahí fue cuando mi viejo nos empieza a criar y a inculcarnos que éramos del campo. Siempre pasábamos por afuera del campo y mirábamos. Nos enseñó valores y con el tiempo decidimos recuperar lo que es nuestro” (Integrantes del Lof. Enero 2019).

Entre los años 2008 y 2010, los integrantes de la Comunidad nos fuimos reagrupando y reconstituyendo como Lof  Sacamata Liempichun. Consensuamos también que el lonko de la Comunidad sería Antonio Liempichun, quien había sido identificado como autoridad desde muy pequeño, por el lonkoyem Juan Liempichun. Este último era el sucesor del lonkoyem Ciriaco Chaquila, quien había sido a su vez el sucesor de su cuñado Venancio Sacamata, quien por su parte, era el sucesor de aquel antiguo lonko Sacamata, que había regresado junto con su hermano “Teutrif” Liempichun a Yas Ayke.

En el mes de septiembre del año 2010, los miembros de la Comunidad logramos acceder al lugar donde “descansan parte de nuestros ancestros” (Recopilación Histórica de la Comunidad 2015). Este eltun (cementerio ancestral), cercano al cerro Puntudo, es uno de los que se levantaron en el Territorio, y que hoy reconocemos como el “Eltun Noroeste”.  Para llegar hasta allí debimos atravesar los alambres de las estancias y de privados que ocupan parte del  territorio que antaño estaba bajo nuestro control. Allí, uno junto al otro, yacen los restos de pu lonkoyem Juan Sacamata y Ciriaco Chaquila, el abuelo Catran Cabrera, rodeados por más de 40 eltun-chenques.

Luego de varias instancias colectivas de lucha y reflexión, el día 29 de diciembre del año 2010  recuperamos –acompañados por diferentes Lof que se solidarizaron con nosotros– parte de nuestro Territorio, donde habían vivido Ciriaco Chaquila y Aurelia Liempichun (nieta de “Teutrif” Liempichun). Allí viven hoy  las familias Oses y Ponce, quienes integran la Comunidad.  Unos días después, el 3 de enero del año  2011, también reafirmamos nuestros  derechos de ocupación  en la “tapera de Cristina Liempichun y Catran Cabrera”, donde vive hoy la familia del lonko actual, Antonio Liempichun. Sin embargo, todavía nos encontramos atravesando causas judiciales ante un Estado que desoye nuestros reclamos y niega nuestros derechos, y luchando contra el continuo avasallamiento de los terratenientes, los mismos que años atrás nos despojaron de nuestras tierras.

Recuperar a nuestro ancestro: una historia de profanación

“Nosotros pedimos que sea una restitución completa. Todo el ajuar funerario que se le profanó y todo lo que tenía de plata (…) Respetar más que nada las normativas que tenemos nosotros dentro de la Comunidad. Porque nosotros tenemos una normativa que rige al orden comunitario. Así que eso es lo que nosotros creemos con respecto a la restitución. Creemos que el proceso de desprendimiento del alma, del püllü se tiene que complementar. Como así también nosotros pedimos que nos entreguen nuestras fotos, porque además de ser el acervo histórico de nuestra familia, tiene que ver con nuestra identidad” (Integrantes del Lof. Enero 2019)

A la historia de despojo de nuestro Territorio, se le suma la historia de profanación y robo de los restos de nuestro antepasado.

Entre los años  1896 y 1897 Henry de La Vaulx (1870-1930) llevó a cabo una exploración en la región de la Patagonia argentina cuyo propósito fue estudiar a los llamados “gigantes patagones”. Durante este viaje el explorador obtuvo fotografías de nuestros antepasados y coleccionó una gran cantidad de pertenencias de las comunidades mediante intercambios, saqueos y profanaciones de sepulturas, entre las que se encuentran los restos humanos de nuestro ancestro Liempichun (hijo de “Teutrif” Liempichun y sobrino de Sacamata) y sus pertenencias.

Actualmente, los restos óseos están guardados en París, en el Museo del Hombre, donde los había depositado La Vaulx en 1897 (Vezub 2016); las puntas de flecha,  la platería y las mortajas de cuero fueron trasladadas al nuevo Museo del Quai Branly; y muchos de los documentos de la exploración—como las fotografías de nuestra familia, por ejemplo– fueron depositados en instituciones como la Biblioteca  Nacional y los Archivos Nacionales de Francia. Esta separación y distribución de los distintos objetos del saqueo multiplicó los circuitos y los interlocutores de nuestro único reclamo: recuperar esos materiales que son tan personales, delicados e importantes para nuestra familia.

A partir de informarnos sobre esto, en el año  2015, iniciamos los trámites de repatriación y restitución de nuestro Kewkko-kuificheyem. Lamentablemente, y a pesar de todas las notas y las solicitudes enviadas a la cancillería, al Museo, a privados y  demás instituciones necesarias para poder llevar a cabo la restitución, hasta la actualidad nunca hemos tenido una respuesta o algún tipo de contestación formal a nuestra legítima demanda.

Frente a este silencio, decidimos buscar otros caminos y otras formas de hacer visible nuestro reclamo.  Así, hemos comenzado a articular con organizaciones y militantes que colaboran con diferentes herramientas para difundir nuestra lucha, sobre todo, la importancia que tiene para nosotros que haya una restitución:

“Tomamos la decisión de hacer más visible nuestra lucha. Después de la restitución de Margarita Foyelyem,  conocí a Natalia Cano, cineasta de Bariloche, y ella me propuso hacer un documental sobre la restitución de nuestro ancestro. Este documental nos abrió las puertas porque nuestro pedido estaba estancado. Luego conocimos al lonko Mauro Millan de la Comunidad Pillan Mahuiza (Chubut), y ahí él nos comentó que había organizaciones sociales que acompañan mucho la lucha de las comunidades. Ahí el lonko nos puso en contacto con la asociación “Tierra y Libertad por Arauco” (Integrantes del Lof. Enero 2019).

En el mes de abril del corriente año, ante un pedido de informes por parte del  “Mecanismo de Expertos de los Derechos de los Pueblos Indígenas” de la Organización de Naciones Unidas (ONU), la abogada de la Comunidad presentó una denuncia por incumplimiento de nuestros derechos al Estado francés, y requirió la intervención de este organismo para lograr la “repatriación internacional”. En la actualidad estamos a la espera de una contestación formal a este pedido. En este camino, el pre-estreno de la película “Gigantes” de la cineasta Natalia Cano fue un impulso a nuestra lucha porque visualiza parte de nuestras demandas y reivindicaciones (ver trailer https://vimeo.com/433661013)

La restitución de nuestro ancestro y de todas las pertenencias que nos fueron arrebatadas en el marco de un proceso violento de despojo y de avasallamiento, agenciado tanto por el  Estado argentino y el Estado francés, es parte fundamental de un proyecto comunitario más amplio: luchar por la recuperación del Territorio que nos fue despojado y, en ese territorio, volver a ordenarnos como Lof.

Lonko Antonio Liempichun junto a su compañera Adelina Reynahuel

Puntas de flecha en nuestro Territorio

“Todavía estamos vivos, todavía estamos de pie, recuperaremos nuestra tierra”

“Ellos tienen que descansar, ya vivieron, ya sufrieron, tienen que estar tranquilos en el territorio. Nosotros de ninguna manera vamos a permitir que vuelvan a destruir y profanar nuestros chenques, el eltun de nuestra familia, de nuestra Comunidad” (Integrantes del Lof. Enero 2019)

Para nosotros, recuperar el Territorio implica, además, recuperar la memoria, y desde esos consejos y conocimientos antiguos, volver a habitarlo como tehuelche-mapuche. En este proceso es necesario que nuestros ancestros retornen a la tierra, para que puedan existir en sus vínculos con nosotros y con las distintas fuerzas de nuestro entorno. Estos lazos, bruscamente interrumpidos y desestructurados con la invasión y el saqueo, son la principal fuente de nuestras memorias, consejos y conocimientos.  Pu eltun no solo son lugares muy afectivos para nosotros, sino también moradas, puentes, sitios de intercambio. Poder cuidarlos y resguardarlos es primordial para nosotros porque nos permiten conectar con las fuerzas del lugar y con nuestros  antepasados. Estos  lugares –poderosos por lo que allí permanece enterrado– tienen sentidos muy privados y delicados para quienes sabemos que tenemos con ellos compromisos vinculantes. Pero también son las huellas de una relación histórica con ese territorio que se profundiza en el tiempo; son evidencias materiales para nuestras demandas territoriales; son pilares de ese mundo en reconstrucción en el que nuestros ancestros siguen siendo agentes de nuestra historia:  

“Estando en el Territorio nosotros sabemos que somos de acá. Que nuestros kuifikecheyem (ancestros), abuelos, andan por el territorio, sus püllü se manifiestan. Aparecen en pewma, en perimontun, nuestros abuelos andan acá, se los ve. Eso es porque nosotros tratamos de hacer bien las cosas, tratamos de cumplir con los abuelos, con los pu lonko” (Integrantes del Lof. Enero 2019).

Según nuestra cosmovisión, la  muerte es  un proceso complejo donde aflora gran parte de la carga simbólica de nuestro Pueblo. La muerte la vivimos y la interpretamos como  un viaje que emprende el alma del difunto hacia otra vida, ascendiendo desde la plataforma terrestre hasta una cósmica de transición en la que se mantiene hasta su funeral. Nuestros abuelos y abuelas dicen que la vida terrestre siempre acompaña a la celeste. De este modo, al nacer un niño o niña nace con él su estrella.  Esta crece junto al niño o niña y cuando muere la misma declina a través de las estrellas fugaces. Por otro lado, cuando un niño nace es envuelto en un cuero de guanaco y se le determina un nombre y una canción que lo identifica, al fallecer, la persona es envuelta nuevamente en kai ajnün (quillango) y se le entrega sus pertenecías para este nuevo viaje.

Por todo esto, entendemos que es de suma importancia concretar esta restitución y que sea de manera completa. Como familia y Comunidad  debemos ayudar a nuestro ancestro a concretar su viaje al Karrotken o Wenumapu  (tierra de arriba). Su ciclo fue interrumpido y arrebatado por quienes llevaron a cabo  este amplio genocidio hacia nuestro Pueblo. No solo es un  anhelo lograr que él descanse en el eltun (cementerio), sino que además entendemos que su regreso es fundamental para restablecer las relaciones de nuestros antepasados con su Territorio y con nosotros, su familia.  Nuestro ancestro debe estar a nuestro resguardo y protección y debe descansar en su Lof junto al resto de pu lonko, como Juan Sacamata, Ciriaco Chaquila y otros antiguos.

La restitución es parte de nuestro proceso de recuperación. Un proceso de resistencia y de defensa que implica necesariamente emprender “una lucha” como tehuelche-mapuche para recuperar lo que el Estado colonizador nos despojó y avasalló, y para restaurar lo que destruyó. Cuando hablamos de recuperación territorial también nos referimos a todos los elementos que  son constitutivos de ese Territorio, porque cada una de esas existencias en el Territorio son  fundamentales para que podamos, en el presente, refundarnos como Pueblo, recuperar nuestras memorias y reconstruir nuestras maneras de relacionarnos. Recuperar no significa reclamar para volver a “poseer” una tierra que nos fue arrebatada por el wingka, sino para volver a habitar un Territorio poniendo en prácticas nuestras formas de relacionarnos, de conocer y de comprometernos.

“Acá hay una lucha por el Territorio y por nuestras cosas (…) Dejar las tierras para nuestros hijos. Que nuestra familia siga estando, asegurarle eso. Nos tocó a nosotros estar al frente. Antiguamente nuestros abuelos no pudieron contra la avanzada del hombre blanco, del Estado. Hoy nos toca a nosotros ser la cara visible de la lucha. Queremos que el gobierno argentino nos garantice el poder visitar a nuestros antepasados libremente. Sin tener que andar pidiendo una llave o cruzando un alambre como nos pasa ahora. Y eso es parte de  nuestro pedido que está incompleto. El acceso a los cementerios. Sabemos pasar por la sierra y  ofrendamos a la vez, es un transcurso de la vida cotidiana, ellos están, son uno más. Por eso es importante” (Integrantes del Lof. Enero 2019)

Pu pichikeche de la Comunidad

Chemamül

Queremos agradecer profundamente a todas las Autoridades Tradicionales, Comunidades Mapuches, Mapuches-Tehuelche y de otros Pueblos Originarios, Organizaciones sociales y personas que se sienten y se sintieron identificadas con nuestra lucha. Gracias por los numerosos mensajes, muestras de cariño y solidaridad hacia nuestra Comunidad. Rume mañun. Nak´l nak´l.

Referencias Bibliográficas

Recopilación Histórica Perteneciente al  Acervo Patrimonial e Histórico de la  “Comunidad  Tehuelche  Mapuche Sacamata Liempichun, Paraje Payaniyeo. Alto Río Senguer, Chubut. 1 de Septiembre de 2015.

Vezub, J. E. (2016) “Hacia la devolución de los restos de Liempichun-Sacamata”; Asociación Civil; Ciencia Hoy. Disponible: https://core.ac.uk/download/pdf/159288254.pdf

Otras referencias  y links

https://www.facebook.com/comunidad.sacamataliempichun

FUENTE: GEMAS

You must be logged in to post a comment Login