Perú. Una dolorosa espera: pacientes de cáncer luchan por sus tratamientos durante la pandemia

Rosa Chávez Yacila / Resumen Latinoamericano, 1 de julio de 2020

En tiempos de Covid-19, tratar el cáncer en el Perú, donde esta enfermedad es la principal causa de muerte desde 2015, se ha convertido en un desafío para cientos de médicos y pacientes. Por eso el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN), el hospital oncológico más grande del país, viene haciendo lo posible por tratar a la mayor cantidad de sus enfermos. Aun así, los cambios se sienten: si antes se hacían 180 quimioterapias al día, hoy se hacen 80, de 360 radioterapias se pasó a 160, de 40 intervenciones, a 10. Estas son algunas historias de los pacientes del INEN en su pelea diaria por sanar y sobrevivir.

Apesar de todo Cruz* se considera una persona con suerte. Nadie detuvo el taxi en el que viajó por más de 15 horas desde Piura a Lima, a mitad de mayo y en plena cuarentena. Si la paraba un militar o un policía, hubiera sido una debacle familiar: el chofer cobró 600 soles por llevarla a ella y a su sobrina hasta la capital. Los seis hijos de Cruz habían organizado una pollada para poder pagar los pasajes. El viaje clandestino no podía fracasar. 

De haber fracasado, también hubiera sido un desastre para la resquebrajada salud de la mujer de 52 años. Hacía más de dos meses que no recibía tratamiento contra el cáncer al útero en tercer grado que padece. Lo de menos era “esa bola dura”, que sobresale por el costado derecho de su vientre. Lo insoportable era el dolor, un dolor caliente como una fiebre feroz que la dejaba exhausta y llorosa. “Hijos, ya no tengo fuerzas”, recuerda que les dijo un día, “tengo que volverme a Lima como sea”.

Tenía que regresar porque su tratamiento lo recibe en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN), el hospital oncológico más grande del Perú: atiende a más de 13.500 nuevos pacientes de cáncer por año, los que se suman a los 50.000 continuadores. Cruz, una paciente nueva del hospital, estaba en Piura esperando a que llegue el fin de marzo para iniciar sus sesiones de radioterapia en el INEN, cuando el Gobierno declaró el Estado de Emergencia por la Covid-19. Al inicio, como otros tantos peruanos, creyó que todo volvería a la normalidad en unos días. Pero con el transcurso de las semanas y el aumento de sus malestares, su retorno a Lima se convirtió en una misión. 

Quimioterapia Inen
AFORTUNADA. Una de las pacientes que ha logrado ser atendida recibe su tratamiento de quimioterapia intravenosa en el INEN. 
Foto: Leslie Searles

Sentada en el área de Cuidados Paliativos del hospital, cuenta su odisea como una Ulises en tiempos pandémicos. No parece arrepentida de haber tomado ciertos riesgos. El dolor del cuerpo, un dolor tan violento como el suyo, no se alivia con paciencia y desde casa. Tras la tensión por lo menos ahora está recibiendo el ansiado tratamiento. “Ya voy por mi segunda sesión de radioterapia”, dice y a través de la mascarilla su voz se oye como un susurro ronco y lejano, “no sé si vaya a sanarme, pero al menos lo intento”. 

No uno sino muchos hospitales 

Así como Cruz, debido al nuevo coronavirus miles de pacientes del INEN han sufrido alguna alteración o, en el peor de los casos, la interrupción de sus tratamientos oncológicos. “Esto es debido a que entre el 55% y el 60% de ellos vienen de otras regiones”, explica a OjoPúblico el doctor Eduardo Payet, jefe institucional, en su oficina en el hospital. Más de la mitad de los pacientes llegan al lugar solo para una consulta o procedimiento puntual –quimioterapia, radioterapia, intervención quirúrgica– y luego regresan a sus casas, en otra ciudad, hasta la próxima cita. Luego del 15 de marzo, cuando comenzó el Estado de Emergencia, los viajes para el alivio o la cura del cáncer se han vuelto –casi– imposibles.

EN EL CASO DEL CÁNCER SE HA PRODUCIDO UN 42% DE INTERRUPCIÓN PARCIAL A TOTAL DE SUS TRATAMIENTOS, SEGÚN LA OMS.

Este no es, por supuesto, el único motivo de los cambios. Desde la misma oficina, otro de los principales doctores del INEN, Gustavo Sarria, subjefe institucional, menciona la “ralentización de la atención” debido a los procedimientos de bioseguridad que ahora se practican dentro del hospital: toma de temperatura, lavado de manos al ingreso, desinfección constante de los espacios. 

Distanciamiento social Inen
A DOMICILIO. Algunos pacientes que no pueden llegar al hospital hacen quimioterapia oral, las pastillas las reciben en sus casas de Lima y provincias. 
Foto: Leslie Searles

También está el distanciamiento social por el cual ya no es posible recibir en los distintos ambientes al mismo número de pacientes. Antes de la cuarentena, al día se realizaban 180 quimioterapias y ahora se hacen 80, de 360 radioterapias han pasado a 160, de 40 intervenciones ahora se practican unas 10. La ausencia de varios oncólogos es otro factor: muchos de ellos están en sus casas porque pertenecen a la población en riesgo de contagio. “Nuestra producción no está al 100%, obviamente”, dice el doctor Sarria, “pero es entendible porque no podemos poner en riesgo a la gente”. 

Este fenómeno no es exclusivo del INEN y mucho menos de Perú. La misma revolución e incertidumbre se vive en muchos hospitales y ciudades. Según una encuesta que la Organización Mundial de la Salud publicó a inicios de junio, y que comprende a 155 países, los servicios de prevención y tratamiento de las enfermedades no transmisibles han resultado gravemente afectados por la Covid-19. En el caso del cáncer se ha producido un 42% de interrupción parcial a total de sus tratamientos.

Limpieza Inen
PROTECCIÓN. El personal administrativo y los médicos reciben equipos de protección personal de acuerdo a su nivel de exposición al virus. 
Foto: Leslie Searles

Los enfermos y las familias 

Es poco más del mediodía y Segundino ha salido de Emergencias del INEN con malas noticias. El doctor que fue a buscar ya se había ido. “Llegué muy tarde, me han dicho que el sábado me pueden volver a atender”, dice sin mostrar enojo o molestia, quizá solo algo de cansancio. Este risueño ayacuchano, se demoró en llegar al hospital porque pasó toda la mañana recorriendo varias farmacias y clínicas en búsqueda de “un tubito” para que al fin puedan operar a su hermano menor, enfermo de cáncer de colon. 

El famoso tubito, que en realidad es un “catéter pigtail” o en forma de J, ahora es inubicable. “Me han dicho que por la pandemia los proveedores que lo venden no están trabajando” cuenta Segundino. Su hermano, de tan solo veintinueve años, está en la casa de un familiar, en San Juan de Lurigancho, a la espera del milagro. “Él se está resistiendo, no se quiere morir”, dice y lanza una risita nerviosa, “piensa en sanarse el muchacho, a veces me da una pena”.

LOS ESTRAGOS FÍSICOS Y EMOCIONALES DEL CÁNCER LOS SUFREN TANTO LOS ENFERMOS COMO SUS FAMILIARES, QUIENES SON ACOMPAÑANTES.

Mucho menos estoicos, más bien todo lo contrario, parecen una pareja de esposos, Nina y Juan, padres de una joven de 21 años con cáncer cerebral. Ellos llegaron a Emergencias del hospital muy temprano, porque apenas amaneció su hija, “la más linda y valiente de la familia”, sufrió una convulsión en su cuarto. Nunca antes había ocurrido, a pesar de tener un tumor inoperable, la joven tenía una vida casi normal. Incluso había logrado estudiar inglés y un curso de teatro. 

Nina, que es la más conmocionada, dice con una voz temblorosa que quizá todo se pudo evitar con una resonancia magnética. Se supone que le harían una a su hija los primeros días de abril –era una RM de control–, pero por el Estado de Emergencia recién se la pudieron hacer el sábado pasado, casi dos meses después de lo indicado. “Y eso, se la hicieron porque prácticamente les suplicamos”, dice Juan alterado, “ya no atienden como antes, todo ha cambiado”. 

Paciente Inen
IMPORTANTE. Alrededor de 33.000 personas mueren de cáncer en el Perú al año y unos 150.000 viven con la enfermedad. 
Foto: Leslie Searles

Los estragos físicos y emocionales del cáncer los sufren tanto los enfermos como sus familiares, quienes son acompañantes. A veces es un proceso especialmente arduo, muy frustrante y triste, porque el Perú es un país en donde en la mayoría de casos se detecta tarde, cuando ya no es posible la curación. Más de 33.000 personas mueren al año debido por esta enfermedad. Desde el 2015 el cáncer es la principal causa de muerte en el país

Estos números, sin embargo, no son una condena o un destino inevitable. Por eso siguen en pie, en Emergencias del INEN, Segundino, Nina y Juan. También la joven Sandra y su madre, Ida, buscando con insistencia una cita para una biopsia. A ver si se enteran de una vez por qué a la señora le duele y le arde tanto esa hinchazón debajo de la axila. Y sigue allí Martha, la vendedora de postres que ruega para que su madre supere ese cáncer a la vesícula. Aunque ahora mismo la anciana está internada, inconsciente, con la piel y los ojos de un inquietante color verde-amarillo. No olvidemos a Jonathan, un niño de diez años con un tumor a la altura de la canilla derecha. El pequeño espera con ansias el día en el que le quiten por fin “esa cosa” de encima. Cuando pase, dice, dejará de cojear y volverá a jugar fútbol con sus amigos del barrio. 

Una capilla por el coronavirus 

La Covid-19 no solo ha afectado la rutina de atenciones del INEN, también ha atacado directamente a varios de sus enfermos de cáncer. “Nuestra intención era que este no sea un hospital Covid, porque trabajamos con pacientes inmunodeprimidos”, dice el jefe institucional Eduardo Payet, acomodando su mascarilla. Quiere decir que los enfermos oncológicos tienen el sistema inmunológico, aquel que defiende nuestro organismo de los virus y las bacterias, en un estado muy vulnerable. Un contagio en estas condiciones podría ser fatal. Según un estudio realizado en Estados Unidos, un enfermo de cáncer afectado por coronavirus tiene el doble de probabilidades de fallecer a comparación de quien solo tiene el virus. “No queríamos”, añade el doctor Payet, “pero nos vimos en la obligación de volvernos especialistas en esta enfermedad”. 

De pronto al hospital empezaron a llegar enfermos de cáncer con sospechas de tener coronavirus. Algunos de ellos, muy graves, no podían respirar y necesitaban atención inmediata. Había de todo: pacientes antiguos, pero también pacientes oncológicos de otros lugares, que habían sido rechazados en los hospitales Covid-19. “En los hospitales generales el cáncer era un criterio de exclusión”, dice el doctor Payet, “cuando venían aquí nosotros no podíamos cerrarles las puertas”. Para la cabeza del INEN inclusive aquellos que estaban condenados a no sobrevivir, tenían derecho a una muerte digna. 

Eduardo Payet Jefe Inen
AUTORIDAD. “No lo vamos a negar, estamos golpeados”, dice Eduardo Payet, jefe institucional del INEN, que lleva alrededor de 35 años trabajando para el hospital. 
Foto: Leslie Searles

No pasó mucho para que también aparecieran los propios trabajadores del hospital contagiados, en búsqueda de auxilio. Es difícil precisar dónde se han infectado, “desde hace semanas llevamos un control continuo de la presencia del virus”, asegura el doctor Payet. Hasta fines de mayo, cuando visitamos el hospital, se habían realizado casi 5.000 pruebas rápidas a pacientes y empleados. El 97% de estos tests estaban destinados a los trabajadores. Un triunfo agridulce, al menos en estas épocas en las que Perú es el segundo país con mayor número de contagios de Latinoamérica, es mantener una tasa de contagios estable. Y en el INEN alcanza alrededor del 11% desde el comienzo de los testeos. 

“NUESTRA INTENCIÓN ERA QUE ESTE NO SEA UN HOSPITAL COVID, PORQUE TRABAJAMOS CON PACIENTES INMUNODEPRIMIDOS”, DICE EL JEFE INSTITUCIONAL EDUARDO PAYET

La doctora Joana Franco, jefa de la Unidad de Gestión de Riesgos y Unidad del Paciente, es quien mejor lleva la cuenta de la situación Covid-19 dentro del hospital. Al momento de nuestra visita al INEN, la doctora Franco, nos dijo que había 36 hospitalizados con coronavirus, seis de ellos en UCI. Hasta ese entonces habían pasado por el hospital alrededor de 80 pacientes con el virus, y 28 de ellos ya habían salido totalmente recuperados. “Al principio los enfermos de cáncer que se contagian sienten un temor absoluto porque piensan que tienen probabilidades altísimas de morir”, dice la doctora Franco. Pero con el pasar de los días, y al ver que hay quienes salen victoriosos y recuperados, los abatidos recuperan fuerzas e incluso poco de tranquilidad. 

Capilla Inen
DÉFICIT. En Perú los oncólogos no llegan ni a 1000. Se calcula que hay un promedio de 2 de estos médicos por cada 100 mil habitantes.
Foto: Leslie Searles

Las cuatro áreas Covid-19 del hospital están aisladas del resto: los contagiados no se mezclan con quienes no lo están. Uno de esos ambientes fue habilitado en medio de la crisis, porque la necesidad impone decisiones inesperadas. La que antes era la capilla del hospital ahora es la sala de hospitalización para los enfermos de cáncer sospechosos de tener el virus. Al lado del área de Emergencias, esa construcción coronada por una cruz multicolor ya no acoge sotanas y rosarios, sino trajes de bioseguridad y estetoscopios. Donde hubo bancas, ahora hay camillas. Donde se oficiaban misas y se entonaban cánticos religiosos, ahora se aplican medicamentos, recitan diagnósticos y se oye una que otra tos ahogada. Los doctores dicen que ya le pidieron permiso al sacerdote, “y de paso a Dios y a todos santos del Evangelio”, para transformar el templo. Después de todo, si antes se daba consuelo a las almas, ahora allí se están curando cuerpos. 

Estrategias para la resistencia

“Qué bonita fue esa noche, me trae recuerdos la noche, pensando en tu boquita de grana, bella nocheee…”. La famosa canción de Joe Arroyo se escucha por toda la sala de quimioterapia. Bien alejados los unos de los otros, los pacientes están sentados o acostados sobre unos sillones grandes que parecen como de cuero. Todos son adultos, los hay mujeres y hombres. Varios miran absortos a la nada o cabecean. Algunos, quizá los más resistentes a los efectos nocivos de la droga, permanecen incólumes, atentos a todo lo que pasa alrededor.

“Para evitar más alarma por las noticias que salen todos los días aquí preferimos encender la radio, no los televisores”, dice Raquel Calle, Jefa del Servicio de Quimioterapia Ambulatoria de Adultos, desde su oficina a unos metros del salón principal. Ahora suena una canción del Grupo Niche “¡Y fiesta!, ¡Y rumba! Y rumba que es la feria de la caña…”. Nadie baila, ni festeja en la sala, pero la intención es noble: hoy más que nunca muchos allí necesitan ser reconfortados, aunque sea con pequeños detalles. Por ejemplo, sintonizando, en un momento pesado, una emisora de radio de música salsa. 

Videoconsultas oncológicas Inen
TELESALUD. En condiciones normales el INEN atiende al mes a más de 1.200 nuevos pacientes con cáncer, que se suman a los casi 4.000 pacientes antiguos.
Foto: Leslie Searles

A unos metros de esa sala, el departamento del Banco de Sangre también idea sus propias estrategias para resistir los reveses de la época. Antes solían recibir 150 donantes al día, ahora con suerte llegan a los 50. La donación de sangre es crucial para el hospital, sobre todo para tratar a los enfermos hemato oncológicos (aquellos con leucemia, cáncer a los ganglios linfáticos, cáncer a la médula ósea). Ahora mismo las salas del banco están vacías, todas sus camillas, libres. “Hoy recién vamos por el octavo donante”, dice Heidy Espinoza, tecnóloga médica del Área de Calidad del banco. Son casi las tres de la tarde. 

Como los donantes no van al hospital, el hospital va a los donantes. El INEN ha montado su “Hemobus”, un ómnibus del tipo interprovincial que visitas distintos puntos de Lima (instituciones, empresas, condominios) para captar las donaciones. El Hemobus ya ha ido a Surco, San Borja, Miraflores, Chorrillos en búsqueda de uno de los bienes más preciados por estos días: glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas para sus enfermos. 

EL PROBLEMA MAYOR, SIN EMBARGO, SERÁ EL “TSUNAMI DE PACIENTES” QUE LLEGARÁ TRAS EL LEVANTAMIENTO DE LAS FRONTERAS.

Hay otras áreas del hospital, en cambio, que han acelerado su ritmo de trabajo. Dos de ellas son la Central Telefónica y Telesalud. A través de las once líneas de la central, los pacientes reprograman sus citas y absuelven sus dudas. A pesar de que muchos se han quejado de timbradas sin contestar y mala atención, las autoridades del hospital dicen que la central está funcionando. En cuanto al servicio de Telesalud, este hace que los pacientes que viven en otras regiones o cuyos cánceres pueden ser atendidos a distancia (porque están en un estadio inicial o son de progreso lento) tengan citas por videollamadas. 

Pero esta posibilidad se complica cuando no cuentan con acceso a Internet tienen o una mala señal telefónica. “De las 50 teleconsultas que hay al día habrá un 10% de gente que quedan disconforme”, dice Nena espinal, coordinadora del área desde la pequeña oficina por donde monitorea todas las comunicaciones. Aún así, las citas no paran desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde.

El problema mayor, sin embargo, será el “tsunami de pacientes” que llegará tras el levantamiento de las fronteras. Enfermos de cáncer con estadios de la enfermedad más avanzados, gente que no sabe que tiene cáncer pero lo sospecha, pacientes antiguos que querrán ponerse al día en sus controles. Ancianos, adultos, jóvenes, niños de todo el Perú, llegando en oleadas hasta el hospital. Los doctores del INEN saben que entonces tendrán que trabajar duro, quizá mucho más que ahora, tal vez como nunca. 

Quimioterapia Inen
DISCIPLINADOS. A pesar de que hay pacientes oncológicos con Covid, los médicos del hospital creen que los enfermos de cáncer son, por lo general, muy disciplinados con la higiene y el distanciamiento. 
Foto: Leslie Searles 

La odisea continúa

Ha pasado más de una semana desde el primer encuentro con Cruz. Desde hace unos días, la señora piurana se está quedando en una casa en Villa El Salvador, con la hermana de uno de sus yernos. La sobrina con la que vino desde Piura, ya se regresó para allá. “No sabía ayudarme mucho, a veces ni me alcanzaba mis medicinas”, dice Cruz al otro lado del teléfono. Su voz ahora se oye más lenta y apagada. 

Ya son como cuatro noches que no puede dormir bien. Casi no tiene apetito, en su lugar hay náuseas y vómitos y dolor. El doctor le ha dicho que son los estragos de las radioterapias. Que espere un poco, que pronto se pondrá mejor, que lo importante es que el tumor en el útero se reduzca. Pero la mujer saca la cuenta: todavía le faltan seis radioterapias, luego vendrán las quimioterapias y puede que una operación. ¿Cuándo se sentirá bien?

“Encima hace días estuve con una tos horrible, también me dio fiebre”, dice Cruz. Sus hijos le mandaron medicinas hasta Lima y le pidieron que no diga nada, que no se haga la prueba de la Covid. Tenían miedo de que si su madre salía positiva, la aislaran en el hospital junto con los contagiados. Entonces, todo habría sido mucho peor, pensaron: cáncer y coronavirus, combinación letal. “Pero menos mal ya casi no siento nada”, añade Cruz y se queda en silencio por unos segundos, “por suerte yo creo que ya me sané”. 

*Algunos de los pacientes que aparecen en este reportaje prefirieron no revelar sus nombres reales. Otros optaron por solo dar sus nombres, mas no sus apellidos.

FUENTE: Ojo Público

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