Cine. El Síndrome “Rey León” y la ideología racista de los EEUU

Por Joel López Muñoz, Resumen Latinoamericano, 29 Mayo 2020

“A vivir así yo aquí aprendí”, veneremos al rey, solo digamos: “Hakuna  Matata”, son frases de la  película -El rey León-, la cual  inaugura el renacimiento de Disney en 1994, siendo la más taquillera en todo el mundo hasta ese momento. El mismo año que entra a la puerta de América Latina el Tratado de Libre  Comercio en México. Previo a una extracción material hay una colonización cultural.  Olvidar, vengar, venerar, construir un nuevo enemigo, como el “léon malo”, -quien posee rasgos físicos árabes- y  quiere disputarle el poder al rey. Y las manadas de hienas  que son pueblo rebelde, que por cierto en la traducción al castellano hablan como mexicanos- , reproduce los valores más intrínsecos de una moralidad blanca y racista, con  esquemas de poder que se vuelcan al sentido común.

Hay un intento por banalizar el contenido que las películas más vistas en el mundo constituyen, y solo hay que recordar, y conectar, que no es casualidad las primeras declaraciones de Donald Trump al llegar a la presidencia de los Estados Unidos, cuando decía:  “Cuando los mexicanos nos envían a su gente, no nos envían a la mejor”, “Haré un gran muro en nuestra frontera sur y haré que México pague por él”  “Prohibir el ingreso de los musulmanes a los Estados Unidos es algo de sentido común”. ¿Será inocente la colonización de subjetividades dadas en la industria cultural del cine a la hora de construir enemigos externos? Y es que claro, estamos asistiendo en un mundo multipolar, en donde los símbolos y palabras ya no son parte de la semiotica del rojo comunista y el verde occidental con la simple identificación de un mundo bipolar. 

El cine como instrumento de dominación cultural crea sus bases desde el nacimiento del cine de masas.  La película  –El  Nacimiento de  una  Nación-, de Griffith,  muestra a la organización racista criminal Ku Klux Klan como salvadora y fundadora de la nación estadounidense.

La primera película sonora “El cantante de Jazz” muestra de una forma muy poco ennoblecida  a  un protagonista afrodescendiente, con la cara pintada de negro, “blackface”, y muecas de parodia para representar al personaje. O las traducciones al español de  personajes afrodescendientes con voces extrañas y hábitos estereotipados del  “salvaje bueno”. Como por ejemplo entre muchos, “Nana” en la película  -Lo que el viento se llevó-.

Habría que poner en cuestión el factor geopolítico y geoestratégico de la industria audiovisual al producir guiones que plantean antagonismos.  El ejercicio por la monopolización de la disputa hegemónica por parte de los sistemas poderosos consiste en culpar al enemigo extranjero por intentar disputar el trono, ese poder que Scar disputa junto a las indignadas hienas el poder natural, transmitido  de Padre a hijo, cual naturaleza, transmitía Bush padre a Bush hijo años mas adelante. Por cierto en 1995 George Bush hijo, asumía como gobernador del estado de Texas, con un discurso republicano xenofobo, con miras en llegar a la presidencia.

El pié que da para un nuevo mundo de Disney, películas como el Rey León, donde no hay que cuestionar al Rey, o Aladin, con super poderes simbolizados en su traje con colores de la bandera israelí, superan el cerco de sagas que se reinventan  como “La cenicienta”, La bella durmiente, La Bella y la Bestia, o La Sirenita, y los más clásicos, Mickey Mouse y el Pato Donald quienes plantan la bandera del sueño americano en el mágico mundo de Disney, la cual atrajo millones de dólares en la visita a sus parques temáticos de miles de quinceañeras de América Latina. Y  la instalación del deseo de quienes no tenían el poder adquisitivo para viajar a Disney y tener que conformarse con ver las películas, comprar una cajita feliz en McDonalds, o en los envases de Coca Cola,  para consumir símbolos de sus personajes.

El análisis desde la psicología puede brindar datos del subconsciente individual que configura un inconsciente colectivo en un sentido  antropológico hace resaltar los valores morales al contraponer culturas. Esto se ve claramente en el malvado Scar, quien con su barba, y su mirada desafiante -muy parecido físicamente al revolucionario islámico de origen iraní, Ayatolá Jomeini-  se postra  a planificar sus “maldades” con el fondo de la media luna, símbolo musulmán por antonomasia. Ya en 1926 con la película  -EL hijo de Caíd-, mostraba a los árabes como ladrones, asesinos, y salvajes.

El relato construido a partir de estos elementos, se han hecho vigentes con los nuevos relatos xenófobos, que desde una era Trump llegan a las sociedades periféricas con la necesidad de insistir en el enemigo externo.  La industria cultural en diversos lenguajes coloniza símbolos de una cultura que desvaloriza a nuestras auténticas identidades latinoamericanas.  Asumir el compromiso por la descolonización cultural comienza con cuestionar los símbolos de una ideología dominante y racista.  

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