Argentina. Zoom con interferencia en el tramo final de la renegociación

Por Alejandro Bercovich * / 7 de mayo 2020 .———. —

Como en toda guerra de nervios, el final promete estirarse hasta el último minuto. Por eso el Ministerio de Economía recién informará este viernes a la noche -o quizás el sábado a la mañana- la aceptación que obtuvo entre los acreedores privados su oferta para reestructurar la deuda heredada de Mauricio Macri. Si fuera un Prode solo habría apuestas por “empate” o “visitante”, porque ya nadie espera a esta altura una adhesión mayor a los dos tercios que necesita el Gobierno para imponerle el arreglo al resto. Pero todo puede cambiar hoy si, con el guiño de alguno de los tres comités que agrupan a los fondos del otro lado del mostrador o con cualquier otro pretexto, Martín Guzmán estira la discusión hasta el 22 de mayo. Hasta ese día, cuando opera el último vencimiento del bono Global, no habrá default formal.

El jefe del Palacio de Hacienda decidió confrontar con BlackRock con la lógica del lobo joven que desafía al macho alfa de la manada. Si doblega al fondo de inversión más grande del mundo, que maneja activos por el equivalente a quince PBI argentinos, especula con que los demás se inclinarán a lamerle el hocico sin más combates. Con ese objetivo hizo pública la contrapropuesta que le envió ese gigante de Wall Street. En su equipo dicen que es “una especie de megacanje” y la consideran inaceptable.

El estaodunidense Jeffrey Sachs se sumó al desafío y le puso nombre y apellido. Fue en una nota que publicó ayer, después de haber firmado la carta de apoyo a la oferta argentina que redactó Joseph Stiglitz y que suscribieron otros econorockstars como Kenneth Rogoff, Edmund Phelps y Thomas Piketty. Ahí recuerda que en el Pánico de 1907, la mayor crisis financiera previa al crac de 1929, “fue John Pierpont Morgan y su banco quienes sacaron al sistema financiero del abismo”. Morgan empeñó aquella vez su dinero y convenció a otros banqueros de hacer lo propio. Terminó ganando, porque el precio de las acciones había caído a la mitad y se recuperó.

Ahora te toca a vos, Larry Fink. Es tu turno de ayudar a evitar una catástrofe financiera global”, le apuntó Sachs al CEO de BlackRock. No es el tono de un académico sino del veterano demócrata que a principios de los 90 mandó el Tío Sam para asesorar a Polonia, Estonia, Eslovenia y Rusia en su transición de regreso a la economía de mercado. Un tono al que el propio Guzmán no se animaría. Y un foco en lo que más debería asustar a los BlackRocks del mundo: una catarata de corona-defaults, desencadenada por Argentina y el Líbano, ya hundido en el caos.

Algo parecido le advirtió por Zoom al emisario de una aseguradora global que posee bonos argentinos el representante argentino ante el FMI, Sergio Chodos. “¿Vos creés que Argentina va a ser tu único problema dentro de seis meses?”, le preguntó. El financista respondió que el problema era lo rápido que Argentina volvió a decepcionar a Wall Street, después de las ilusiones que había generado Macri. “Pasamos de las expectations (expectativas) al hope (esperanza)”, lamentó en espánglish. Chodos le propuso volar con la imaginación. “Si ustedes lograran echar a Guzmán e incluso al Presidente y poner a otro, supongamos que a José Luis Espert o a Ricardo López Murphy ¿vos creés que Argentina podría pagarte el deal que te ofrecerían ellos?”.

Siempre tendremos París

Los países ricos del G-7 atienden su juego pero mantienen un ojo en la definición del partido. La respuesta del Club de París a la propuesta de reestructuración argentina llegó el martes y Guzmán eligió guardarla en un cajón después de avisarle al Alberto Fernández, sin hacer público su contenido. Pero la carta, a la que tuvo acceso BAE Negocios por fuentes diplomáticas extranjeras, le exige al Gobierno que cierre un acuerdo con el Fondo Monetario antes de aceptar aplazar los cobros. “Los miembros consideran que una decisión sobre su pedido y su impacto sobre el esfuerzo argentino para restablecer la sustentabilidad de la deuda estaría mejor basada en el contexto de un programa con el FMI”, transmitió la coordinadora del Club, Odile Renaud Basso.

Lo que reclama el Club de París es la deuda de estado a estado con países ricos que se arrastra desde la dictadura, que renegoció Axel Kicillof en 2014 y que debió terminar de pagarse el año pasado. Como Macri solo cubrió los pagos mínimos (y no las cuotas totales) tanto en 2018 como en 2019, restan por abonar U$S 1.900 millones más los intereses punitorios, que escalaron del 3 al 9% anual por esa demora. Es un gota en el océano de U$S 120 mil millones que heredó Fernández para renegociar. Pero su peso simbólico es mayor, porque los acreedores son los gobiernos a cuyo apoyo apeló la Rosada frente a Larry Fink y compañía.

El problema es que aunque Kristalina Georgieva benefició a Guzmán con su arbitraje en el partido con los acreedores, nada garantiza que el Fondo vaya a mantener esa conducta en el futuro. El análisis de sustentabilidad de la deuda que publicó el staff, donde recomendó una quita fuerte y en línea con la que propone el Gobierno, fue producto de un intensísimo lobby argentino y de la tolerancia del Tesoro, que se mostró neutral y dejó jugar.

En Economía ayer admitían la negativa del Club a postergar el cobro sin más condiciones, pero destacaban tres aspectos a su juicio positivos del texto:

* Reconoce que la situación es excepcional por el brote de COVID-19 y destaca “los esfuerzos de las autoridades argentinas para proveer una respuesta social y económica adecuada a la ‘corona-crisis’”.

* Habla de “sustentabilidad”, un enfoque que los acreedores privados no aceptan y contraponen al de “buena fe”.

* Reclama que Argentina firme un acuerdo con el Fondo Monetario pero no fija plazos, lo cual no choca con el plan oficial de renegociar la deuda con el Fondo después de cerrado (o no) un trato con los privados.

Cuarentennials

En medio del pánico al segundo brote que se apoderó de Europa y con la peste fuera de control en Estados Unidos y Brasil, Fernández se siente más legitimado que nunca para aferrarse al único plan que se mostró efectivo hasta ahora: el aislamiento social. Pero sabe que la presión de la crisis económica va a recrudecer y que por más flexibilización que haya y sea cual sea el resultado de la renegociación, la economía apunta a cerrar el año con un desplome parecido al de 2002. Un drama para un país que no consigue aumentar su ingreso per cápita desde 2011.

Máximo Kirchner, el componedor del triángulo de poder en el que se apoya el Frente de Todos, otea ese mediano plazo con preocupación. Incluso aunque acaba de coronar con una ficha propia la ANSES, quizá como recompensa por su paciente tarea de evitar cortocircuitos entre su madre, Sergio Massa y el Presidente, les dice a todos sus interlocutores que se vienen años difíciles. Y que hasta que no haya vacuna, no conviene hablar de “post-pandemia”.

El martes se cumplió un mes desde el día en que trascendió que el líder de La Cámpora presentaría un proyecto para crear un nuevo impuesto a los dueños de grandes fortunas para hacer frente a la crisis. El proyecto sigue sin ver la luz, pero cerca suyo insisten con que se presentará apenas el Congreso afine su sistema de sesiones virtuales, cuyo debut fue accidentado. Fernández también lo ratificó, en un reportaje el miércoles en Radio Con Vos, aunque por razones legales lo rebautizó “aporte excepcional”. Propondrán que tenga asignación específica, como el impuesto PAIS, cuyo producido se destina al Registro Nacional de Barrios Populares (RENABAP).

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Pero más allá del impuesto o del aporte excepcional, en cuyo debate promete emerger también la cuestión de los millonarios que se hicieron residentes fiscales uruguayos, paraguayos o europeos en los últimos años, a Máximo Kirchner lo atormentan preocupaciones dignas del precandidato presidencial cuarentennial que también es: el desafío de descentralizar gradualmente las grandes ciudades (en el que puso a trabajar a un equipo su amigo Wado de Pedro), el futuro de las relaciones laborales y sociales y el aumento de la inversión en salud e infraestructura que exigirá la “nueva normalidad”. Problemas que frente al tic-tac de la deuda parecen lejos, pero que están a la vuelta de la esquina.

*InfoBae

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