Bolivia. Zonas rojas de ayer y de hoy

Por Camilo Katari, Resumen Latinoamericano 18 de abril de 2020

El gobierno de Víctor Paz Estenssoro en los años 60 del siglo pasado, fue el gobernante que trató de minimizar el poder de la joven COB, y en especial del proletariado minero.

La “relocalización” de 1985 debe ser analizada en ese contexto.
Pero fue René Barrientos el que profundizó la represión de los “comunistas y anarcosindicalistas”, los centros mineros se convirtieron en “zonas rojas”. Hoy después de más de medio siglo, nuevamente un territorio nacional tiene el estigma de “zona Roja”.

El Chapare, centro de permanente resistencia a las políticas de control imperialista, a través de la llamada “Guerra falsa” contra las drogas, ha reemplazado a los centros mineros como bastión de la conciencia de patria soberana y digna.

La formación social del Trópico cochabambino tiene que ver con las migraciones principalmente de los valles interandinos y de muchos mineros “relocalizados”. La primera vez que fui al Chapare, fue por invitación de un ex minero que cumplía las tareas de dirigente en la localidad de Ivirgarzama.

La conciencia de clase del proletariado minero comenzó a complementarse con la identidad cultural y el territorio, es la hoja de coca que logra esta fusión, rompiendo los esquemas teóricos de manuales y aplicaciones mecánicas de teorías marxistas.

Esta nueva fuerza ideológica, es la que consolida la idea del “Instrumento Político”, que deviene en un momento constitutivo, que más tarde se expresaría en la convocatoria a la Asamblea Constituyente.

Los bolivianos y bolivianas debemos muchas conquistas sociales al proletariado minero, pero el primer intento serio de transformaciones estructurales tiene origen en esa larga resistencia del Chapare a las políticas de erradicación de la hoja de coca.

El poder colonial no puede aceptar disputas de hegemonía, por eso Barrientos dejó en la calle a 6.000 trabajadores mineros (primera relocalización) y dando escarmiento a los “rojos” que estuvieren apoyando la guerrilla del Che, ordenó la Masacre de San Juan.

Este es el comportamiento tradicional de la oligarquía colonial; la fuerza y el desmantelamiento del pueblo organizado.

No podemos esperar otro tipo de comportamiento de quienes añoran a Barrientos, Banzer (que ordenó matar “rojos” en Cochabamba) o García Meza; las redes sociales están plagadas de pedidos de “cierre del congreso”, de “meter bala”, de castigar a estos janiwas”, una antología de adjetivos fascistoides y racistas adornados con las caricaturas de un tal Abecor, una pluma destinada a destilar el racismo hecho imagen, para deleite de mentes colonizadas.

No importa que sean trolls pagados, lo que interesa es el posicionamiento de las ideas racistas, justificando los posibles escenarios llenos de violencia.

Las políticas coloniales, desde su instalación hegemónica, se han basado en el miedo, la violencia, la traición y la muerte ¿por qué tenemos que pensar que hoy será diferente?

Nuevamente a espaldas del pueblo se está hipotecando el país, se regalan millones de dólares a empresarios hoteleros, en lugar de proteger adecuadamente la vida de los trabajadores del sistema de salud, la acumulación y concentración de la riqueza es el motor y razón del colonialismo y su primogénito el sistema capitalista.

El mundo no cambiará de manera natural, como nos quieren hacer pensar, sino por la acción de hombres y mujeres decididos a revertir la lógica de guerra que el capitalismo ha desarrollado y donde el coronavirus es una más de las armas sutiles que utiliza en su afán de prolongar su existencia.
*Camilo Katari, es escritor e historiador potosino

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