Chile. El escenario para las organizaciones político sociales en contexto de COVID-19

María Victoria Corvalán Alvarado / Resumen Latinoamericano / 31 de marzo de 2020

“Va a hacer falta un buen otoño, tras un verano tan largo” (Silvio Rodríguez, El vigía)

Cumplidos cinco meses del estallido, los sectores movilizados tras la rebelión del octubre chileno se encontraban en un proceso de reactivación tras la merma de las movilizaciones ocurridas durante el periodo estival. Manteniendo la movilización bajo la modalidad de “turnos éticos” durante cada viernes de enero y febrero, la gran mayoría de las organizaciones[1] –con excepción de los estudiantes secundarios que junto con detonar el conflicto en octubre, dieron cierre al segundo ciclo de movilizaciones[2] en enero del 2020 con el conflicto por el fin a la PSU- se aprestaban para retomar en marzo con un itinerario de movilizaciones que abarcaba desde el inicio del año escolar, pasando por la convocatoria a la Huelga Feminista para el 8 y 9M y, hacia el 22 de marzo, organizar movilizaciones en torno al Día Mundial del Agua[3]. Los hitos de movilizaciones programados para la primera mitad de marzo se desarrollaron con bastante poder de convocatoria -cruzados también por el calendario constituyente donde diversas articulaciones, principalmente partidarias con las respectivas reagrupaciones y alianzas electorales originadas con posterioridad al Acuerdo por la Paz, comienzan a constituir comandos por el “Apruebo” en apoyo al plebiscito que se desarrollaría el 26 de abril para el cambio constitucional-, sin embargo la irrupción de la pandemia por COVID-19 obligó al repliegue de todas las manifestaciones presenciales inmovilizando el escenario de disputas. Evidenciando la enorme desconexión de los partidos políticos para con la ciudadanía, y que a lo largo de esta coyuntura han insistido en permanecer aprisionados en el Congreso priorizando por legislar en torno a la agenda oficial, una vez más en contexto de crisis de coyuntura, han sido las expresiones sociopolíticas con mayor capacidad de convocatoria y determinación de permanecer en estado movilizado quienes han ido adecuándose a las nuevas condiciones en que es posible y necesario desarrollar la lucha. Hablamos precisamente de las articulaciones feministas, estudiantes, movimientos socioambientales, expresiones de sindicalismo autónomo, endeudados como el movimiento No + TAG y el de deudores educacionales, entre otros, así como las innumerables asambleas territoriales que se fueron conformando al calor de octubre.

Aprendizajes de octubre: autogestión para el cuidado  COVID-19

Cuando lo que ha primado es la expresión del malestar ciudadano y popular, unido a una profunda desconfianza hacia quienes gobiernan y, la cada vez mayor falta de legitimidad hacia el sistema político imperante, era evidente que frente a la pandemia por COVID-19 no iban a existir medidas preventivas ni capacidad alguna para procesar el conflicto sociosanitario que se avecinaba. Lo novedoso, para un país que con una tradición altamente normativa y donde en términos generales las políticas de salud pública cuando eran estables y con perspectiva salubrista (y no moral como en el caso del VIH u orientada al lucro por parte de los prestadores privados como han sido las implementadas sobre todo a partir de la epidemia por influenza A-H1N1) solían lograr alta adherencia, frente a la tardía respuesta por parte del gobierno, cuyas políticas públicas favorecen el Estado subsidiario por sobre el bienestar de la población, han surgido de manera autogestionada, desde estos mismos sectores organizados, iniciativas que ponen en primer lugar el salvaguardar la vida por sobre cualquier otra medida para enfrentar de manera colectiva la crisis.

Así, a sabiendas que ya no es posible esperar nada de este gobierno, han sido los más organizados quienes alzan banderas por el autocuidado colectivo. También en los sindicatos y asociaciones de funcionarios del Estado que se movilizaron durante octubre de 2019, en particular destaca el del mundo del Patrimonio, la Cultura y las Artes, donde se unieron todas las Asociaciones desde el primer día de crisis sanitaria, logrando aunar fuerzas y forzar a las autoridades a decretar cuarentena preventiva e ir cerrando dependencias a nivel nacional ante la inacción del gobierno y el ministerio del sector.

Consignas como “La vida por sobre sus ganancias” criticando las medidas que favorecen a los empresarios y que exigen garantías laborales y salariales, y cuarentena para todos los trabajadores sin discriminación, levantamiento de catastros de los  trabajadores con mayor riesgo, campañas de abastecimiento comunitario de alimentos, alertas sobre el rol de lxs cuidadores, entre otros, a la vez que llamados a mantener movilizaciones utilizando las redes sociales y convocatorias a cacerolazos como protesta, han sido algunas de las iniciativas que dan cuenta de un proceso de mayor autonomía social de los sectores organizados. 

Si bien el sistema político ha ido dos o cinco pasos atrás que los requerimientos populares, como en política no existen los vacíos, es necesario mencionar que en este periodo también se reposicionan desde la institucionalidad las autoridades que cuentan con mayor legitimidad para la ciudadanía, como son los gobiernos locales y sus alcaldes.  Todos los actores mencionados, políticos y sociales, han logrado madurar aprendizajes con la experiencia vivida desde la rebelión de octubre, asumiendo en sus manos capacidad de proponer iniciativas de manera independiente a los dictámenes y ritmos del gobierno. Las organizaciones político sociales activadas en torno al despertar octubrista hicieron un camino que les permite mayor nivel organizativo y de cohesión, capacidad adquirida al mantener en su quehacer una actitud de lucha permanente, lo que se tradujo en ir adquiriendo conciencia del potencial poder colectivo que se consigue en el proceso de enfrentamiento por sus demandas. Son los primeros aprendizajes que ha dejado la rebelión, y que hay que atesorar, pulir y adecuar a las actuales condiciones. Solo así podrá aportar en el cuidado – literal y simbólico- de la fuerza hasta ahora construida y, dado que como señala El Vigía de Silvio: el verde se está secando y el viento sur no demora, urge comenzar a diseñar los horizontes de un nuevo país que saldrá fortalecido de esta pandemia, más por fuerza y coraje que por voluntad y acierto de sus autoridades.


[1] No ocurre lo mismo con el sector tradicional de los trabajadores agrupados en las centrales sindicales como la CUT o la Asociación Nacional de Empleados Fiscales que agrupa al sector público, ni con la mesa de organizaciones Unidad Social que en el primer ciclo de movilizaciones presentaba un mayor potencial de conducir la multiplicidad de expresiones de protesta que aparecían de manera inorgánica más que espontáneas.

[2] El primer ciclo,  que corresponde al momento del estallido iniciado el 18 de octubre se altera en noviembre de 2019 en un momento muy álgido de las protestas, y que coincide con el denominado Acuerdo por la Paz que firman los partidos políticos desde el Frente Amplio a la Derecha para dar inicio desde el Congreso a un itinerario con miras a cambiar la Constitución Política vigente.

[3] Ver columna sobre el Día Mundial del Agua XXX

Autonomía Octubrista

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