Argentina. Que la amnesia nunca nos bese la boca

Lucho Soria / Resumen Latinoamericano / 28 de marzo de 2020

Claudia Scurta, secuestrada a los 15 años, hizo llorar a la audiencia 

A diez años de la nulidad de las leyes de obediencia debida y punto final se desarrolla el segundo juicio en una sala del Colegio de Abogados de la ciudad de San Salvador de Jujuy. En el mismo ámbito donde el jueves 9 de marzo del año pasado el fiscal general Jorge Auat y el secretario de la Procuración General Lisandro Pellegrini, denunciaron la complicidad del juez Olivera Pastor y de otros miembros del Poder Judicial provincial. “Capital de la Impunidad” la calificaron entonces junto al diputado nacional Remo Carlotto. Cuando estalló un amplio movimiento por la Memoria, la Verdad y la Justicia. En ese mismo ámbito las palabras, lágrimas y silencios de Claudia Scurta y de Mario López, estremecieron a los presentes, que las despidieron con emocionados aplausos e interminables abrazos.

Claudia habló de su detención junto a su madre Dominga Álvarez de Scurta, militante del PRT. Tenía entonces 15 años. Su narración arrancó lágrimas a muchos, incluida la presidenta del Tribunal Fátima Ruiz López, en una sala colmada por familiares de las víctimas, militantes de los organismos de derechos humanos, sociales, políticos jujeños y salteños. 

De un lado, Maria José, Paula, Ariel, Juan Manuel, Pablo, Francisco, Hernán, Liliana, quienes cuando el terrorismo de Estado desataba su furia genocida, antes y después del 24 de marzo de 1976, no podían siquiera imaginar que por los avatares de la historia les tocaría ser los abogados y fiscales de quienes fueron fusilados, torturados, desaparecidos en aquellos bellos y trágicos años.

Tampoco  Fátima Ruiz López, Daniel Morín, Federico Díaz, y el tucumano Fernando Poviña podían soñar con ser jueces de la democracia en un contexto como el actual, iniciado cuando Néstor Kirchner anuló las “leyes del perdón”.

Frente a ellos están los defensores privados y oficiales de los imputados, que optaron por esconderse en una sala contigua, para evitar escuchar los testimonios que los acusan y ver los rostros de  sus víctimas, portadas por sus familiares y compañeros de militancia. Depositan su confianza en sus defensores para que atenúen sus condenas. Un grupo de tarea de defensores, incluido el oficial. Sí, el defensor oficial, al igual que los privados, cuestiona la legitimidad del fiscal ad hoc, Pablo Pelazzo.

Roxana Giribaldi, hija de Osvaldo, empleado de Ledesma desaparecido, dijo que al hacerse justicia, simultáneamente “se reconstruye la verdad y se reorganiza la identidad, perdida por el silencio de la sociedad, se pierde el miedo a la militancia, es el regreso de la esperanza”.

Roxana tenía una particular alegría después de conversar con quienes habían compartido la cárcel (salió en libertad el 25 de mayo del 73) y militancia con su padre y ahora estaban juntos en el juicio por su papá, como dijo.

Las palabras de Claudia y Mario, hicieron suyas las pronunciadas por el poeta chileno mexicano Roberto Bolaño en 1975: “Que la amnesia nunca nos bese la boca, que nunca nos bese. Soñábamos con utopías y nos despertamos gritando”.

Télam*

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