Chile. La lideresa social Berna Castro ha muerto: temprano hace la Minga del despertar de los pueblos

Resumen Latinoamericano / 19 de marzo de 2020

Berna Castro Rojas es el nombre que se alzó esta tarde, en el barrio Lo Ovalle, Zona Sur de Santiago.

Mariano, Don Raúl, Herminia, ñaña Nicolasa, Arcadia y Don Mario la pasaron a buscar muy temprano.

Te informo, la madrugada del 18 de marzo falleció de un infarto Berna Castro Rojas, la Berna, sí, falleció, recién jubilada, siendo trabajadora hospitalaria, doctora , psiquiatra, la mujer más grande en espíritu y voluntad con que hemos compartido la vida.

Berna ha fallecido. Corre la voz.

Su sepelio se realizó en el Cementerio General a las 13.00. Ruego comprensión en las actuales circunstancias. Siempre estará con nosotros con su palabra, su voz, su ternura y su irreductible ejemplo y actitud ante la vida, resistencia y lucha. Nos acompañan en el paso de las tinieblas neoliberales a la luz de la liberación. Llegaron más de un centenar de vecinos a la parroquia Santa Clara, de diversa comunas de la zona sur, dirigentes sindicales y compañeros de las Fenats base del Hospital Florida, de la cual ella era su presidenta, del la Fenats del Sótero del Río, y de la Aprus del Sótero, e inclusive representantes de la resistencia mapuche llegaron a ver a La Berna, quien para los terrícolas se durmió, aunque había movilizado todas sus fuerzas para el despertar de los Pueblos.

Ella se quedó dormida por la madrugada, en la casa que compartía con toda su familia en la comuna de San Miguel, más de 12 personas, una familia extendida del 2020. Recién jubilada, con sus 30 años de servicio en el sector público, y $400 mil pesos decrecientes para el resto de su vida, fueron tres meses exactos. Luego de servir como médica psiquiatra, epidemióloga, salubrista, médica de atención primaria y directivo superior del MINSAL, Berna, una mujer bajísima, de brazos y piernas breves, con unos hermosos ojos verdosos y un vozarrón firme.

Mujer de vasta y rica cultura, siempre, siempre un libro en su cartera o en sus manos, salvo cuando le tocaba conducir manifestaciones populares y sindicales, o cuando niña y joven participaba de la acciones pastorales y estudiantiles. Lejos del alegato simplón, o de la chapucería conceptual postmoderna su quehacer fue siempre la observación participante, “palpitante, sentipensante”, el registro minucioso de conductas y discursos de los interlocutores, el estudio de leyes, el conocimiento cercano del qué hacer del movimiento social y el ataque furibundo al lucro, a la impunidad y al abuso de los sirvientes de la oligarquía y en particular al actuar de los partidos políticos llamados democráticos.

Berna es hija del esfuerzo y el rigor, toda su familia trabaja para vivir. Hija de Hugo Castro -un empleado fiscal, autodidacta, brillante, comunista de verdad, amigo de sus amigos hasta dar la vida si fuese necesario, hoy jubilado que recibe poco más de 200 mil pesos-, y de Berna -una profesora también jubilada con escuálidos 70 mil pesos de pensión-, católica, formada en la antigua ponticato en los años 50, luego de la revuelta del 2 de abril de 1957, Berna , la señorita de las monjas inglesas se emparejó con ese joven comunista y conformaron la familia Castro Rojas.

Berna fue la mayor de tres hermanos. Vivió su niñez en el siempre combativo sector de Avenida La Feria, en el sector 1 de la población Dávila. Ahí, a la familia solía unirse una parentela tan extensa como variada. Había militares, católicos conservadores, izquierdistas duros, falangistas, derechistas y laicos sin militancia. Además de Don Pepone y Don Camilo, el rompón y la chanfaina.

Convertida en una sede de encuentros, la residencia era lugar propicio para debates, análisis y duros enfrentamientos entre la parentela que solía debatir siempre cerca de algunas carnes y licores, como fue propio de los tiempos de la revolución con vino tinto y empanadas. Y por ahí cerca siempre estaba La Berna. Mirando, observando, escuchando activamente. En realidad, la niña disfrutaba con ese espectáculo del verbo y las emociones que se generaban cuando la casa se llenaba. Por eso, en vez de estar en la pieza, jugando con muñecas o haciendo imitaciones de una sesión de tecito infantil, ella estaba dando vueltas por ahí. Observando, registrando, y tímidamente aprendiendo a preguntar. Y si se dormía, no era con música infantil en su pieza, sino en medio de los parientes con la melodía de las ásperas discusiones entre Allendistas y Demócrata Cristianos.

Tenía 12 años cuando la familia se mudó a las cercanías del paradero 18 de Gran Avenida. A la mítica Población Lo Ovalle. La pequeña era alumna del Colegio Corazón de María. La “chica “, como le decían, era una alumna enervantemente matea. Su mundo de silencio y observación estaba siempre coronado con las mejores notas del curso. Si no tenía un 7, entonces la idea de fracaso aparecía de inmediato. Convertido en una obsesión, su mundo rara vez se expandía más allá de la excelencia académica. Cero deportista, sus movimientos más bruscos estaban apenas en algunas disputas de ping-pong, que hasta hace pocos meses practicaba. Entonces, la escolar era una chiquilla formal, amiga de la buena vestimenta. Guantes y sombreros solían acompañar su ropaje. La Berna era una diva y una escena, llena de buen gusto y dulzura.

Eso sí, su amorío por los libros fue siempre superior. Así, por ejemplo la disyuntiva entre elegir un vestido o un texto siempre se resolvía a favor del libro. Nerd sería la etiqueta que le colgarían hoy, solo que las invitaciones seductoras le llovían, los ratos libres de la adolescente se repartían entre Weber, Dostoievski y poemas de Pablo de Rocka, la Biblia y Marx, Carlos Marx, y toda la literatura de la Quimantú, editorial Horizonte y Austral, que su padre o los tíos del partido compartían. Participaba en la pastoral de colegio “Corazón de María” y en el Decanato Sur. A fines de 1978, se le encomienda junto a otros jóvenes trasladarse fuera de Santiago, al campo, a Lonquén, a Los Hornos de Lonquén, para protegerlos en esos días de diciembre del posible saqueo y destrucción de los organismos de la seguridad del Estado de Chile, sitio donde fueron descubiertos alrededor de 15 cuerpos calcinados correspondientes a los campesinos de Isla de Maipo. Y ahí estaba la Berna. ¿Dónde estabas tú, fariseo?, fue su interpelación a los demócrata cristianos.

Berna quería ser médica, la buena prueba que dio para ingresar a la universidad la dejó apenas a 9 puestos de poder ingresar a medicina en la Universidad de Chile. Entonces, decidió entrar a obstetricia. Eran años de Dictadura en la U de Chile. 1979. El movimiento estudiantil apenas estaba comenzando a alzar la voz que exhibiría años después. Por entonces, las cosas eran muy diferentes y la universidad se parecía más a un liceo bajo control que a un espacio de apertura y discusión política. La primera complicación la tuvo cuando se le ocurrió ingresar a la escuela unos instrumentos musicales “artesas”, clara evidencia de la militancia de izquierda de los que los tocaran o escucharan.

Desde el colegio Berna venía cultivando un creciente potencial de liderazgo que, al llegar a la universidad, se acrecentó aún más. El año 79 dio otra vez la prueba de aptitud académica y ahí sí que ingresó sin problema a medicina, siendo nuevamente puntaje nacional. Por entonces, la estudiante era una cercana más a la pastoral que a la JDC. Varios elementos ayudaron a esa cercanía: su familia conocía y participaba desde hacía tiempo en las actividades lideradas por Don Raúl Silva Henríquez, ella misma participó en la formación de la pastoral universitaria y buena parte de su trabajo social fuera de la “U” estaba ligado a las comunidades de cristianos de base de la Zona Sur, en las que el multiverso de laicos y cristianos tenían como práctica vital la lucha por una vida digna.

Más que DC, lo de la Berna era una cercanía a la versión más culta del mundo católico de base. Por eso es que se revitalizaba con las lecturas de la Teología de la Liberación, de Gutiérrez a Vigó, de Jon Sobrino a Elsa Tamez, y con los textos de Marx. Y el ejemplo de monjas, curas y laicos comprometidos con la vida.

Berna fue presidenta del 1er centro de alumnos electo democráticamente en dictadura en la Universidad de Chile, y participó en la formación de la nueva FECh, siendo electa como secretaria general y tercera mayoría, en oposición a la DC (Lubjetic), PC (Rovira), PS (Andrade), constituyendo la Fech en el organismo que ocuparía un lugar privilegiado en los años de oposición al gobierno oligárquico cívico militar del Pinochet-Guzmán y secuaces. Es relevante este hecho, pues ningún feminista lo ha relevado, ninguna frente amplista o frente angosta, pues ella salió electa con los votos de la pastoral universitaria y la izquierda del MDP.

La Berna estudiante tenía claras dos cosas: quería ser psiquiatra y salubrista. Siempre vinculada a lo social, le intrigaba conocer los procesos ligados al fenómeno de la salud colectiva y quería ocuparse de los enfermos mentales, los que para ella son los más olvidados, los excluidos en el sistema de salud.

Estaba en penúltimo año cuando se enamoró de Silvio. Tuvo una bellísima ceremonia de matrimonio. Luego tuvo su hija, Constanza. Entonces todo se hizo más difícil. Así que la especialización en psiquiatría debió esperar más de 20 años. Comenzó a trabajar en consultorios de sectores populares y en ellos hizo presente su vocación de constructora a través de la formación de la actual Confederación Nacional de Funcionarios de la Salud Municipalizada (Confusam). Son de antología sus enfrentamientos verbales con los cenetas e Ivan Moreira y otros delincuentes devenidos hoy en autoridades.

Berna estaba en la DC, fue candidata a vicepresidenta del partido por la facción ‘schiíta’ de la DC junto al Chascón Ormazábal para presidente, a quienes los guatones del ‘gute y la shole’ les birlaron la elección. Fue concejala por la DC en La Pintana, participaba en el Colegio Médico y había estado dedicada a elaborar el plan de modificación de salud que se aplicaría en un supuesto gobierno de Ricardo Lagos. Por eso, cuando llegó a La Moneda, Berna fue nombrada jefa de gabinete del entonces subsecretario de Salud, Ernesto Benkhe (DC), claro que nunca fue jefa de gabinete. En la práctica fue la tercera autoridad del ministerio. Y los trabajadores del Minsal y los servicios se lo hacían sentir a Bachelet ministra y a Benkhe subsecretario, pues ella representó el consenso de los gremios del sector salud para apoyar al gobierno de Lagos, simplemente ella era la jefa.

Pese a haber participado en una acción de denuncia pública en el tedeum de 1999 en que se abortó la ley de punto final de Frei y se denunció en pleno templo catedral el asesinato de la joven Claudia López. El cagazo fue mayúsculo. Michelle Bachelet era la ministra de Salud de Lagos y ahí fue cuando Berna conoció más de cerca a la ahora titiritera de la ONU. Berna siempre la consideró a la “Dra. Bachelet” una mujer trabajadora, alegre, leal con sus equipos y amiga de los datos técnicos. También fue ahí cuando se decepcionó de una reforma al sistema de salud que, para ella, resultó menos que insuficiente. Y a la par denunció, entre otras maniobras, la famosa prebenda de los sobresueldos, creando a la Concertación un problema mayúsculo, amén de haber atendido a Gladys Marín en la comisaría cuando esta fue desalojada de la sede de San Pablo, gaseada y golpeada por las fuerzas del mal, y el campamento de Peñalolén cercado por el Gope. No sólo dejó el ministerio, sino que abandonó la DC, un 29 de marzo dejando su renuncia en el Servel y se acercó a tranco seguro a posiciones de izquierda.

En esos años Berna arrendó casa en San Miguel y nunca fue una deudora habitacional. Más bien era una trabajadora sin casa. ¿Entonces cómo llegó a la dirigencia del grupo que se conoció más tarde como Andha Chile? Efectivamente, Andha Chile fue el primer destello del despertar de masas por allá en el año 2003, luego de contribuir a la organización del paro protesta de agosto de ese año, donde ella coordinó y dirigió con excelsa finesa una reunión sindical con más de 100 dirigentes que aún se odian entre sí. Fue el primer paso de Unidad. Fue una jornada memorable. Fue por su trabajo político como concejala en La Pintana. Ahí se involucró con el tema de las dificultades habitacionales que vivían los sectores populares, la familia trabajadora vulnerada en sus derechos. Poco a poco, se fue convirtiendo en el cerebro organizador de la aguerrida agrupación. Es cierto que en aquellos días los deudores no tuvieron una estructura formal. Fue Berna la que solía encabezar las reuniones y acuerdos, que se consensuaron entre delegados dirigentes de muchos sectores del gran Santiago. Curacaví, Peñaflor, Puente Alto, La Pintana, Peñalolén, La Florida, Buin, San Bernardo. También viajó por el país para encontrarse con los deudores incipientemente organizados en provincias. Berna actuó como una educadora. Más que el choque frontal y la histeria -aunque crea en el valor de la resistencia y desobediencia civil-, a ella le interesó la enseñanza y conciencia de las familias trabajadoras, el proceso del despertar del protagonismo popular, bloqueado a fines de los 80. Por eso su preocupación en instruirlos a través de cuadernos explicativos de la realidad histórica de la vivienda en Chile, que asistieran a charlas de, por ejemplo, el movimiento sindical y la edición de un diario de los deudores de sorprendentes 7 mil ejemplares de tiraje. En eso ocupa sus días desde las 18 horas hasta pasada la medianoche. También los fines de semana, cuando partía con su pareja e hijo a reuniones que consumieron sus días de descanso.

Mientras tanto, Berna, que no tenía ni auto por esos años, sigue con su sueño de conocer algún día Venecia o París. Solo que llegaron otras invitaciones, recorrer el wallmapu, comunidades de cordillera a mar. Recorrer los hospitales, y consultorios de gran parte del territorio del país. Recorrer las cárceles, desde la CAS hasta la de Osorno. Allí, donde se puso en cautiverio a los prisioneros políticos de la democracia y de la resistencia mapuche. Todos los esfuerzos logran la evolución de la situación política. Se empieza a reconfigurar el sujeto político desde una práctica social, no electoral, al menos esa fue la apuesta. Primero fue Fuerza Social, luego Podemos, Poder Democrático y Social, Frente Único del cual Berna Castro fue su secretaria, hasta que Tellier descubrió que era factible elegir un diputado sin mayor conflicto con la Concertación, y el Podemos se pasó a denominar Juntos Podemos, y luego Juntos Podemos Más……..la ruptura democrática se postergaba una vez más por casi 10 años.

Berna hablaría en el programa de Luis Mesina en radio UChile este fin de semana. Fue entrevistada por un programa de Telesur en relación a temas de memoria y justicia Participó de las asambleas territoriales de su comuna. En la CNT No más Afp; en la Coordinadora de Fenats base, y dejaría en pocos meses su Fenats base Dra Eloísa Díaz del Hospital La Florida, pues ya había jubilado.

Sus preocupaciones inmediatas fueron los jóvenes presos, su salud mental y física, la represión, las maniobras distractoras y represivas del bloque oligárquico. Insistía en el viraje total de víctimas a represaliados por el ejercicio de la soberanía, de los derechos, de la democracia, frente a la victimología, la ganancialidad, y la impunidad que abre paso al abuso y al lucro.

Berna, hija, hermana , madre, mujer emancipada…. sobre todo compañera, compu lamnieng…. Berna no muere….La Berna resiste y lucha con nosotros haciendo, comunicando, educando, construyendo la nueva democracia, el poder popular que prefiguró con su práctica…La Berna no nos dejará claudicar… Berna es y será vida y luz por siempre.

Anoche Mariano, Don Raúl, Herminia, ñaña Nicolasa, Arcadia y Don Mario la pasaron a buscar muy temprano para hacer la Minga del despertar del espíritu entre los pueblos.

GM

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