Venezuela. Un número especial del periódico Cuatro F dedicado al 8 de marzo

Por Geraldina Colotti y Veronica Diaz, Resumen Latinoamericano, 8 marzo 2020.-

El último libro del escritor Eduardo Galeano, fallecido en 2015, se llama Mujeres. En una galería de retratos, poemas, fragmentos y reflexiones, aparecen figuras femeninas que se han dedicado a una causa para la conquista de nuevos espacios de libertad.

Uno de estos cuentos, Invisibles, dice: “Hace dos mil quinientos años, al amanecer de un día como hoy, Sócrates caminaba con el hermano de Platón, Glaucone, cerca de Pireo. Glaucone contó la historia de un pastor del reino de Lydia que un día encontró un anillo, se lo puso en el dedo y poco después se dio cuenta de que nadie lo había visto. Ese anillo mágico lo hizo invisible a los ojos de los demás. Sócrates y Glaucone filosofaron extensamente sobre los corolarios éticos de esta historia. Pero ninguno de los dos se preguntó por qué las mujeres y los esclavos eran invisibles en Grecia, aunque no usaban anillos mágicos”.

El tema de la visibilidad, del poder cómo poder hacer, por lo tanto, de la libertad de actuar, es el primer índice concreto de la posición que ocupan las mujeres en una sociedad. Un índice de democracia real porque incluso desde el ágora de la antigua Grecia, las mujeres y los esclavos fueron excluidos de las asambleas de ciudadanos.

A la democracia para las élites, a la democracia burguesa representativa, la revolución bolivariana opone la participativa y protagónica, donde el pueblo, un pueblo de mujeres y hombres soberanos, que deben tener plena libertad para decidir su identidad sexual, ejercen un poder real.

Y si, como dijo el Che Guevara, el ritmo de un ejército se mide por el del último soldado, el grado de libertad, concreto y simbólico, de las mujeres, indica el nivel alcanzado por una sociedad. “No hay socialismo sin feminismo”, dijo Chávez.

Siete años después de su desaparición física, la revolución bolivariana, dirigida por Nicolás Maduro y asistida por un grupo de liderazgo con una fuerte presencia femenina, pone en práctica ese concepto en todas las áreas donde se está construyendo la transición al socialismo. La lucha contra el patriarcado, le dijo al mundo el proceso bolivariano en todos los congresos internacionales que tuvieron lugar a partir del XXV Foro de Sao Paulo, es un eje fundamental de la lucha contra el capitalismo y el imperialismo.

Esto significa, en la práctica, que la “visibilidad” adquirida por la directora del Fondo Monetario Internacional, por la presidenta de un país capitalista, por la explotadora de una maquila o por una fascista guarimbera, es un podio en lo que, como sujetas revolucionarias, no estamos interesadas, es una posición a combatir: porque, más allá de las palabras, es el plazo y el compromiso que, como seres sociales femeninos, asumimos en la lucha de clases, en la lucha tanto por la independencia y soberanía de nuestros cuerpos como por la de la matria-patria.

Esta es la línea de razonamiento que nos ha guiado al proponer este pequeño especial del Cuatro F dedicado al 8 de marzo. Hay muchas caras y voces, de gobierno, partido y movimiento, que nos hubiera gustado presentar, porque la revolución bolivariana es una marcha coral, una brisa capaz de convertirse en un aguacero.

Solo para resumir las actas de la ANC, el máximo órgano plenipotenciario en el que dos mujeres, Tania Díaz y Gladys Requena junto a Diosdado Cabello están en la presidencia, habrían explicado la presencia de género en las decisiones tomadas en este año de resistencia, en el que la revolución bolivariana hizo historia.

En las páginas centrales, la ministra para la Mujer y la Igualdad de Género, Asia Villegas, explica el nivel del desafío que plantean las mujeres para transformar el estado y des-patriarcalizar el imaginario. Una tarea titánica que requiere una vigilancia permanente ante el regreso de las fuerzas conservadoras que quieren hacer retroceder el reloj de la historia.

Por esta razón, recordar la lucha y el sacrificio de aquellas que nos precedieron es fundamental. También es importante comparar los resultados logrados, y también los puntos débiles, con lo que sucede en el resto del mundo, donde reinan los modelos de globalización capitalista.

En los medios de comunicación europeos, el recuento de femicidios continúa cada 8 de marzo, y comienza el 25 de noviembre, en el día mundial contra la violencia de género que presenta las cifras de un crecimiento alarmante. Durante algunos años, desde que el movimiento Ni Una Menos explotó en Argentina, y que se extendió por todo el mundo, también se ha dado cuenta de las manifestaciones y huelgas del 8 de marzo.

Sin embargo, poco o nada se dice de la marcha positiva llevada a cabo por mujeres que, en países como Cuba o Venezuela, han optado por combinar su libertad con la libertad de todas y todos. Para los medios hegemónicos, subordinados a un modelo de desarrollo que debe monetizar el cuerpo femenino a partir de la explotación laboral, es importante demostrar que el socialismo ha fallado, incluso en este campo.

Contra la Venezuela bolivariana, la batalla es también la de los números. Por esta razón, sin ocultar la existencia de obstáculos que socavan el camino del socialismo también en términos de libertad de género, hemos dado más espacio a los proyectos que al recuento de las muertas.

En el libro de Galeano, hay una historia titulada El zapato, dedicado a Rosa Luxemburgo, asesinada en Berlín el 15 de enero de 1919. Los asesinos la masacraron con disparos de rifle y la arrojaron a las aguas de un canal. En la calle, perdió un zapato. Una mano recogió ese zapato del barro, recogió su bandera. Todos los días en Venezuela, una mano levanta esa bandera, la bandera de Chávez, la bandera del socialismo feminista.

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