Venezuela. Desactivando bombas mediáticas: La cobertura periodística del ingreso de la ayuda humanitaria (Opinión)

Por Neirlay Andrade, Resumen Latinoamericano, 1 de marzo de 2020.

El 29 de septiembre del año 2019 de forma tardía y discreta, Carlos Yárnoz, el Defensor del Lector del periódico español El País, reconoció en su columna que “una cadena de equivocaciones” había llevado al diario del Grupo Prisa a informar que el gobierno de Nicolás Maduro había no sólo bloqueado el ingreso de camiones con ayuda humanitaria a Venezuela, sino que además, los había incendiado.

Decimos que esta rectificación llega de forma tardía porque ocurre siete meses después de los sucesos en la frontera colombo-venezolana; y la calificamos como discreta porque la preponderancia de esta columna no se equipara a la del Editorial de ese diario, fechado el 25 de febrero, en el que se lee: “El régimen ha dejado al descubierto su cara más miserable al quemar algunos camiones cargados de medicinas y alimentos”. Pero además, no hay réplica que le haga frente a la minuciosa cobertura que rodeó la batalla en la zona fronteriza, orquestada por una fracción de la oposición venezolana, encabezada por el diputado Juan Guaidó.

La promesa de los principales titulares del Grupo Prisa, así como del Grupo de Diarios de América (GDA) para el 23 de febrero era de guerra; así que no es casualidad que el título de la columna del Defensor del Lector de El País se llame “Bombas durmientes” para alertar sobre “datos erróneos no rectificados” que “cual artefactos explosivos enterrados tras las guerras” pueden “estallar en cualquier momento para dañar la credibilidad de quien la difundió”.

Lo que no dice Yárnoz es que estas bombas durmientes fueron sembradas con alevosía y responden no a una “cadena de equívocos” sino a una línea editorial que bien podemos describir como interesada y que da señales de un arraigado proceso de instrumentalización, entendido como “la injerencia de intereses extraperiodísticos -específicamente políticos y empresariales- en las condiciones de los procesos de producción informativa” (Guerrero, 2017, pp. 115-116). Este proceso es mucho más amplio que la mera puesta en circulación de noticias falsas y resulta en la distorsión del rol vigilante (Watchdog) de los medios sobre la democracia, sus actores e instituciones.

Las consecuencias de estas maniobras de guerra son de largo alcance; ya lo ha alertado el investigador brasileño Alfonso Albuquerque (2017) “los medios y otras instituciones de accountability pueden socavar la democracia a la vez que aseguran defenderla” (p.3). Es en esta dualidad de roles defensa-conspiración (para usar los conceptos de Albuquerque) donde debemos enmarcar la “cadena de equivocaciones” de Yárnoz y que no es otra cosa que una intrincada red de intereses disfrazados (en algunos casos de manera burda) bajo la retórica manida de la objetividad. Pero lo cierto es que hay una batalla y como apunta José María Maravall (1999, p.163), en escenarios de esta índole, “los titulares contarán con el respaldo de su propio partido (los medios)”.

Que los medios “tomen” partido no es una novedad. Ya hay investigaciones que evidencian cómo en sistemas democráticos la oposición sigue en lugar de liderar a los medios de comunicación (Maravall, p.162) quienes pueden marcar la agenda parlamentaria, por ejemplo, con su flujo informativo. ¿Hasta dónde puede llegar esta dinámica? Maravall advierte que “ellos pueden usar presión, amenazas, chantaje” (p.163) y alcanzar abiertamente la desestabilización. El autor español ha utilizado una frase bastante elocuente atribuida a H. Truman: los medios “pueden elevar la temperatura considerablemente en la cocina” (Ibídem) y todo indicaba el 23 de febrero que la sopa estaba por ser servida.

Genealogía de una noticia falsa

El 10 de enero, el presidente de la República, Nicolás Maduro, asumió un segundo mandato. Una fracción de la oposición (que se abstuvo de participar en la contienda electoral)declaró este hecho como una “usurpación” del cargo (pues desconocían las elecciones y por ende la proclamación) y en una hilarante interpretación de la Constitución, la Asamblea Nacional aseguró que había “falta absoluta” (término empleado en la Carta Magna para referirse a la muerte del mandatario; renuncia; destitución por el Tribunal Supremo de Justicia o incapacidad física o mental permanente). Acto seguido, el presidente de turno del legislativo, Juan Guaidó, se autoproclamó “Presidente Encargado” de la nación en un mitin ante unos cientos de seguidores en Caracas.

Cualquier lectura atenta de la Constitución venezolana hubiese bastado para reducir estos episodios a anécdotas pintorescas de la disputa por el poder político en el país; pero no fue así. Juan Guadó fue presentado en las portadas internacionales como “Presidente Encargado” sin más. Esto da cuenta en un primer momento de la capacidad de los medios para “coordinar e incluso acuñar una retórica común para describir la realidad” (Albuquerque 2017, p.13). Pero todavía más: esto evidencia los alcances de la monopolización de la información y la respectiva concentración de la propiedad de los medios (de comunicación) en un puñado de oligopolios.

El ascenso de Guadó era en la crónica mediática internacional directamente proporcional a la caída del régimen chavista; la estocada final sería dada el 23 de febrero cuando ingresarían camiones de ayuda humanitaria costeados en su mayoría por la Usaid.

El día esperado”;“el día D”; así fue presentada la jornada por los diarios de la región. En casa, El Universal conjuraba la contienda de las próximas horas destacando la petición del Secretario General de Naciones Unidas de “evitar la violencia” y en la misma línea citando exhortos a las Fuerzas Armadas para “permitir el ingreso de la ayuda al país.”

Los primeros “trinos” sobre el incendio de camiones en el Puente Internacional Simón Bolívar llegaron no desde la frontera sino desde la Casa Blanca: el Vicepresidente de EEUU, Mike Pence denunciaba que “el tirano bailaba en Caracas mientras sus secuaces asesinaban civiles y quemaban alimentos y medicinas”. Desde luego, la rectificación de Pence no ha llegado todavía.

Al día siguiente, los titulares se hicieron eco de esta (falsa) denuncia: “Guardia chavista quema ayuda humanitaria y mata a 4 personas” (El Diario de Hoy, El Salvador); “La comida y los remedios para Venezuela ardieron en la frontera” (Clarín, Argentina); “Maduro resiste, ataca ayuda y rompe con Colombia” (Folha de S. Paulo, Brasil); “Maduro reprimió ayuda humanitaria” (La Nación, Paraguay).

Desde luego, hubo voces disidentes que desmintieron a Pence (Telesur, entre ellas), pero el coro internacional fue tan estruendoso que la verdad fue silenciada. Así las cosas hasta que apareció el primer reportaje incómodo: el diario estadounidense The New York Times publicó unos videos que dejaban en evidencia cómo ocurrieron los hechos: “un coctel molotov lanzado por un manifestante en contra del gobierno es el causante más probable del incendio”

De acuerdo al relato del diario “el mismo manifestante es visible en otro video, unos veinte minutos antes de lo sucedido, impactando otro camión con un coctel Molotov, sin que ese vehículo se quemara”. Esto contradice el testimonio en primera persona de corresponsales de medios digitales que declararon desde el puente que los camiones habían sido incendiados por las bombas lacrimógenas de las fuerzas de seguridad venezolanas y especialmente a la parlamentaria opositora Gaby Arellano; una de las fuentes primarias de la noticia falsa.

Con la instauración de la democracia liberal como paradigma global, la libertad de prensa ha sido vista como un pilar fundamental de este sistema; pero casos como el descrito bien invitan a debatir sobre estos presupuestos. Pareciera que más allá de la libertad de prensa (o de empresa como apuntan algunos autores críticos al liberalismo) lo que requieren las democracias es, en palabras de Adam Przeworski, un “régimen de libre información”.

Conclusiones

Cuando Simón Bolívar calificó a su periódico como la artillería del pensamiento bien se podría pensar en una metáfora propia del contexto de guerra por la emancipación. No obstante, hoy en día, la prensa demuestra ser un arma bastante sofisticada, especialmente en escenarios de alta polarización y conflicto como es el caso de Venezuela, donde hay que poner lupa en el binomio presa libre-democracia y ver la complejidad de esta relación que está atravesada por intereses económicos y políticos.

Cuando los medios quieren enmendar la plana a los pueblos es necesario revisar los alcances (y desde luego, las limitaciones) del rol de watchdog asociado a la prensa que encubre su posición bajo el ropaje del relato objetivo y nos presentan una detalladísima mentira muy bien diseñada (basta ver los nutridos artículos del diario El País citados en este trabajo o los relatos de los corresponsales en la frontera). ¿Quien vigila el comportamiento los (medios) vigilantes? Esta cuestión es clave para la comprensión de la relación entre los medios y la democracia.

Ya los venezolanos hemos vivido otras “batallas” cantadas por la prensa. En 2002, uno de los principales diarios del país, El Nacional, auguró el 11 de abril una contienda final en Miraflores (palacio de Gobierno). Ese día se ejecutó un golpe de Estado contra el entonces Presidente Hugo Chávez; pero además se marcó un punto de inflexión en la relación entre los medios y la política local. Desde entonces, la polarización social ha hegemonizado la prensa: ya no hubo más que oficialistas contra opositores (o viceversa). En este orden de cosas, la realidad ha quedado reducida a dos casillas perfectamente delimitadas y todo el espesor, la complejidad u opacidades de la política han sido reducidas a estas celdas de confinamiento. Superar esta trampa es vital para el robustecimiento de la democracia.

Los medios, además de armas eficaces han sido instrumento de cohesión de la oposición; alcanzando acciones coordinadas para abrir paso a violaciones fragantes a las leyes. De hecho, las últimas maniobras para socavar la legitimidad del gobierno de Nicolás Maduro se han basado en interpretaciones sui generis del texto constitucional y, aunque han ido acompañadas de intentonas golpistas, todos los experimentos (incluso los insurreccionales) han sido presentados como ejemplos de apego a la institucionalidad.

La única forma de desactivar bombas mediáticas es con información y esto va más allá de la libertad de prensa e implica la democratización de la comunicación; el robustecimiento de las instituciones y contraloría popular. De lo contrario, cada tanto habrá una nueva víctima y no será solamente la credibilidad de quien difunde la mentira sino que el estallido puede herir de muerte la vida democrática de un país.

Referencias

Albuquerque, A (2017) Protecting Democracy or Conspiring Against It? Media and politics in Latin America: a glimpse from Brazil. Journalism : 1-18

Casey, N; Koetll, C y Acosta, D. (10 de marzo de 2019) ¿Quién fue responsable del incendio de la ayuda humanitaria para Venezuela?:

CNN Chile (24 de febrero de 2019) Ayuda en llamas: las portadas de los medios internacionales sobre la crisis en Venezuela:

https://www.cnnchile.com/mundo/medios-internacionales-portadas-crisis-en-venezuela_20190224/

El País (25 de febrero de 2019) Editorial: Ayuda Humanitaria.

https://elpais.com/elpais/2019/02/24/opinion/1551023025_925944.html

El Universal (23 de febrero de 2019) Llegó el día esperado:

https://m.eluniversal.com.co/home/portada-pdf/portada-23-de-febrero-de-2019-FK804025

El Universal http://kiosko.net/ve/2019-02-23/np/ve_universal.html

Torrado, S (24 de febrero de 2019) La “batalla” en el puente Simón Bolívar de estrella con el muro de los militares. El País:

https://elpais.com/internacional/2019/02/24/actualidad/1550975596_039874.html#?ref=rss&format=simple&link=link

Guerrero, M (2017) ¿Por qué definir como «liberal capturado» el modelo de sistemas mediáticos en América Latina? Infoamérica, Revista Iberoamericana de Comunicación 97-128.

La Nación (23 de febrero de 2019) Tensión en Venezuela: conciertos y violencia antes del día D

Maravall, JM. (1999) Accountability and Manipulation. En: Adam Przeworski, Susan Stokes y Bernard Manin (eds) Democracy, Accountability, and Representation. Cambridge University Press, pp. 154-196.

Przeworski, A. (1998) Democracia y representación. Revista del CLAD Reforma y Democracia. 10: 7-32.

RCN Radio (23 de febrero de 2019) Guardia venezolana quema ayudas humanitarias:

Yárnoz, C (29 de septiembre de 2019) Bombas durmientes. El País:

https://elpais.com/elpais/2019/09/27/opinion/1569613669_953342.html

You must be logged in to post a comment Login