Colombia. La espiritualidad, escenario en disputa

Edwin Doria / Resumen Latinoamericano / 16 de febrero de 2020

Las organizaciones políticas alternativas, generalmente, han rechazado incluir dentro sus postulados la espiritualidad para llegar a las bases populares. Y es que la espiritualidad es eje fundamental en la cultura de los pueblos. No es un tema de menor rango dentro de un proceso de cambio y transformación.

La historia de la humanidad da cuenta desde la edad primitiva, hasta nuestros días, de que la espiritualidad es una necesidad vital para la supervivencia humana.

Desde oriente hasta occidente distintas sociedades en diferentes estadios de la civilización humana, lograron establecer creencias que identifican culturalmente a su comunidad o nación. Creencias que contribuyen a la unidad o división de un pueblo.

En la invasión española a estos territorios, la cruzada religiosa se gestó con un cristo en una mano y la espada en la otra.  La religión católica fue parte de la imposición de un sistema económico, político y cultural para dominar a los pueblos nativos de este territorio. También a los hombres y mujeres traídos desde África, se les impuso la evangelización, aunque contaban con un desarrollo espiritual propio.

A pesar de la supuesta independencia, al constituirnos como república conservamos la religión y en consecuencia la cultura impuesta como parte del legado «civilizatorio».

Aunque los nativos luchan y resisten por preservar su cultura y autonomía, heredamos la espiritualidad impuesta como parte de un proceso de aculturación.

En la actualidad el imperialismo conocedor de la importancia de la espiritualidad en los pueblos, ha desplegado su ofensiva religiosa; utilizando como vehículo la iglesia protestante en sus diferentes presentaciones u empaques, desarrollando una política de operación hormiga. Consistente en que cada casa, garaje, patio, parque, plaza y esquina se convierta en una iglesia para propagar el temor a dios y la generación de riqueza, no solo a quien predica, sino a la multinacional de la fe que acredita su franquicia.

La sociedad latinoamericana en su conjunto no cuenta con una religión establecida y mucho menos con dioses o diosas propias. Muy a pesar de la riqueza, diversidad cultural y espiritualidad que se atesora. Ante esta necesidad nos toca creer en dioses prestados e impuestos, religiones alquiladas que cobran muy caro su fe.

Me atrevería asegurar que una de las dificultades más importante que se afronta para llegar a los sectores populares en los territorios urbanos y rurales, es la carencia de un proyecto cultural y por ende espiritual. Proyecto que debe ser antihegemónico, para que contribuya a disputar la espiritualidad en el campo y la ciudad.

Esta disputa debe satisfacer la necesidad espiritual para resolver los problemas no solo del orden moral y ético, sino material. Dejamos el liderazgo espiritual en manos de contradictores políticos y enemigos de clase, hoy es el momento establecer la espiritualidad como escenario de disputa.


** Las opiniones, análisis y/o similitudes expresadas por los autores son su responsabilidad,  por tanto Trochando Sin Fronteras no se hace responsable

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