Brasil. “En colapso” o cómo restringir la democracia a la clase privilegiada

Por Luna Gámez, 29 noviembre 2019

  • Esther Solano, profesora de Ciencias Sociales y Políticas en la Universidad Federal de São Paulo, analiza la actual situación de crisis política, social e institucional que vive Brasil.

Bajo la calificación de “democracia incompleta”, la investigadora Esther Solano, profesora de Ciencias Sociales y Políticas en la Universidad Federal de São Paulo, analiza la actual situación de crisis política, social e institucional que vive Brasil. Solano, organizadora del libro ‘Brasil en colapso’ –que cuenta con artículos de otros científicos sobre la ascensión de la nueva derecha brasileña, el rol de las redes sociales en la política, la militarización del gobierno, el papel de las iglesias evangélicas o el desmonte neoliberal, entre otros– explica en una entrevista los pormenores de estas investigaciones.

Desde hace varios años, Solano investiga cómo y por qué está ascendiendo la extrema derecha en Brasil y para ello entrevista principalmente a personas de las periferias urbanas. “En tiempos de fake news, anti-intelectualismo y ataques inquisitorios al pensamiento libre, estos textos analizan el actual período de la realidad brasileña con énfasis en una lectura científica y crítica, entendiendo que la ciencia y la reflexión son los únicos caminos para salir de las tinieblas”, escribe esta politóloga en la introducción del libro.

En la presentación de tu libro, mencionabas que la ausencia de democracia se hace aún más evidente en el momento en el que ni siquiera el respeto a la vida está asegurado, ¿en algún momento se llegó a instalar la democracia en Brasil?

E.S.: Nosotros hablamos del término “democracia incompleta”. Mientras la clase media blanca vive en una democracia bastante cómoda desde hace un tiempo, algunas poblaciones indígenas están siendo amenazadas o existe una gran parte de la población negra que ni siquiera sabe si va a poder volver con vida a su casa. Por tanto, para ellos no existe el amparo de una democracia.

Esther Solano, profesora en la Universidad Federal de São Paulo

Esther Solano, profesora en la Universidad Federal de São Paulo La herencia colonial, clasista y racista hace que la democracia siempre haya sido muy frágil en Brasil. Este colapso parte de la falta de estructura histórica pero, a corto plazo, comienza cuando se gestó el golpe o impeachment

Lo que hay en Brasil es una democracia muy restringida a una clase privilegiada. El racismo y la desigualdad tan fuertes que hay en Brasil hacen que para mí hoy la palabra democracia en este contexto no tenga sentido. La clase media alta está percibiendo una crisis institucional, pero para la población más pobre las instituciones nunca funcionaron. Recién ahora la clase media blanca ve que el colapso político e institucional les afecta a ellos, pero ese colapso ya existía previamente.

Entonces, ¿lo que habría colapsado sería un proceso democrático que no había llegado a culminar?

E.S.: Si, básicamente es eso. En Brasil hay una democracia que nunca ha llegado a culminar y que además es elitista. El país está tomado por la lógica política de la clase media alta. Al final de cuentas, los partidos políticos de izquierdas tampoco apreciaban esa democracia incompleta porque para ellos funcionaba. Es ahora cuando se han dado cuenta que, o funciona para todo el mundo o no funciona para nadie.

¿Cuándo se comenzó a gestar este colapso que describís en el libro?

E.S.: Es una cuestión que viene de lejos. Brasil se ha construido en una estructura muy racista y desigual. La herencia colonial, clasista y racista hace que la democracia siempre haya sido muy frágil en Brasil. Este colapso parte de la falta de estructura histórica pero, a corto plazo, comienza cuando se gestó el golpe o impeachment, yo prefiero llamarlo golpe.

El golpe fue una fractura social muy grande que generó una desconfianza en las instituciones y en la política, y desembocó en el fenómeno Bolsonaro (actual presidente). No obstante, repito que nada de esto habría sido posible si la estructura social brasileña no tuviera tanta violencia social y desigualdad.

¿Por qué elegiste el termino colapso para definir esta situación?

E.S.: Fue una elección conjunta con la editora. El objetivo es mostrar que estamos en un momento muy crítico para la democracia pero no es solo institucional, sino que abarca al país como un todo, por eso el título ‘Brasil en colapso’.

Esther Solano, profesora en la Universidad Federal de São Paulo

Esther Solano, profesora en la Universidad Federal de São Paulo Bolsonaro trajo consigo un drama institucional y una amenaza para la civilización o la sociabilidad que pensábamos que ya estaba garantizada

La agresividad de (Jair) Bolsonaro también está provocando un colapso de nuestras formas de sociabilidad, políticamente es muy inusual ver una figura pública tan agresiva. Muchas familias en la época de las elecciones se sintieron divididas, decían que no podían conversar en casa, y personas LGBTI tenían miedo de salir a la calle. Bolsonaro, por tanto, trajo consigo un drama institucional y una amenaza para la civilización o la sociabilidad que pensábamos que ya estaba garantizada. Cuando el propio Presidente puede decir que prefiere un hijo muerto a que sea homosexual el patrón civilizatorio parece estar desapareciendo a favor del colapso.

En el trabajo de investigación plasmado en este libro, la comunicación por medio de redes sociales se coloca como una de las razones para el auge de Bolsonaro. ¿Cómo se materializa este efecto de comunicación masiva, a veces, manipulada?

E.S.: Los movimientos en las redes surgen de forma muy organizada, inclusive con estructuras que son de una cierta élite comunicacional, jurídica, política y económica, que se aprovechan de una sociabilidad muy propensa a la difusión de la insatisfacción política.

Tras muchos años de gobierno es natural que el Partido de los Trabajadores (que estuvo anteriormente durante 13 años en el gobierno) entre una onda de desgaste, y la corrupción en momentos de crisis económica siempre promueve fenómenos más populistas. Estos elementos se combinan con una ampliación del acceso a redes muy reciente, entre 2011 y 2013. Brasil es un país joven en el uso de internet y posee un analfabetismo muy grande, por tanto cuando llega una herramienta potentísima con alcance masivo no todas las personas saben utilizarla bien.

Una parte de la población tiene acceso a redes sociales pero no a medios de comunicación convencionales, ¿esto supone una nueva forma de transmisión de la información política?

E.S.: En nuestra investigación eso ha aparecido con mucha claridad: hay una gran parte de la población que no cree en la gran prensa y hay poquísima gente que accede a los periódicos de forma continúa. Por el contrario, muchas personas perciben internet como un lugar de mayor horizontalidad y libertad. Internet supone la puerta de acceso a una gran cantidad de información pero sin un trabajo profesional de información y verificación, lo que se traduce en situaciones peligrosas.

Protesta contra Bolsonaro y en homenaje a la activista Marielle Franco, Río, de Janeiro, 5 de noviembre de 2019.Ricardo Moraes / Reuters

¿Cómo ha afectado el fenómeno Bolsonaro a la desconfianza en los grandes medios de comunicación?

E.S.: Esta desconfianza ya existía antes pero en el periodo de las elecciones de 2018 se intensificó. Bolsonaro llegó con una propuesta antisistémica, parecida a la de Trump, y designó a los medios de comunicación como sus grandes enemigos. Por tanto, él potencializa una desconfianza que ya existía pero de forma muy violenta y, al mismo tiempo, haciendo uso de una estrategia afectiva y emocional. No presenta ningún tipo de argumentos sobre ese descrédito a la prensa, pero para la persona que ya tenía recelos la simple palabra de Bolsonaro ya es suficiente.

Con la llegada de esta extrema derecha, el discurso nostálgico de un supuesto pasado mejor toma fuerza hasta llegar a niveles de defender la dictadura. ¿Cómo se reincorpora el protagonismo de ciertos valores conservadores?

E.S.: Los ‘bolsonaristas’ repiten mucho la palabra orden. Ellos dicen que lo que estamos viviendo ahora sería un desorden y un caos no solo político y económico, si no también ético, moral y religioso. Por eso defienden el rescate de valores sociales como la familia y la religión, con un misticismo de un pasado romántico donde habría mucha más seguridad emocional y estructural.

¿La seguridad emocional se ha tambaleado por las crisis económica?

E.S.: Sí, es un elemento que hemos percibido con mucha claridad en nuestro trabajo con gente en paro o en situación vulnerable. Muchos votaron a Bolsonaro porque decían que se sentían humillados, inútiles, como si su vida no tuviese mucho sentido porque trabajan en condiciones muy precarias y en cualquier momento se pueden ir al paro. Según nos relataban ellos mismos, esto les producía un sentimiento de rabia y de frustración, de resentimiento contra los privilegiados. Y lo que ha sucedido es que Bolsonaro ha llegado y ha sabido canalizar esta rabia.

¿Crees que la actual política brasileña está influenciada actualmente por fuerzas exteriores?

E.S.: Es una cuestión muy candente. No tenemos muchos datos pero ciertas informaciones nos indican que la injerencia de ciertas fuerzas económicas exteriores no es un fenómeno presente solo en Brasil, sino algo transnacional. Tenemos datos por ejemplo de que el Movimiento Brasil Libre (MBL), que fue super importante para promover el impeachment (de la expresidenta Dilma Rousseff) –y sin el impeachment no habría habido Bolsonaro–, pertenece a una asociación internacional que es el Atlas Network que promueve y financia muchas otras organizaciones de corte neoliberal que actúan en toda América Latina.

Esther Solano, profesora en la Universidad Federal de São Paulo

Esther Solano, profesora en la Universidad Federal de São Paulo Las propuestas religiosas que proceden de EE.UU. tienen una visión muy neoliberal, es una forma religiosa muy meritocrática e individualista. Están llegando con mucha fuerza, mucho dinero y una sólida estructura

Otros datos apuntan que Ricardo Salles [ministro de Medio Ambiente] forma parte de redes de negacionismo climático con orígenes estadounidenses. En las iglesias evangélicas vemos también la reproducción de un modelo muy claro que viene de Estados Unidos para Brasil. Además del gobierno de Trump que ha tenido interferencias directas y también indirectas porque Bolsonaro se ha esforzado por replicar su modelo.

¿Cómo crees que la llegada de tendencias religiosas provenientes de Estados Unidos influyen sobre el actual colapso que describes?

E.S.: En principio negativamente, porque es una religión que es demasiado promiscua y allegada a la política. Y luego son propuestas religiosas con una visión muy neoliberal, es una forma religiosa muy meritocrática e individualista. Están llegando con mucha fuerza, mucho dinero y una sólida estructura. Desde la izquierda es difícil luchar contra eso porque son estructuras muy macro.

Afirmabas en ocasiones anteriores que el sector progresista no está preparado para hablar sobre la importancia de la religión, ¿por qué?

E.S.: En Brasil el Partido de los Trabajadores surge apoyado sobre las comunidades católicas de base, con la iglesia de la Teología de la Libertación. No obstante, se aparta de eso porque y se acaba nutriendo posteriormente de principios como la laicidad y los derechos humanos. Esto es un poco paradójico porque Brasil es un país con una espiritualidad muy fuerte donde las religiones están muy presentes y donde las clases populares no se pueden entender si no respetan esas religiosidades. Por tanto, si la izquierda se aparta de la religión se aparta también de la clase popular a la que en teoría representa.

No obstante, lo que la izquierda ve ahora es que está lidiando con un fenómeno religioso muy diferente que es la iglesia evangélica, sobre todo pentecostales y neopentecostales, que son verdaderas empresas muy organizadas y que han crecido vertiginosamente. Continúan creciendo y políticamente son un desafío muy fuerte, porque se organizan en grupos ultraconservadores.

Bolsonaro en una marcha evangelista celebrada en Sao Paulo, 20 de junio de 2019.Nacho Doce / Reuters

En una situación política y social polarizada como la de Brasil, ¿cómo se crean puentes comunicativos?

E.S.: La sociedad brasileña está menos polarizada de lo que parece. Yo que converso mucho con los conservadores y votantes de Bolsonaro, existe un cansancio de la oposición. Muchas personas están hartas de la agresividad política y de pelear con la familia. Por tanto, me parece, que se comienza a crear un consenso social de que esos extremos son negativos. Si bien durante el periodo electoral parecía que valía todo, pasadas las elecciones lo que la gente quiere es recuperar la normalidad y vivir en una cierta paz social.

Una cosa que yo he aprendido de mi trabajo es escuchar lo que el ciudadano anónimo tiene para decir, nos dejamos llevar por el sensacionalismo político y lo que necesitamos es darle más voz a lo cotidiano del día a día. Necesitamos honestidad intelectual en la presentación de la información ya que siento que la polarización política ha sido también muy construida por analistas y periodistas. La gente no quiere vivir de forma tan extrema, si vamos a la base social la gente sigue conviviendo a pesar de las diferencias.

¿Existen vías para descolapsar?

E.S.: Esperanzas siempre hay. Una cosa que me parece muy fuerte es que en menos de un año de Gobierno, Bolsonaro ha perdido vertiginosamente una buena parte de su popularidad. La gente lo votó pero hay muchos que están percibiendo que su forma de gobernar no funciona, eso muestra que algunos lo votaron movidos por la furia y la rabia. Fue como una tempestad pero hay mucha gente que tampoco está cómoda con esta forma de gobierno.

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