Chile. La Reforma Laboral del gobierno patronal y los debates con la falsa oposición: diferentes formas de abordar la precarización laboral y la flexibilización del trabajo

Ariel Orellana Araya / Resumen Latinoamericano / 13 de agosto de 2019

El debate de la jornada laboral se ha tomado parte importante de las discusiones en la agenda política nacional, dando pie a diferentes visiones vinculadas no sólo a la jornada laboral, sino también temas referidos al salario y la productividad.

El gobierno de Sebastián Piñera viene buscando concretizar una reforma laboral que constituye parte importante de las medidas que la patronal ha denominado “modernizaciones” al Estado. Lo central de esta reforma laboral es la flexibilización del empleo, es decir, liberalizar la jornada laboral para hacerla acomodable a las necesidades del mercado y así aumentar las ganancias de los dueños de la riqueza en el marco del actual patrón de acumulación capitalista.

Esta reforma trae medidas como el cambio de la jornada de 45 horas semanales por una jornada de 180 horas mensuales que se pueden distribuir de 4 a 6 días a la semana, incorporación de bolsas de horas extras, flexibilización del descanso dominical obligatorio, eliminación de la jornada laboral del tiempo considerado como tiempo preparatorio (cambio de ropa, incorporación de elementos de seguridad) entre otros elementos. Todas estas medidas que, en proyección, tendrán consecuencias como la relativización de derechos laborales y sociales, el reemplazo de acuerdos colectivos por tratados individuales dejando a las y los trabajadores expuestos a presiones directas del (a) empleador (a), la probabilidad de que la clase trabajadora termine laborando en dos o más lugares distintos, la realización de más de 12 horas de trabajo diarias, entre otros. A través del concepto de adaptabilidad y pactabilidad, el gobierno promueve este proyecto de sobreexplotación de la clase trabajadora bajo el argumento que busca generar condiciones que permitan conciliar el trabajo con la familia.

Por otro lado, el falso Partido Comunista en una salida oportunista a través de la Diputada Camila Vallejos,  reinstala un proyecto de ley que busca reducir la jornada laboral a 40 horas semanales, generando un debate, polarizando las visiones sobre el empleo, las condiciones laborales de las y los trabajadores y la productividad nacional. El argumento de este proyecto es que trabajar más horas no es sinónimo de mayor productividad, y que, por el contrario, ha sido comprobado en otros países que la disminución de horas de trabajo ha permitido el aumento de la productividad, dado principalmente porque al haber más tiempo libre hay menos estrés y con ello mayor vocación laboral, sin embargo, para uno u otro proyecto se ha hecho mención de diversos sectores la falta de estudios que avalen dichas hipótesis.

Si bien, el proyecto de 40 horas semanales no flexibiliza la jornada y a su vez, permite una disminución objetiva de las horas de trabajo, avanzando con mayor claridad en la necesidad de las y los trabajadores de conciliar el trabajo, la vida familiar y recreativa. Cabe la duda que este sector hoy, en calidad de oposición tenga una propuesta de este carácter, después de que aprobó y promovió la reforma laboral de Michelle Bachelet que fue el primer impulso al cual da continuidad el proyecto de ley de Piñera y que en síntesis fue una reforma antisindical y que golpeó duramente a la clase trabajadora. Por un lado da la espalda a las y los trabajadores, y luego en un contexto de algidez política y de debilidad y deslegitimidad del gobierno actual, se pone de su lado. Sin embargo, este proyecto no menciona temas tan relevantes como el salario, o la cláusula que establece la facultad del empleador(a) de despedir sin previo aviso por necesidades de la empresa.

Como último antecedente, el día 8 de agosto, el actual Ministro del Trabajo y Previsión Social Nicolás Monckeberg anuncia a la prensa que su proyecto de reforma considerará la alternativa de una jornada semanal de 41 horas, bajo el argumento que hoy lo fundamental es la adaptabilidad laboral para afrontar los tiempos venideros, la automatización y las nuevas tecnologías, una improvisación de tal calibre que el propio Piñera debió ordenar las huestes para cuadrar a los partidos de gobierno y sumar apoyo en el parlamento para la posible votación.

Dada la polémica, es sorprendente que rápidamente el ministro del Trabajo proponga una salida de estas características, la pregunta por tanto es ¿cuál es realmente el objetivo de esta reforma?

La respuesta es clara: generar condiciones más favorables para abaratar el gasto en mano de obra y favorecer las ganancias de las compañías. Y esto es posible mediante legislación laboral que permita flexibilizar el trabajo, es decir, liberalizar lo más posible el criterio que rige las relaciones laborales y traspasar a las y los empresarios la mayor cantidad de facultad de decisión sobre la administración del trabajo, permitiendo favorecer su propio enriquecimiento a través de la sobreexplotación y la apropiación de la plusvalía.

La flexibilidad laboral apunta a sobrexplotar a las y los trabajadores, en otros términos es “estrujar” su mano de obra mediante jornadas y normativas laborales poco rígidas, corriendo los límites y cercos impuestos por los derechos laborales, ganados históricamente a través de la organización y la lucha de la clase trabajadora.

En ese sentido, pese a que el proyecto del falso Partido Comunista, busca reducir la jornada laboral, ningún sector de la oposición, sea proveniente de la ex Nueva Mayoría como del Frente Amplio se ha expresado tajantemente contra los modelos de flexibilización y precarización laboral, por el contrario han sido cómplices aprobando el Estatuto Laboral Juvenil y la cotización obligatoria de honorarios del Estado, ambas medidas que forman parte del paquete de “modernización del Estado” impulsadas por el gobierno de las y los patrones.

En situaciones de crisis como la que hoy enfrentamos, producto de la situación económica mundial, así como de la guerra comercial entre EE.UU y China, los costos siempre los pagan las y los trabajadores y el pueblo. No es casualidad que el desempleo esté en cifras ascendentes y preocupantes y que los efectos para el 2020 sean aún más catastróficos, tampoco el riesgo de despido a cambio de robotización en diferentes sectores productivos. La flexibilidad y precariedad laboral disfrazada de adaptabilidad son parte de lo mismo y golpean duramente a nuestra clase.

Nuestro camino es luchar y defender el trabajo, luchar por una jornada laboral de máximo 40 horas semanales distribuida en 5 días a la semana, luchar por eliminar la causal de despido por necesidades de la empresa,  acabar con las horas extras y a cambio de ello luchar por un salario mínimo justo y acorde al costo de la vida, luchar por una indemnización por años de servicio sin tope alguno, y por un sistema de previsión social que incorpore salud, pensiones y salud laboral sin discriminación y que esté al servicio de la clase trabajadora y no al de la patronal y sus lacayos.

El autor es Trabajador Social, Magister en Gobierno y Gestión Pública (E), miembro de la Asociación Intersindical de Trabajadoras y Trabajadores Clasistas, AIT.

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