Argentina en Cuestión. ¿Existen otras izquierdas además de las que propone el FIT y el Nuevo MAS?

Por Guillermo Cieza, Resumen Latinoamericano, 18 julio 2019.-

Existen. A continuación reproduzco de dos posicionamientos muy distantes, donde se exhiben con mucha crudeza sus posiciones políticas. El primero de ellos es un documento del MULCS, integrante del Movimiento de los Pueblos. El segundo es un reportaje a Juan Grabois referente del Frente Patria Grande, referido a su experiencia en el armado de las listas. Por las dudas aclaro, sus diferencias no hacen a participar o no en elecciones. Podría ser ese un punto de acuerdo. En casi todos lo demás no piensan lo mismo. He elegido estos documentos en primer lugar porque creo que animarse a exponer sus posiciones y por escrito es un mérito. En segundo lugar porque creo que en el seno de la izquierda que no son los partidos troskistas tradicionales hay un amplios abanico de grises. Unos están mas cercanos a la posición del MULCS, y otros más cercanos a la posición de Grabois.

Previo a la lectura, creo que uno de los párrafos mas interesantes de la posición del MULCS es que no se asumen como huérfanos, se reivindican en la tradición política de las organizaciones revolucionarias de los 60 y los 70 (algo que también hace con mucha claridad la organización Venceremos). En el caso del reportaje a Grabois, me parece clave el párrafo ” Y los que tienen convicción, como Cristina, me parece que no valoran lo suficiente a los movimientos sociales. Como la naturaleza de nuestras organizaciones en el terreno reivindicativo es la negociación, ella cree que nos falta pureza y lealtad. Entonces, se impone una lógica binaria”. Cristina le esta diciendo que sus chicos y chicas de La Cámpora, son mas puros y leales a determinadas convicciones políticas. En ese comentario no hace más que describir la historia reciente. Mas allá de algunas defecciones individuales hubo un núcleo de la Cámpora que se abroqueló en sus convicciones políticas. En el caso de los movimientos que se juntaron en el Frente Patria Grande pesó más lo corporativo y jugaron a varias puntas como buena parte de los líderes de la CGT.

Finalmente si creo que en los barajar y dar de nuevo que muchas veces ocurren en nuestra historia hay militancia que volverá a juntarse (por eso no es conveniente pelearse demasiado), también creo que los dos posicionamientos políticos expresados no son sintetizables. Mas allá de acuerdos coyunturales (todos estamos de acuerdo que es urgente y necesario que se vaya Macri) estos posicionamientos van en direcciones distintas y en un eventual nuevo gobierno de la oposición van a ocupar trincheras enfrentadas.

 

Argentina en Cuestión. MULCS: ¿Cómo está y como pensamos la “nueva izquierda” que tanto necesitamos?   

Resumen Latinoamericano, 15 julio 2019

Aporte del MULCS – Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social, escrito por Pablo Goodbar y Norberto Señor y presentado por este último en la Escuela de Formación Política “Hugo Chávez” el 9/7/2019.

En la tradición política de nuestro país, cuando hablamos de «nueva izquierda» hablamos de la década del 60. Nuestra “nueva izquierda”, que actuó en los 60 y 70, surgida al calor de la Revolución Cubana, de los movimientos de liberación nacional en los territorios dominados por el viejo imperialismo europeo (África, Asia, Medio Oriente), adoptó al marxismo como guía de su accionar revolucionario, influida en mayor o menor medida en sus diversas organizaciones por el legado de Lenin, Gramsci, Rosa Luxemburgo y/o Trotsky; el ejemplo y los aportes de Fidel y el Che, los de Mao y la gran revolución China, Ho Chi Min, Giap y su estrategia de guerra de todo el pueblo vietnamita; y/o el fuerte cuestionamiento al eurocentrismo del marxismo “oficial” con la recuperación de Mariátegui y la construcción de un “marxismo latinoamericano”. Esa nueva izquierda fue “nueva” en oposición a la izquierda histórica de aquellos tiempos, dominada por la tradición política del PC (que profesaba las tesis de “coexistencia pacífica” con el imperialismo y del “tránsito pacífico al socialismo”) y del viejo, reformista y antiperonista Partido Socialista.

En la Argentina, esa izquierda surgida de rupturas y debates también procreó una izquierda peronista revolucionaria, con orígenes en la Resistencia peronista que fue abriendo diferencias cada vez mayores con las prácticas del PJ, de las conducciones sindicales burocráticas, y en última instancia con la estrategia del propio Perón.

Con limitaciones marcadas por su escaso tiempo de desarrollo y, vinculado a ello, la dificultad de alcanzar un mínimo grado de síntesis que permitiera mayores acuerdos en una estrategia común, fue esa “nueva izquierda” la que puso en el orden del día de nuestro pueblo trabajador la cuestión del poder político, intentando disputar con Perón el sentido y los objetivos, de las luchas obreras y populares de esa etapa.

La dictadura militar genocida fue centralmente dirigida a terminar con el peso de la clase trabajadora y los sectores populares en nuestra sociedad, como parte del proceso estratégico del imperialismo yanqui para nuestro continente, y a fortalecer al capital financiero como sector hegemónico de nuestro capitalismo dependiente. Para lograr esos objetivos, las dictaduras de nuestra región necesitaron derrotar a la izquierda revolucionaria de los 70, a esa “nueva izquierda”, en la Argentina y en la mayoría de los países de América del Sur, para llevar adelante ese plan estratégico de dominación política.

Entonces cuando hacemos referencia a nuestra izquierda, a la izquierda de la que formamos parte hoy, como una nueva “nueva izquierda”, hacemos referencia a una tradición de rupturas, y a una tradición de continuidades.

¿En qué se diferencia nuestra “nueva izquierda” de aquella de los 60 y 70? ¿Y cuáles serían las continuidades posibles?

Nuestra “nueva izquierda” tiene sus orígenes en un largo proceso de intento de recomposición popular después de la tierra arrasada de la dictadura. El énfasis en el trabajo de base, la construcción en los barrios, el origen de los MTD y de las distintas formas en que organizaron miles de trabajadoras y trabajadores expulsades del mercado laboral, son una de las marcas iniciales de ese proceso de masas de ruptura con el neoliberalismo dominante en la época del menemismo y luego, de la Alianza, capaz de disputarle la territorialidad allí donde se enseñoreaba el punteraje barrial, especialmente del PJ. También se nutrió, en el principio, de un conjunto de compañeres con trayectoria intelectual, fuertemente críticos de la experiencia de construcción del “socialismo real” contraponiéndole el planteo de un “socialismo desde abajo”, con una muy alta valoración de un permanente trabajo de inserción entre las masas que, bajo las consignas de “trabajo, dignidad y cambio social”, en su experiencia de organización y lucha, de piquetes y asambleas, fueran permeables a asumir esas ideas. Proceso que fue acompañado de iniciativas en el terreno de la educación popular, en los “bachis”, en cátedras libres y en la recuperación y fomento del arte y la cultura popular en el accionar cotidiano.

Ese conjunto de valores, con una enorme carga positiva para conformar una nueva identidad militante de izquierda, tiene enlazados dos déficits: por un lado, las dificultades para abordar un plan sistemático de trabajo político-sindical en el seno de nuestra clase trabajadora ocupada (unida a cierto menosprecio del carácter estratégico de esa tarea y a cierta idealización del trabajo en los movimientos territoriales de base); y, en otro plano, cierta desvalorización de las experiencias de organización revolucionaria que construyeron la clase trabajadora y los sectores explotados en el mundo, mirando solamente los elementos de burocratización y de limitación de la iniciativa y participación popular sin contemplar la relevancia de construir formas permanentes de organización en distintos planos (organización político-social de masas, organización política con aspiraciones revolucionarias, frente de organizaciones políticas, y todas las instancias organizativas que sean necesarias para conquistar el poder).

Por supuesto que la conquista de recursos del estado para la supervivencia fue casi la única posibilidad de existencia y desarrollo de las organizaciones, que en muchos casos condicionó y condiciona su actuación política, fomenta métodos clientelares y reproduce otra serie de vicios y miserias del capitalismo y su régimen político que en no pocas experiencias, mellaron, deformaron o lisa y llanamente echaron por tierra todo carácter transformador de las mismas. La cooptación posterior del Kirchnerismo, también alentó el abandono de principios y proyectos a cambio de espacios institucionales como socios menores de ese gobierno, y para algunes, de cualquier otro.

Una evidente virtud de nuestra izquierda, es que en ella el desarrollo del movimiento de mujeres y de disidencias sexuales se abrió paso con mucha fuerza, y con un fortísimo carácter popular y desde abajo. Se unió con bastante naturalidad al movimiento territorial, el espacio que venimos ocupando desde hace casi dos décadas de historia, y en buena medida fueron compañeras de nuestras organizaciones y construcciones territoriales parte de quienes más colaboraron y colaboran en construir un «feminismo popular», a un costado de debates más académicos y de círculos reducidos de intelectuales feministas de los sectores medios.

En nuestra opinión, la «nueva izquierda» actual, de la que formamos parte necesita animarse a reelaborar una perspectiva estratégica. A hacerlo desde el marxismo revolucionario; con todo el empuje crítico y también revolucionario que el movimiento “piquetero” y el de mujeres y disidencias ha incorporado y sigue incorporando en nuestro acervo teórico y práctico; con mayor decisión de intervenir sistemáticamente también en lo político-sindical y de sacar experiencia de la construcción de organizaciones políticas que fueron capaces de derrotar a las clases dominantes y el imperialismo. Reconstruir una estrategia común, a partir de definiciones tantas veces expresadas: movimiento político popular con vocación de masas y de poder, antiimperialista, anticapitalista, feminista, popular, clasista, de fuerte impronta latinoamericana.
Por cierto, también debemos construir un programa común, que se plantee superar las limitaciones históricas de la experiencia del peronismo entre las mayorías obreras y populares de nuestro país, y también la superación de limitaciones sectarias de la izquierda que hoy es hegemónica en nuestra sociedad (las corrientes trotskistas, enmarcadas en el morenismo y el PO).

Es muy importante que nos hagamos cargo de entender que estamos atravesando una crisis de identidad, cuando una buena parte de nuestra «nueva izquierda» se ha inclinado hacia el polo de la reconstrucción «progresista» del peronismo, mientras desde la otra parte entendemos que la superación del peronismo requiere otro programa y una nueva identidad de masas, que recoja lo mejor de la historia obrera y popular en nuestro país y en nuestro continente. A este punto, volveremos sobre el final.

Vivimos en los tiempos de Trump, los de la disputa hegemónica entre Estados Unidos y China, que aspira a ser una superpotencia capitalista en el juego internacional. El «proteccionismo» del Gobierno de Trump refleja esta disputa, junto a la retórica guerrerista que pone al mundo al borde de un conflicto armado de enormes dimensiones (p. ej. en estos días, con las amenazas a Irán después de que ese país derribara un drone norteamericano que transitaba sin autorización por el espacio aéreo iraní). El proteccionismo de la etapa Trump incluye la recuperación del mercado interno y de la producción industrial en EEUU, el rechazo a tratados de libre comercio (como el Tratado Asia – Pacífico), y la búsqueda agresiva de recuperar mercados para la producción norteamericana, y por impedir el avance de China y el BRICS en los mercados (guerra comercial y arancelaria).
El anuncio del Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y el MERCOSUR parece ir en sentido contrario a esta política del imperialismo yanqui, metiendo una cuña de los capitales europeos en nuestra región, aunque aún no sabemos si lograrán aplicar plenamente este acuerdo, muy perjudicial para los intereses nacionales y para nuestro pueblo trabajador.

Al mismo tiempo, la etapa Trump se caracteriza por una política agresiva de recuperar terreno en lo que entienden como su patio trasero, nuestra América Latina. Esa política incluye: sostener al gobierno de Macri (con un endeudamiento récord con el FMI, promovido por EEUU), al golpe institucional y al gobierno fascista de Bolsonaro en Brasil (un golpe clave contra China en el terreno geopolítico), a la derecha colombiana como garante de contar con ese país como su inmensa base militar continental y por supuesto, a la renovada política de bloqueo y agresión económica y amenaza militar contra el proceso bolivariano en Venezuela y el incremento del bloqueo a Cuba endureciendo la aplicación de la Ley Helms-Burton. La etapa Trump implica el fortalecimiento de la OEA (ahora sin Venezuela) en detrimento de la CELAC, la instancia regional que excluye a EEUU y Canadá. Por cierto, esta política tiene también el objetivo de limitar la presencia de los capitales chinos en el continente, y las inversiones estratégicas de esa potencia capitalista en crecimiento.

El PJ como gran partido del orden en nuestro país ha sido siempre pragmático en su política, en particular en su adaptación a los cambios de época a nivel internacional. Comenzó con la Tercera Posición en los tiempos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, adoptó el discurso tercermundista de fines de los 60, hasta que estalló en su interior la lucha entre revolucionarios y contrarrevolucionarios -que al amparo de Perón actuaban en la Triple A-. Mucho después de la dictadura genocida y el retorno institucional con Alfonsín, encarnó el neoliberalismo en los tiempos de Menem, que aplicó, con ayuda de las conducciones sindicales burocráticas, la mayor transformación estructural contra la clase trabajadora y el pueblo en la segunda mitad del siglo XX. Tras las rebeliones continentales que fueron pariendo nuevos gobiernos y un cambio de época, con el PT de Lula y la sombra de Chávez proyectada en la región, se sumó al discurso latinoamericanista. Hoy la fórmula presidencial del Frente de Todos (que unifica a la mayoría del PJ con distintas fuerzas de la centro-izquierda) va anticipando un nuevo cambio de rumbo, adaptándose a Trump, y haciendo equilibrio con China. Del capitalismo «en serio» de Néstor y Cristina Kirchner, ésta vira (“sinceramente” sin dudas) hacia el elogio del proteccionismo yanqui en el discurso de presentación de su libro.

La política es la política internacional, decía Perón. Por supuesto, la frase es válida. Pero mientras que para las perspectivas revolucionarias eso significa conocer los puntos débiles del capitalismo para mejorar el análisis en la toma de decisiones, para las tendencias reformistas implica saber cómo adaptarse a los tiempos, porque se reconocen como un sector subordinado al capital financiero y a las potencias imperialistas.

Volviendo a la necesidad de forjar la identidad de la “nueva izquierda” de hoy. Observando muchas de las experiencias revolucionarias en nuestro continente que provocaron fuertes derrotas parciales o duraderas a las clases dominantes y al imperialismo (la revolución mexicana, la boliviana con fuerte presencia minera a mediados del siglo pasado o el peso decisivo actual del indigenismo, y por supuesto la cubana, la nicaragüense, la bolivariana en Venezuela, incluso la “ciudadana” en Ecuador), han tenido como eje de su accionar, la lucha por el poder estatal, para su concreción requirieron de inmensas puebladas y rebeliones, renovaron total o parcialmente sus regímenes políticos mediante procesos constituyentes, y se han apoyado o han parido amplios movimientos políticos (precisamente cada una en su época y lugar “nuevas izquierdas”) que lograron síntesis política o como mínimo una consistente unidad de acción, de socialistas, comunistas y vertientes nacionalistas populares, indolatinoamericanas y revolucionarias. No puede soslayarse tampoco el peso de los liderazgos y su capacidad, muchas veces siendo parte de núcleos organizados, sólidos y disciplinados dentro de esos vastos movimientos revolucionarios, de imprimirle una dirección a esos procesos y concitar gran apoyo y protagonismo de masas.

Ninguna revolución ha podido desarrollarse sin encontrar un hilo conductor en la propia historia de cada país, en la forma particular en que cada pueblo ha recreado su historia. Por supuesto, la identidad nacional no significa aislamiento, negación de la necesidad de aprender de las experiencias históricas, prácticas, de los distintos procesos nacionales y continentales, ni debería significar patrioterismo, segregación, ni xenofobia, sino todo lo contrario.

La identidad nacional, la unidad de los pueblos de Nuestra América, y el internacionalismo obrero y popular son elementos identitarios, de gran relevancia, que desde el MULCS entendemos inseparables a la hora de construir una organización política popular que se trace una estrategia de poder.

Tradiciones políticas e identidades capaces de sintetizarlas. Así como Fidel y Chávez, son probablemente quienes mejor simbolizan el antiimperialismo hoy en Nuestramérica, el Che ha sido y es la figura que mejor expresa a nivel de masas la unión de ese concepto, no solo con los de revolución y socialismo, sino también con una ética y una moral revolucionaria ejemplares. Es en ese plano, que en torno a la conducta y el nombre de Darío Santillán, se ha constituido una referencia capaz de conformar una tradición político-social que ya expresa a quienes construyeron el movimiento piquetero, pero también a las masas luchadoras y solidarias de nuestro país. A las que cada 25 y 26 de junio se conmueven en la estación y en el Pueyrredón (y en otros puentes y rutas de todo el país) y conmueven la realidad política nacional. A las mujeres, las “doñas” de las barriadas más humildes; a las feministas; a les “viejos” y “viejas” que tratan de reconstruir una estrategia revolucionaria latinoamericanista y socialista; a les educadores populares; y especialmente a las y los jóvenes rebeldes más comprometidos con las necesidades de su pueblo. La coherencia con los principios, los valores, la ideología y la conducta que encarnó Darío (simbolizando a miles de luchadores populares) es y deberá ser un rasgo de identidad irrenunciable de la “nueva izquierda” que necesitamos. Quienes apelando a la identidad de Darío hoy apuestan a convivir en un frente político con sus asesinos, no pueden tener futuro. El necesario amplio frente que reúna a las distintas tradiciones de la izquierda, tiene y tendrá a Darío como una referencia central, y a la dirigencia pejotista marcada a fuego por organizar su asesinato y el de Maxi.
Eso nos desafía y a la vez nos llena de fuerza y entusiasmo en el MULCS, para caminar desde el Movimiento de los Pueblos, por un Socialismo Feminista desde Abajo, y a la par de otras organizaciones compañeras, la reconstrucción de una «nueva izquierda» que se proponga cambiar todo lo que deba ser cambiado. Antiimperialista, feminista, popular, anticapitalista, socialista, de masas, que sea parte de ese amplio frente de las tradiciones de izquierda en nuestro país. Una izquierda que se proponga partir desde la experiencia histórica de las masas populares con el peronismo, proyectándolo a una ruptura de fondo con la dirección de las «burguesías nacionales», cuya recreación es una propuesta sin posibilidades desde hace muchos años. Una izquierda que tenga la política permanente de construir un amplio frente de los distintos sectores de nuestro pueblo en lucha (campesinado, pueblos originarios, movimientos ambientales, de mujeres y disidencias sexuales, intelectuales, capas medias agredidas por el capital financiero) y que reconozca a la clase trabajadora como central para empujar el profundo cambio social, revolucionario, que necesita nuestra patria.

Con firmeza y con humildad, trabajamos en esa perspectiva política.
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La lapicera y las pasiones tristes

El cierre de listas es como un relámpago que ilumina el funcionamiento interno del sistema político, pero poco se sabe de cómo opera el mecanismo. En esta conversación después de la tormenta, Juan Grabois hace un balance de lo vivido, explica por qué no quiere ir más a la tele mientras dure la campaña electoral y reflexiona sobre los tabúes de la democracia realmente existente.
POR: MARIO SANTUCHO
09 DE JULIO DE 2019

“Vi la maldad de mis propios compañeros, la mía, la de mis aliados, la de mis rivales internos”, dice Juan Grabois cuando recuerda aquellos intensos días de finales de junio en los que la clase política toda se encerró entre cuatro paredes para decidir quiénes integrarían las listas de diputados y senadores que se elegirán en octubre. La vivencia dejó secuelas y el balance es ambiguo: “Desde el punto de vista de cómo recompensa el sistema político, hay que decir que nos pagaron bien; pero si me quedo con cómo yo creo que deben ser las cosas, pues estuvo mal”.

La condición inicial que antepuso de no ser candidato a ningún cargo, a pesar de la intensa presencia en los medios y de su amistad con Cristina Kirchner, le posibilitó observar el proceso desde una óptica singular, un tanto oblicua. Su condición de recién llegado al baile, por otra parte, le permite cierta capacidad de asombro e incluso repulsión frente a sucesos que los más veteranos ya han naturalizado. Entre un idealismo que parece querer conservar a pesar de todo y el inevitable realismo que impone las circunstancias, dice cosas como estas: “El cierre de listas es la síntesis o cristalización de un sistema basado en la competencia, el rencor, el individualismo. Un festival de antivalores. No quiero decir con esto que no sea una instancia necesaria para un proyecto popular, incluso para un proyecto revolucionario, pero el mecanismo se ha configurado de tal forma que deja pocas grietas para colar una representación de los sectores excluidos de la política formal, sin que eso implique domesticarlos y convertirlos en otra cosa”.
Cuando te propuse esta entrevista me dijiste que era “para escribir un libro”. ¿Por qué?

-Porque es la experiencia de un outsider en el núcleo de la rosca, de la trituradora espiritual, intelectual y moral que es la política partidaria. Es una máquina de convertir a la gente en malas personas. La política partidaria te vuelve malo. Y a mí me pasó. Atravesé varios estados emocionales que entrarían en la categoría de las pasiones tristes de Spinoza. Desde luego hay gente que sabe administrar estas tensiones, pero son los menos; y yo no soy uno de ellos.

Desde categorías ya no morales sino políticas, ¿cómo definirías el problema?

-Lo primero que habría que hacer es una crítica a nuestro campo político en sentido amplio, que abarca al peronismo kirchnerista, una parte sustancial del peronismo “racional”, intendentes, gobernadores y también a la izquierda popular: ven a la militancia política como el sujeto histórico, y no al pueblo y sus organizaciones reivindicativas. Pareciera ser que el activo militante es el principal sujeto de cambio. Esta autorreferencialidad endogámica, politicista, deriva en un fenómeno que creo fue Rosa Luxemburgo quien lo describió hace muchos años: primero el partido sustituye a la clase trabajadora y al pueblo; luego el comité central sustituye al partido; y al final el secretario general sustituye al comité central. Esa sustitución permanente no se procesa como un problema, se naturaliza.

En este contexto, ¿cómo evaluás la experiencia del Frente Patria Grande?

-La definición de quiénes serían los candidatos de nuestro Frente no fue fácil porque se mezclaron dos vectores: por un lado, las ambiciones individuales… que algunos llaman “las legítimas ambiciones personales”, pero para mí las ambiciones siempre son ilegítimas. La ambición, la codicia y el carrerismo son vicios, no es cierto que hay una naturaleza humana fatalmente egoísta. El sistema electoral, emulando al mercado, estimula esa lógica de ambicionar, de acaparar. En nuestro país esa lógica del capitalismo además de injusta no estaría funcionando en términos modernizadores, sino que termina siendo un factor de atraso y dependencia, chabacano e ineficiente, pero no por ello menos capitalista. Porque no es productiva, no funciona, es muy costosa esa tendencia a la acumulación. ¿Viste que las organizaciones utilizan el verbo acumular?

Sí, es un espanto: acumular gente, acumular poder…

-Es la misma palabra que se usa para describir el comportamiento del capital, es muy extraño que esté tan naturalizada en las organizaciones populares, cuando lo que deberíamos hacer es liberar el potencial creativo de nuestra militancia, promover el poder popular y a lo sumo contribuir en su conducción, no acumularlo como si fuera propiedad privada de una persona o facción. Otra cuestión que complicó el panorama fue la competencia entre organizaciones. No es que me enteré ayer que existen estas cuestiones, es obvio que están desde que el mundo es mundo. Desde el principio propuse incorporar alguna forma de representación política de los sujetos, aunque imperfecta o indirecta, pero había que intentarlo. ¿Y cuáles son los sujetos que nosotros queremos representar? Las pibas y el pueblo pobre organizado. Hubo cierto consenso en ese sentido, pero a la hora de los bifes aparecieron los equívocos, errores de comunicación, hasta que llegamos a un casi acuerdo (aunque una de las fuerzas no quedó del todo conforme) de promover a Itai Hagman, Ofe Fernández, Naty Zaracho y Fede Fagioli.

¿Cuál era el argumento de los que no estaban de acuerdo?

-Te doy un ejemplo: algunos querían priorizar a una candidata más orgánica y para eso estaban dispuestos a bajar a Ofe. Decían que era muy piba, que la vamos a quemar, un argumento un tanto contradictorio con la revolución de la hijas: si podés hacer una revolución, seguro podés estar en una lista. Hay una lógica de disciplinamiento encubierto, que va adoptando distintos disfraces pero no por ello es menos opresiva. Para mí es mucho mejor ser frontal con las diferencias y los acuerdos, en todo caso negociar fórmulas intermedias cuando aparecen disensos, que hacerse el boludo ocultando las contradicciones y luego aplicar mecanismos de manipulación. En el mismo sentido me parece fundamental blanquear la existencia de liderazgos con “autoridad” en el sentido aristotélico del término, como herramientas que ayudan a crecer. Agamben decía que la apelación a la organicidad permite desresponsabilizar, y yo creo que en la izquierda popular hay una tendencia a encubrir el ejercicio del poder, que lo vuelve más despótico y opresor que cuando se reconocen la existencia de roles de autoridad sanamente ejercidos.

“el cierre de listas es la síntesis o cristalización de un sistema basado en la competencia, el rencor, el individualismo. un festival de antivalores”

la rosca infernal
La modesta oficina que instaló Juan Grabois a pocas cuadras de Puente Saavedra, en la frontera entre la Capital Federal y el conurbano norte, está impregnada de olor a cigarrillo. Desde allí coordinó sus sonoras intervenciones en los agitados meses de una primera etapa electoral que lo tuvo como protagonista. Un aparato de aire acondicionado, supuestamente frío-calor, intenta sin éxito escalar los míseros grados sobre cero de temperatura ambiente, mientras el referente del Frente Patria Grande reconstruye paso a paso las durísimas negociaciones con los dueños de la lapicera y anuncia su deseo de volver a sumergirse en la organización social que lo vio nacer a la política.

¿Y cómo fue la negociación con el kirchnerismo?

-Ya en marzo teníamos definido que las candidaturas serían cuatro, además de algunos distritos donde teníamos bases fuertes y queríamos participar de las listas. Tuvimos un problema en provincia de Buenos Aires porque no todos estaban contentos con los dos candidatos, y eso retrasó el proceso de instalación de sus candidaturas. Fue un error colectivo que nos debilitó a la hora de la negociación. En mayo comienzo a plantearle a Máximo y a Alberto lo que proponíamos y a preguntarles si era viable, pero parece que la cosa funciona del siguiente modo: “No te puedo decir nada hasta el final”. Y no te decían nada. Dos semanas antes me enojé: “Loco, yo no sé cómo funciona la política, pero a mí me dicen ¿está, no está, más o menos está?”. Ellos me responden: “Lo de Capital lo tenemos resuelto, van a ir Itai quinto a Diputados y Ofe tercera a legisladora”. Entonces les planteo que los dos debían estar terceros y acordamos eso: Itai y Ofelia ya estaban. El problema seguía siendo Buenos Aires. En cuanto al resto de las provincias ya no había margen para la discusión, lo cual era malísimo porque teníamos candidatos muy representativos de lo que queremos expresar, como el lonko Ariel Epulef en Neuquén, entre otros.

¿Eso fue dos semanas antes del cierre de listas?

-Diez días, calculo. Pero todavía no estaba el acuerdo con Massa, por eso acepté que en la Provincia había que esperar. Hacemos un acto antes del cierre en Almirante Brown; Alberto me había prometido que iba a venir y no vino; Axel me había prometido que iba a venir y no vino. Yo había acordado con Alberto que vendría tres o cuatro horas antes para recorrer cooperativas, un polo textil, el centro de salud, porque me dijo que no conocía la economía popular. La recorrida sería sin prensa, porque eran espacios de producción del MTE y la organización es muy estricta en mantenerse autónoma del proceso político partidario, aunque es muy importante que los candidatos se nutran de esa realidad para luego priorizarla. Queríamos también que conociera el Barrio Pueblo Unido, donde vive Fede. Fue una decepción. Desde luego, me dieron explicaciones y dijeron que cumplirían el compromiso pronto, pero eso es una de las cosas que me molesta de la política: a veces no dimensionan la desmoralización que genera ese tipo de incumplimientos en las personas humildes que los están esperando para mostrarles su realidad. Como estábamos tan cerca del cierre el chiste era “no te hagas el enojado ahora porque no te conviene”. Cuando cierra finalmente el acuerdo con Massa, me dicen que Fede y Nati van a la cola. Les digo: “No, así no puede ser porque yo pedí cuatro lugares. Y me dan para los lindos, los cool, pero para los feos, sucios, malos y pobres no me dan nada. No lo acepto, no va”. Me responden: “Bueno, le mejoramos un poco el lugar”. “No chabón, tienen que estar entre los 17 que entran”. “No, no se puede”, me tiran. Pero, a ver, les pregunto, “¿quiénes están antes en la lista que no nos pueden dar un lugar a nosotros?”. Ahí aprendí que eso es lo otro que no te dicen ni a palos.

¿Vos en esa instancia qué capacidad de presión real tenías?

-En realidad no tenía ninguna porque no la iba a pudrir, porque somos concientes de nuestra responsabilidad en este momento del país. Yo me hacía el coco: ¿Habrán puesto a aquel garca o al otro delincuente? Entonces le escribí a una amiga que quizás podía ayudarme. Me dijo: “Sos injusto, te están reconociendo un montón, vos no sabés lo que es esto”. Me empiezo a desesperar mal, porque finalmente era como sospechábamos, no hay lugar para los pobres en las listas. Encima empieza una operación fuerte para bajarlo a Itai al quinto puesto en CABA, todo mal. Alberto no me daba certezas y me explica que va a entrar seguro porque después alguien siempre renuncia, que me quede tranquilo. A esa altura, viernes a la noche, discutí fuerte con uno de los compañeros que tenía la lapicera: “Me estás traicionando, vos tenés que cuidar lo que hicimos; yo te expliqué lo importante que era para nosotros que estén los pobres”. Evidentemente con patalear no se resuelve nada. Entonces nos juntamos en mi oficina de Puente Saavedra con Itai, Ofelia, Nati, Fede, Laura Bitto, Manuel Bertoldi, Lali de La Colectiva, Gabi Carpinetti y Cari de Pueblo en Marcha. Les digo: “Bueno, lo único seguro es lo de Ofelia, lo de Itai no está confirmado y parece que no hay nada en Provincia. ¿Qué hacemos?”.

Me dijeron que hicieron una proclama y filmaron un video…

-¿Quién te dijo? Eso no se podía contar. Bueno, no importa, igual nunca vio la luz. Fue una catarsis colectiva y estuvo lindo que todos los grupos del Frente, a pesar de los quilombos internos y de los faccionalismos que acarreamos, pudiéramos sentar una posición común frente a lo que vivíamos como la exclusión de nuestros compañeros más humildes. Pero era una boludez y la verdad que hubiera sido dañino. No es que sea ilegítimo manifestarse pero el cierre ya había tenido algunas escenas bizarras como un piquete que hizo Festa arriando gente para intentar imponerle al Frente de Todos la proscripción de la lista de Mariel Fernández en Moreno. También hubo una situación parecida con otro grupo que presionaba por la lista de Federico Gelay en San Isidro para perjudicar a la única candidata villera de todo el país, Fernanda Miño de La Cava. Viendo esas actitudes, flaco favor hubiéramos hecho con un pronunciamiento que debilitara a un Frente que tiene la misión histórica de derrotar al macrismo.
el día después.

“Este es un mensaje para nuestros compañeros y compañeras del Frente Patria Grande, para las organizaciones sociales, para el movimiento nacional, popular y latinoamericano en su conjunto, para el Pueblo Argentino”. Así comenzaba el video que filmaron los cuatro candidatos del Frente Patria Grande junto a Juan Grabois la noche en que las velas no dejaron de arder. Luego anunciaban su preocupación por cómo estaban siendo definidas las candidaturas del Frente de Todos: “Vemos que las listas muestran un claro sesgo machista, con los tres principales distritos del país encabezados por varones. Vemos un sesgo clasista, que deja relegadas a lugares marginales a las expresiones más genuinas del pueblo pobre. Vemos una composición sectorial que privilegia a la partidocracia de poderes corporativos y celebrities individuales, que aplasta a las nuevas expresiones emergentes de los procesos organizativos de base. Vemos demasiados actores que miran con cariño a Lagarde, el Departamento de Estado y las grandes corporaciones monopolistas”. El spot filmado entre gallos y medianoche era realmente bizarro y, según dicen, nunca salió de sus celulares.

¿Y cómo terminó todo?

-Finalmente se confirmó el tercer puesto para Itai, seguimos peleando la Provincia pero no pudimos conseguir que Fede estuviera arriba del puesto 17. Terminamos firmando eso. Fueron 48 horas encerrado en una oficina con WhatsApp y Telegram. Al otro día, domingo, me levanto de buen humor, voy a llevar a mi hijo a jugar a la pelota y de repente empiezo a llorar porque me cae la ficha de que habíamos fracasado en uno de los objetivos esenciales que era lograr una mínima representación política para los de abajo. Entonces me sentí muy responsable y mi reacción un poco infantil fue mandarles un mensaje apocalíptico a los principales dirigentes del Frente de Todos y del Frente Patria Grande. “Yo no hago más nada en este sistema político de mierda, me vuelvo al MTE donde hay gente buena”. Pero ya se me pasó.

¿Por qué La Cámpora tiene tanto lugar en las listas?

-En primer lugar, no me quiero subir a la demonización de La Cámpora porque creo que muchos de los dirigentes más honestos y comprometidos de nuestro campo se encuadran en esa organización. No obstante, me parece que hay un dejo de abuso de poder. En su concepción ellos son los leales, los que bancan los trapos y los principales actores del cambio; el resto somos aliados circunstanciales. Yo no lo entiendo así: creo que ni ellos ni nosotros somos los actores del cambio, son los sectores sociales. Habría que haberles dado representación a los sujetos emergentes de la economía popular, de la revolución de las hijas, del movimiento sindical más sano, de una política distinta pero no con figurones. Por ejemplo Matías Lammens, me cae bien, me parece que tiene un montón de virtudes, pero si es candidato es porque “da nuevo” y estéticamente se parece a “ellos”. Lo dice él mismo: “Nos vestimos como ellos, hablamos como ellos, pero pensamos distinto”. Bueno, yo te digo lo siguiente: lo eligieron por cómo se viste y por cómo habla, no por cómo piensa. Mi conclusión es que los sectores a los que nosotros tratamos de darles poder, si alguna vez irrumpen, va a ser a las patadas. La política no quiere pobres organizados, los rechaza, los expulsa. Tenés que ser parte de algún aparato y si no, tenés que ser cool. La política se quiere lavar la cara con gente linda, no se quiere pintar de negro, de mulato, de pueblo… como decía el Che. Y los que tienen convicción, como Cristina, me parece que no valoran lo suficiente a los movimientos sociales. Como la naturaleza de nuestras organizaciones en el terreno reivindicativo es la negociación, ella cree que nos falta pureza y lealtad. Entonces, se impone una lógica binaria. Y yo asumo que existe una polaridad, creo que Cristina es la dirigente del movimiento popular en la Argentina, por eso la banco… pero no soy Cristina. Una de las dimensiones que constituye y le da fortaleza a un pueblo son los mitos. Cristina es un mito; a la vez es una persona de carne y hueso; y a la vez es una dirigente política. Tiene distintas facetas. Yo soy parte del pueblo y el mito de la Cristina que enfrentó a las corporaciones y al macrismo con coherencia es decisivo en mi adhesión hacia ella. Como persona de carne y hueso aprendí a quererla, a respetarla, a valorarla y eso lo digo con absoluta sinceridad. Para mí es una buena persona. Como activista político, tengo mis críticas a las formas de construcción de poder y de conducción y a ciertas concepciones que ella sostiene.

“mi conclusión es que los sectores a los que nosotros tratamos de darles poder, si alguna vez irrumpen, va a ser a las patadas. la política no quiere pobres organizados, los rechaza, los expulsa. tenés que ser parte de algún aparato y si no, tenés que ser cool.”

¿No te parece que una enseñanza que deja este episodio es que la naturaleza del peronismo hoy es la misma que caracteriza a todo el sistema político: la tendencia a constituirse en una elite que no es popular en su composición?

-Máximo usó en el acto que hicimos en Lugano una frase de Tosco que dice más o menos así: “No solamente lucha contra la pobreza quien la sufrió, sino también quien la comprende en sus causas estructurales y se enfrenta a ella”. Pero cuando Tosco decía eso, el punto de partida es que primero está quien la padeció aunque no sea algo exclusivo; y acá el que la padece no aparece. No existe conciencia de la necesidad de esa representación. Eso para mí es una mala interpretación de la doctrina justicialista. A pesar de esto, yo creo que avanzamos. Y el motivo por el cual La Cámpora tuvo esa supremacía tiene que ver con una profecía autocumplida: no hay nada mejor. Por ahí tienen razón. Pero no hay nada mejor porque no dejan crecer nada mejor. El compañero de extracción popular que más arriba está en la lista es Fede Fagioli, que va veintiuno; y la única mujer de extracción popular que quedó en la lista es Nati Zaracho, que está veintiséis.

Cuando decís que hubo abuso de poder, ¿qué querés decir?

-No quiero exagerar, porque la verdad es que los compañeros que confeccionaron las listas son gente comprometida con la causa nacional, popular y latinoamericana, y personas a las que aprecio. La reflexión que podría hacer al respecto es la siguiente: si tu poder es confeccionar una lista para que sea la mejor representación posible del proyecto, no hay que usarlo para construir una representación orgánica y ordenada. Hay que jugarse un poco más. El que tiene la lapicera no tiene el poder de incluir sino que tiene el poder de excluir, porque hay un montón de gente que quiere estar y, obviamente, no vas a poder conformar a todos. El tema es con qué criterio usás ese poder.

¿Cuál será el lugar del Frente Patria Grande en un eventual gobierno de Alberto Fernández a partir de diciembre?

-No lo tengo del todo claro, estamos evaluándolo. Yo tuve mucha exposición pública en los meses previos al cierre de listas y mi evaluación personal es que eso es perjudicial para la campaña del Frente de Todos. ¿Por qué? Porque los dirigentes sociales, buenos o malos, ya tenemos una etiqueta: vagos, delincuentes, somos piantavotos. Paradójicamente cuando le planteo esto a Máximo, a Alberto y a Cristina me dicen que es una boludez, que yo tengo que hablar libremente. Nunca nadie me pidió que dejara de hablar. Pero sinceramente dudo que sea lo mejor para la campaña. Además, ya decidí no ser funcionario en el gobierno de Alberto. En cuanto a la participación del Frente Patria Grande, considero que es el momento de que nuestras candidatas y candidatos hablen más. Ofelia aporta una frescura y una irreverencia necesaria para este momento de falsa normalización de la espantosa situación del país, Itai puede explicar muy bien las trampas del veranito económico que estamos viviendo, Nati y Fede tienen que amplificar la voz que expresan bien, que es la de los barrios. Otra tarea que tenemos es la elaboración de propuestas de gobierno. Aunque fuimos reduciendo nuestras expectativas de incidir en la orientación general, nos vamos a concentrar en políticas concretas para los sectores populares elaboradas con el más alto nivel de detalle posible. Por ejemplo, el plan de integración urbana de villas y asentamientos; los programas para las distintas ramas de la economía popular; un programa de conectividad para pueblos originarios y comunidades campesinas; la multiplicación de los profesorados en villas con el modelo del “Pueblos de América” de la 21-24; la entrega de títulos comunitarios para los pueblos originarios y un programa de acceso a la propiedad de la tierra para los pequeños productores y agricultores familiares; un mecanismo de acceso de la justicia y de control social de las fuerzas de seguridad. Estas son algunas de la ideas en las que tenemos experiencia, trayectoria y podemos aportar en un proceso que inevitablemente tiene que ser de gestión mixta entre el Estado y las organizaciones sociales.

El primer domingo de julio Grabois recibió un fortísimo ataque mediático en el programa de Jorge “King Kong” Lanata, a modo de vuelto por su protagonismo en el proceso electoral. A la mañana siguiente una brutal represión se ensañó con los barrios A.C.U.B.A. y 10 de enero, municipio de Lanús, donde viven muchos integrantes del Movimiento de Trabajadores Excluidos. A corto plazo su obsesión sigue siendo que el macrismo, gobierno al que conoció en sus entrañas, entregue el poder antes de fin de año. Luego empezará otra película, de terror o de suspenso según el resultado. Para entonces, a sus 36 años, el abogado de los cartoneros estará un poquito más curtido.-

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