Chile. Ser bacheletista y ser anti-imperialista es a lo menos una inconsistencia

Eugenio Matta / Resumen Latinoamericano / 14 e julio de 2019

Muchos y muchas luchadoras sociales, dirigentes, activistas se definen o definían de izquierda y junto con ello son o eran anti-imperialistas. La razón era o es simple, nuestros países y pueblos conocen de cerca y dramáticamente la acción criminal de los Estados Unidos y su concepción de patio trasero.

Son innumerables los golpes de Estado propiciados por el imperio, entre ellos el que sufrimos los chilenos en 1973. Esto es solo parte de la historia de agresión imperial ya que las intervenciones gringas tienen diferentes aristas: ideológicas, militares, económicas, políticas, culturales, tecnológicas, etc. y muchos etc.

Ser de izquierda y no ser anti-imperialista era una contradicción hasta biológica. Digo, era, porque eso ha cambiado, ahora hay personas que se dicen de izquierda y son seguidores  del imperio. Ricardo Lagos es uno de ellos, pero también Michelle Bachelet que con aire de buena persona ha resultado ser una política con ansias de poder ilimitado y una niña mimada de algunos sectores de la élite de poder en el país del norte.

A la luz de su informe sobre la Venezuela bolivariana vale la pena reflexionar y preguntarse si Michelle Bachelet realmente lucha por la justicia social y si es anti-imperialista, ya no digo de izquierda porque el concepto en la actualidad es “líquido”.

El vespertino La Segunda, alabando a Michelle por su informe, en una sus crónicas la definió como la “reserva moral” de la izquierda. Plop.

Concedo que hoy existen nuevas definiciones hegemónicas para la izquierda. De ser anti-imperialista y anti-capitalista, lo que era hegemónico en tiempos de la Unidad Popular, pasamos a la idea que ser de izquierda es ser progresista. Un paso de la lucha revolucionaria a parecerse al Partido Demócrata de Estados Unidos. La transición de Salvador Allende Gossens a Isabel Allende Bussi.

El Che le regaló un ejemplar del libro “La guerra de guerrillas” a Salvador Allende con una dedicatoria que decía: “A Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo. Afectuosamente, Che”. ¿Quién le regala libros a Isabel?, como no sé, me imagino que seguidores de Giddens y Bobbio con dedicatorias como “tú eres lo más importante”.

En Latinoamérica siempre hubo distintas izquierdas. Los conceptos  que no tienen una base filosófica o de clase en mayor medida están expuestos al cambio por su uso y hoy en día el significado popular está “procesado” por los medios de comunicación. El sistema ha realizado un esfuerzo importante por quitar del uso cotidiano los contenidos anti-capitalistas y anti-imperialistas.

Tenemos que recordar que el término izquierda política, como el de derecha política, tiene su origen histórico en 1789 en la Asamblea Nacional Constituyente surgida de la Revolución francesa  y fue la ubicación física en la Asamblea para estar de acuerdo con algunas posturas políticas lo que determinó el significado de ser de izquierda o de derecha, así el término izquierda quedó asociado a las opciones que propugnaban el cambio político y social, mientras que el término “derecha” quedó asociado a las que se oponían a dichos cambios.

En la actualidad hay una fusión de la casta política chilena lograda con la política de los “consensos”, donde la frase de  Nicanor Parra cobra sentido “derecha e izquierda unidas jamás serán vencidas”, las dos posturas (imagen hegemónica) defienden el capitalismo y parece que también al imperio.

Un dato preciso del cambio conceptual en Chile, ya que se cumplieron 48 años de la nacionalización de cobre, con Allende el cobre fue 100% chileno, al término de la dictadura el 70% estaba bajo la administración del Codelco, con los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría (izquierda o centro izquierda) el 72% está privatizado mayoritariamente manejado por las transnacionales y solo el 28% es “chileno”.

Si te sientes de izquierda, de derecha o de centro en el Chile actual no tiene mucha significancia, por el vaciamiento de los contenidos que adquirieron dichos términos.

Espero que el concepto anti-imperialista, tan significativo hasta hace algunas décadas no corra la misma suerte que el término izquierda, no se vuelva tan “líquido”. Tenemos que rescatarlo de cierta banalización y ser tajantes al decir, más allá de la izquierda, que la suerte de nuestros pueblos y de nuestras patrias pasa por expulsar la injerencia del imperio gringo en la región.

Que se vayan los gringos junto a su política de intromisión y muerte debe ser un contenido fuerte del movimiento popular chileno, retomar el contenido patriótico y soberano como una necesidad de lucha por la justicia social. Esto no es antojadizo, es porque el imperio trata de impedir por todos los medios la unidad de nuestros pueblos, genera las políticas de represión en la región, desarrolla un modelo cultural anti-humano, impide nuestro desarrollo tecnológico y muchos etc.

Hoy más que nunca la lucha por lo nuestro americano, por la unidad de nuestros pueblos cobra un sentido de vida o muerte.

Aceptar la política de ser el patio trasero de USA es traicionar a Nuestra América, es propiciar la muerte como países, como naciones, como pueblos, como región. Es seguir condenando a nuestra gente a los dictados de las transnacionales y a los intereses de los grupos económicos. Ellos velarán por sus intereses y no por los nuestros. Ser dependientes nos condena a un eterno sometimiento. Razón tenía Simón Bolívar, nuestro Francisco Bilbao, José Martí y muchos otros en ubicar a los gringos con su política hegemonía como uno de los mayores peligros para nuestra soberanía.

Simón Bolívar dijo hace 200 años que “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad”.

Por eso es tan grave el informe de Michelle Bachelet sobre la Venezuela bolivariana, no solo por su parcialidad y falta de seriedad ya que está construido sobre “denuncias” de una oposición pro invasión gringa, porque además no informa sobre el contexto de agresión, diaria, cotidiana orquestada desde el gobierno de Trump.

Muchos de los mismos argumentos que usa el informe de Bachelet para definir “violaciones a los DDHH” en Venezuela se pueden decir de EE.UU, Honduras, Guatemala, Colombia y otros países, por tanto es relevante el contexto y los porqué.

Concordemos que las violaciones a los DDHH son los cometidos por los Estados y sus agentes, no por los que protestan o delinquen (idea de empatar los sujetos que violan los DDHH son los argumentos de las dictaduras militares en Latino-América para acusar a los rebeldes como violadores de los DDHH).

El informe describe más la situación del continente que la de Venezuela sola, donde sin duda hay problemas y muchos. En Chile en el periodo citado por el informe de Bachalet, han muerto 8 mil personas en lista de espera de los hospitales (responsabilidad del Estado); en Brasil, Colombia, Honduras, Guatemala hay miles de muertes en “ejecuciones extrajudiciales”, que son enfrentamientos de policías y la población por diferentes motivos, es cosa de recordar las muertes en las “favelas” de Río de Janeiro con la salida de militares brasileños como policías o los asesinatos políticos de los “agentes del Estado” en el campo colombiano y mexicano.

La señora Bachelet habla de zonas militarizadas en Venezuela, descripción muy similar a lo que existe hoy en el Wallmapu, militarización propiciada bajo sus dos gobiernos; se habla de mujeres prostituyéndose por comida en Venezuela y que pasa en Estados Unidos, Perú, República Dominicana e incluso en la Argentina de Macri.

No se trata de argumentar, como lo hacen algunos compañeros para defender Venezuela, que el gobierno y el pueblo es una “blanca paloma”, no lo es y no lo puede ser, cualquier Estado ejerce la violencia, el tema es para qué y por qué y en eso está expuesto a cometer excesos. En Venezuela los hay y el gobierno los está investigando, hay detenidos por eso y se están generando muchas iniciativas para contenerlos y el informe no da señales de esas medidas, tanto sociales como legales.

El informe relata limitaciones a la libertad de prensa y no dice nada de que la mayoría de los medios están en manos privadas y que la oposición opina cuando quiere para Venezuela y para el mundo. Hay una diferencia gigantesca ante las decenas de periodistas asesinados en países de la región.

Alguien en su sano juicio podría sostener que en la independencia de Chile no hubo exceso de los patriotas, en la revolución francesa o en las rebeliones de los esclavos. El que crea que la democracia funciona como en los libros es un ingenuo interesado o un “niñito bien” como Boric y la señora Sánchez.

En Estados Unidos, Colombia, Chile, Honduras, Guatemala y muchos otros países,  la violencia del Estado es brutal, esta naturalizada y defendida por las clases dominantes y los medios de comunicación. El legítimo gobierno y pueblo venezolano también ejerce violencia, la diferencia radical que lo hace para defender la revolución y no para los intereses del imperio.

Si alguien se define de izquierda y apoya a Bachelet, puede ser, está en su “derecho”, pero si es anti-imperialista sincero tiene que elegir estar del lado de la revolución o estar del lado del imperio que intenta abortarla. Lo demás es humo.

¿Quién dice la verdad, el informe de Bachalet o el gobierno y pueblo bolivariano?

La razón y la justeza esta de lado de los bolivarianos, ser bacheletista y ser anti-imperialista es a lo menos una inconsistencia.

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