Argentina. Medidas económicas para disputar consenso electoral y continuar con el plan de fondo

Julio C. Gambina / Resumen Latinoamericano / 21 de abril de 2019

Antes de la “Semana Santa”, el gobierno argentino lanzó un paquete de medidas económicas orientadas a contener a sus votantes, y si se puede, ampliar el consenso electoral para la renovación del ciclo de Macri en la gestión presidencial. Se trata de medidas de impacto político, más que económico.

La conclusión política señalada no es una novedad, ya que se reitera hasta el cansancio en todos los análisis y comentarios sobre los anuncios de estos días. Solo el gobierno imagina desde su relato económico, algunas posibilidades propagandísticas respecto de las medidas dispuestas. Lo que importa es transitar lo más rápido posible hacia las elecciones de agosto a octubre/noviembre, con la imagen de que algo se está haciendo para resolver el fenómeno de la inflación.

¿Alcanzará para ganar las elecciones? Puede que sí o que no, pero se elude el debate de fondo sobre el modelo productivo y los condicionantes instalados sobre la base del acuerdo con el FMI y el avance del agro negocios y los nuevos rumbos de la producción y exportación de hidrocarburos no convencionales, todo en el marco del aliento a la especulación financiera, la concentración y extranjerización de la economía local.

Entre los anuncios está el acuerdo de precios, de un poco más de 60 productos esenciales para la vida cotidiana, difundido como un “acuerdo de caballeros”. Increíble pero real, ya que no hay estructura oficial para controlar la efectividad de la medida. Todo lo que suene a control estatal está afuera de la ideología y la política del gobierno, por lo que en estos años de gobierno desarmaron toda organización de control. ¿Cómo controlarán ahora?

Todo se limita al “acuerdo” con formadores de precios, los que, precavidos, aumentaron antes de difundir los precios estabilizados hasta las elecciones de renovación presidencial. La mención a la caballerosidad de los fijadores de precios recuerda a Pugliese, ministro de Economía de Alfonsín cuando señaló que él había hablado al corazón de los empresarios y le contestaron con el bolsillo.  Recordemos que el capital no tiene sentimientos, sino objetivos de lucro.

Además del acuerdo de precios, se suspendieron los incrementos tarifarios del orden nacional, por lo que se acrecientan los subsidios a costo del conjunto de la sociedad. Ello supone mayor ajuste fiscal para consolidar el déficit fiscal cero, oportunamente acordado con el FMI.  Entre otras cuestiones, se ofrecen préstamos diversos, todo con fondos de la ANSES, además de facilidades de pagos de deuda con la AFIP.

Si se pretendía recuperar el consumo, ¿no era más sencillo poner dinero en el bolsillo de jubilados y jubiladas, tanto como a beneficiarios de planes sociales y a los trabajadores y trabajadoras de menores ingresos? Ocurre que solo se pretende dar la imagen de la preocupación por la carestía de la vida. Para ser enfático, no se pretenden soluciones reales que estimulen el consumo popular y mucho menos intervenir en la distribución progresiva del ingreso y la riqueza. Todo es maquillaje con fines electorales.

Junto al poder ejecutivo también hubo anuncios del BCRA, congelando el techo de la zona de intervención cambiaria en 51,45 pesos por dólar, por encima de lo cual se venden todos los dólares que se demanden. Además, hasta junio no se tendrá en cuenta la base de la brecha de no intervención, insinuando que el dólar puede bajar de precio en el corto plazo (39,75) y el Banco Central no saldrá a comprar divisas.

Lo que afirma el BCRA es que la devaluación está asegurada hacia fin de año, gracias a los fondos desembolsados por el FMI y unas reservas internacionales que superan los 77.000 millones de dólares, suficientes para aguantar en el corto plazo una corrida contra el peso. Lo anunciado por el BCRA induce operaciones financieras en pesos y trata de desestimular la demanda de dólares. Existe el convencimiento que, si se contiene el tipo de cambio, el dato en sí mismo contribuirá a potenciar el consenso electoral para un nuevo turno de Macri, el PRO y Cambiemos.

Iniciativa política electoral y críticas por derecha

Convengamos que se trata de una iniciativa política, con escaso impacto en la economía, aun cuando algunos sectores podrían beneficiarse con el abastecimiento de ciertos productos y como beneficiarios de crédito, pese a la excesiva tasa de interés, donde el crédito barato ronda el 50%, difícil de soportar por los sectores de menores ingresos.

Es común escuchar críticas al gobierno por inútil en materia de política económica. El argumento alude a la incapacidad en cuestión económica y a la ausencia de un programa. Son argumentos que provienen de sectores críticos por derecha. Aludo a los ultra-liberales, autodefinidos como “libertarios”, incluso como “anarco-liberales”, Espert, Milei o Giacomini. En el mismo sentido opinan ortodoxos de anteriores ajustes, caso de López Murphy, Carlos Rodríguez, u oficialistas críticos como Melconian o Santángelo.

Para estos, algunos en campaña, el ajuste y la reestructuración debe ser una política de shock y, por ende, critican el “gradualismo” y la “inutilidad” del gobierno. Proponen un ajuste y reformas estructurales sin anestesia, acudiendo incluso a proposiciones autoritarias como el “voto calificado” o a eliminar directamente el Estado, responsabilizando a la “política” en su conjunto. Quieren ya la reforma laboral y previsional, eliminado derechos laborales, sociales, individuales y colectivos, incluso, si fuera posible, hacer desaparecer las organizaciones sindicales y sociales. No es una crítica al clientelismo o a la corrupción sindical u organizacional del viejo modelo sindical, sino a toda forma de expresión social organizada en defensa de derechos de las clases subalternas.

Las reformas estructurales son necesarias, reclaman, para el desembarque de las ansiadas inversiones en los sectores que ofrecen elevados volúmenes de ganancias, caso del agro negocio con cosecha récord o la nueva Meca de Vaca Muerta para la producción y exportación de hidrocarburos no convencionales, y de trasfondo, como siempre, la deuda y la especulación financiera. En rigor, no es un discurso nuevo. Es el mensaje hegemónico con antecedentes en la dictadura genocida, en los 90 y ahora, con los matices de instrumentos, sea el terrorismo de Estado, la convertibilidad, desregulaciones y las privatizaciones, pero siempre en la perspectiva de las reformas regresivas: a) de las relaciones laborales, b) del cambio de función del Estado y, c) la subordinación a la lógica hegemónica de la transnacionalización.

Puede repetir Macri, o no, pero quedará el condicionante estructural de la regresividad esencial construida en el proceso 1975/76 hasta nuestros días, con los matices y retardos de procesos sociales y políticos sustentados en organización y acumulación social sustentadas en las resistencias a la dictadura o al menemismo, y que recientemente, de la mano y el vínculo con la región latinoamericana y caribeña devolvieron un imaginario de independencia, soberanía y perspectiva liberadora.

Esto último puede ser el punto de partida para presentar en sociedad una propuesta atractiva para transitar un rumbo a contramano de la lógica de la ganancia, pero esa es otra historia que está más allá de la dinámica electoral en curso.

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