Argelia: Un millón de manifestantes exige en Argel el fin del gobierno de Buteflika

Resumen Latinoamericano, 29 de marzo de 2019.-
Las marchas de hoy, que cumplen su sexto viernes consecutivo, son las más numerosas en la capital hasta la fecha.
foto: Masiva manifestación contra el régimen argelino, este viernes en Argel. RYAD KRAMDI 

Cada viernes, las protestas populares contra el gobierno de Argelia se superan en número. Las de hoy, por sexta semana consecutiva, han alcanzado el millón de manifestantes en las calles de Argel, según fuentes policiales citadas por agencias internacionales. Desde que comenzaron las protestas, a mediados de febrero, la de este viernes ha sido la que ha congregado a un mayor número de personas en la capital.

Eso sin contar las decenas de miles que han marchado por todas las ciudades del país: Orán, Constantina, Annaba, Relizane, Biskra, Mostaganem, Setif, Bejaia, Buira, Bumerdes, Tizi Uzu, Sid Bel Abbes, Tebesa, Saida, Medea, Adrar…

La multitud pide la salida del poder del presidente, Abdelaziz Buteflika, pero exige que con él se vaya todo su clan, que lleva 20 años acaparando la política y la economía argelinas. En resumen: los argelinos quieren el fin del sistema. “¡Irhal, dégage! [Fuera]!”, gritan los manifestantes, según recoge el medio online TSA. “Chaab la yurid la Gaid la Said [El pueblo no quiere ni a Gaid ni a Said]”, claman en referencia al jefe del Estado Mayor del ejército, Ahmed Gaid Salah, y al hermano del presidente, Said Buteflika, quien mueve los hilos de la presidencia en la sombra.

Gaid Salah propuso este martes que el Consejo Constitucional declarar la inhabilitación del presidente Buteflika en virtud del artículo 102 de la Carta Magna. Los poderes se realinearon en seguida con el jefe del ejército, evidenciando la soledad de Buteflika y su clan. El presidente, de 82 años, está impedido desde que en 2013 sufriera un grave accidente cerebrovascular.

Sin embargo, el rechazo hoy en la calle a las palabras del jefe militar ha sido unánime. Los argelinos reclaman, en su lugar, la aplicación del artículo 7, que estipula: “El pueblo es la fuente de todo poder. La soberanía nacional pertenece exclusivamente al pueblo”.

La policía antidisturbios ha lanzado gases lacrimógenos contra manifestantes en Argel que intentaban acercarse al palacio presidencial de El Muradia, marchando a través del bulevar Mohamed V. También ha utilizado cañones de agua. Los jóvenes han respondido lanzando piedras. Pese a estos choques, muy limitados, la inmensa mayoría de las protestas se desarrollan de forma pacífica.

Capital de Argelia se estremece por protestas populares

Argel, la capital de Argelia se ha convertido desde el pasado 22 de febrero en epicentro de las protestas

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La crisis tiene sus efectos en todo el país, pero se palpa con inocultable nitidez en la capital de Argelia. (Foto: PL)

El escepticismo no se aparta de cada rostro o conversación de sus moradores, pero la capital de Argelia se resiste a sucumbir a la agitación política de los últimos viernes y por ello presume diariamente de insospechada vitalidad.

La crisis desatada desde el 22 de febrero, cuando en las calles se rechazó el anuncio del presidente Abdelaziz Bouteflika de aspirar a un quinto mandato consecutivo (decisión que luego declinó), tiene sus efectos en todo el país, pero se palpa con inocultable nitidez en Argel, epicentro de las protestas.

Despliegue inusual de policías y carros antidisturbios, desvíos ocasionales de la circulación vial y grupos gremiales o políticos con sus reivindicaciones en distintas zonas de la ciudad, corroboran que esta nación no vive precisamente la mejor época post-independencia.

Sin embargo, cada amanecer Amin Hidi abre su puesto de expendio de kebabs, shawarmas (bocadillos típicos en países árabes por lo general elaborados con pan de pita, salsas, verduras y carne) y pizzas en inmediaciones de la Grande Poste, un emblemático edificio de correos del centro de la capital.

‘Quiero también el cambio del sistema, que él (el presidente) y sus ministros renuncien y den paso a gente nueva, pero hay que alimentar a la familia, no podemos parar, hay que trabajar’, comentó a esta agencia mientras levantaba la puerta metálica de su negocio para iniciar la faena.

Como Hidi, piensa casi la totalidad de dueños y empleados de cafeterías, restaurantes, tiendas y otros establecimientos, incluidos los vendedores ambulantes o instalados en improvisados quioscos que intentan hacer ‘su marzo’ aprovechando el incesante vaivén de argelinos por la urbe.

La Grande Poste, un hermoso edificio de color predominantemente blanco y estilo neo-morisco que data de 1910, era la sede principal de correos de Argelia, pero hace años alberga el museo dedicado a historia de esa labor y en los días que corren es un punto neurálgico de las movilizaciones.

Mientras estudiantes, abogados, académicos o sindicalistas alzan voces y pancartas reivindicativas desde las escaleras frontales de ese inmueble, en la explanada contigua se erigen carpas para la venta de ropas, bisutería, sandalias, carteras y cuanto artículo artesanal típico pueda imaginarse.

A la par, un humeante café -expresso o ‘turco’ (estilo muy consumido entre los árabes)- avisa al transeúnte que hay donde sentarse para reponer fuerzas y mitigar la fría brisa que sube con aromas de mar desde el puerto de Argel, apenas unos metros hacia abajo.

En un espacio del parque (aquí le llaman jardín) Khemisti, apicultores y vendedores asociados a éstos expenden miel de abeja ‘para endulzar la vida, mucho más ahora’, bromea uno de ellos con el potencial cliente, mientras en otras mesas pueden obtenerse títulos de libros en árabe y francés.

Cuando el transeúnte logra sortear el enjambre de autos que transitan por esa zona del antiguo barrio europeo de Argel, tropieza con quienes tratan de llevar dinero al bolsillo -y de paso brindar algo de fruición básicamente a niños y mujeres- con el expendio de peces ornamentales, rosas y otras flores.

La pericia comercial permite a Ahmad convencer a una madre para que satisfaga el antojo de un niño por un llamativo goldfish, o a Mohammad señalar con su dedo índice hacia el cielo e invocar a su Dios Allah tras haber vendido su primer pantalón del día en una tienda más exclusiva.

Son rutinas de una metrópoli apacible que, sin embargo, ya hace cuenta regresiva para ver un mar de pueblo volver el viernes a la calle Didouche Mourad y concentrarse en la Grande Poste para exigir el ‘cambio radical’ del sistema, pero mientras tanto -insistía Amin Hidi- ‘la vida sigue’.

fuente Prensa Latina

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