Me extraña, señora Bachelet

Matías Bosch / Resumen Latinoamericano / 21 de marzo de 2019

Me extraña, señora Bachelet, que hablara usted de criminalización de la protesta en Venezuela.
Me ha dejado casi convencido de que aluciné cuando recordaba que siendo usted Presidenta, Carabineros de Chile frente a La Moneda y en toda la Alameda hasta Santa Lucía, bombardeó con gases, agua y detenciones una manifestación de trabajadores en la que yo participaba. Lanzaban chorros de gases en la cara de maestros y maestras que sólo sostenían pancartas.
Teníamos que correr y escondernos en el laberinto de las calles París y Londres para no ser detenidos. Y como esa, se pueden contar decenas de veces.
Logré recordar también las marchas de los “pingüinos” defendiéndose de la arremetida policial. Estudiantes de secundaria tratados como “vándalos”, incluso detenidos por estar protestando en nombre  del básico derecho humano y social (eso que usted hoy defiende sobre Venezuela) a una educación pública de calidad e igualitaria. En los albores de su mandato en 2006, usted aún no izaba la bandera de la gratuidad educativa que fue peleada en las calles a pesar suyo y de sus ministros de Educación e Interior.
Me di cuenta que no alucino cuando leí sus párrafos sobre la “etnia” (se dice pueblo) warao en Venezuela, pues recordé a Matías Catrileo Quezada, mapuche baleado por la policía bajo su mandato; recordé a Johnny Cariqueo Yañez, muerto tras una brutal golpiza policíaca; y a Jaime Facundo Mendoza Collío, otro mapuche, asesinado por la espalda por un policía, todos durante su presidencia. En el gobierno de Ricardo Lagos, en el que usted sirvió como ministra de Salud y de Defensa, los mapuche asesinados fueron siete ¿Ha asumido usted cuotas de responsabilidad por ello alguna vez o promovido que se establezcan cargos ante el Estado de Chile? ¿De verdad quiere hablar de criminalización de la protesta, con el fardo de la Ley de Seguridad Interior del Estado para acusar de terrorismo a diestra y siniestra?
Por demás, resulta a lo sumo curioso que su informe sobre Venezuela recoja como “conclusiones” y “hallazgos” lo que son frases textuales que se pueden encontrar en twitts y retwitts suyos y su equipo de HACE CASI UN MES ATRÁS (24 de febrero 2019) ¿Capacidad sobrenatural de premonición que la ciencia no conoce?
Señora Bachelet: es impresionante que una persona del rango y prestigio internacional que Usted ostenta, asevere que las primeras sanciones se impusieron a Venezuela en 2017, cuando iniciaron mucho antes, por órdenes de Obama. También lo es que base sus afirmaciones en cosas como “según encuestas”, “presuntamente”, “me preocupa”, “me inquieta”, “se conoce”; todo un documento lleno de aseveraciones sin ofrecer una sola fuente, pero a la vez diciendo que un equipo “de su oficina” está en Venezuela (para el cual vuelve a pedir garantías, dejando insinuado que no las tiene) ¿Qué hace ese equipo, que seguro cobra muy bien, y apenas puede llegar a mandarle una lista de conjeturas, sin aportar una sola información corroborable? ¿Cómo no se hace cargo -ni siquiera por elegancia- de las sospechas de un sabotaje al sistema eléctrico vinculado al apagón general de días pasados?
Sobre la crisis del sistema de salud -y mire que usted es médica y fue ministra de Salud- eso ya lo han dicho otros organismos, incluyendo el serio cuadro materno-infantil y de enfermedades infecto-contagiosas. Y sin embargo siendo organizaciones más pequeñas y limitadas, y sin la RESPONSABILIDAD GLOBAL DE USTED Y DE LA ONU, han hecho INFORMES MUCHO MÁS SERIOS y sin la ambigüedad política de este “informe”.
Usted, señora Bachelet, se anima a decir que Venezuela es hoy “inquietante factor de desestabilización regional”, faltando poco para dejar dicho que representa una causal de intervención humanitaria. Usted afirma y valida lo que su correlegionario de ideas, Rodríguez Zapatero, desmiente en todos lados, y su supuesto adversario, Piñera, proclama a los cuatro vientos. ¿Acaso quedó ya lejos la Michelle Bachelet que se interpuso al golpe en Bolivia y que acogió con honores en La Moneda al derrocado Manuel Zelaya?
Lamentable es que usted, señora Bachelet, mujer, latinoamericana e hija de un general digno asesinado por el golpe cívico-militar de Pinochet, la derecha chilena, el Gobierno de Nixon y la CIA, se maneje de tal forma en este escenario de un país amenazado con una invasión de EEUU y otros países vecinos, gobernados hoy por aventureros y piratas como Bolsonaro y Duque, que podrían llevarnos sin temor a una conflagración regional, como se perpetró contra República Dominicana en 1965 y se intentó hacer de la mano de Uribe entre 2007 y 2008.
Que quede claro: nada de esto busca ser argumento “ad hominem” o “ad feminem” para desviar la atención hacia usted y relativizar la gravedad de la situación, sea en el país que sea.
Cualquier violación de Derechos Humanos de cualquier Estado debe ser condenada. El sufrimiento y las injusticias contra todo pueblo deben indignarnos; así nos enseñaron Allende y el Che.
Solo que uno debe reclamar que los informes y hallazgos de este calibre cumplan un mínimo de seriedad, ecuanimidad y honestidad metodológica y ética, para no ser armas destructivas diafrazadas de legalidad. Más cuando está en juego todo lo que Trump y compañía planean, y los derechos de millones de personas por las que usted debe abogar.  Ahí está Haití esperando que alguien se digne a asumir la responsabilidad de la ONU en el crimen en masa de la epidemia del cólera. ¿Quién mejor que usted para hacerlo, con su participación directa en la presencia de los Cascos Azules en ese país?
Dos cosas si quiero reconocerle: Que prometió un informe de verdad en junio, y eso esperaremos en lugar del cuasi panfleto de ayer. Y que, aunque su informe trató la grave situación de otros países, incluyendo Colombia, toda la orquesta mass-media solo habla de uno solo: Venezuela.
Eso claramente no es culpa suya, señora Bachelet, pero alguien de su experiencia y currículum debió haber tomado en cuenta en qué canasta caen los huevos que iba a lanzar. En una posición como la suya, uno sí está obligado a saber siempre para quién trabaja.

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