Venezuela /Sabotaje eléctrico: La guerra no convencional contra el socialismo bolivariano

 

Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 9 marzo 2019

Estamos en el Ministerio de Comunas y Movimientos Sociales, en un debate titulado “Decreto de Obama vs día del antiimperialismo”. Se espera la llegada de la ministra Blanca Eekhout. Con nosotros están Romain Migus (Francia), Guillermo Orrego (Perú), Alcides Martínez (Comisión Agitación y Propaganda del PSUV) y Vladimir Castillo, director por Asuntos internacionales del ministerio. Alrededor de las 5 de la tarde, la luz se va. El debate termina en una Caracas inmersa en la oscuridad, iluminada solo por los faros de los automóviles y los teléfonos celulares de quienes intentan volver a su casa a toda prisa.
Por la noche, el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, confirma la sospecha general: fue un sabotaje a la red eléctrica nacional, uno de los peores, que dejó a varios estados en el país sin luz. Cuando, después de un trabajo incesante, la situación se estaba resolviendo progresivamente, se produjo otro ataque, esta vez al sistema de comunicaciones.
Un sabotaje interno, evidentemente. Suceden algunos intentos de “guarimbas” en la capital, pero sin consecuencias. Ciertamente, el apagón impide la marcha de las mujeres que culminaría en un evento organizado por Unamujer. El presidente Maduro decretó un día de suspensión de clases y el gobierno denunció la intervención de los Estados Unidos, que se expresó rápidamente sobre el sabotaje, demostrando que era perfectamente consciente del plan desestabilizador: “No hay nada que comer, no hay medicamentos, y ahora sin luz … pronto sin Maduro “, escribió el secretario de Estado de USA, Mike Pompeo, y el senador Marco Rubio ratificó el discurso.
Después del fracaso del ataque militar en la frontera con Colombia, disfrazado de “ayuda humanitaria”, ahora es el turno del ataque tecnológico. El “presidente interino” autoproclamado, Juan Guaidó, continúa su trabajo como títere de terceros. Previo al apagón se reunió con funcionarios de algunos ministerios que trabajan desde adentro contra el gobierno y con quienes ha tratado de activar una huelga para el 9 de marzo. Todas las centrales sindicales ha rechazado la propuesta, confirmando la plena confianza en el legítimo presidente Nicolás Maduro.
“Los que siguen al autoproclamado no tienen la fuerza para mover a los trabajadores”, dijo el ministro de Trabajo, Eduardo Piñate, quien también es el fundador de la Central Socialista, durante una reunión de las organizaciones sindicales. La prueba, agregó, es que “desde que el presidente Maduro anunció el Plan de Recuperación económica, Crecimiento y Prosperidad, en agosto de 2018, intentaron varias veces paralizar el país pero no pudieron hacerlo”.
El 6 de marzo, durante una reunión con los trabajadores de la planta siderúrgica de Guayana en el estado de Bolívar, Maduro pidió “máxima productividad” y prometió renovar los acuerdos colectivos que aún están por aprobar. En esa ocasión, el presidente habló como ex sindicalista, reafirmando la importancia y el orgullo de pertenecer a la clase trabajadora, consciente del papel de los trabajadores en la construcción del socialismo. Mientras tanto, se ha decidido un nuevo aumento de los salarios y las pensiones.
El gobierno bolivariano decretó el 9 de marzo día antiimperialista, para recordar el mismo día de 2015, cuando Obama impuso sanciones a Venezuela, declarando al país como “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de los Estados Unidos”. Sanciones que Trump ha renovado por un año más, esperando fortalecer la acción desestabilizadora de su títere Guaidó. Un pilar de la guerra no convencional que se cierne contra el socialismo bolivariano, y que tiene como objetivo principal al pueblo que no quiere bajar la cabeza.

En un manual desclasificado por la CIA, elaborado por el dall’Air Force Institute Of Technology( Instituto de Tecnología de la Fuerza Aérea), se describe en detalle las numerosas formas de sabotaje que se utilizarán en este tipo de guerra: con algunos hombres infiltrados en los lugares correctos, los sistemas informáticos y las instalaciones industriales pueden ser destruidos, y así los servicios públicos. Y esos mismos infiltrados, dice el manual, también pueden usarse como testigos falsos en la ONU que demuestren el fracaso del “régimen” en todos los sectores y para justificar la intervención armada.
Durante el apagón, en las redes sociales más acreditadas, han llegado las quejas de los ciudadanos, según las cuales empleados de la empresa estatal de comunicaciones CANTV habrían acudido a los barrios populares y, sin mostrar su nombre y tarjeta, con el pretexto de inspeccionar las estaciones han robado material técnico difícil de encontrar debido a las sanciones de Estados Unidos.
La guerra contra Venezuela atraviesa esta segunda fase, la del ataque tecnológico para aislar a la población y debilitar su moral. Pero solo al mirar las imágenes que vienen de todas partes del país se comprende cuánto, seis años después de la muerte de Chávez, el socialismo bolivariano está tal vez algo magullado, pero más vivo que nunca. Desde el Cuartel de la Montaña, donde descansan los restos de Chávez hasta el último pueblito fronterizo, resuena una sola consigna: “Leales siempre, traidores nunca”.

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