PALESTINA: Mujeres palestinas: guardianas de la vida, la memoria y la resistencia / Nuevamente la ONU retrasa la publicación del informe sobre las empresas con vínculos con los asentamientos israelíes / Medios: Israel somete a presos palestinos a radiación peligrosa / Más información…

Resumen Latinoamericano / Agencias / 05 de marzo de 2019 –

Mujeres palestinas: guardianas de la vida, la memoria y la resistencia

Mucho se dice y se escribe sobre las mujeres palestinas: las más cultas y educadas de su región; las más politizadas (les sobran razones); las más fuertes, valientes y resilientes. Todos los elogios se quedan cortos, y no les hacen justicia.

Foto: Esta composición entre naif y surrealista expresa de manera potente la identificación entre mujer y tierra, tan fuerte en el imaginario palestino. (Imagen de origen desconocido).

A mis amigas, vecinas, compañeras y hermanas palestinas,

por enseñarme con sus vidas y sus cuerpos que existir es resistir.

Cada 8 de marzo evoco los que he pasado en Palestina ocupada. Fueron tres, y en tres lugares bien diferentes, pero siempre marcados por los cuerpos femeninos protestando y los masculinos armados reprimiendo. Y evoco también a las muchas mujeres que guardo en la memoria del corazón.

Mucho se dice y se escribe sobre las mujeres palestinas: las más cultas y educadas de su región; las más politizadas (les sobran razones); las más fuertes, valientes y resilientes. Todos los elogios se quedan cortos, y no les hacen justicia. Yo tengo la certeza de que ellas son las principales responsables de que la limpieza étnica sionista (en curso desde hace más de siete décadas) haya fracasado. Como dice la periodista Teresa Aranguren, que las conoce bien:

El objetivo último de la ocupación es romper las redes de convivencia que se tejen en el discurrir de la vida cotidiana, deshacer la urdimbre familiar y social que protege de la adversidad y sustenta la capacidad de resistencia de la población ocupada. (…) la tenaz pervivencia de un pueblo expulsado de su tierra, despojado, disperso, bajo ocupación militar, se ha apoyado en la fortaleza de sus mujeres, en su empeño, a veces sobrehumano, por reconstruir una y otra vez el hilo de la cotidianidad destruida, en su inquebrantable voluntad de seguir siendo familia, vecinas, pueblo.[1]

Numerosos trabajos académicos, periodísticos y de ONGs sobre las mujeres palestinas, así como análisis del proyecto colonial sionista con perspectiva de género, ayudan a comprender la matriz de control que rige las vidas palestinas, y sus impactos sobre ellas. En un estudio sobre las condiciones que enfrentan las mujeres en el territorio ocupado al transitar por el embarazo y el parto, la académica palestina Nadira Shalhoub-Kevorkian[2] analiza la realidad que vive su pueblo desde tres claves teóricas:

la biopolítica y la necropolítica, basándose en Foucault y Mbembe respectivamente[3], tal como se manifiestan en el régimen israelí de colonialismo de asentamiento. Este proyecto, según la definición de Patrick Wolfe adoptada por la autora, invade y se apropia de un territorio, expulsando o aniquilando a la población originaria (junto con los trazos de su historia y su identidad enraizadas en esa tierra) y sustituyéndola con población colona. El biopoder colonial determina quién puede vivir y quién no, en función de sus intereses de ‘seguridad’ (un término del cual Israel abusa para justificar todas su arbitriedades y violencias). En el contexto colonial de Israel/Palestina, un claro ejemplo son las políticas demográficas excluyentes, diseñadas e implementadas de manera violenta para imponer por la fuerza una mayoría judía en un territorio donde la mitad de la población no lo es. El epicentro de esa necropolítica es la ciudad de Jerusalén, donde mediante demolición de viviendas, desalojos forzados, detenciones arbitrarias y ejecuciones sumarias de jóvenes, denegación de servicios básicos (salud, educación, recolección de residuos, permisos de construcción), clausura de centros culturales, vandalización de sitios religiosos y estrangulamiento del espacio público se busca expulsar a la población palestina para judaizar toda la ciudad. Políticas que tienen impactos diferenciados de género, pero afectan de manera dramática la calidad de vida de las mujeres, al incrementar sus responsabilidades de cuidados.

la construcción geopolítica del espacio (y consecuentemente del tiempo), ya que −pese a las diminutas dimensiones de Palestina− la ocupación militar israelí se ha encargado de fragmentar el territorio y hacerlo intrincado o imposible de transitar. Esto tiene enormes impactos en la vida cotidiana, ya que esa infraestructura (el Muro, los checkpoints, las carreteras segregadas o bloquedas, los diferentes documentos de identidad −y matrículas de vehículos− que coartan la libertad de movimiento) apunta a atomizar a la población ocupada de múltiples formas, separando a los agricultores de sus tierras, a las mujeres de los hospitales, a la juventud de sus universidades, a las familias entre sí y a la población en general de sus centros culturales y religiosos. Quizás la expresión más gráfica de esta geopolítica espacial −y que constituye el terror de las mujeres embarazadas− es la cantidad de palestinas que han dado a luz, o han muerto (ellas, o sus bebés recién nacidos) esperando largas horas en un checkpointmilitar para llegar a un hospital[4].

– lo cotidiano como un escenario donde las políticas del biopoder y el necropoder se confrontan con las estrategias de resistencia que despliegan los grupos dominados para sobrevivir y evitar ser exterminados. Ese es el espacio privilegiado de las mujeres. Citando de nuevo a Teresa Aranguren: “Siempre he pensado que una de las claves de la capacidad de resistencia del pueblo palestino es la cohesión de su entramado social, la fortaleza de sus vínculos de solidaridad interna y su hondo sentido de la dignidad.” Por eso la humillación, el aislamiento y la fragmentación son elementos esenciales en la estrategia del poder ocupante. Y son las mujeres, desde una infinidad de formas de resistencia −generalmente silenciosas, aparentemente ‘pasivas’, en los espacios cotidianos− quienes mejor desafían a la dominación sionista.

Se ha dicho en muchos estudios que las mujeres palestinas, sus cuerpos que resisten, sostienen y reproducen la vida (a pesar de los esfuerzos del necropoder por aniquilarla) son la materialización de la “amenaza demográfica” que tanto teme el régimen sionista. Como escribió la arabista feminista Carolina Bracco: “Las mujeres palestinas fueron desde el comienzo un problema para Israel. Primero y principalmente porque desde su misma constitución, este Estado se erigió como el fecundador de una tierra ajena, como un violador orgulloso que intentó despojar de su honor y su identidad a la población nativa a través de ese acto tan propio de los estados homonacionales modernos en un espacio colonial racializado.

“(…) estos cuerpos femeninos racializados son un problema para Israel. Un problema que hace setenta años no sabe cómo resolver; porque las palestinas siguen pariendo, manteniendo viva su cultura y criando a sus hijos en la resistencia, la mayoría de las veces solas porque sus maridos, padres y hermanos están en las cárceles de la ocupación o muertos. Son un problema porque desafían la esencia del nacionalismo construido sobre la noción de masculinidad judía y porque no se han doblegado ante la intentona constante de conquistar sus cuerpos (…) porque cuando encarcelan arbitrariamente a sus maridos ellas trafican semen[5] para fecundarse y seguir creando vida, porque cuando las arrojaron al exilio ellas siguieron construyendo comunidad.”

A todo ese marco teórico, este 8 de marzo quiero ponerle rostros, nombres, paisajes e historias.

Quiero recordar a tantas madres anónimas que, en la ciudad de Hebrón, cada mañana visten, peinan y acicalan a sus hijas e hijos para que, impecables y implacables, caminen hacia la escuela atravesando varios checkpoints donde –como ellas saben− los soldados armados a guerra les apuntarán con sus ametralladoras, revisarán sus mochilas escolares y les intimidarán de todas las maneras posibles (a veces incluso con gases lacrimógenos o invadiendo sus escuelas). Pero ellas seguirán mandándoles a estudiar. Y cuando los soldados arresten a sus niños, ellas saldrán a la calle y correrán a enfrentar como leonas a esos terroristas de Estado para tratar de rescatarlos.

Y a Nisrin, que como sus vecinas resiste en el barrio Tel Rumeida de Hebrón, asediada y hostigada por los colonos más violentos de la ciudad. Su esposo murió gaseado por los soldados, pero ella sigue allí junto a sus cuatro hijas/os, pintando hermosos y coloridos cuadros con motivos de la cultura palestina y recibiendo con su dulce sonrisa a quienes se animan a visitarla. Y a Layla y Nawal, las únicas mujeres que tienen un puesto de textiles y artesanías −hechas por mujeres de Idna− en el mercadito de la Ciudad Vieja de Hebrón, donde a menudo colonos y soldados incursionan haciendo tropelías, destruyen la mercadería, les insultan y amenazan. En invierno las lluvias inundan ese mercado, debido a que los colonos vecinos han clausurado los desagües pluviales, y los textiles y kuffiahs quedan bajo agua. Pero ellas y sus colegas siguen allí, ofreciendo su té dulce y su charla amena a los visitantes.

A Myassar, Soraida, Hanin, Jitam, Suhad y otras muchas activistas feministas que, además de lidiar con el régimen sionista, enfrentan al sistema patriarcal palestino. La lucha por la igualdad de género, por los derechos de las minorías sexuales, contra la violencia machista y contra las discriminaciones que las mujeres enfrentan en el sistema legal así como en las prácticas tradicionales es para ellas –y lo ha sido por décadas− parte inseparable de su lucha por la liberación de su pueblo.

A Tajeed, Hanedi, Taghrid, Alaa y todas las estudiantes que me encontré muchas veces en el transporte público viajando a la universidad desde sus pueblos –también a través decheckpoints y carreteras llenas de soldados que en cualquier momento pueden volverse una trampa mortal−, y que con su locuacidad curiosa y acogedora me enseñaban expresiones en árabe mientras practicaban su inglés. Porque las jóvenes palestinas van a la universidad y buscan superarse, aunque sepan que la economía de su país ocupado no les permitirá encontrar un trabajo acorde a su preparación.

A Neimah, Maysa, Ferial y las muchas −demasiadas− mujeres que cada mes visitan a sus hijos o maridos en las cárceles israelíes, sorteando mil obstáculos y soportando humillaciones, en viajes agotadores e interminables, a veces para rebotar al llegar a la prisión, porque la autoridad de turno se despertó de mal humor y decidió quitárselo maltratando a los presos y sus familias. El dolor que estas mujeres cargan en sus entrañas solo es superado por el de las madres o esposas de los mártires, en una tierra donde la necropolítica colonial decretó hace tiempo que la vida palestina es desechable, y que matar jóvenes es parte de la guerra demográfica.

A Asmaa, mi amiga gazatí que vive en Nablus con su marido y sus cinco hijas e hijos, soñando con poder visitar a su familia en Gaza (y sufriendo agónicamente cada vez que hay un nuevo ataque israelí), mientras saca adelante a su familia con el trabajo que se ganó en una ONG internacional. Cuando la conocí llevaba ocho años sin ver a su familia, pues le habían negado el permiso para visitar a su padre enfermo. “Te dejaremos ir cuando se muera”, le dijeron los israelíes. Pero ella salió con sus hijos hacia Amán, atravesó Jordania y Egipto –gastando una fortuna y corriendo peligros− para poder entrar por el cruce de Rafah. La sonrisa radiante de Asmaa haciendo el signo de la victoria con su familia en la playa de Gaza era la prueba de que no la habían derrotado.

A Miriam –con quien hablo en castellano porque nació en Caracas−, que vive indocumentada en un barrio conflictivo de Jerusalén Este[6]. Su marido es de allí y tiene documento azul, pero el de ella es verde, y los israelíes suelen negar la unificación familiar a quienes tienen cónyuges de Cisjordania. Para Miriam, como para tantas palestinas de Jerusalén, su hogar, su barrio, su ciudad son una cárcel, pues vive rodeada de colonos siempre al acecho para agredirlas, o apoderarse de sus casas, o denunciar que están construidas sin permiso, o que no tienen documentos. Cuando la tensión aumenta –Miriam vive con su familia en el mismo predio que su cuñado, un líder comunitario constantemente encarcelado−, ella encierra a sus cuatro hijos en la casa y no les deja salir ni a jugar al patio, por miedo a los colonos. Ella también hace muchos años que no puede visitar a su familia en Cisjordania (a pocos kilómetros de su barrio), porque si lo hace no podría volver a entrar a Jerusalén −a través del checkpoint y el Muro− por carecer de permiso y documento azul.

A Nayiha, Tamam, Nayah, Wafa, Adla, Nahla, Hakima y tantas mujeres campesinas de las aldeas de Yanun, Awarta, Burin, Asira Al-Qibliya, Urif, Qusra, Al-Mughayer y otras de los distritos de Nablus y Ramala que están rodeadas por colonos extremistas y fanáticos. Ellas también están presas en sus comunidades, aunque vivan en medio de paisajes cuya belleza deja sin aliento, porque tienen miedo de que los colonos las ataquen –a ellas o a sus hijas− en alguna curva solitaria del camino, o invadan sus casas cuando están ausentes y destruyan o roben sus propiedades y cosechas. Pero nunca van a abandonar su tierra, sus olivos, sus cabras y ovejas, sus huertos y sus manantiales. Su resiliencia es directamente proporcional a su generosa hospitalidad. Cualquiera que llegue a sus casas será recibida con té dulce con maramiya o menta, pan tibio recién salido del tabun (horno de piedras en la tierra) con aceite de oliva yzátar, aceitunas, queso y yogur; manjares que ellas y sus familias producen en las tierras que han habitado por generaciones, pero que están perdiendo gradualmente, dunam tras dunam, a manos de los colonos invasores.

A Farisa, Sabbah, Fatima, Samiha y todas las mujeres y niñas que viven en Jirbet Tana, Susiya, Jan Al-Ajmar y muchas comunidades pastoras o beduinas en la periferia de Jerusalén, el Valle del Jordán o las Colinas del Sur de Hebrón, resistiendo las intenciones de expulsarlas de sus tierras ancestrales para dárselas a colonos judíos. Y que cada día cuidan sus rebaños, crían a sus hijos/as y reconstruyen sus precarias viviendas de chapa y lona cada vez que son destruidas por los buldóceres militares israelíes. No saben si su aldea sobrevivirá, pero se niegan a abandonarla. Su resistencia perseverante tiene un nombre en árabe: sumud, y representa la porfiada voluntad palestina de permanecer en su tierra, igual que sus olivos milenarios.

Y no me olvido de las mujeres encerradas con sus familias –y periódicamente bombardeadas− en la cárcel que es la bloqueada Franja de Gaza. Ni de las que malviven en los campos de refugiados de los países vecinos, soñando con regresar a una patria que muchas solo conocen por los relatos de sus abuelas. Ellas son las encargadas de transmitir la memoria a las nuevas generaciones nacidas en el exilio, junto con las llaves de las casas de las que fueron expulsadas hace 71 o 52 años, hoy destruidas u ocupadas por personas judías traídas de todo el mundo. En el campo de refugiados/as de Aida, en Belén ocupada, conocí a algunas de esas mujeres, y escuché sus relatos. Algunas recordaban al detalle su casa, el sabor de sus naranjas, el pozo de agua, la iglesia y la mezquita de su aldea; podrían reconocerlas bajo los escombros o los bosques plantados para esconderlos. La mayoría de esas mujeres están muriendo, y saben que no volverán ni siquiera para ser enterradas en el cementerio de su aldea. Pero sus hijas y sus nietas seguirán atesorando sus historias y reclamando su derecho al retorno; un derecho que, como me enseñaron en Aida, Deheisheh, Al-Ashkar, Balata y otros campos de refugiados/as, es innegociable.

Quiero terminar recordando también que este 8 de marzo se cumplen tres años del llamado que nos hicieron las mujeres palestinas organizadas llamado que nos hicieron las mujeres palestinas organizadas para que apoyemos su lucha de liberación sumándonos al movimiento palestino y mundial de BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) para ejercer presión sobre Israel hasta que respete los derechos humanos y colectivos del pueblo palestino. El llamado abre con una cita de Ángela Davis: “Apoya al BDS, y Palestina será libre”, y termina así:

“En el espíritu de una visión feminista inclusiva que lucha por la justicia racial, social y económica, y es solidaria con los pueblos indígenas y los derechos de soberanía a nivel mundial,

En un espíritu de coherencia moral y resistencia a la injusticia y la opresión, incluida la opresión de las mujeres,

Hacemos un llamamiento a las mujeres y feministas de todo el mundo para que se pongan del lado correcto de la historia y se unan a nuestro movimiento BDS.

La justicia es siempre una agenda feminista.”

Notas

[1] “Mujeres de Palestina”, en Palestina tiene nombre de mujer. Mundubat, Bilbao, 2008.

[2] Birthing in Occupied East Jerusalem: Palestinian Women’s Experiences of Pregnancy and Delivery. YWCA, Jerusalén, 2012.

[3] Michel Foucault: Society must be defended (Londres, 2003). Achille Mbembe: “Necropolítica” (2003). Sobre la relación dialéctica entre ambos conceptos, ver Ariadna Estévez, “Biopolítica y necropolítica: ¿constitutivos u opuestos?”.

[4] Entre 2000 y 2002, 52 mujeres palestinas parieron en checkpoints israelíes; 19 de ellas, y 29 bebés recién nacidos/as, murieron. (Erturk, 2005, citado en el trabajo de Nadira Shalhoub-Kevorkian).

[5] El semen es extraído clandestinamente de las cárceles (sobre todo cuando los prisioneros cumplen sentencias de varias décadas, obviamente sin posibilidad alguna de visita conyugal ni el menor contacto físico) e inseminado en las mujeres. Muchas esposas de prisioneros han tenido bebés mediante esta técnica asistida.

[6] Omito el nombre del barrio por razones de seguridad.

Ver artículo publicado en Blog Palestina en mi Corazón

Acerca de María Landi: María Landi es una activista de derechos humanos latinoamericana, comprometida con la causa palestina. Desde 2011 ha sido voluntaria en distintos programas de observación y acompañamiento internacional en Cisjordania. Es columnista del portal Desinformémonos y escribe en varios medios independientes y alternativos.

Fuente: María Landi, Desinformémonos


Nuevamente la ONU retrasa la publicación del informe sobre las empresas con vínculos con los asentamientos israelíes

Activistas de derechos humanos expresaron su indignación, señalando que Zeid Ra’ad al-Hussein, ya había retrasado su publicación en 2017 antes de renunciar en agosto de 2018.

Vista de las obras de construcción en Ramot, un asentamiento judío en Jerusalén oriental el 4 de octubre de 2018. (Mostafa Alkharouf – Agencia Anadolu)

La publicación de una base de datos de las Naciones Unidas de empresas con vínculos comerciales con los asentamientos israelíes en la ocupada Cisjordania se ha retrasado nuevamente, provocando la ira de activistas que han hecho campaña durante tres años, informa Reuters.

El tema es muy sensible, ya que las empresas que aparecen en dicha base de datos podrían ser objeto de boicots o desinversiones destinadas a aumentar la presión sobre Israel sobre sus asentamientos en la Cisjordania ocupada, los que son considerados porque la mayoría de los países y las Naciones Unidas como ilegales. Los bienes producidos allí incluyen frutas, verduras y vino.

Israel ha atacado la base de datos, cuya creación fue acordada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en marzo de 2016, como una “lista negra”.

Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, señaló el martes que a pesar de los avances logrados desde el lanzamiento del estudio, se necesitaba más trabajo debido a la “novedad del mandato y su complejidad jurídica, metodológica y objetiva”.

Su oficina tenía como objetivo finalizar y emitir el estudio “en los próximos meses”, indicó en una carta al Consejo de Derechos Humanos.

Los activistas expresaron su indignación, señalando que el predecesor de Bachelet, Zeid Ra’ad al-Hussein, ya había retrasado su publicación en 2017 antes de renunciar en agosto de 2018.

“La descarada expansión de los asentamientos ilegales por parte de las autoridades israelíes subraya por qué la base de datos de empresas de la ONU que facilita estos asentamientos debe publicarse”, expresó en un comunicado Bruno Stagno Ugarte, de Human Rights Watch.

Financiamiento para acuerdos – Caricatura [Sarwar Ahmed / MiddleEastMonitor]

“Cada retraso refuerza aún más la participación de las empresas en los abusos sistemáticos de los derechos derivados de los asentamientos ilegales”, añadió, y solicitó a Bachelet que se comprometiera a una fecha clara de publicación.

Los grupos de derechos palestinos y los sindicatos, en una carta fechada el 28 de febrero, instaron a Bachelet a publicar la base de datos, diciendo que las nuevas demoras socavarían su oficina y promoverían lo que llamaron una “cultura de impunidad existente por los abusos de los derechos humanos y los delitos reconocidos internacionalmente en el OPT (Territorio Palestino Ocupado)”.

El Congreso Judío Mundial dijo que su CEO, Robert Singer, se había reunido con Bachelet el mes pasado e instó a la cancelación de la base de datos. El grupo con sede en Nueva York agradeció la demora en la publicación, y señaló en un comunicado que el informe debería postergarse ya que perjudicaría financieramente a miles de empleados, tanto israelíes como palestinos, de empresas específicas.

En noviembre, la compañía de alquiler de viviendas Airbnb expresó que eliminaría las listas de los asentamientos israelíes en Cisjordania, una medida que Israel llamó una “miserable capitulación” a los boicoteadores y palestinos considerados como un paso hacia la paz.

Israel capturó Cisjordania en una guerra de 1967. Sus asentamientos allí son considerados ilegales por la mayoría de las potencias mundiales. Los palestinos consideran que los asentamientos y la presencia militar necesaria para protegerlos son obstáculos para su objetivo de establecer un estado. Israel disputa esto.

Fuente Original: UN again defers report on companies with Israeli settlement ties

Fuente: Middle East Monitor / Traducción: Palestinalibre.org

Copyleft: Toda reproducción de este artículo debe contar con el enlace al original y a la traducción de Palestinalibre.org


Medios: Israel somete a presos palestinos a radiación peligrosa

Las autoridades de Israel someten a los presos palestinos en cárceles israelíes a peligrosas radiaciones dañinas para su salud, informan varios medios.

La cárcel israelí de Ofer en los territorios palestinos ocupados.

Según ha informado este martes el canal iraní en árabe Al Alam, citando a medios palestinos, en los recientes días el régimen de Israel ha instalado máquinas de interferencia de señales de radio y televisión en las cárceles en las que tiene a presos palestinos.

Estas máquinas, alertan los medios, son demasiado peligrosas para la salud debido a la potente radiación que emite de modo que casi inmediatamente luego de instalarlas un gran número de prisioneros palestinos empezaron a sufrir de fuertes dolores de cabeza.

Se teme que, si los presos estén sometidos a esta radiación a largo plazo, su salud pudiera deteriorarse de manera significativa y podrían desarrollar enfermedades como el cáncer.

Además como resultado directo de la instalación de estas máquinas los presos palestinos son incapaces de utilizar televisiones y radios en la cárcel dado que los dispositivos de interferencia de señales hacen imposible la llegada de señales de tal tipo a las zonas donde están instaladas.

Del mismo modo, el Movimiento de Presos Palestinos ha revelado que también en los recientes días los gerentes de algunas cárceles del régimen de Israel han quemado las pertenencias de presos palestinos sin razón alguna, acto que viola sus derechos.

Ante esta situación, advierte dicho movimiento que los retenidos palestinos en las cárceles israelíes se están preparando para hacer frente al régimen de ocupación para que rinda cuentas por sus crímenes.

Israel mantiene en sus cárceles a más de 7000 prisioneros palestinos, de los cuales unos 500 están en régimen de “detención administrativa”, que permite encarcelar a palestinos sin cargos ni juicio por periodos de hasta seis meses, prorrogables un número de veces ilimitado.

A pesar de que varias organizaciones defensoras de los derechos humanos han denunciado los malos tratos de los que son objeto los prisioneros palestinos, y en especial los menores de edad, no se ha producido ningún cambio en las políticas de Israel y los encarcelados siguen siendo blanco de torturas.

Fuente: Hispan TV


Asociación de Fútbol de Palestina recibe apoyo de la FIFA para remodelar su estadio más antiguo

El organismo dirigido por Gianni Infantino entregó ayuda financiera para implementar mejoras en el recinto internacional Faisal al-Husseini.

La FIFA informó este martes de la renovación del principal recinto deportivo de Palestina y que, además, es el más antiguo. Se trata del estadio Internacional Faisal al-Husseini.

Con el apoyo del programa FIFA Forward, la Asociación de Fútbol de Palestina (PFA), instaló en el coliseo asientos adicionales, un sistema de drenaje y la última generación de Césped artificial, lo que permite que el estadio pueda albergar partidos oficiales tanto nacionales como internacionales.

Con esto se pretende aumentar el interés de los patrocinadores locales y apoyar el desarrollo juvenil en el deporte.

Palestina fue admitida por la FIFA en 1998, jugando sus primeros duelos amistosos contra el Líbano, Jordania y Siria en ese año. Entre sus mayores logros destacan la clasificación para la Copa Asiática en 2014, tras quedarse con el título de la AFC Challenge Cup.

Fuente: La Tercera – Chile


Informe: Las mujeres pagan el precio más alto por el bloqueo israelí en Gaza

Un nuevo informe de Physicians for Human Rights Israel (PHRI) publicado para conmemorar el Día Internacional de la Mujer revela cómo el bloqueo de Gaza y los criterios para otorgar los permisos de salida afectan severa mene el tratamiento de las pacientes

El cruce de Erez entre Israel y Gaza, agosto de 2018. \ Eliyahu Hershkovitz

Un nuevo informe publicado por Physicians for Human Rights-Israel antes del Día Internacional de la Mujer revela que el bloqueo de Gaza por parte de Israel hace pagar más alto precio en la salud de las mujeres palestinas que de los hombres palestinos.

El informe analizó tres categorías: pacientes con cáncer que viajan desde Gaza a Israel para recibir tratamiento; la suspensión del tratamiento a los pacientes por motivos de parentesco con miembros del partido político Hamas; y la suspensión del tratamiento a los pacientes sobre la base de que un miembro de la familia se encuentra en Cisjordania sin permiso.

PHRI indicó que el informe se basa en un análisis de cientos de pacientes que lo contactaron entre los años 2017 y 2018, pidiendo ayuda para salir de la Franja para obtener atención médica. También se basó en el número de solicitudes para salir de los territorios para tratamiento, de hombres y mujeres, entre el mismo periodo de los años 2017 y 2018. Las cifras se obtuvieron del coordinador de actividades gubernamentales en los territorios a través del ejercicio de la Ley de Libertad de Información.

Los datos muestran que, entre los 201 casos en los que el tratamiento médico para pacientes con cáncer se suspendió o retrasó entre 2017 y 2018, 129 eran mujeres, en comparación con 72 hombres.

Los oncólogos que se ofrecieron como voluntarios con PHRI dieron su diagnóstico por escrito señalando que la probabilidad de recuperación para los habitantes de Gaza con cáncer se ha visto afectada significativamente por la política de Israel en el manejo de las solicitudes para salir de la Franja para recibir tratamiento.

Según el informe, durante el año 2017, a 379 pacientes, 208 mujeres y 171 hombres, se les negó el permiso para salir de la Franja para recibir tratamiento debido a que un miembro de su familia residía ilegalmente en Cisjordania o en Israel. La tendencia se invirtió en 2018: se rechazaron 433 solicitudes, de las cuales 246 eran de hombres y 186 de mujeres. En algunos casos, las autoridades israelíes citaron el temor de que el propio paciente permaneciera ilegalmente en Cisjordania o Israel.

En la mayoría de los rechazos durante los últimos dos años, los familiares ilegales en Cisjordania fueron hombres.

Las mujeres enfermas con un pariente asociado con Hamas fueron rechazadas el doble de veces que los hombres. De los 1,875 casos rechazados debido a una asociación familiar con Hamas en los últimos dos años, 969 fueron de pacientes; de estos, 608 eran de mujeres y 361 de hombres.

“El informe demuestra que en Gaza, al igual que en otros puntos de conflicto en todo el mundo, las mujeres sufren más que los hombres a causa de la violencia y la ausencia de atención médica”, informó Mor Efrat, jefe de la división de territorios ocupados en PHRI.

Incluso sin ninguna intención de atacar a las mujeres, Israel debe entender que su política de bloqueo de Gaza tiene implicaciones relacionadas con el género, indicó. Israel debe crear una política que asegure un daño mínimo a las mujeres en cumplimiento de la Resolución 1325 de la ONU, y repensar sus sanciones en Gaza basándose en el daño hecho a las mujeres, añadió Efrat.

Descargar el informe en PDF –>aquí

Acerca del autor: Jack Khoury es corresponsal Haaretz

Fuente Original: Women Pay the Highest Price for Israel’s Gaza Blockade, Report Says

Fuente: Jack Khoury, Haaretz / Traducción: Palestinalibre.org

Copyleft: Toda reproducción de este artículo debe contar con el enlace al original y a la traducción de Palestinalibre.org

 

 

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