Venezuela en el corazón
Luz Marina López Espinosa / Resumen Latinoamericano / 22 de febrero de 2019
En estos duros tiempos de conjuras y confrontaciones cuando aun los que se suponían más lúcidos e incondicionales entran a esa zona de confort de “la neutralidad”, nos viene a la mente el célebre enunciado del mártir checo Julius Fucik cuando en “Al pie del patíbulo” -no sólo el del texto sino el de la cerril realidad-, sentenció: “Cuando la lucha es a muerte, el fiel resiste; el indeciso renuncia, el cobarde traiciona; el burgués se desespera, y el héroe combate”. Entonces, hablando de luchas a muerte porque no es otra cosa lo que el amenazante invasor promete y obliga, hacemos el repaso del heroísmo desplegado por el pueblo venezolano en la gesta libertadora, y no nos queda más que un partido por tomar: el de con el gran César Vallejo exclamar ¡Venezuela en el corazón!
Y es que, cómo no, hoy cuando el imperio más devastador que ha conocido la Tierra ha dispuesto por sí y ante sí que su próximo despojo será la patria de Bolívar, y cuando sus subordinados en todo el mundo, incluidos -¡quién lo creyera!- regentes de países cuya libertad se la deben a ese Padre común se suman al nefando designio, nada más provechoso para nutrir la fe y alentar el coraje, que abrir las páginas del gran libro de la Historia.
Entonces aparece el pasado glorioso, hechos de valor y sacrificio inenarrables. Hombres y mujeres, blancos y mestizos –mantuanos y pardos- negros, nobles y plebeyos, luchando contra un opresor que no daba cuartel en cuanto a la brutalidad de los medios para extirpar lo que consideraba una mesnada criminal. Hace doscientos años ese pueblo supo de torturas, masacres, fusilamientos y descuartizamientos, además de los cercos de hambre y hórridas mazmorras. Verdugos como Domingo Monteverde y José Tomás Boves le templó el alma y de ellos aprendieron las agonías que demanda la lucha por la libertad. Y a todo ello se sobrepuso, expulsando al invasor que un día vio embarcarse presuroso hacia su lejano continente. No gratuitamente el himno de Venezuela canta “Gloria al bravo pueblo”.
No la tiene –no la tendrá- entonces fácil el nuevo Atila que desde la miseria de la fuerza bruta como razón, anuncia invasión y dominio sobre el suelo lleno de tesoros materiales que movió su codicia. Déspota iletrado en trance de regidor del mundo. Y no, porque en la patria venezolana están vivos los ecos de Francisco de Miranda, José Prudencio Padilla, Antonio José de Sucre, Manuela Sáenz, José Antonio Páez, y miles de anónimos más, que en la epopeyas de Carabobo, el Lago de Maracaibo, Pichincha, Junín, Boyacá y Ayacucho rubricaron con sangre la libertad no sólo de Venezuela, como que ha sido llamada “Cuna de la libertad de la América española”. Y no va a ser esta, la generación que está conmemorando el bicentenario de esas gestas, la que va a permitir que dentro de doscientos años se la señale de haber sido su sepulturera.
Y este parteaguas de la historia es ocasión de constatar la verdad de la sentencia de Fucik y ver de qué parte se alinean los hombres. Y aquí, el más feroz de los sarcasmos: los que se supondrían albaceas del legado de Bolívar, los presidentes de Perú y Colombia liberados por él, y los de Chile y Argentina por José de San Martín, su par en esa causa, hoy encabezan esa canalla internacional denominada “Grupo de Lima”, cabeza de playa para la invasión norteamericana a la tierra del Genio de América. “…el indeciso renuncia, el cobarde traiciona…”
Por todo lo anterior, por todo lo demás y por lo que sea, hoy 22 de febrero de 2019 en el gran Concierto Por la Paz de Venezuela, gritamos con todas las fuerzas. ¡VENEZUELA EN EL CORAZÓN!
Alianza de Medios por la Paz
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