Venezuela: Reflexiones en tiempo de caos

Por Voces en Lucha, Resumen Latinoamericano, 17 febrero 2019

  1. 16 de marzo. Cumbre de las Azores. Los presidentes de EEUU, Gran Bretaña, España y Portugal deciden enviar un ultimátum al presidente de Irak, Saddam Hussein. En medio de la barbarie, un personaje sin parangón lucha por alcanzar su particular gloria mediática. Las cámaras apuntan prestas a inmortalizar a los representantes de la infamia. José María Aznar, ubicado entre Blair y Durão Barroso, mira a los lados con semblante serio, sale del grupo, pasa por detrás de Blair y Bush, se sitúa junto al presidente norteamericano, recibe su cordial brazo sobre la espalda y sonríe, ahora sí, orgulloso. Es la famosa foto de las Azores que dio la vuelta al mundo. A cuatro días de esa foto, Irak era invadida.

16 años después, el mismo imperio que entonces sembró el caos y millones de muertes en tierras ajenas declara otra guerra a la humanidad. El objetivo a batir, una de las democracias más avanzadas y transformadoras de América Latina. Un pueblo en lucha por soberanía y dignidad. Ayer se llamaban Blair o Aznar los esbirros europeos, hoy Theresa May o Pedro Sánchez. La primera parece la reencarnación de la dama de hierro que “disciplinó” a la clase obrera inglesa. El segundo, recibió el mandato de continuar la demolición del concepto izquierda de mano de su mentor político, Felipe González. En 2003, fue la derecha más rancia, encarnada en “Aznar el Grande” la que se manchó las manos de sangre con Irak. Hoy, es el Partido Socialista Obrero Español el que da luz verde al derramamiento de sangre en Venezuela. Aznar se sumaba ayer a la expansión imperialista de un supuesto loco llamado George Bush. Con sus pies sobre la mesa, presto a correr un minuto de gloria en menos de 60 segundos, sumó su nombre a la historia de la infamia. “Pedro el Guapo” se alinea hoy con la esquizofrenia de un imperio en decadencia encarnado en otro supuesto loco con nombre de pato Disney y apellido triunfal. ¿Pondrá Pedro Sánchez sus pies sobre la mesa de la infamia sentado afablemente junto a Donald Trump, o preferirá no mancillar su sonrisa encantadora de serpientes?

Ayer, la Organización de Naciones Unidas negó la existencia de armas de destrucción masiva y se opuso a la invasión de Irak. De nada sirvió, ninguneada por los poseedores de la razón manu militari. Hoy la ONU ha reconocido como presidente legítimo a Nicolás Maduro. Tampoco les sirve a los administradores de la razón por la fuerza.

La excusa para invadir Irak se llamó “armas de destrucción masiva”. Hoy, “catástrofe humanitaria”. La misma crisis humanitaria que desde hace años esos “salvadores” intentan provocar. La donación humanitaria proporcionada por esos filántropos se estima en 60 millones de dólares. La cantidad del erario público retenido y robado por EEUU a Venezuela en cuentas bancarias internacionales se calcula en 18.000 millones de dólares. La historia del caballo de Troya humanitario luce una cronología perversa. La Organización para la Reconstrucción y Ayuda Humanitaria llegó a Irak después de la invasión. En 1986, la contra nicaragüense recibió armas de EEUU para combatir al sandinismo camufladas como ayuda humanitaria. Al frente de la operación se encontraba Elliott Abrams en la era Reagan. Por ello fue condenado y posteriormente indultado por Bush padre. Este enero ha sido nombrado enviado especial de EEUU para Venezuela y se encuentra “muy feliz e impaciente por ponerse manos a la obra”. La ayuda humanitaria en la tierra de Bolívar no se encarga de administrarla ni la ONU ni la Cruz Roja Internacional, sino ONGs como la USAID, desde hace años dirigidas por agentes “humanitarios” de la CIA en América Latina. El próximo 23 de febrero es el día clave anunciado por el títere local para la intervención caritativa. Para la víspera, el magnate de la comunicación Richard Branson prepara un concierto en la frontera colombo-venezolana. Alejandro Sanz, Carlos Vives, Luis Fonsi, Juanes o Juan Luis Guerra son algunas de las voces de la farándula que abrirán la puerta al corredor humanitario para llevar la paz a las pobres víctimas de la tiranía venezolana. El tinglado será retransmitido en directo a los ojos preocupados del mundo.

Hagamos un rocambolesco ejercicio de imaginación. Imaginemos un edificio de viviendas de un barrio cualquiera de una ciudad cualquiera de cualquiera de los países llamados del primer mundo. Pongamos España. Imaginemos la comunidad de vecinos de ese edificio, con sus más y sus menos, como toda comunidad de vecinos que se precie. Imaginemos que somos presidentes de esa comunidad. Imaginemos que un gran inversor internacional quiere hacer, justo donde se encuentra ese edificio, un enorme centro comercial que revolucionará la vida de nuestra localidad. Las autoridades locales están encantadas y nos hacen una buena oferta. Imaginemos que convocamos a la comunidad a una reunión de urgencia. Imaginemos que decidimos que aquí han crecido nuestras hijas e hijos, que aquí queremos seguir viviendo, que estas son nuestras viviendas y nuestra comunidad y que aquí nos quedamos. Imaginemos que la oferta se hace apetitosa. Imaginemos que decidimos por mayoría que no tenemos precio. Imaginemos que un cordón “humanitario” con 1000 hombres armados rodean nuestro edificio prohibiendo introducir ningún tipo de comida al mismo. Pasan las semanas y las reservas se acaban. El edificio es declarado en catástrofe humanitaria. Un destacamento con ayuda humanitaria en forma de comida llega para convencer a los díscolos. A los dueños de las viviendas, por su mala gestión y administración de la comunidad, causantes de provocar una catástrofe humanitaria, se les abre un proceso de desahucio (algo sabemos de eso por estos lares). Todo el que quiera abandonar el edificio será bienvenido y bienhallado al otro lado. Imaginemos que el conserje del edificio,… pobre conserje, imaginemos mejor al administrador. Ese administrador de fincas de una empresa ajena al edificio, se autroproclama, en la calle y junto a la línea de “defensa humanitaria”, dueño interino del edificio. Puestos a imaginar, imaginemos que a ese “dueño interino” lo respalda un comité de apoyo humanitario alienígena interplanetario. Imaginemos ya metidos en harinas de ciencia ficción que los presidentes de las comunidades vecinas, en lugar de defender a los dueños legítimos y soberanos del edificio, se dedican a criticar la mala gestión que hemos hecho como comunidad, y nos dan un ultimátum para abandonar nuestros hogares o reconocerán al autoproclamado dueño interino. Suerte que la realidad sea tan ajena a la ciencia ficción.

Cuando los colmillos imperiales “descubrieron incrédulos”, como nuestro querido Aznar, que efectivamente no había armas químicas en Irak, las entrañas negras iraquíes eran ya una esponja de roja sangre de millones de almas del pueblo culpables de habitar una tierra de apetecibles secretos. Saddan Hussein acabó ahorcado ante los ojos del mundo. Su plaza pública se llamó medios de comunicación.  Como dice el escritor venezolano José Roberto Duque (1), “aquí, a Nicolás Maduro, a su esposa y a toda la alta jerarquía del chavismo le han jurado la prisión y la muerte. Al resto de los chavistas sólo nos han ofreciendo la muerte”.

La verdad verdadera de tanto interés por Irak, Siria o Venezuela, hasta los gatos lo saben, se llama petróleo. El mismo hocico de presa que ayer escarbaba en Irak hoy olfatea las mayores reservas probadas del planeta. Ayer, como hoy, esos olfatos ladinos siguen un rastro con olor a crudo. Sin embargo, haremos la broma fácil, se trata de un crudo muy “maduro”. Porque lo que también empiezan a percibir los dientes rabiosos del imperio norteamericano y esbirros como los amantes de la libertad Duque y Bolsonaro, es a un pueblo digno dispuesto a defender al legítimo gobierno bolivariano encabezado por “ese secuestrador de niños” llamado Nicolás Maduro. La baza principal a la que apostaron se va agotando. ¿Cómo iban a imaginarse ellos, curtidos en mil batallas, hacedores de mil conspiraciones, que se toparían con unas fuerzas armadas impregnadas de pueblo y que al pueblo defienden? ¿Cómo iban a imaginarse ellos que después de años “haciendo aullar” la economía venezolana millones de personas seguirían saliendo a la calle a defender a su gobierno? Las bazas “suaves” de la agenda golpista se van agotando y los movimientos de tropas norteamericanas, tan pronto en Colombia como en islas del Caribe, auguran malos tiempos.

Cuando en 2003 los pueblos del mundo se indignaron y gritaron aquel famoso ¡No a la Guerra! de Irak, el argumento para defender o no la paz no era si Saddam Hussein era un sátrapa o un dictador. El grito unísono era “No a la guerra” porque en la guerra es el pueblo el que pierde. En esta nueva guerra, y eso es lo que no llega a palparse, pierde más que nunca la humanidad.

Hoy América Latina está al borde de una guerra de dimensiones terroríficas. Hoy, ese mismo imperio que arrasó Irak declara la guerra a uno de los procesos, lo repetimos, más democráticos y transformadores de América. Sin embargo, el debate está en si “los errores del gobierno venezolano” o en si “Maduro es un dictador” o en si “Venezuela es un desastre”. Ya saben el cuento: “por una mala gestión, el edificio está en ruinas”. Partidos progresistas y voces intelectuales de una acreditada izquierda de carnet impoluto, donde ayer dijeron digo hoy dicen Diego. Lo que ayer resplandecía hoy envilece. Lo que ayer era financiación hoy son menos votos. Basta con un par de vídeos del primer recitador internacional de aforismos, el domesticador de palabras y conciencias, el sabio Pepe Mujica, para legitimar “mi sensata posición de equidistancia”. La Venezuela bolivariana es hoy una patata caliente en manos de una izquierda anestesiada que intenta ubicar su lugar en un mundo en caos donde el fascismo explícito arremete de nuevo y donde el fascismo social hace rato se instaló en nuestras conciencias. Ante eso, la receta está clara: cuatro grados norte, cinco derecha.

¿Alguien se ha parado a pensar cómo carajo evaluar los errores y deficiencias del gobierno de un país cercado, intervenido, agredido, víctima durante años de una guerra de cuarta generación y a las puertas de una fase militar del conflicto? ¿Alguien se ha parado a valorar qué carajos va a pasar con las millones de conciencias colectivas de pueblo chavista si los títeres del imperio más grande y destructor que haya conocido la humanidad se hacen con el control de la ansiada Venezuela? ¿Han valorado la sangre que puede acompañar al reconocimiento de un títere autoproclamado en una plaza? No, “el gobierno de Maduro ha cometido demasiados errores”. Errores en un gobierno que pretende construir socialismo desde las instituciones burguesas de un país colonizado en medio de un mundo capitalista con una economía intervenida. ¿Acaso hemos descubierto la pólvora? Sin embargo, como afirma el escritor venezolano Reinaldo Iturriza (2), “no es por nuestros errores que se nos hace la guerra, sino por nuestros aciertos”. Aciertos que hoy invisibilizan incluso aquellos de quienes se esperaba un mínimo de dignidad, un resquicio de solidaridad internacionalista, o algo de respeto al derecho internacional.

Por si teníamos dudas, queda claro quién gobierna estos tiempos de caos y esquizofrenia colectiva. Los grandes medios de comunicación poseen nuestros cuerpos, dirigen nuestros destinos. Escriben nuestros discursos al son acompasado de sus líneas editoriales. La matriz de opinión pública diseñada por esos medios marca el paso. Pero tranquilos, no sacrificaremos nuestras carreras para cambiarlo.

[1] José Roberto Duque, La actitud ante la guerra

[2] Reinaldo Iturriza, Venezuela: formar filas contra el neoliberalismo disciplinario

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