La Unión Europea se atraganta con soja para evitar la cólera de Trump

Pablo Elorduy / Resumen Latinoamericano / 6 de febrero de 2019

La Comisión Europea y el gobierno de Estados Unidos pretenden negociar un “TTIP en miniatura” mientras la soja inundará los mercados europeos. La Unión Europea autoriza el uso de esta leguminosa como biocombustible, lo que aleja más los compromisos de emisiones de gases de efecto invernadero alcanzados en la cumbre de París.

Soja por coches. El parón en las negociaciones del acuerdo comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea, el famoso TTIP, ha generado miedo en la Comisión Europea y en algunos países de la Unión. El más poderoso, Alemania, teme que las políticas de guerra comercial de Donald Trump merme el peso específico de sus exportaciones a Estados Unidos, en especial, las del sector automovilístico. El aumento de los aranceles a los coches fabricados en Europa —un siguiente paso después de las tarifas añadidas a aluminio y acero— es una grave preocupación para la economía alemana. Así que la Comisión ha impulsado una “cabeza de puente” del TTIP que tranquilice a la industria automotriz y satisfaga la necesidad de Trump de apuntarse un tanto con el tejido agrícola de Estados Unidos de cara a su reelección. Soja a cambio de la relativa paz comercial.

La UE quiere acelerar los nuevos encuentros comerciales con Estados Unidos y aprobar los mandatos entre el 18 de febrero —reunión de ministros de Exteriores— y el 21 del mismo mes, cuando se producirá un encuentro informal entre ministros de Comercio. El nuevo acuerdo, por fases, no será discutido en los parlamentos nacionales.

El apremio por firmar las nuevas relaciones comerciales surge del incendio generado por la administración Trump el pasado año en su conflicto comercial con China. El Gobierno de Xi Jinping respondió a las barreras colocadas por Trump con el correspondiente suplemento del 25% a la exportación de soja. Estas semillas representan el 60% de los productos agrícolas que China importa de Estados Unidos.

Ante este bloqueo, el Gobierno estadounidense volvió la mirada sobre la vieja Europa. Colocar la soja en el viejo continente requiere de dos condicionantes: seguir copando el mercado del pienso para ganadería e introducir un nuevo biocombustible —no permitido hasta este año— elaborado con soja. Como resultado, en un solo año, la UE ha incrementado su importación de soja transgénica un 112%.

AU REVOIR, PARÍS

Hace un año, la comisaria de Comercio de la UE, Cecilia Mälstrom, declaraba que la Unión no firmaría ningún nuevo acuerdo que no respetase las cláusulas del acuerdo de cambio climático firmado en París en el año 2016. La llegada de Trump —negacionista del calentamiento global— a la Casa Blanca congeló el TTIP y la Unión Europea pisó el acelerador para aprobar hasta nueve tratados con cada vez menos escrutinio público merced a la conquista de autonomía alcanzada durante la negociación del acuerdo con Canadá, CETA.

Frente a la postura a favor de Alemania ante el nuevo tratado, los campesinados de Francia y Polonia empujan en sentido contrario. También el movimiento ecologista, que recuerda que la propia Comisión Europea reconoce que el biocarburante de soja es el doble de perjudicial para el clima que el diésel. Aún así, la Dirección General de Energía aprobó a finales de 2018 los estándares de sostenibilidad para abrir la puerta a este nuevo modelo de combustible.

El 16 de octubre de 2018, Trump presentó en el Congreso un mandato para negociar el acuerdo comercial. A mediados de enero, Bruselas hizo lo propio, con un mandato adecuado a las nuevas reglas de juego: queda fuera del mismo el Parlamento Europeo y los Parlamentos nacionales, de modo que el “TTIP 2.0” se discutirá solo en consulta a los estados miembros a través del Consejo Europeo. “Menos democracia en el lado europeo”, resume Tom Kucharz, de la campaña “No a los Tratados de Comercio e Inversión”. La campaña recuerda que “la pelota está en el tejado de Pedro Sánchez” —y del resto de Gobiernos europeos— y exige al Ejecutivo español que no dé luz verde a los mandatos y que no se negocie con los Estados Unidos.

HOLA, CHICAGO

Lora Verheecke, de Amigos de la Tierra Europa, considera que los pasos dados en las últimas semanas para reintroducir el TTIP en la agenda evidencian el “miedo” de la Comisión Europea al presidente de Estados Unidos: “quieren calmarle”, resume esta investigadora. El primer paso para hacerlo es el acuerdo de la soja —que incluye disposiciones en términos de ciberseguridad, gas natural licuado, cooperación reguladora y medicamentos—, un síntoma de la vulnerabilidad europea, para esta investigadora.

“Cada vez que Trump amenaza con alguna medida, vemos que la Comisión está dispuesta a abrir nuevos espacios de cooperación”, señala Verheecke, quien apunta algunos de los problemas que generará la cascada de habas de soja sobre el sector agrícola, uno de los más combativos contra el TTIP. “En términos de empleo, hay que tener claro que la importación de soja no genera empleo”, los campos de Europa ahora mismo no producen cantidades significativas de estas habas, de modo que aumentará la dependencia de los mercados internacionales, especialmente el Chicago Board of Trade. En segundo lugar, indica esta investigadora, “el acuerdo debilitará aun más a las explotaciones pequeñas y medianas, que no van a poder competir con las macrogranjas que emplean soja estadounidense”.

Para Kucharz, “el reconocimiento mutuo de la soja producida en los Estados Unidos está conduciendo a que la soja tenga un uso intensivo, ya no sólo en la insostenible e injusta agricultura y ganadería industrial, sino ahora también crecientemente para el uso como biocombustible lo que incrementa las emisiones de gases de efecto invernadero y agrava el cambio climático”.

COOPERACIÓN REGULADORA

Después de la soja viene la química. El acuerdo publicado el 18 de enero incluye un apartado sobre “cooperación reguladora” que amplía el mandato de cooperación a los productos farmacéuticos y químicos. De nuevo, se trata de homogeneizar “estándares”, lo que acercaría las normas europeas sobre productos químicos —más fuertes en términos de salud pública o regulación medioambiental— a la normativa estadounidense. “La comisión parece dispuesta a sacrificar la salud de sus ciudadanos y el medio ambiente para complacer a Trump y a la industria química”, resume Verheecke.

Por último, el acuerdo también se impone como meta el aumento de las importaciones de Gas Natural Licuado, que en Estados Unidos se “empaqueta” con gas de esquisto frillado, obtenido en su totalidad a través de técnicas de fracking y perforación horizontal. Tras un impulso para introducir el gas de esquisto en Europa durante los años 13 y 14, la presión europea suspendió el uso de técnicas de fracking en casi todo el continente. Sin embargo, el nuevo texto firmado devolverá el gas de fracking al mix energético europeo, dificultando más el cumplimiento del acuerdo de París.

Fuente: El Salto Diario

You must be logged in to post a comment Login