¡Maldita doble moral colombiana!

Resumen Latinoamericano / 31 de enero de 2019 / Maribel Chaparro

Resulta más fácil ver la paja en el ojo del otro que la viga en el propio, es más sencillo buscar los responsables afuera, enjuiciar y condenar, naufragar en especulaciones y comentarios resentidos que sentarse a pensar la realidad

En un momento de crisis cuando los ánimos están alterados, no pretendo hacer una defensa serena de Venezuela, sino más bien una crítica a la doble moral colombiana. Es increíble que en este el país del sagrado corazón en donde en promedio han ocurrido un sin número de masacres ( hasta el 2007 según el Grupo de Memoria Histórica 2505 con 14660 víctimas), el número de desplazados forzados por la violencia asciende a más de 5000000, desaparecidos, un sin fin de crímenes a sindicalistas, la fosa común más grande del mundo, las peores formas de tortura, campesinos despojados de sus tierras, etc…, en fin, un país en donde las cifras generadas por el conflicto interno son escandalosas desde donde se mire, un país con un sistema de salud en quiebra, un sistema educativo excluyente y mediocre ocupando los últimos lugares del mundo, un país en donde todo esto ocurre en medio del más macabro silencio, en donde todo se pierde en el agujero oscuro de la memoria como si todo padeciéramos de la peste del olvido, ese país despierta y se encuentra indignado, encolerizado, acordándose de sus desarraigados por la actual crisis que viven en sus fronteras.

Pero claro, resulta más fácil ver la paja en el ojo del otro que la viga en el propio, es más sencillo buscar los responsables afuera, enjuiciar y condenar, naufragar en especulaciones y comentarios resentidos que sentarse a pensar la realidad. Hasta hace unos días nadie se acordaba del drama que padecen cientos de colombianos víctimas de la violencia y de este sistema excluyente, no solo en Venezuela, sino en otros países del mundo. De pronto un país decide tomar medidas, arbitrarias o no y, de pronto se despierta el sentido nacionalista y, todo el mundo se acuerda de los desterrados de siempre, de su pueblo despojado. Y se rasgan las vestiduras en contra de ese Maduro ignorante y, de esos chavistas insensibles. Pero ¿qué olvidan con ello?

Olvidan hacer una lectura histórica de las raíces de ese problema. Olvidan hacer una crítica serena a su propia clase dirigente y a la enorme responsabilidad que ellos tienen en el drama de esos colombianos en las fronteras.

Olvidan su propia responsabilidad, permitiendo que eso ocurra en su cara, reeligiéndolos, pagando con cuantiosas sumas de su erario, producto de su trabajo, sus lujos y su seguridad. Todo sabemos las riquezas que esta clase dirigente posee y, todos sabemos de donde proviene. Pero Venezuela es la culpable de todo, los dirigentes políticos venezolanos son la peor clase que existe sobre la faz de la tierra. Mientras tanto nuestro políticos, nuestra clase dirigente se pavonea en sus centenares de hectáreas, firma TLC, entrega nuestro país al capital extranjero, pero nos consolamos con que ellos no cometen los errores de lenguaje de ese ignorante presidente Maduro.

Y qué decir de los opositores venezolanos, los uribistas, los mamertos, los que no toman partido pero son del centro y, de todos aquellos que defienden dogmáticamente sus posturas. Si el gobierno venezolano estuviera abriéndole las puertas a nuestros desarraigados colombianos, estarían igualmente en desacuerdo porque lo que cuenta es llevar la contraria.

En medio de todo este escenario de horror solo queda una pregunta ¿Cuál es el lugar de nuestros desarraigados? ¿Cuál es el lugar de los verdaderos dueños de la tierra que han sido desplazados por cultivos de palma, los territorios cedidos a las exploraciones mineras y petroleras, al capitán extranjero, en fin…? Parece que todos sobráramos en este país que ha sido hecho para que solo unos pocos prevalezcan mientras los demás, los desarraigados de siempre buscan la tierra prometida, mientras los demás, los que seguimos sobrando, nos desangramos y nos consumimos en discusiones inútiles que no parecen llevar a ningún lugar, porque todos los lugares son de ellos, el país les quedó pequeño.

Tal vez nuestro lugar sea el lugar de la utopía. Y mientras los medios y la opinión publica condenan a Venezuela y a los otros países por no crear las medidas humanitarias frente a los desarraigados colombianos, medidas que nosotros mismos no hemos sido capaces de crear, esos mismos que juzgan, condenan y se escandalizan siguen votando por la clase dirigente responsable de esa tragedia, hasta la invocan como su salvadora y, todo por un almuerzo, un puesto y, un sinfín de intereses particulares y egoístas, pero la culpa es de Venezuela. Qué absurdas contradicciones. Qué maldita doble moral.

La autora es parte de la Asociación de Trabajadores para la Vida Digna “Isidro Alba Guio”

Fuente: Trochando Sin Fronteras

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