Brasil: Entrevista: “Estados Unidos bendijo la opción Bolsonaro”

por Eleonora de Lucena.19 enero 2019

foto: José Luis Fiori


Para el científico político JOSÉ LUIS FIORI, la elección de Jair Bolsonaro es el resultado de una “operación compleja, involucrando a varios actores externos, con el objetivo fundamental de interrumpir la serie de gobiernos petistas del país”, una ofensiva iniciada en 2012/2013 y que sufrió cambios con la derrota de Hillary Clinton en 2016.

En el estilo Trump / Bolton / Mattis, Temer fue engullido, y el ex presidente Lula pasó a tener confinamiento militar. “Todo indica que fue sólo después de la fragmentación definitiva de las fuerzas conservadoras tradicionales que se impuso un acuerdo del mando de las Fuerzas Armadas brasileñas con el sr. Bolonaro, probablemente el 7 de junio de 2018, un mes antes de ser sacramentada -con toda certeza- durante la visita del secretario de Defensa norteamericano, James Mattis, entre los días 10 y 14 de agosto “.

Es lo que afirma el profesor de economía política internacional de la UFRJ, en una entrevista con TUTAMÉIA. En la evaluación de Fiori, el gobierno teológico-militar no representa la solución a la crisis que atravesa Brasil. Trae un proyecto económico viejo y superado, que acumula 70 años de fracasos por el mundo. Y muchos de sus integrantes parecen haber tenido “formación intelectual casi completamente limitada a la convivencia en los templos, en los gimnasios de gimnasia, y en los grupos amigos”.

“No es imposible que esta experiencia brasileña pueda provocar un efecto inverso, como ya ocurrió en la historia, cuando la exasperación de una idea hasta el límite de la caricatura acaba provocando una reacción contraria, que puede ser en este caso de las propias élites que apoyaron este proyecto a cambio de algunas patacas inmediatas, y que luego se dan cuenta de las consecuencias a largo plazo de su irresponsabilidad histórica “.

El autor, entre otros, de “El Poder Global” (Boitempo, 2007), José Luís Fiori se destaca por obras para la reflexión del mundo contemporáneo como “Poder y Dinero” (con María de la Concepción Tavares, 1997) y “El Poder Americano” (Voces, 2204). En el caso de la guerra, una colección de textos de investigadores sobre geopolítica, ética, economía e historia (detalle de la portada del libro ilustra la apertura de este texto).

El sociólogo y científico político discurre sobre los cambios radicales en la política exterior norteamericana y en el tablero de poder donde se destacan China y Rusia. Y trata de la “guerra ilimitada” -el nuevo formato de conflicto en el escenario global, que también afecta a Brasil.

TUTAMÉIA – ¿Cómo serán las guerras en este siglo 21?

JOSÉ LUÍS FIORI – Todas las evidencias arqueológicas e históricas indican que la guerra, como forma organizada y violenta de solución de los conflictos entre los pueblos, por la imposición de la voluntad de unos sobre otros, acompaña al Homo sapiens desde las primeras civilizaciones e imperios. Y no hay ninguna prueba consistente de que ellas hayan disminuido en cantidad o violencia, a través de los siglos. Por el contrario, las cifras indican que su intensidad y frecuencia se mantuvieron constantes, y parece haber aumentado significativamente después del surgimiento del sistema interestatal europeo, en torno a los siglos 15 y 16 de la era común. Un fenómeno que adquirió aún mayor intensidad después de que la guerra también se transformó en una pieza central de la acumulación de la riqueza capitalista dentro de ese sistema y de cada uno de sus Estados y economías nacionales. En particular, en el caso de las grandes potencias que lideraron este sistema de poder europeo, hasta su completa universalización, a finales del siglo XX. Desde este punto de vista, por lamentable que sea, se debe prever, de forma realista, que las guerras seguirán existiendo en el siglo XXI. Pero es posible que los Estados más poderosos se utilicen con más frecuencia de instrumentos de guerra económica, cada vez más sofisticada, precisa y destructora, antes de lanzar la guerra clásica. Cuando se haga inevitable, sin embargo, ella debe hacer uso de ejércitos y de armamentos cada vez más robotizados, hipersónicos, cuánticos y espaciales. Por eso, si ocurren, deberán ser multidimensionales, multiespaciales y absolutas.

 Algunos analistas hablan de la vuelta de la Guerra Fría y de una Tercera Guerra Mundial. ¿Tiene sentido pensar en estos términos?

FIORI – Es común la utilización de expresiones antiguas, para dar cuenta de problemas y perplejidades que son nuevos. El problema es que esas expresiones antiguas suelen ocultar lo que más se quiere conocer, es decir, lo nuevo, lo imprevisto, lo desconocido, que los hombres van creando, en un camino abierto y sin ningún propósito o teleología conocida. La guerra fría fue una competencia bipolar, ideológica, geopolítica y económica, de alcance global, entre dos superpotencias atómicas que defendían y propagaban dos modelos socioeconómicos y dos visiones del mundo opuestas y excluyentes. A diferencia de esto, la configuración geopolítica del mundo actual presenta al menos seis características que son muy diferentes de aquel período del siglo pasado.

¿Cuáles son las diferencias?

FIORI – En primer lugar, hay que recordar que, al final de la Segunda Guerra Mundial, la carta de creación de las Naciones Unidas fue firmada por unos 60 Estados nacionales independientes. Pero, durante el período de la Guerra Fría, entre 1946 y 1991, el sistema internacional se expandió aceleradamente, y hoy, en la segunda década del siglo XX, existen cerca de 200 Estados nacionales independientes en todo el mundo, no importa cuál sea su grado de soberanía relativa. En esta expansión, cabe destacar el caso de China, que transformó su civilización y su imperio milenario en un Estado nacional y en una economía capitalista, integrándose plenamente en el sistema interestatal capitalista creado por los europeos, sobre todo después del fin de la Guerra Fría.

La segunda diferencia: durante buena parte del período de la Guerra Fría hasta los años 1970, al menos China se mantuvo en relación con la parte del eje central del conflicto. Ahora es la segunda mayor potencia económica del mundo, ya amenaza el liderazgo tecnológico-militar norteamericano y es considerada la principal adversaria de EEUU. Pero, a diferencia de la URSS en el pasado, la China contemporánea no se propone a difundir ideologías o religiones ni imponer modelos de vida u organización socioeconómica.

Tercera diferencia: Rusia ha vuelto a ser una gran potencia energética y militar. Hoy disputa su zona de influencia inmediata y el propio Oriente Medio, movido exclusivamente por sus intereses nacionales, sin hacer o proponer ningún tipo de proselitismo ideológico o religioso.

Cuarta diferencia: Estados Unidos abandonó su política de post-Primera Guerra Mundial de apoyo y promoción activa de valores, reglas e instituciones de gobernanza multilateral. Adoptan ahora, como brújula de su política exterior, el modelo westfaliano de solución de los conflictos internacionales a través de la competencia y del uso agresivo del poder económico y de la amenaza militar como instrumento de defensa de sus intereses nacionales.

La quinta diferencia: en esta disputa geopolítica y geoeconómica, a diferencia del período de la Guerra Fría, Estados Unidos y China poseen una profunda interdependencia económica. Y Rusia dispone hoy de una capacidad tecnológica de respuesta atómica, si es atacada, superior a la de EEUU.

Sexta diferencia: esas tres grandes potencias que lideran la dinámica expansiva del sistema mundial en la segunda década del siglo XXI están involucradas en una lucha sin cuartel. Pero son orientadas por la misma brújula común de su interés nacional y de su nacionalismo económico. Por otra parte, es la misma brújula usada por todos los Estados nacionales que algún día se propusieron subir en la jerarquía del sistema mundial, o que se vieron desafiados y resolvieron defender su supremacía regional o global.

En ese momento, Rusia y China están aliadas en torno al objetivo de impedir la supremacía unipolar de EEUU alrededor del mundo. Después de que se hayan intensificado en los últimos años las divisiones y la lucha interna del establishment norteamericano, ha aumentado el poder político y decisorio de los militares sobre la política exterior de EEUU. Asimismo, no es necesario ni probable que la alianza entre China y Rusia dure para siempre. Por el contrario, lo más probable es que el caleidoscopio geopolítico y geoeconómico del sistema internacional gire a partir de ahora alrededor de ese triángulo, con configuraciones variadas, pero movido por una misma competencia abierta y sin límites que debe provocar un salto tecnológico y militar jamás vivido por la humanidad. Algo completamente diferente de lo que fue la Guerra Fría.

La crisis capitalista iniciada en 2008 provoca desdoblamientos políticos: insatisfacciones crecientes, migraciones, retóricas nacionalistas y la ascensión de la extrema derecha. ¿Es posible pensar en un escenario de continua disgregación que lleve a un aumento en los conflictos por el mundo?

FIORI – Desde el punto de vista estrictamente geopolítico y geoeconómico, la crisis de 2008 fue de hecho el punto de partida de algunos cambios fundamentales en el escenario internacional. Yo destacaría por lo menos cuatro, entre muchas otras:

1. El inicio de una escalada del conflicto de que estábamos hablando entre Rusia, China y EEUU, en particular tras la toma de posesión de los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping en 2012 y 2013, y aún más, tras la posesión de Donald Trump, en enero de 2017. Fue precisamente en ese momento que Estados Unidos decidió abandonar todo el sistema de reglas e instituciones creadas a partir de la Segunda Guerra Mundial -por iniciativa o con el apoyo decisivo de EEUU- con el objetivo de regular y arbitrar los conflictos internacionales. En este nuevo contexto, la guerra o la amenaza de la guerra vuelve a ser el gran instrumento de resolución de los conflictos entre los Estados.

2. Por otra parte, la integración de los mercados y el control financiero global creado por los Estados Unidos, a partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001, y partiendo

de las reformas y reglas creadas después de la crisis financiera de 2008, provocaron una concentración gigantesca del poder bancario y financiero -dentro y fuera de Estados Unidos- en manos de la Fed, el banco central estadounidense.

3. Aunque no fue el objetivo inmediato y explícito de las nuevas reglas, ellas centralizaron en la Fed el control de las operaciones diarias del llamado money market, en el cual todo el sistema de crédito y su vasta red de pagos son probados y resueltos diariamente, involucrando todos los recursos mundiales que circulan por el mercado norteamericano y que estaban bajo control de los bancos privados antes de la crisis de 2018.

Es decir, el tiempo de los mercados que se autorregulaban quedó atrás, sustituido por la actuación directa y planificada de la Fed, que vació hasta el poder de los bancos europeos y de su sistema de pagos interno, incluido el Banco de Inglaterra. Con esto, Estados Unidos monopolizó una verdadera arma de guerra, de enorme precisión y capaz de alcanzar a personas, instituciones y Estados, indiferentemente, hasta su rendición o destrucción. Es esta arma que ha sido utilizada en los últimos años contra todos los países que se transforman en blanco de la hostilidad norteamericana, como en el caso de Irán, o incluso de Rusia.

4. Sin embargo, el uso de su poder financiero, por los norteamericanos, ha estimulado y apresurado la construcción progresiva, por parte de los competidores, de mercados de monedas y circuitos financieros paralelos. Mercados y circuitos que aún son muy frágiles, pero que apuntan de forma explícita a la constitución de un sistema monetario internacional paralelo al del dólar, que hoy es controlado por EEUU.

¿Es posible? Alguien ya dijo que una superpotencia puede ceder en casi todo, menos en el control de la moneda de referencia internacional. Pero, en este nuevo contexto mundial, es muy difícil predecir, sobre todo por el poder económico y la gigantesca paciencia diplomática de los chinos.

Mucho se habla de la “guerra” comercial entre EEUU y China. ¿Cuáles deben ser sus desdoblamientos? China es hoy el principal enemigo de EEUU? ¿El embate puede extrapolar la esfera comercial?

FIORI – Las guerras comerciales son un fenómeno muy antiguo. Pero también en este caso el uso de una expresión milenaria esconde lo que hay de nuevo en la situación actual. En realidad, China es hoy el principal competidor económico de Estados Unidos, pero su disputa no es sólo comercial, es una disputa por el control de la “punta tecnológica”, sobre todo donde afecta de forma inmediata el avance militar, en el campo de la inteligencia artificial, de la computación cuántica y de la comunicación. Esta competencia no se da en el campo del comercio, sino en el campo de los grandes acuerdos de inversión y en el montaje de las cadenas productivas involucrando empresas de alta tecnología y de múltiple nacionalidad. Y se da también en el campo estricto del espionaje industrial, tecnológico y militar, y en la guerra cada vez más intensa que viene siendo frenada por el control de las redes de información.

La disputa más visible por las tarifas y el acceso a los mercados nacionales de China y Estados Unidos puede disminuir de intensidad a través de acuerdos de pasajeros, pero no existe la menor perspectiva de que los dos países y otros más involucrados en esa “guerra tecnológica” puedan llegar a algún tipo tipo de acuerdo definitivo. Las treguas pasajeras no eliminan la competición que está en pleno curso, y aquí reside quizás el mayor peligro de un conflicto armado entre China y Estados Unidos, si éstos -que todavía están en el frente- deciden en algún momento cortar el camino de los chinos provocando un enfrentamiento antes de ser superados por China, lo que deberá ocurrir en algunos campos cruciales, en un período máximo de 10 a 15 años.

En el terreno militar, Rusia volvió a tener peso en el mundo. ¿Cómo evaluar la continuación de ese movimiento y las reacciones de EEUU y China?

FIORI – Hans Morgenthau, padre de la teoría política realista estadounidense, escribió, poco después de la Segunda Guerra Mundial, que la principal causa de las guerras era la voluntad de revancha de las potencias derrotadas y decididas a recuperar su posición o territorio perdido en la guerra. Después de 1991, Rusia perdió cerca de 5 millones de kilómetros cuadrados de su territorio, y unos 150 millones de habitantes, y esta quizás sea una de las causas que explican la rapidez con que los rusos se recuperaron de su derrota en la Guerra Fría, rehusaron su infraestructura militar y atómica, recuperaron su lugar como megapotencia energética y volvieron a ser una gran potencia militar dentro del sistema mundial en apenas 15 años.

Hoy, además, Rusia ya ha superado a EEUU en el campo de la disputa hipersónica, y por eso es la única potencia del mundo capaz de responder a un ataque militar de EEUU o de la OTAN en pocos minutos y de forma abrumadora. Su fragilidad, sin embargo, reside en su economía, que no sería capaz en este momento de sostener una guerra prolongada contra los norteamericanos.

En el libro, ud. dice: “un tipo de guerra que no implica necesariamente bombardeos, ni el uso explícito de la fuerza, porque su objetivo principal es la destrucción de la voluntad política del adversario a través del colapso físico y moral de su Estado, de su sociedad, y de cualquier grupo humano que se quiera destruir. Un tipo de guerra en el que se utiliza la información más que la fuerza, el cerco y las sanciones más que el ataque directo, la desmovilización más que las armas, la desmoralización más que la tortura “. Al leer ese fragmento, pensé en el Brasil de los últimos tiempos. ¿Es posible decir que Brasil es ahora blanco de esa “guerra ilimitada”? ¿Por qué?

FIORI – Mirando retrospectivamente, tal vez se pueda considerar el caso de la implosión de la URSS, en las décadas de 1980/90, como un caso pionero de la nueva fase de desarrollo de ese tipo de guerra. Pero no hay duda de que este concepto y estrategia se han perfeccionado en las últimas décadas, como una forma de ataque y fragilización por dentro de los países adversarios, sobre todo cuando el objetivo es el cambio de gobiernos y regímenes considerados indeseables. Fue así en Europa Central y en los países árabes, y en algunos casos de América del Sur.

Desde el punto de vista de los Estados Unidos y de algunos países europeos, Ucrania fue sin duda el caso más exitoso de guerra híbrida que logró cambiar un gobierno que era aliado de Rusia y que se convirtió en su principal enemigo dentro de Europa central; mientras que Siria, desde el punto de vista de esos mismos países, tal vez sea su mayor fracaso.

En realidad, hoy Siria ya se ha convertido en el caso paradigmático de un intento fracasado de cambio de régimen y de gobierno que comenzó en 2011 durante la llamada primavera árabe, y luego se transformó en una guerra híbrida y en una guerra civil que desembocó, finalmente, en una guerra internacional, con varias potencias externas utilizando fuerzas y grupos étnicos y religiosos locales, unos contra otros sin que estos países hayan logrado cambiar el régimen o gobierno de Siria. En este sentido, siria también se transformó en el caso paradigmático de un gobierno que resistió y venció la lucha contra la intervención externa, independiente del juicio que se haga sobre este gobierno. Pero esto al costo de la destrucción casi total del país, medio millón de muertos, uno y medio millón de heridos y 5 millones de refugiados.

¿Cree que esto es lo que también ocurrió en Brasil, empezando por las manifestaciones de 2013?

FIORI – Creo que cualquier analista internacional más o menos objetivo dirá que sí, que fue lo que sucedió también en Brasil en la segunda década del siglo XXI, aunque en una escala y en una intensidad muy inferior. Pero, así mismo, todo indica que fue una operación compleja, involucrando a varios actores externos, con el objetivo fundamental de interrumpir la serie de gobiernos petistas del país, aunque no se haya propuesto desde el principio el final que vino a tener.

La ofensiva comenzó en 2012/2013, y su apuesta inicial fue en la victoria electoral del sr. Aécio Neves, en 2014. Pero, poco después de su derrota, el proyecto cambió de estrategia. Fue necesario improvisar un impeachment, que culminó en la formación de un gobierno enteramente inepto y corrupto, el gran responsable del aniquilamiento del sistema político y del estado y por la destrucción ética de la sociedad brasileña. Y no es improbable que esta debacle del gobierno Temer haya sido acelerada por la derrota y la pérdida de apoyo de los golpistas brasileños, por parte del gobierno de Obama, tras la derrota de los Clinton en las elecciones presidenciales de 2016.

Después de eso, la estrategia inicial fue rediseñada, en el estilo Trump / Bolton / Mattis, con el engavecimiento del sr. Temer y la prisión y confinamiento de tipo militar del ex presidente Luiz Inácio da Silva. Y, sin embargo, todo indica que fue sólo después de la fragmentación definitiva de las fuerzas conservadoras tradicionales que se impuso un acuerdo del comando de las Fuerzas Armadas brasileñas con el sr. Bolonaro, probablemente el 7 de junio de 2018, un mes antes de ser sacramentada -con toda certeza- durante la visita del secretario de Defensa norteamericano, James Mattis, entre los días 10 y 14 de agosto.

El resto de la historia es conocido, aunque muchas personas todavía se preguntan quién fue el que organizó el famoso episodio del cuchillo de Juiz de Fora, ocurrido el 6 de septiembre de 2018. Un pobre cuchillo que logró esconder durante dos meses, el fin de la campaña electoral, un candidato a presidente de la República adulto y con más de sesenta años, pero que, según sus médicos, no podía hablar ni aparecer en público, para no estresarse. Algo impensable si no fuera por el peso de sus partidarios, y por la complacencia casi cariñosa de la prensa brasileña.

Esto puesto, en su opinión, cuál será ya ahora, de esta elección de Bolsonaro para Brasil y para el mundo?

FIORI – Esta elección y este gobierno recién instalado no representan el fin, ni mucho menos la solución de la crisis que Brasil está atravesando. Por el contrario, considero que la pantomima electoral y el gobierno teológico-militar que fue instalado en el país forman parte de la propia crisis que deberá durar mucho, tal vez una década o dos, antes de que Brasil consiga finalmente construir y definir su identidad, su nueva forma de convivencia interna, y junto con ello, sus verdaderos objetivos nacionales y soberanos, dentro del sistema internacional.

Y para el mundo?

FIORI – Por lo que leo y veo, lo que más sorprende a las personas mundo afuera no es la verborragia y el derechismo rabioso de los nuevos gobernantes brasileños, que no es original y es casi todo copiado de modelos externos. Lo que se preguntan es cómo un grupo tan exótico y provinciano logró llegar al mando de un país tan grande y tan complejo, y con una élite tan ciosa de su cosmopolitismo. Incluso porque, de hecho, a veces parece que muchos miembros del nuevo gobierno tuvieron su formación intelectual casi completamente limitada a su convivencia en los templos, en los gimnasios de gimnasia, y en los churros de amigos.

Por eso, lo que los analistas internacionales se preguntan es cómo estas personas lograron formar una coalición teológico-militar que fue capaz de ganar una elección presidencial en un país de 210 millones de habitantes, para luego ponerse al servicio de un proyecto económico viejo y superado, que ya tiene más de 70 años de fracasos comprobados y acumulados alrededor de todo el mundo. Y que hoy está en contra de todo lo que se está haciendo en la economía mundial. Incluso en los Estados Unidos de Donald Trump, que es considerada una figura casi divina por algunos miembros más delirantes del nuevo gobierno. Y lo que es más extraordinario: todo esto, con el apoyo de algunos militares que aún se consideran nacionalistas.

Así mismo, por paradójal que pueda parecer, no es imposible que esta experiencia brasileña pueda provocar un efecto inverso, por lo menos dentro del mundo eurocéntrico, sobre todo por las dimensiones de Brasil. No es imposible que ocurra aquí lo que ya sucedió muchas veces, a través de la historia, cuando la exasperación de una idea hasta el límite de la caricatura acaba provocando una reacción contraria, que puede ser, en este caso, de las propias élites que apoyaron este proyecto a cambio de algunas patacas inmediatas, y que luego se dan cuenta de las consecuencias a largo plazo de su irresponsabilidad histórica.

En toda esta historia, ¿cuál es el papel que el señor. atribuye al poder judicial brasileño, ya la propia prisión de Lula?

FIORI – Mi tema de estudio, hace muchos años, es el “poder”, independientemente de las instituciones que lo ejercen o dejan de ejercerlo. Y, desde este punto de vista, nadie en sana conciencia puede creer que aquellos muchachos y muchachas de Curitiba hicieron lo que hicieron, por sí mismos, sin estar sostenidos por un poder superior al de ellos, y externo al propio poder judicial. Y todo indica que esta misma fuerza que “empoderó” a estos mozos de provincia, haya sido aquella que acobardó a los señores de la alta cúpula del gobierno brasileño.

En el caso del juicio y prisión del ex presidente Lula, hasta que el objetivo central de toda esta escenificación, o mejor dicho, de esta guerra de poder, fue precisamente la eliminación o exclusión de la vida política brasileña del país, líder petista. ¿Por qué? Por todas las razones que han sido abundantemente enumeradas por casi toda la prensa internacional, y que no puedo repetir aquí. Pero, en particular, porque las fuerzas que sostuvieron al capitán, en la fase final de su campaña, sabían que sería imposible elegirlos, si Lula estuviera libre. Y ahora, estas mismas fuerzas temen que el sr. Bolsonaro no consiga mantener la compostura e interpretar el papel de gobernante, si el ex presidente aparece a su frente libre, y de vuelta al liderazgo de la oposición brasileña.

El señor. ¿evalúa que Brasil podrá ser instrumento de EEUU para intervenir en Venezuela?

FIORI – Todo indica que esta es una buena razón para explicar el entusiasmo con que Estados Unidos ha participado, y siguen participando, de esa trama teológico-militar brasileña.

En uno de sus artículos del libro “Sobre la guerra”, el sr. , dijo a la AFP un portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, George W. Bush. El señor. ¿puede explicar mejor esta idea y sus implicaciones?

FIORI – El “mito de Babel” cuenta la historia de los hombres que se multiplican, después del Diluvio, unidos por un mismo lenguaje y un mismo sistema de valores, proponiéndose a conquistar el poder de Dios a través de la construcción de la Torre. Y cuenta cómo Dios reaccionó al desafío de los hombres, dividiéndolos y dispersándolos, dando a cada nación una lengua y un sistema de valores diferentes, de forma que no pudieran más entenderse ni si pudieran fortalecer conjuntamente.

Después de eso, tras la misma narración histórico-mitológica, Dios renuncia a su “universalidad” y elige a un solo pueblo en particular, como portavoz de sus designios, como instrumento de su voluntad y realizador de sus guerras contra todos los pueblos que él mismo creó en el momento en que decidió dividir y dispersar a la humanidad primitiva, en Babel.

Pues bien, nuestra hipótesis en este artículo del libro es que el sistema mundial -los Estados Unidos en particular- está viviendo y enfrentando el mismo “síndrome” en la segunda década del siglo XXI. Expliquemos mejor: la unidad básica de poder del sistema mundial en el que vivimos sigue siendo el “Estado nacional”, con sus fronteras claramente delimitadas y soberanía reconocida por los demás miembros del sistema. Como dijimos anteriormente, ese “sistema interestatal” se formó en Europa, más o menos entre 1450 y 1650, y desde su nacimiento se expandió de forma continua, dentro y fuera de la propia Europa, en forma de grandes “olas explosivas “Que ocurrieron, concentradamente, en los siglos 16 y 19, y en la segunda mitad del siglo XX. En estos períodos, el sistema estatal europeo conquistó y / o incorporó el territorio de los demás continentes, imperios y pueblos, que fueron poco a poco adoptando las reglas de convivencia internacional establecidas por la famosa Paz de Westfalia, firmada en 1648, tras el final de la Guerra de los 30 Años.

Como ya dijimos en una respuesta anterior, en la segunda mitad del siglo XX ese sistema se universalizó. Contribuyeron para ello el fin del colonialismo europeo y la independencia de los Estados africanos y asiáticos. Nuestra hipótesis es que fue precisamente el éxito de esta universalización y convergencia normativa del sistema interestatal, junto con el aumento del poder y de la unidad de los Estados que cuestionan la centralidad estadounidense usando sus propias reglas de juego, que comenzó a amenazar el poder global norteamericano , obligando a Estados Unidos a dar este giro de 180 grados anunciado por Donald Trump.

Desafiados en sus propios términos, Estados Unidos decidió abdicar de su “universalidad moral” dentro del sistema. Pero esto no significa que dejaron de considerar que sus valores nacionales son superiores a los de los demás, ni siquiera que dejaron de considerarse un “pueblo escogido” con derecho al uso unilateral de su poder, a través de la fuerza y ​​la promoción activa de la división y de la promoción dispersión de sus competidores, y del boicot a todo tipo de bloques políticos y económicos regionales que pueda hacerle sombra o amenazar su poder global.

Es decir, Estados Unidos se asume como un “pueblo escogido” y al mismo tiempo abdican de su “universalidad moral”, con el objetivo de consolidar su condición o pretensión a un “imperio militar” de escala global. O, al menos, esa es la hipótesis que defendemos en el referido artículo del libro. Una hipótesis histórica y de larga duración que no excluye otras formas de mirar hacia este mismo cambio de la estrategia norteamericana.

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