Pensamiento Crítico. En las armas del arte “no tiene sentido criticar si la crítica no produce algún bien” (Lunacharski)

Por Valeria Fariña, Resumen Latinoamericano, 12 de noviembre de 2018.

“No tiene sentido criticar si la crítica no produce algún bien, algún tipo de avance”, afirmó el escritor ruso Anatoli Lunacharski, crítico especializado en estética y cultura.

En su artículo “Tesis sobre los problemas de la crítica marxista”, de 1928, Lunacharski remarcó la importancia de la crítica como “arma del arte”, como “programa activo de construcción”.

Allí sostiene que el “mejor” crítico/a es, por ejemplo, aquella persona que ve a un escritor con admiración y entusiasmo y no utiliza sus métodos para ajustar cuentas personales o para calumniar deliberadamente a alguien. La crítica es contraria al espíritu que impera en los que distorsionan la esencia porque temen exponer los resultados de sus análisis.

“Se trata de realizar una estimación objetiva del valor de una u otra obra para nuestra construcción”, explica Lunacharski, y “en nuestro esfuerzo constructivo debe haber la menor malicia posible”.

Es importante, “descubrir lo positivo y revelarlo al lector en todo su esplendor”.

El crítico ayuda, encauza y previene. Evalúa, no desde el punto de vista del origen y tendenciosidad de una obra dada, sino “de su uso potencial en nuestro esfuerzo constructivo”. En ese sentido, ningún escritor, escritora u obra pueden descartarse por su tendencia, ya que de éstos se puede, por ejemplo, adquirir información útil.

 

Contenido y forma

Lunacharski sostiene que el crítico toma antes que nada, como objeto de su análisis, el contenido de una obra, la esencia social que ésta encarna: “Su conexión con uno u otro grupo social, y la influencia que el impacto de la obra puede tener en la vida social”.

Y luego, pasa a la forma. Es decir, intenta explicar cómo la forma cumple sus finalidades: “En qué medida sirve para que la obra sea lo más expresiva y convincente posible”.

El contenido puja por sí mismo hacia una forma definida”, afirma Lunacharski, por lo cual “puede decirse que hay una sola forma óptima que corresponde a un determinado contenido”. Por ejemplo, un escritor/a, en mayor o menor medida, pueden ser “capaz de hallar, para los pensamientos, sucesos y sentimientos que le interesan, los modos de expresión que los revelan con la mayor claridad, y que dejan la más fuerte impresión en los lectores”.

 

Criterios que permiten evaluar el contenido de una obra literaria

La evaluación se realiza desde la tendencia social fundamental en una obra dada, sostiene Lunacharski, y para ello, hay que descubrir hacia dónde apunta la obra: “si este proceso es arbitrario o no”.

Evaluar el contenido social de una obra, no es un asunto simple. “En el caso de una obra literaria realmente grande”, explica Lunacharski, “hay demasiados aspectos a tener en cuenta, y en ese caso es demasiado difícil utilizar cualquier tipo de termómetro o balanza”. Aquí es necesaria la “sensibilidad social”, sin ésta los errores son inevitables. Además, hay que apreciar no sólo las obras dedicadas a problemas del momento, sino también aquellas que “parecen más generales y remotas”.

Tampoco es es fácil juzgar si un escritor “tiene razón”. Es posible que el juicio correcto pueda ser elaborado en el choque de opiniones entre críticos y lectores, y en un segundo juicio sobre la obra.

 

Criterios necesarios para evaluar la forma de una obra literaria

Lunacharski desarrolla tres criterios

1- El primero es que la forma debe corresponder al contenido lo más ajustadamente posible. Aquí, Lunacharski retoma el criterio formal sostenido por Plejánov, de que la literatura es el arte de las imágenes y cualquier invasión de ideas desnudas o propaganda va siempre en detrimento de la obra dada. Pero también advierte que este criterio no es absoluto ni valido para todos los casos.

2- El segundo criterio deriva del anterior y se refiere a la originalidad de la forma. El cuerpo formal de una determinada obra debe fusionarse en un todo indivisible con su idea, con su contenido. “Un nuevo contenido en toda obra, exige una nueva forma”, explica Lunacharski. “Una genuina obra de arte, debe ser, por supuesto, nueva en contenido”, apunta el escritor. En este sentido, la reproducción no es un arte.

Para advertir la auténtica originalidad de la forma se puede apelar al contraste con otras formas.

  • a) La forma estereotipada. Ésta impide incorporar realmente en la obra una nueva idea. “Un artista puede ser cautivado por formas previamente utilizadas, y aunque su contenido sea nuevo, es vertido en odres viejos”.
  • b) La forma puede ser simplemente débil. “O sea que el escritor, aunque su intención sea nueva e interesante, puede carecer de los recursos formales en el sentido del lenguaje: riqueza de vocabulario, construcción de la frase, de todo el relato, capítulo, novela, pieza teatral, etc.; y en el sentido del ritmo y otras formas de poesía”.
  • c) La originalidad excesiva de la forma. Son aquellos casos en que la ausencia de contenido es disfrazada mediante invenciones y ornamentación formales.

3- El último criterio que propone Lunacharski para evaluar la forma de una obra, es la universalidad. En la misma dirección que señaló León Tolstói, aquí Lunacharski apuesta por una literatura que se dirija a las masas, que apele a éstas como fuerzas principales, creadoras de vida.

Esa universalidad es incompatible con el aislamiento, la reticencia, las formas destinadas a un pequeño círculo de estetas especializados o la actitud espiritual del artista que pretende separarse de la realidad mediante métodos formales. Claro está, aclara Lunacharski, que no se debe negar el valor de obras que no son suficientemente inteligibles para cualquier persona que sepa leer. Pero este es otro asunto. En todo caso, la literatura puede ser tan talentosa y lograda así también como legible para los sectores populares.

“Glorioso es el escritor que puede expresar una idea social valiosa y compleja con tan vigorosa sencillez artística que llegue al corazón de millones. Glorioso es también el escritor que puede alcanzar el corazón de estos millones con un contenido relativamente simple, elemental”.

Crítica marxista

Para Lunacharski, la crítica marxista presenta ventajas y desafíos a la hora de analizar y pensar críticamente el arte, su contenido y su forma. Ante todo, la crítica está obligada a contemplar la vida social como un todo orgánico y a indicar los méritos internos de las obras del pasado y del presente, sin perder de vista una estimación objetiva del valor de cada obra.

Quizás uno de los aspectos más interesantes en este asunto es que la crítica, como dice Lunacharski, debe “participar con intensidad y energía en el proceso de formar al nuevo hombre”, a la nueva mujer -agregamos aquí-, en definitiva, puede contribuir con la construcción de una nueva forma de vida. En ese sentido, la crítica interviene activamente en la transformación de la realidad.

Anatoli Lunacharski: “Sobre la literatura y el arte”. Editorial Axioma, Buenos Aires, 1974. Primera parte. pp-5-24.

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Anatoly Vasilyevich Lunacharsky (1875-1933) nació en Rusia. Fue un eminente crítico de la cultura y la estética. Escribió sobre diversas cuestiones de literatura, pintura, música y escultura clásicas y contemporáneas; obras sobre problemas literarios y estéticos; y sobre importantes problemas del arte y la política contemporáneos, además de sus conocidos ensayos dedicados a múltiples artistas célebres. Fue Comisario del Pueblo de Instrucción Pública de 19717 a 1929.

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