La economía peruana: Deuda privada y fragilidad

Resumen Latinoamericano, 8 de noviembre de 2018.-

A diez años de la crisis financiera mundial, la deuda privada -de hogares y empresas no financieras- a nivel mundial engorda como un globo y llega a récords históricos. En el promedio de la deuda de 158 economías, esta pasó del 47% al 83% del Producto Interior Bruto (PIB) entre 1996 y 2016. Para el año 2016, en Europa y otras economías desarrolladas, la deuda alcanzó en promedio el 155% PIB. Destacan en este ranking Japón y China, cuyas deudas privadas alcanzaron el 158% y el 193%, respectivamente, para el mismo año.

Por Nicolás Oliva, Celag.

Pese a que la deuda en América Latina no llega a los niveles de los países desarrollados, también crece de forma acelerada: pasó del 32% a más del 53% del PIB en las mismas dos décadas. De hecho, la tasa de crecimiento de la deuda latinoamericana en la última década es importante y, lo más preocupante, no existen indicios de reducirse. Si relacionamos el stock de deuda al año 2016 y su crecimiento porcentual en la última década (2006-2016), se puede construir un gráfico como el que se presenta a continuación.

stock y variación de deuda América Latina

De acuerdo a este doble criterio (nivel y variación) los países más expuestos serían Perú, Venezuela, Paraguay y Chile; este último sobresale pues su stock de deuda -142%- casi duplica al resto de países de la región. En este grupo también habría que considerar a Colombia, cuya deuda no ha variado tanto como los otros países, pero su stock hacia 2016 es preocupante.

Perú: niveles históricos de deuda privada

La economía peruana está entre las economías que más ha incrementado la deuda privada en la última década. A su vez, si miramos en perspectiva histórica -los últimos 70 años- la situación de Perú genera aún mayor zozobra (gráfico 2).

Evolución deuda peruana

En el gráfico 2 se detectan dos momentos de la economía peruana: entre 1950 y 1990 la deuda privada se mantuvo en niveles bajos con un valor promedio de 12% del PIB. Desde 1991, cuando inició el proceso de privatización y la apertura neoliberal de la economía, creció de forma acelerada hasta llegar al año 1998 con un valor de 35% del PIB, justo antes de la crisis financiera de ese año. Entre el año 1999 y el 2006 la deuda se redujo como consecuencia de un marcado crecimiento económico. No obstante, a partir de 2006, con un crecimiento del PIB más moderado, el vicio de la deuda continuó y Perú inició un proceso apresurado y sin precedentes de acumulación de deuda privada, llegando al récord histórico del 51% del PIB para el año 2016. El mal llamado ‘milagro económico’ se garantizó por una creciente entrada de divisas (deuda de cartera) que alimenta la inversión privada y empuja a hogares y empresas a seguir una espiral sin fin de endeudamiento.

La deuda per se no es buena ni mala. Todo depende de los términos en que se contrate, los plazos, la denominación, para qué se está usando y, sobre todo, qué capacidad de repago tienen los hogares y las empresas. Otra cuestión medular que imprime fragilidad es qué tan concentrada está esa deuda. Si la deuda se concentra en un número reducido de empresas u hogares, entonces un problema de pago puede detonar una crisis de repago en todo el sistema. Y, lo que es peor: si hay una marcada concentración en sectores volátiles al mercado externo (materias primas) o de alta incidencia de generación de burbujas especulativas, como la construcción, entonces los riesgos se potencian e imprimen aún más fragilidad a la economía.

Boom de crédito en Perú: ¿puede causar una crisis?

El aumento sustancial de la deuda privada se explica, en parte, por el auge del crédito doméstico que ha entregado el sistema financiero y se ha trasladado al sector privado en forma de crédito (gráfico 3). De acuerdo al Banco Central de Reservas del Perú (BCRP), el stock de crédito -en soles- que el sistema financiero entregó a empresas del sector no financiero se ha multiplicado por 20 en los últimos 17 años. En porcentaje del PIB, el crédito al sector privado pasó de un 5% a inicios del año 2000 a alcanzar casi el 30% en el 2015, el cual se ha mantenido constante hasta el año 2017. Perú vive un proceso de expansión del crédito doméstico sin precedentes.

Crédito bancario al sector privado

Como corolario al incremento de la deuda, se observa que Perú experimenta un importante boom del crédito doméstico (gráficos 2 y 3). Todo indica que esta expansión de crédito está causada por la entrada de flujos financieros desde el exterior durante los últimos 20 años. Varios autores alertan que, en economías emergentes, los booms de crédito se deben comúnmente a la entrada de flujos externos, mas no a reformas financieras o al aumento de la productividad (Mendoza y Terrones, 2008). Por ello, la profundización financiera no sería la causa de la expansión de crédito en el país andino, sino el fenómeno conocido como ‘hot money‘, en el que se produce un exceso de liquidez que entra al torrente económico en busca de rentabilidad rápida mediante la compra-venta acelerada de activos, sean estos bursátiles o inmobiliarios.

El auge del crédito tiene tanto aspectos positivos como negativos. Dentro de los aspectos positivos, no se puede negar que la expansión del crédito y la profundización financiera es un aspecto central para el progreso económico de las economías en desarrollo. No obstante, la evidencia sugiere que la expansión del crédito por sí solo no garantiza los objetivos de crecimiento económico que tanto se buscan. Como lo demuestra Fitzgerald (2007), los indicadores convencionales de profundidad financiera no están asociados con el crecimiento si no existe una transformación de la institucionalidad del sistema. Si bien la liberalización financiera causa eficiencia en la velocidad con que el crédito se asigna al sistema económico, esta tampoco está asociada a mayores niveles de ahorro e inversión dentro de las economías. Y, finalmente, la liberalización -aunque puede dar réditos a corto plazo- también es la responsable de incubar futuras crisis en el mediano o largo plazo: hay suficiente evidencia de que la liberalización es la responsable de las fluctuaciones de la economía mundial.

Por su parte, los aspectos negativos de un boom de crédito pueden ocasionar consecuencias devastadoras para las economías: hay evidencia clara que las crisis financieras han estado precedidas de booms de crédito. Por lo tanto, lo que interesa discutir es si en Perú la expansión del crédito puede desembocar en una crisis financiera como se ha evidenciado en muchas economías (Gorton  y Ordoñez, 2016). Schularick y Taylor (2012) muestran cómo los booms de crédito sí anteceden a una crisis, sin que ello lleve a concluir que todos los booms terminan en una (Mendoza y Terrones, 2008 y Gorton y Ordoñez, 2016). Ahora bien, en economías emergentes es más común que los booms de créditos antecedan a una crisis.

La literatura sugiere que hay expansiones buenas y malas, donde las últimas son la antesala de una crisis. ¿Por qué no todos los booms se convierten en crisis? Esta pregunta no está cerrada y es crucial para entender qué puede ocurrir en Perú, una economía que presenta todos los factores que son detonadores de una crisis: una entrada acelerada de flujos desde el exterior, boom de crédito, deuda privada en alza y una gran dependencia a los flujos externos asociados a los precios de materias primas.

Vínculos entre el boom de crédito y la crisis

Un grupo de autores señala que la expansión de crédito atrae un número cada vez mayor de proyectos empresariales como consecuencia de la liquidez de la economía. En este contexto, las expectativas de empresas y bancos suelen ir al alza y, con el paso del tiempo y la expansión del balance de los bancos, cada vez son más los préstamos que se cubren con un mismo número de colaterales, imprimiendo fragilidad al sistema. Por otro lado, en la medida en que los proyectos e inversiones avanzan, la productividad media de la economía se reducirá si la rentabilidad de estos proyectos no se incrementa. Esta es la razón por la que existe un canal subyacente e importante entre el boom del crédito y la productividad de la economía.

Mientras mayor es la expansión del crédito los bancos, con el tiempo, son cada vez más exigentes en revisar los colaterales. Si la productividad de las empresas cae lo suficiente, las expectativas de los bancos se reducen y, con nueva información, estos también recortarán los montos de crédito que conceden y/o a muchas empresas se les hará casi imposible acceder a nuevos créditos para repagar sus deudas. En este momento, cuando el canal de crédito se corta, la producción se reduce e induce una crisis que, como una gripe, se propaga en la economía.

En definitiva, para un grupo importante de la literatura, aquellos países que logran mantener la productividad de la economía -gracias, también, al crédito- son capaces de prevenirse de una crisis ocasionada por el mismo auge de la deuda empresarial.

La productividad total del Perú, según Loayza (2016), aumentó a un paso lento entre 1990 y el 2010 sin un despunte sustancial respecto de otros países de la región. Este camino de lenta productividad se da en un contexto de alto crecimiento económico, lo que confirma que Perú vivió un modelo de explotación de recursos naturales de viejo cuño: minería sin cambio en la senda de crecimiento. ¿Cómo cambió la productividad de la economía por fuera de la minería? Lo probable es que el cambio no alcance para prevenir al sector productivo de un colapso del crédito.

En los países de América Latina y, concretamente, en Perú, la productividad depende de dos aspectos principales: lo que las empresas puedan hacer en el mercado doméstico y de cómo evolucione el mercado internacional de materias primas. Es natural esperar que las estructuras de productividad dependan de la demanda agregada del exterior, mientras que en el mercado doméstico dependerá de la calificación de la mano de obra, la tecnificación y la innovación que puedan experimentar las empresas. Aunque es difícil saber cómo ha cambiado la innovación, lo que sí se puede corroborar es que ni la mano de obra se ha tecnificado (bajo nivel de educación) ni la manufactura es hoy es más importante en el PIB que en el pasado. Esto lleva a concluir que Perú no está mejor preparado para evitar una crisis de repago del crédito.

Existe dificultad para saber cuándo un colapso puede ocurrir, pero lo cierto es que los políticos seguirán con la tentación de seguir estimulando el crédito para que la economía se mantenga boyante. ¿Hasta cuándo puede ese modelo sostenerse? No hay un umbral absoluto, pero son pocas las medidas de contención que se ven en la política económica peruana. Además, vale la pena considerar que nos encontramos en un panorama internacional nada alentador: un frágil crecimiento mundial, deudas en récord históricos, nuevas políticas de tasa de interés en Estados Unidos, una China que genera dudas sobre su modelos de deuda y un momento global que, a todas luces, parece ser de un auténtico punto de quiebre.

Boom de crédito sin profundización financiera

Perú vive un fenómeno que se caracteriza por un auge del crédito en el mercado doméstico, pero sin que los productos financieros de ahorro y crédito se hayan masificado en la población. El siguiente gráfico (y sus diagramas) muestran cómo la penetración del sistema financiero en Perú es débil y no va en sintonía con el auge del volumen de crédito.

Encuesta de hogares 2018 Perú

En el diagrama (a) del gráfico 4 se evidencia que el 56% de las personas mayores de 18 años no tienen ningún tipo de instrumento de crédito o ahorro dentro del sistema financiero, y sólo el 36% dice poseer una tarjeta de débito. Esto se explica, básicamente, por dos razones: el 59% no tiene suficiente ingreso para acceder, y el 28% dice no necesitarlo (diagrama b). En resumen, la informalidad más la falta de ingresos excluyen a más de la mitad de la población.

En cambio, del 44% restante que dicen tener algún instrumento en el sistema financiero, el 78% no ahorra y el 14% ahorra en su casa o a través de un familiar, es decir, por fuera del sistema financiero. Esto confirma que el sistema financiero no es un instrumento de acumulación de activos para la mayoría de la población a pesar del boom crediticio que vive Perú desde el año 2004. Esto coloca, como corolario, una realidad latente: la alta concentración de crédito en pocas manos y la poca tasa de ahorro de la gran mayoría de peruanos y peruanas.

Este hecho, sin dudas, dificulta la posibilidad de generación de una renta permanente en todo el ciclo de vida. La otra forma de garantizar una renta permanente en la vejez es mediante el sistema de seguridad social. Como vimos en el anterior artículo, el 66% de la población en edad de trabajar no está afiliado a ningún sistema de pensiones, con lo cual la incertidumbre hacia el futuro es muy grande considerando que, por un lado, el crédito crece -pero muy concentrado en pocos actores- y, por otro, los riesgos sistémicos de este boom crediticio se esparcen por la gran mayoría de ciudadanos -quienes no tiene ningún respaldo para el futuro-: 78% no ahorra y 66% no está en ningún fondo de pensiones.

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