Cinco desafíos (al menos) que nos plantea la nueva extrema derecha

Resumen Latinoamericano / 17 de octubre de 2018 / Cristina Monge, Info Libre

El fenómeno está dando lugar a una proliferación de estudios y publicaciones que se preguntan si ¿están muriendo las democracias? o la famosa interrogante que da título a la publicación de los profesores Levitsky y Ziblatt ¿Cómo mueren las democracias?

Los nuevos fenómenos de nueva extrema derecha, nuevo totalitarismo y nuevo autoritarismo van saltando de una parte a otra del planeta. Si se unen los puntos, como está haciendo Bannon, de Trump a Bolsonaro, saltando después a Salvini, Le Pen, Orban o Wilders, se obtiene una silueta aterradora. Nótese que no hablo de Estados sino de líderes, y lo hago así porque quiero subrayar dos elementos: en primer lugar, que en el interior de cada Estado gobernado por estos líderes, hay una multitud -a veces mayoría, como en Estados Unidos o Italia-, que no les votaron. Y en segundo lugar, por el fuerte componente personalista, de hiperliderazgo mesiánico que todos ellos comparten. El fenómeno está dando lugar a una proliferación de estudios y publicaciones que se preguntan si ¿están muriendo las democracias? o la famosa interrogante que da título a la publicación de los profesores Levitsky y Ziblatt ¿Cómo mueren las democracias?

Fruto de la conversación que en los últimos tiempos se va tejiendo sobre esta cuestión he llegado a identificar, hasta el momento, cinco desafíos que nos plantea el auge de esta nueva extrema derecha. En primer lugar, acertar bien con su caracterización. Como describe Joaquín Estefanía, recordando a Enzo Traverso, no conviene confundir estas nuevas extremas derechas con los fascismos clásicos. Ni siquiera es plausible meterlos a todos en el mismo saco y negar las diferencias que tienen entre unos y otros. Para combatir el fenómeno es necesario caracterizarlo con precisión y con la mayor nitidez posible. La investigación social tiene aquí un importante trabajo que brindar a la humanidad.

El segundo desafío consiste en evitar el efecto de contaminación al resto de fuerzas políticas y a la opinión pública. Más allá de la preocupación que puede suponer que la nueva extrema derecha haga una exhibición de fuerza, lo que realmente debería alertarnos son mensajes como los de Casado, señalando los puntos que comparten con las formaciones de ultraderecha, en una nueva competición hacia el extremo derecho del eje electoral que le lleva a aceptar ideas y valoraciones hasta ahora impensables. PP y Ciudadanos no sólo no están creando un cinturón sanitario contra la xenofobia y la ultraderecha sino que con sus discursos les están dando visibilidad. Esto puede tener su efecto en el conjunto de la opinión pública, activando la teoría de la Ventana de Overton, recordada estos días, según la cual la posibilidad que tiene una idea de ser puesta en práctica aumenta cuando esta entra por una estrecha ventana en el espacio de lo que la sociedad considera como aceptable. Si se amplía el vano de dicha ventana, por allí acabarán colándose las propuestas  más terribles.

El tercer desafío es correlato del anterior: ¿Cómo va a operar este renacimiento de la extrema derecha en el electorado español? Además de la división del voto conservador, ¿puede tener este resurgir de los discursos autoritarios un efecto movilizador en la izquierda, o por el contrario, si la ventana de Overton se ensancha para dar paso a las peores ideas, la extrema derecha puede atraer votos de Ciudadanos y Partido Popular hacia un programa radical no desgastado por la realidad?

Todo esto nos dibuja un panorama preocupante, y aquí está el cuarto reto: la polarización de la sociedad y del debate político en los términos que la nueva extrema derecha plantea puede llevarnos a no mucho tardar a dinámicas de barricada. No es descartable que en poco tiempo nos veamos obligados a trazar una línea que separe a los defensores de la democracia frente a la xenofobia y el autoritarismo, lo que puede hacer pasar a segundo plano cuestiones que ahora consideramos esenciales. Pensábamos que aquellos tiempos habían pasado y que esos discursos ya no eran posibles más allá de algún nostálgico nonagenario, pero haríamos mal en no contemplarlo, al menos, como hipótesis.

Un par de ejemplos para explicar mejor lo que quiero decir: Hace unos días Manuel Castells hizo pública una carta llamando a la movilización electoral en Brasil contra Bolsonaro. En un párrafo de la misma, hacía alusión a la corrupción del PT. Pues bien, distintos colegas que rechazan estas acusaciones de corrupción en el partido de Lula se han negado a difundir el llamamiento. Por supuesto, están de acuerdo con la mayor, el voto contra Bolsonaro, pero la afirmación de corrupción en el PT, con la que discrepan, les llevó o a no hacer nada o a criticar el llamamiento de Castells. ¿Dónde hemos de poner el foco? ¿Hasta dónde llevar las discrepancias cuando se coincide en la mayor, y esta mayor es del calibre que estamos hablando?

Otro ejemplo: en unos meses se iniciará la campaña electoral para elegir un nuevo Europarlamento. Sabemos que distintos grupos de la nueva extrema derecha están ansiosos de derribar las puertas del Parlamento Europeo para negar Europa y destruirla desde dentro. También sabemos que la Europa de hoy dista mucho de ser el ideal que recogen sus propios tratados fundacionales, y que el eslogan de la Europa de los mercaderes ha resultado ser más real cuando más falta hacía una Europa social garante de la democracia, la libertad y el Estado del Bienestar. ¿Qué va a primar en esa disyuntiva: la defensa de la Unión Europea pese a sus manifiestas carencias y errores o el rechazo a la mayor porque no nos acaba de convencer, dando así pábulo al antieuropeísmo xenófobo?

En cada uno de estos casos y en otros similares, el nuevo mapa electoral y, sobre todo, la nueva cartografía de los relatos pueden llevarnos a preguntarnos de qué lado de la barricada está cada cual, y habrá que ver qué se hace con las discrepancias de los que comparten el mismo espacio. No es conveniente negarlas ni esconderlas, pero cada uno deberá decidir dónde se sitúa. Puede que sea el momento de hacer real la máxima de la deliberación: ir juntos en los consensos e identificar los disensos para seguir debatiendo hasta dar con el acuerdo.

El quinto desafío es el que ha dado lugar a un intenso debate en España en los últimos días desde el intento de resignificación de Vistalegre: el tratamiento que los medios de comunicación deben darle al crecimiento y expansión de esta nueva ultraderecha.

Existen más desafíos, lo sé. Y habrá que observar con tanta atención como precisión para poder identificarlos y afrontarlos. Una buena ocasión para fortalecer la investigación social y el debate público al servicio de la ciudadanía.

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