Algunos apuntes para pelear contra el fascismo (Opinión)

Resumen Latinoamericano*, 15 de octubre de 2018.

Estos puntos son apuntes muy preliminares de cosas que estoy pensando, en conversación con muchas personas, sobre la situación política actual. No están debidamente argumentadas, pero esperan ser disparadores de conversaciones sobre como actuar en esta situación. Espero que puedan ser útiles. Voy a seguir escribiendo e investigando sobre el tema, pero creo que la situación es tan urgente que se hace necesario difundir pensamientos preliminares, aunque sean imperfectos.
1. La ultraderecha cuenta con la confusión, y con que no van a ser desenmascarados. Se presentan como representantes de la legítima ira popular, cuando en realidad son una pequeña minoría que responde a élites empresariales y militares. Develar, publicitar y atacar a estas élites es la primera tarea.
2. La crítica de su discurso tiene que apostar siempre a mostrar como detrás de la pose religiosa, comunitarista o nacionalista, hay un brutal individualismo competitivo que va a dejar a la gente aún más solitaria y desamparada, un empoderamiento de los ricos que va a generar muchísima más corrupción, una apelación a la represión que va a empeorar muchísimo la violencia y un discurso competitivo/exitista/empresarial que viene directamente desde los centros de poder capitalistas.
3. Para que esta crítica sea efectiva, es necesario demostrar e insistir públicamente con que esos intereses capitalistas son los culpables directos de los problemas que tenemos, sean la destrucción ambiental, el déficit democrático, la miseria, la corrupción, la soledad, la violencia.
4. Necesitamos aferrarnos con uñas y dientes a la idea de democracia y usarla contra ellos, y demostrar que ni los neoliberales son demócratas (son plutócratas que quieren atar de manos a la democracia) ni la ultraderecha es populista (es autoritarismo que asalta el poder con la mentira y la fuerza). La democracia es la conquista del poder por parte del pueblo, contra la oligarquía y contra la tiranía.
5. Tenemos que militar. La fuerza de ellos no está solo en los medios masivos de comunicación ni en el capital. Tienen iglesias para entrar en los barrios y cuentas truchas en las redes sociales para hablarle directamente a la gente. Su estrategia no es de arriba a abajo, sino de arriba a abajo a arriba, es decir, crean demanda “desde abajo” para sus propios intereses. Solo estando en los barrios, en las redes y en todos los espacios se puede contrarrestar esto.
6. Para esto hay que rediseñar las formas de militancia de izquierda y politizar la discusión sobre los espacios de participación. Hay que pensar organizaciones capaces de crecer, con el objetivo de que estar organizado políticamente sea parte de la vida cotidiana de mucha gente. Para eso hay que crear espacios amables y habitables, donde se pueda estar de muchas maneras diferentes.
7. El hecho de que la ultraderecha se abrace al nacionalismo es una oportunidad excelente para enunciar un discurso internacionalista, antiracista y tercermundista. Pero esto no significa olvidar lo nacional o lo local, sino articularlo en una narración que los una. Si asumimos un nacionalismo cerrado estamos ayudando a su estrategia. Atacar los discursos de la ultraderecha sobre la nacionalidad y la raza es fundamental, pero no oponiendoles el liberalismo individualista ni el cosmopolitismo globalizador, sino una perspectiva de cercanías y amistades en todas las escalas. Y no solo crear un discurso internacionalista, sino caminar lentamente hacia la construcción de organización política trasnacional.
8. Existe mucha producción intelectual de excelente calidad sobre estos temas, y es necesario leerla y “traducirla” a discurso político. Los intelectuales tienen un rol fundamental e insoslayable. Hay biólogos que saben la magnitud del peligro ambiental, ingenieros que saben como operan las multinacionales, economistas que saben quien tiene la plata y para que la usa, publicistas que conocen las técnicas de manipulación, críticos literarios que pueden entender a que intereses y contexto responde cada artefacto cultural. No usar el conocimiento del que se dispone como arma contra el fascismo es acelerar su victoria.
9. La ultraderecha actual, como todos los fascismos, tiene una aguda noción de la importancia de la historia para narrar el presente y dar una visión de lo que está en juego. Todo el tiempo hablan de la Unión Soviética, renarran las dictaduras, crean símbolos. Necesitamos de manera urgente una historia verdadera y documentada, pero fácil de leer y clara en los grandes trazos del proceso político, los actores y sus intereses, y como esa historia nos trae al presente y a lo que está en juego.
10. La cuestión de género está en el corazón del discurso de la ultraderecha. La idea de familia nuclear con una clara división del trabajo entre hombres y mujeres, el rechazo a la homosexualidad y la fluidez identitaria, y el nerviosismo con la libertad de la mujer son el núcleo duro de la adhesión a estos proyectos. Este conservadurismo familiarista no se entiende a si mismo como fascista, sino como simple amor paternal, filial o conyugal, que implican una idea de la buena vida. Hay que revertir esta máquina de transformar amor en odio, y generar un discurso que proponga relaciones afectivas libres, igualitarias y no jerárquicas, pero enfatizando que se trata también amor, de comunidad y de solidaridad, y no de individualismo ni resentimiento.
11. Tenemos que politizar la vida cotidiana, porque ese ese es el último reducto del fascismo. Si vivimos vidas autoritarias, jerárquicas, violentas, explotadoras, individualistas, si albergamos dentro nuestro odio al diferente y al cinismo sobre la posibilidad de cambio, nos sentiremos aludidos cuando se ataque al fascismo, y al defendernos nos volveremos sus cómplices.
12. La derecha siempre busca aislar a la izquierda y presentarla como rara. Pero la izquierda no puede reaccionar intentando normalizarse, soltándole la mano a los raros. Porque a los raros aislados, la derecha los destruye fácilmente. Tenemos que tenerle paciencia a los experimentos y los devenires que no entendemos, tenemos que ser solidarios con los que buscan inventar algo que todavía no existe, tenemos que respetar a quienes dan luchas que no son exactamente las que elegiríamos. Y defenderlos cuando los atacan. Esta no va a ser una gran lucha dirigida por un comité central, sino un ataque coordinado pero impredecible.
13. Nos van a atacar por separado. Un día van a ir contra los partidos de izquierda, con la excusa de la corrupción. Otro, contra los sindicatos, con la excusa de la productividad. Otro, contra los barrios pobres, con la excusa de la inseguridad. Otro, contra las feministas, con la excusa de la familia. Otro, contra las minorías, con la excusa de que la gente se cansó de la política identitaria. Otro, contra los ecologistas, los indígenas y los campesinos, con la excusa de que retrasan el desarrollo. A menudo, van a atacar a individuos y a pequeñas organizaciones sin el poder de fuego mediático capaz de responder individualmente. Ante cada ataque tenemos que responder juntos, cada uno de la manera que pueda y considere la mejor.
14. La Tercera Vía y el Progresismo implicaron negociar con la reacción neoliberal en el terreno económico, al mismo tiempo que se asumen discursos críticos en las cuestiones llamadas sociales o culturales. Ante el agotamiento de esta estrategia, algunos proponen la estrategia contraria: ceder a la reacción en temas culturales y sociales para construir un frente que pueda avanzar en temas económicos. Esta es una forma completamente miope de ver la cuestión, que va a tener las mismas consecuencias catastróficas que tuvieron las concesiones progresistas, solo que en el otro terreno.
15. El feminismo, el antiracismo, el movimiento de la diversidad sexual no solo son importantes en si mismos, sino que plantean aperturas estratégicas imprescindibles para la crítica del fascismo y el avance sobre el. El internacionalismo de esas luchas, su creatividad para forjar nuevas militancias y su forma de hablar a la experiencia directa de mucha gente son imprescindibles. Es imposible derrotar al fascismo sin la fuerza de estos movimientos. La ultraderecha tiene muy buenas razones para odiarlos.
16. La izquierda tradicional tiene un rol fundamental en esta pelea, y eso incluye a los partidos, los sindicatos y otras instituciones. Tanto para disputar el poder estatal como para estar en los lugares de trabajo y para difundir ideas y organizar solidaridad. Estos espacios no tienen que ser abandonados, sino potenciados y puestos en contacto con el deseo de transformación y organización que motivó su creación.
17. La victoria fascista en la primera vuelta de las elecciones brasileras generó un diagnóstico inmediato: esto es culpa de la izquierda, sea el PT, el feminismo, el movimiento negro, el movimiento obrero, Lula o lo que sea. Pero Lula está preso, el nordeste negro y las mujeres fueron el principal bastión electoral contra el fascismo, y el movimiento obrero está en la calle peleando. Cuidado con odiar a los que intentaron y no lo lograron, y con que esto nos lleve al cinismo y la atomización. Cuando el peor enemigo está a punto de triunfar, gastar energía odiando a los que pelean contra el por no lograr ganar es una frivolidad. Los que hacen eso son una versión actual de los que se pasaron todos los 80 y los 90 pidiendo “autocrítica” a la izquierda por “causar” la dictadura con sus luchas de los 60, y nunca responsabilizabilizando a la propia dictadura por sus masacres.
18. Porciones de la izquierda fueron cómplices de una manera o de otra de todo tipo de fenómenos que colaboraron con el estado actual de la situación. Sea por cálculos tácticos equivocados, ignorancia, incapcidad, corrupción o apuro. A veces se confió en quienes no se tenía que confiar. A veces, en situaciones sin buenas opciones, se hicieron cosas terribles. En el intento de mantener niveles de vida dignos para la mayoría, se cedió ante los inversores. Por presiones mediáticas y errores idelógicos, se engordó el aparato represivo del estado. Es fundamental aprender de las derrotas, pero eso tiene que hacerse con inteligencia, pensando muy bien antes de acusar a alguien de traidor. Y aún si lo fuera, eso no exime de entender que relaciones de fuerza provocaron esa traición, ni de aprender lecciones políticas de esas situaciones que no se reduzcan a juzgar defectos morales de las personas.
19. El neoliberalismo penetró profundamente en la sensibilidad, la imaginación y la forma de hacer las cosas de una parte de la izquierda. Eso tiene que ser criticado y revertido. Pero con inteligencia. Tenemos que saber diferenciar al neoliberalismo y al capital de los números, la ciencia, el razonamiento instrumental o la economía. No alcanza con decir “tal cosa es neoliberal”, hay que poder entender por que, como llegó a ser eso e imaginar alternativas, en cada campo.
19. La ultraderecha tiene a la confusión, la manipulación y la segmentación de mensajes como principal herramienta. Miente sistemáticamente, y monta operaciones en las que cualquiera puede caer. Es necesario dudar de uno mismo y entender que todos somos vulnerables a la propaganda. Pero podemos hacer cosas al respecto, sobre todo chequear las informaciones por nosotros mismos, tener en cuenta las orientaciones de los medios en los que nos informamos, preguntarle a gente que sepa más que nosotros a nuestro alrededor, y sobre todo, en este tiempo de hipervelocidad, ser lentos y reflexivos antes de asumir como verdadera y propagar una información. No hay que creerle a los fascistas.
20. Esto no quiere decir encerrarse en un tupper. Hay que leer medios de todas las orientaciones, estudiar el pensamiento de los contrarios, aprender a transitar situaciones ambiguas sin estallar de bronca o impaciencia. A veces la derecha sabe cosas que nosotros no, y siempre podemos aprender de hablar con los otros, incluso (especialmente) si están equivocados.
21. Otra gran táctica de la ultraderecha para la propagación de sus ideas se llama incorrección política. Dicen cosas espantosas y trasgreden deliberadamente las normas de relacionamiento para llamar la atención, lograr respuestas destempladas y victimizarse. De paso, hacen decibles en el espacio público cosas que, con absoluta razón, habían sido enterradas. Cuando son atacados por las barbaridades que dicen y hacen, se presentan a si mismos como víctimas y perseguidos. No hay que darles lo que buscan, ni difusión, ni plataformas, ni polémicas. Cuando se los critique, hay que cuidarse de no hacerlo de maneras que los beneficien, y cuando amenacen con ponerse violentos, tienen que ser denunciados y contrarestados.
22. La incorrección política muchas veces se vale del humor. Cada uno puede reírse de lo que quiera, y no siempre tenemos que ser la versión más recta y perfecta de nosotros mismos. Pero si alguien está todo el tiempo riéndose de los militantes y el feminismo, y repite todos los lugares comunes de la derecha, convendría que se pregunte que es lo que le hace tanta gracia.
23. Hay que saber distinguir entre un enemigo y un amigo equivocado. Esto no quiere decir que no haya que discutir con este último, pero si lo hacemos como si fuera un enemigo, lo único que vamos a lograr es tener cada vez más enemigos.
24. Necesitamos confiar en la gente. En los demás individualmente, y en el pueblo colectivamente. Las masas espontáneamente fascistas y sedientas de sangre son un mito liberal. A los fascistas les cuesta mucho dinero y trabajo crear y recrear legitimidad para su proyecto. La tiranía nunca es de las mayorías, sino de minorías que logran montar campañas de intimidación y simulacro que logran movilizar lo peor de gente que en otra situación puede ser perfectamente decente. Tenemos que tomarnos el tiempo de tener discusiones profundas, no tratar al otro como una caricatura, y no ser nosotros la caricatura que la derecha quiere que seamos. Y tenemos que poder diferenciar entre el fascista que bombardea mentiras y violencia, y la gente que cae en la trampa.
25. Nada de esto es fácil, y requiere paciencia, tolerancia a los errores propios y ajenos, tiempo que no siempre tenemos y el riesgo de apostar a soluciones genuinas y de largo plazo en vez de cortoplacistas y estridentes. Estos puntos son apenas ideas a tener en cuenta. Lo último que buscan es generar una demanda superyóica que genere culpa y parálisis.
26. A ellos no les importa destruir la tierra quemando petróleo. Y no les importa que la democracia desaparezca de la faz de la tierra si eso hace subir un par de puntos la bolsa. Predicen un futuro posthumano de superhombres y zombies. Nos quieren matar a todos, y quizás tengan los medios para hacerlo. Ya lo están haciendo. Es necesario organizarse para la autodefensa, física y digital (no hay que olvidar su capacidad de espiar a través de los archivos que dejamos con nuestros smarthopnes).
27. El objetivo sigue siendo un mundo y una vida distintas. Y ese objetivo está mucho más cerca de lo que parece. La política cambia mucho más rápido de lo que los gradualistas piensan. Cada generación de los últimos 300 años vio revoluciones triunfar y fracasar, imperios conquistar y desaparecer, verdades absolutas refutadas y olvidadas. Ellos están apelando a la violencia no porque son fuertes, sino porque son débiles.
28. Participar de manera decisiva en esto está al alcance de todas y cada una de las personas que existen sobre la tierra.

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