Carta a l@s herman@s latinoamerican@s que viven en Catalunya

 

Si usted es de Bolivia, Ecuador, Venezuela, Argentina, Uruguay, Colombia, México, Chile, Paraguay, El Salvador, Perú, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, República Dominicana, Panamá o Cuba, sabrá mejor que nadie lo que significó ser una colonia y estar sometido, con muchas restricciones y sacrificios, al Reino de España.

Si le parece bien que se les esclavizara y se les impusiera una religión y una lengua ajenas, y aún más importante, si lamenta que ahora su país sea independiente y soberano, entonces me parece bien que vote al Partido Popular (PP), Ciudadanos o PSOE, es decir, partidos que se posicionan en contra del derecho de autodeterminación. Supongo que será consciente que si no existiera este derecho, ahora mismo constaría que su nacimiento tuvo lugar, por ejemplo, en Ecuador, una región del Reino de España a la cual ni siquiera se le reconocería como nación.

Que un español no acepte el derecho a decidir me parece comprensible porque todos sabemos que se proviene de una dictadura. Pero sería inadmisible que usted, siendo hispanoamericano, no defendiera el veredicto popular que nació del referéndum. Puede estar a favor o en contra de la independencia de Catalunya, es totalmente legítimo y tendrá sus propias convicciones, pero oponerse a la decisión emancipadora de un pueblo es como decir “como que yo soy colombiano y mi país ya es soberano e independiente, me importan cuatro pepinos los catalanes”. Una postura algo egoísta, con poco recuerdo histórico, ¿no cree? Puedo entender que en América Latina exista una visión idealizada del reino español por todo lo que significa, por la influencia que ha tenido en estos países (cultural y lingüísticamente) y porque, al fin y al cabo, está en Europa, el continente utópico por excelencia.

Sería inadmisible que usted, siendo hispanoamericano, no defendiera la independencia de Catalunya

Ésta puede ser una razón, totalmente válida y emotiva, para posicionarse en contra del independentismo catalán. De hecho, nuestra conducta prehistórica nos alienta a evitar cambios que puedan alterar la percepción que tenemos de las cosas.

No obstante, aunque en América Latina sólo llegue la imagen de una única España, sólida y fuerte, eso no quiere decir que los catalanes no hayan luchado siempre por su soberanía (instituciones propias, su lengua y su cultura) aunque con un desenlace diferente al de los países de Hispanoamérica.

En resumen, si usted tiene sangre y antepasados de Latinoamérica, no lo olvide, no sea hipócrita y sea consciente de lo que está defendiendo y de lo que esto supone. Y no menos importante, la próxima vez que vaya a oponerse a la independencia, piénseselo dos veces. No lo haga por Catalunya –un país que le ha recibido y tratado como un ciudadano catalán más– sino hágalo por sus orígenes; por todos esos familiares que lucharon, murieron e hicieron posible el nacimiento de sus respectivos países.

 

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