De la Sota, el presidente que no fue

Por Lea Ross 

Radiografía de José Manuel De la Sota, la máxima figura de la política cordobesa, quien falleció en un accidente de auto el 15 de septiembre pasado. Su afán de ser el nuevo líder del país dejó a la provincia de Córdoba en la deriva.

Fue alrededor de las ocho de la noche. Viajando a 170 kilómetros por hora, su vehículo quedó incrustado contra un camión. Su cara quedó irreconocible. En aquella ruta 36, que conecta las dos principales ciudades de la provincia de Córdoba –ciudad capital y Río Cuarto– pereció el último caudillo cordobés. Tres veces gobernador. Que no quería ser gobernador. Quería ser Presidente. Córdoba solo fue su mesa de operaciones.

José Manuel de la Sota (1949-2018) esperaba que en su provincia pudiera cimentar un proyecto político, económico y social nacional. Pero, más que nada propio, diferente de la demás alternativas. Al ganar su tercera gobernación en 2011, proclamó el nacimiento del “Cordobesismo”. Un planteo semejante al que había lanzado el primer gobernador cordobés pos-dictadura, Eduardo Angeloz, al sostener que Córdoba era una isla. E incluso hoy en día se la piensa así a Córdoba, como una isla. En particular, por los batacazos que viene teniendo el bloque Cambiemos a la hora de recibir el aluvión de votos por las tierras de la rebeldía sindical y estudiantil.

En realidad, Córdoba nunca fue una isla. Y De la Sota nunca pudo crear algo propio. La provincia siempre quedó abierta a los fenómenos que arribaban en nuestro país. De la Sota realizaba diagnósticos, pero su ambición electoralista, de corto plazo, le dificultaba llegar a un certero pronóstico. El ego mató al estadista.

En su estadía en Brasil como embajador entre 1990 y 1992, De la Sota unió trazos con los expertos en el marketing político. Así, el publicista Joao Santana debutó por fuera de la frontera brasileña y arribó en las campañas del Gallego para gobernador de cara a 1998, con el eje principal de la reducción del 30 % en los impuestos. Hoy Santana está condenado por el escándalo del Lava Jato, donde se lo encontró una cuenta offshore con un depósito de más de 7,5 millones de dólares. Su esposa dijo que esa era la comisión que recibió para el armado de las campañas de De la Sota.

Un privatizador serial

Al iniciar su primer mandato (1999-2003), el futuro caudillo calibró los impuestos inmobiliarios y lanzó todo un plan al que hasta el día de hoy se denominó un “menemismo tardío”. Pretendió privatizar empresas estatales como la eléctrica EPEC, donde había trabajado el sindicalista Agustín Tosco. El descontento social de 2001 contra privatizaciones y bancarizaciones frustró sus planes.

De ahí que lanzó la construcción de una seguidilla de Agencias que rodearan la administración pública, que continúan funcionando hoy en día, siendo amparados jurídicamente como ONG’s y no como secretarías del Estado. Además, unificó las dos cámaras legislativas en una unicameral, convirtiéndola en un poder legislativo que le ha garantizado la aprobación de casi todas las iniciativas oficialistas.

De la Sota duplicó la cantidad de hectáreas sembradas de soja transgénica. Pasó de 2,5 millones a más de 5 millones. Según la periodista Karen Braun, de Thompson Reuters, Córdoba fue el sexto distrito que más produjo soja a nivel mundial, pero en la campaña anterior. Hoy, por la sequía, bajó estrepitosamente al puesto 12.

El campo se convirtió en la actividad con mayor crecimiento en una Córdoba que se caracterizaba por su dinámica industrial. De hecho, a la localidad de Cruz del Eje, abandonada por el desguace de las líneas ferroviarias, el gobernador les prometió que volverían las industrias. En lugar de eso, construyó una prisión. Es allí donde al fragor de las luchas piqueteras en 2000, el flamante gobierno tuvo que lidiar con la cabecilla Viviana “La Negra” Avendaño, piquetera, hippie y lesbiana. Curiosamente, murió también en un siniestro vial en una ruta. De ahí que flote la posibilidad de que se haya tratado de la primera asesinada política de De la Sota.

De la soja y agroquímicos

Durante sus tres gobiernos, De la Sota jamás actualizó el valor de las parcelas rurales y, por ende, el campo pagaba el impuesto inmobiliario rural con cifras desactualizadas. Hablamos de una fórmula que venía en los primeros años de la Convertibilidad, anterior a las devaluaciones y el incremento de la divisas.

La dispersión de los agroquímicos ha sido polemizada a partir del surgimiento de distintos problemas de salud, como el caso mundialmente conocido del Barrio Ituzaingó Anexo, con la particularidad de que las víctimas son vecinas de una gran área urbana. Hoy en día se calcula que hay una veintena de localidades cordobesas que han aplicado sus propios resguardos ambientales.

La expansión sojera empujó la actividad ganadera intensiva hacia al norte, donde los desmontes están a la orden del día. Entre 1998 y 2006, Córdoba padeció la mayor tasa de deforestación de todo el país. Y de 1998 a 2002, su índice (- 2,93% anual) fue peor que la que padeció el Amazonas en Brasil.

Mientras las hectáreas de soja se expandían, De la Sota recibía 215 millones de dólares del BID con el afán de erradicar las doscientas villas de la ciudad capital. Estos fondos fueron invertidos para la creación de doce “barrios-ciudad”, construidos en la periferia de la ciudad. Hasta el día de hoy, la lejanía de esos barrios-ciudad genera complicaciones a sus habitantes en materia de servicios básicos como transporte, salud, trabajo entre otros, sin mencionar el incremento de la violencia social.

La bandera de la “Tolerancia cero”

Si la reducción de impuestos fue su principal arma, la seguridad fue su nueva jugada en la Argentina pos 2001. Bajo las movilizaciones por Axel Blumberg, en el segundo mandato de De la Sota (2003-2007) se propiciaron medidas legales y prácticas basadas en el fortalecimiento de la fuerza policial, sobre todo con la llegada del sangriento motín del penal de San Martín en 2005.

El Manhattan Institute fue la asociación encargada de otorgar los consejos necesarios bajo la filosofía de la Tolerancia cero. De allí, se lanzaría el Código de Faltas (Nro. 8.431) para la seguidilla de detenciones arbitrarias, con la finalidad de otorgar una imagen al vecino testigo de que la policía actúa como corresponde, mientras los números de estadísticas por detenciones iban creciendo, en resguardo de un mayor financiamiento a las cúpulas policiales.

Mientras De la Sota trataba de mostrarse ante el país como el gobernador que más luchó por la seguridad, los casos policiales proliferaron y su involucramiento se volvió explícito: el triple asesinato en un asalto a una pizzería del Barrio Jardín del Pilar (2004), el asesinato de Nora Dalmasso (2007) y la desaparición de Facundo Rivera Alegre (2012), entre otros.

Todos casos llevados a la Justicia, por las pruebas recolectadas por el comisario Rafael Sosa, un policía que justo obtuvo los testigos en reserva para llegar a las condenas. Años después, Sosa ascendería a titular del área Drogas Peligrosas y sería condenado por el escándalo de los narcopolicías.

Para su tercer gobierno (2011-2015), estaba convencido de que tenía que mantener su plan. Bajo las órdenes del jefe de policía Julio César Suárez, se libraron operativos de saturación o razias, donde se allanaban distintos barrios de manera simultánea, con el fin de mostrar su operatividad frente a los medios. Hoy Suárez está condenado por la justicia por haber amenazado a un periodista.

Según CORREPI, entre 1999 y 2017, en Córdoba hubo 321 casos de pibes asesinados por la policía.

La “autonomía policial” llegó al momento culmine en diciembre de 2013 –el denominado “3-4-D”– con el acuartelamiento policial por un reclamo salarial. La ausencia de policías en las calles cordobesas desencadenó una serie de saqueos a centros comerciales, que a su vez llevó a una serie de barricadas y linchamientos contra todo aquel que resultara proclive a ser un asaltante. Fue el Fear West comechingón: vecinos y vecinas a los palos y tiros.

Remando por un sueño

Fue en ese momento, en el que De la Sota veía derrumbándose su propio proyecto. Sumado a la saturación de los conflictos ambientales en la provincia, en particular con la frustrada inversión de Monsanto en Malvinas Argentinas y luego con las trágicas inundaciones en Sierras Chicas en febrero de 2015, fruto del crecimiento incontrolado de las manchas urbanas que no filtraron las aguas, el gobernador no esperaba más que concretar su mandato y avocarse sólo a las campañas presidenciales.

Por eso, reformó su gabinete en 2013-2014, permitiendo la entrada de sectores pejotistas más disimiles y jóvenes. Pero ya era demasiado tarde. Sus principales focos de votos se pasaron hacia el lado del macrismo. En particular, el sector rural concentrado, al haberse actualizado recientemente el valor de las tierras por la quita nacional de retenciones (del cual una parte se la quedaban las provincias) y el freno por la reforma de una ley provincial de bosques, resistida por organizaciones de distintos puntos de la provincia, debido a que iba a generar más desmontes. El voto férreo cordobesista terminó diluyéndose en Cambiemos.

Después de 2015, De la Sota no quería saber más nada de su tierra. Sólo quería ser presidente. Vio ante sus ojos el colapso propio de todo un modelo de ejercicio gubernamental aplicado durante veinte años. Por eso, decidió tratar de estar en la agenda nacional como empresario textil y conductor de televisión.

Como saldo, dejó una sociedad infestada de odio de clase y caída en el hiper-consumismo, a tal punto que realizó obras vistosas como la construcción de un inútil Faro Luminoso en pleno centro de la capital y la remodelación de la Cárcel del Buen Pastor en un paseo-shopping con locales comerciales de alta categoría.

De la Sota dejó estas tierras sin formar nuevas cabezas herederas. Su empecinada obsesión por la Presidencia dejó abandonada toda una tierra, quedando en el olvido su proclama por un régimen tributario justo, cuando la presión fiscal se duplicó en diez años. Donde más de la mitad de las y los jóvenes están bajo la línea de pobreza y que a su vez las dos terceras partes nacieron en este período delasotista, donde el tamaño de hogares en el Gran Córdoba es mayor que la del Gran Rosario, y casi el doble de fondos que reciben en ayuda social, develando la precariedad laboral y la desocupación reinante en estas familias.

Más que un Sarmiento, un Alberdi o un Perón, De la Sota fue el Dr. Víctor Frankenstein. En su anhelo por ensamblar piezas para generar algo con vida, construyó un monstruo que terminó destruyendo, chocando con sus propios sueños.

 

Fuente: Marcha.org

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