Chile, una continuidad iniciada hace 45 años

Resumen Latinoamericano / 12 de septiembre de 2018 / Politika

La conmemoración de los 45 años del golpe de Estado es un evento triste no solo por la violencia militar, el odio de la oligarquía y los millares de víctimas. Es doblemente penoso por su vigencia, presencia y reivindicación de aquel episodio levantado por las elites favorecidas. Desde entonces, Chile se mueve sin más sentido ni dirección que el beneficio de las corporaciones y las elites.

La imagen borroneada de La Moneda en llamas, que representa el evento más trágico y cruel de la historia chilena, vuelve a hacerse presente cada 11 de septiembre. Un episodio que suma años y décadas, ya instalado en la memoria nacional como un quiebre que el curso del tiempo no ha logrado reparar. El golpe del 11 de septiembre de 1973 marca el inicio de un largo proceso construido en diversas etapas cuya continuidad trasciende la inicial violencia de la dictadura y se extiende por los gobiernos siguientes. El golpe inauguró un periodo que nos alcanza hasta el día de hoy, 45 años más tarde que aquel fatídico martes de septiembre y aún sin señales claras de cambios en su sentido y velocidad.

Este año nos cruzan dos fechas. Los 45 años del golpe y el próximo 5 de octubre, los 30 años del plebiscito que puso fin a la dictadura de Pinochet para marcar el inicio de la denominada transición a la democracia. En ambas fechas, un tiempo extendido por varias generaciones y vidas, períodos para ordenar más de un capítulo de nuestra historia. Un tiempo aún innombrado, con relatos y reflexiones insuficientes y cuyas denominaciones, tales como transición, democracia binominal, tutelada o postdictadura, quedan suspendidas y reemplazadas por otras nuevas. Bajo esta aparente movilidad del tiempo político permanecen unas instituciones, oxidadas, corroídas como una obsoleta maquinaria pesada. Sobre ellas, un modelo económico pergeñado el mismo año del golpe de Estado por los economistas de la Escuela de Chicago con vigencia hasta el día de hoy. Es esa la continuidad desatada desde septiembre de 1973: la refundación de Chile como Estado neoliberal.

El trance iniciado hace 45 años bajo el fuego y la muerte, sobre un país en estado de shock, goza hoy de la certificación realizada por los gobiernos de la postdictadura extasiados por el crecimiento económico, la inversión extranjera, el poder corporativo y la inserción en las finanzas globales. Con el paso del tiempo, con el efectivo desgaste de la memoria, justificaron lo injustificable. Desde entonces, más que una transición hacia una verdadera democracia, ha sido la consolidación de una democracia de baja intensidad, de escasa participación y representación. Ha sido también la cristalización y ratificación del orden instaurado por la dictadura cívico militar, extendido hasta hoy con los militares de regreso a sus cuarteles y los civiles devenidos en multimillonarios financistas de la política. El Chile diseñado a partir del golpe es un país controlado por las elites con niveles inéditos de desigualdad y discontinuidades en todas sus áreas. Aquello que disfrutan sus elites no se reproduce ni extiende, es una condición cerrada, tal como lo ha disfrutado la oligarquía terrateniente durante la historia de esta república.

A los 45 años del golpe podemos observar una vez más cómo se mantiene aquella institucionalidad refrendada en la Constitución de 1980. La ratificación de ese espurio texto legal durante el gobierno de Ricardo Lagos ha sido, además de un acto de sumisión a las elites, una certificación de proceso iniciado con el golpe. Lo que observamos a partir de entonces está bien registrado y documentado. La Concertación y sus interregnos con Sebastián Piñera certifican desde los orígenes el objetivo del golpe, que ha sido una regresión a estructuras de propiedad similares al siglo XIX. Es éste el modelo, levantado desde la estafa y el robo al Estado en las denominadas privatizaciones, el que transita desde la dictadura a la acotada y débil democracia.

Chile circula sobre su reciente historia sin posibilidades reales de cambio. Una circulación, un movimiento que no es avance, sino giros en el circuito de la acumulación y la explotación para el beneficio de las elites y las corporaciones. Esta nueva conmemoración del golpe de Estado sólo puede constatar que estamos atrapados en la historia.

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