America Latina, las nuevas caras de Judas

Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 5 septiembre 2018

En tiempos de crisis, cuando sería necesario cerrar filas contra las dificultades y el enemigo, las traiciones son aún más odiosas. Casi para mitigar el peso, luego se analiza qué sucedía, si había indicios de que se podía predecir la traición y por qué no fueron advertidos a tiempo. Un ejercicio que, por supuesto, se puede hacer, incluso si la persona ubicada en la parte superior de un proyecto colectivo es la que va a traicionar. Sin embargo, es más fructífero analizar el contexto, el pasado, las decisiones, las líneas políticas que hicieron que esa persona pareciera más adecuada para ocupar ese puesto, esa tarea, y luego deslizarse, lenta o repentinamente, por el otro lado de la barricada.

¿Qué llevó a Lenin Moreno, actual presidente de Ecuador a abrazar el campo opuesto, dándole la espalda a las conquistas de la Revolución Ciudadana? Para escuchar esa parte de la oposición que se define la más extrema izquierda de todas, pero no lo suficiente como para rechazar las alianzas con la derecha ecuatoriana, el punto de inflexión fue en las cosas, ya que se produjo mucho antes: con Rafael Correa, que – aunque con alguna vacilación – propuso y apoyó la candidatura de ese Moreno que hoy lo quiere poner en la cárcel.

La “izquierda indigenista” dice que “la contracción del gasto público para el beneficio de los grandes grupos económicos, la política monetaria al servicio de los bancos privados, la firma del acuerdo de libre comercio con Europa” tuvieron lugar antes. Para ella, no es de extrañar que Moreno sea un “neoliberal” más en la mesa, solo un poco enmascarado por una política a cuenta gotas con la que pretende imponer las recetas del Fondo Monetario Internacional y el regreso de Ecuador al patio trasero de los Estados Unidos.

A pesar de las diferencias en la historia y el contexto, es cierto, sin embargo, que – en la ola del “Renacimiento Latinoamericano”, que comenzó con la victoria de Chávez en Venezuela – la Revolución Ciudadana en Ecuador fue, entre los países del Alba (y dejando por un momento de analizar el caso de Nicaragua, que volvió a respirar después de colapsar en el abismo neoliberal durante años), la que ha puesto menos énfasis en un cambio estructural en las relaciones de propiedad, evocando – para simplificar – mucho más una perspectiva ambiental y de los derechos civiles.

Obviamente, los cambios en la vida de los sectores populares han estado allí, y ahora vuelven a estar en riesgo por el giro de Lenin Moreno. Ecuador, sin embargo, se ha mantenido siempre un país “dolarizado”, sigue siendo muy dependiente del comercio con Europa, con lo que, de hecho, ha firmado el TLC en el último período de gobierno Correa, cuando ya el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional habían entrado de nuevo después del terrible terremoto de 2016. Y lo que era el equilibrio real de poder con los sectores dominantes parecía claro cuando Correa ha intentado proponer un impuesto sobre la herencia, lo que provocó la reacción airada de los super-ricos, que se tomaron la calle … junto a aquellos que acusaron a Correa de no haber hecho lo suficiente.

¿Por qué, entonces, los Moreno de todos los tiempos, cuando tienen que gobernar un equilibrio difícil, se deslizan hacia el manto remachado de la derecha? Para explicarlo hay, todavía hoy, otro Lenin: el bolchevique Lenin, que pasó toda su vida por la revolución. Las enseñanzas contenidas en su libro Estado y Revolución siguen vigentes. Son aún más válidas cuando las clases populares encuentran representación en un gobierno, y llegan allí con las herramientas de la democracia burguesa, con las elecciones y no con una revolución.

Entonces la lucha de clases continúa también en ese gobierno, entre los diversos sectores que intentan hacer prevalecer sus intereses. Y cuando a prevalecer en la escena política es el juego de alianzas institucionales, sucede que los márgenes se reducen y que las fuerzas del progreso se ven socavadas, como ha ocurrido en Brasil contra Dilma Rousseff, y ahora contra Lula: la burguesía sabe cómo usar su legalidad de conveniencia mejor que aquellos que quieren establecer una real, osea una legalidad basada en la justicia social.

Cuando los equilibrios de clase son precarios, una sacudida es suficiente para derrocar a los gobiernos con un buen golpe institucional. El primer ejemplo fue el de Lugo en Paraguay, después de Honduras … Y no hubo sanciones ni “intervención humanitaria” por parte de los “demócratas sinceros” que ahora quieren cancelar el gobierno bolivariano porque busca una solución diferente a los que están imponiendo hambre y guerra a poblaciones enteras en nombre de la “democracia”.

El ejemplo de Venezuela es, en este sentido, muy pertinente, presentando un interés concreto y simbólico dentro y fuera del continente latinoamericano. ¿Por qué, a pesar de ataques de todo tipo, debilidades estructurales y errores inevitables, la revolución bolivariana comienza a celebrar su vigésimo aniversario? Sobre todo aquí algunos elementos son interesantes.

El primero de ellos es, sin duda, el cambio de un “nacionalismo sin adjetivos” en uno muy inervado en el socialismo y en la gran lección del siglo XX, donde aquellos que querían ver en Chávez sólo una forma “mejorada” del caudillo latinoamericano, se convirtieron en enemigos. En aquel contexto, el Proceso Bolivariano, trató de saldar la antigua deuda contraída con los sectores tradicionalmente excluidos: osea pasar de una democracia para la élite a un ágora en la que los últimos realmente han tomado la palabra (la democracia participativa y el poder popular).

Las compañeras y los compañeros que habían luchado con las armas contra el Estado burgués durante la Cuarta República tenían clara la lección de Lenin contenida en el Estado y la Revolución, conscientes de las trampas (incluso inéditas) que tendrían que enfrentar. Una conciencia cada vez más sentida, como se vio durante el Cuarto congreso del partido, todavía en proceso en la parte que mira hacia el futuro, la juventud del JPSUV.

El establecimiento del PSUV, hace diez años, constituye el elemento de fondo y fortaleza de la revolución bolivariana. Un elemento que lo diferencia de países como Ecuador, donde las fuerzas de transformación se han mantenido débiles dentro de la alianza – Alianza País – con la que se dirigió al gobierno Correa en octubre de 2006, cuando la idea del PSUV estaba todavía en gestación. Y el comandante Hugo Chávez hizo bien en proponer la discusión en un momento tan efervescente para el país y para el continente.

Formidable también la opción de no romper con sus aliados, sin obligarlos a ser internos al PSUV, lo que llevaría inmediatamente a nuevas divisiones, sino a recogerlos en una conformación – el Gran Polo Patriótico (GPP) – que conserva la identidad de los grupos individuales o de los partidos, pero comparte las ideas comunes. ¡Qué gran lección sería para el renacimiento de un bloque social anticapitalista que, en Europa, no disminuya sus principios, sino que también sea capaz de construir alianzas sobre los contenidos …

Hoy, a resistir – junto con Cuba y Nicaragua, el último heredero de las revoluciones del siglo XX – son Venezuela y Bolivia, los dos países que más han mejorado la lección del siglo pasado, renovándola en el presente con un punto de vista marxista. No parece casualidad. Dos países que han declinado, con creatividad y coraje, la relación entre el conflicto y el consenso, colocando los problemas de la transición al socialismo sin hipocresía.

No por casualidad, fue Chávez, en el momento de máximo crecimiento de la Revolución Bolivariana, a criticar el uso constante de la palabra socialista ( “arepa socialista”, y así sucesivamente) que conducía a trivializar los obstáculos existentes en el camino de una verdadera transición al socialismo. Obstáculos muy claros para el liderazgo político del partido, que está tratando de impresionar elementos para un cambio estructural en el camino del gobierno, donde también actúan fuerzas con interéses más moderados.

¿Se puede debilitar desde adentro el estado burgués sin ser engullido por los vicios que inevitablemente produce el manejo de un país rodeado de tiburones listos para devorarlo? Este es el gran desafío, a veces difícil de asumir para los revolucionarios conscientes de la inevitabilidad de los momentos de ruptura, que deben ser gobernados sin autoritarismo, sino también con el realismo y la decisión. El presidente Maduro, un trabajador que se formó en la escuela marxista del siglo pasado, es plenamente consciente del problema.

El debate en curso en el PSUV está demostrando un nivel de crecimiento y conciencia para navegar en los rompeolas adversos sin perder la ruta: forzando sino organizando “casamatas” en esa “guerra de posiciones” o “de movimento” analizada por Antonio Gramsci. La fuerza principal es la organización del poder popular, que no se ha dirigido hacia objetivos falsos, o agotado en la búsqueda de una improbable “justicia” que las instituciones burguesas nunca pueden dar: como sucedió en Brasil y, en otros aspectos , en el Ecuador de Lenin Moreno.

El colapso de Moreno no deja de ser importante en el gran ataque que el imperialismo está llevando contra Venezuela por retomar la dominación del continente

La reunión de 13 países de América Latina, que tuvo lugar en Quito para “analizar la crisis migratoria venezolana”, pero sin los representantes del gobierno bolivariano, provoca rabia y tristeza. En muchos, de hecho, deberían haber mirado hacia abajo y admitir la verdad de Venezuela, apoyada con pasión y rigor – las mismas que motivaron los discursos internacionales del Che, Fidel y Chávez – por las compañeras y compañeros venezolanos en todos los organismos internacionales.

Sucede cada vez que hablan Delcy Rodríguez, Jorge Arreaza, Simon Moncada, Jorge Valero … Sucede en las conferencias de prensa internacionales, organizadas por Nicolás Maduro. Sucede por las declaraciones contundentes de Diosdado Cabello, que siempre da en el clavo. Para evitar que el mundo escuche otra voz, el imperialismo y sus Judas usan la exclusión, la arrogancia, las mentiras: las armas más insidiosas de su “legalidad” burguesa, la que sigue matando con las manos limpias.

Traducción

Gabriela Pereira

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