Panamá. Cultura, clásicos y pensamientos críticos

Resumen Latinoamericano / 10 de agosto de 2018 / Abdiel Rodríguez Reyes

“en realidad lo que importa es […] permanecer en los pensamientos críticos en vez de rendirse al poder de lo establecido”

La definición de cultura propuesta por Theodor Adorno nos ayuda a comprender la importancia de la misma en un país como el nuestro, dónde lo efímero es lo cotidiano y lo sustantivo exótico. En Adorno, “cultura equivale a cuidado, del latín colere, y colere significa originariamente la actividad del campesino, del agrícola, que establece una relación con la naturaleza y su cuidado”. Adorno está pensando desde un ámbito alemán comparándolo con el estadounidense, pero, no le quita un ápice de relevancia para problematizarlo en nuestro medio. Este pensador alemán, resaltó la importancia de la cultura como cuidado, en términos espirituales, a saber: “introspección e interiorización” del ser humano, con respecto a las formas, — además de la naturaleza —, del arte, las ciencias y las filosofías. En definitiva: la riqueza del pensamiento, su cuidado y cultivo. En ese sentido, es necesario cuidar y cultivar sus formas de manifestarse. No hay que olvidar lo difícil de acometerlo, cuando nuestras instituciones son como el uróboros, serpiente o dragón que se come su propia cola que, además, forma un círculo vicioso en su autodestrucción.

Una de las tantas formas de cultivar y cuidar nuestra cultura, es recurriendo a nuestros clásicos. En Panamá, tenemos los nuestros: Justo Arosemena, Ricaurte Soler, Carmen Miró, Diana Moran, entre otras y otros. Italo Calvino nos marcó el derrotero en el cual podemos entender a los clásicos como “libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos” y, además, “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”. La lectura de los clásicos es una herramienta factible para prepararnos prospectivamente. Conocer nuestro pasado y a los clásicos, muchas luces nos pueden ofrecer en estos momentos de tinieblas. La lectura y la reflexión concienzuda se vuelven medulares en nuestra cultura, entendida como cuidado y cultivo. No hay mejor alimento para nuestro espíritu que adentrase en los clásicos. Así, la definición de cultura de Adorno cobra sentido para nuestro medio. Si no se trabaja en esa dirección, la sociedad se enajena, como suele suceder y, la pobreza cultural y de espíritu, la domina en su propia negatividad.

La cultura va de la mano con la realidad. De lo contrario es ficción, puede ser bien intencionado, producto de elucubraciones abstractas sin fundamento histórico y factibilidad. El estudio, la erudición, la socialización del conocimiento tiene que serlo en función de potencialidades efectivas y prácticas, a partir de nuestras experiencias históricas y vivenciales. En el mundo al revés lo enriquecedor no salta a la vista y lo empobrecedor adquiere relevancia, siempre hay que darle el giro a lo evidente.

Según un reciente muestreo del Barómetros de las Américas sobre el “Orgullo por la nacionalidad en las América”, los y las panameñas están muy orgullosos de su nacionalidad, lo que esto signifique. Tienen un 91.0% de “mucho” orgullo por la nacionalidad panameña, con respecto a un 43.5 % que sienten los estadounidenses por la de ellos. La muestra se tomó entre el 2016 y 2017. Quizá con la white supremacy de Donald Trump, el porcentaje haya cambiado. Ese orgullo tiene que manifestarse en lo que resulta exótico para algunos, pero sustantivo para todos. Nuestra historia, arte y filosofías, en fin, manifestaciones del espíritu, las cuales tienen que cuidar y cultivar.

Todo esto tiene sentido, si es en función de la producción de un pensamiento crítico como resultado de nuestra cultura e intento de emular y superar nuestros clásicos. Así, tejemos la relación: cultura, clásicos y pensamientos críticos. Por pensamiento crítico entendemos, como bien lo definió Alberto Saladino García: “todo planteamiento intelectual producto de análisis, interpretaciones y problematizaciones racionales acerca de las manifestaciones de la realidad, sus fenómenos, situaciones e ideas, para generar cuestionamiento, juicios y propuestas orientadas a la promoción de cambios y transformaciones en beneficio de la humanidad”. Si no se cuenta con estos aspectos, no es pensamiento crítico. Sin ambages: los pensamientos críticos, en el sentido antes expuesto, no están dados. Para ello, es necesario el trabajo del concepto.

Para concluir, señaló Adorno: “en realidad lo que importa es […] permanecer en los pensamientos críticos en vez de rendirse al poder de lo establecido”. A eso apuntamos, cuando intentamos hilar una relación que va desde la cultura, entendida como cuidado y cultivo; hacia los pensamientos críticos, pensando en términos transformadores; pasando por la lectura de los clásicos, como aquellos libros que nunca terminan de enseñarnos sus virtudes para un mundo mejor.

Abdiel Rodríguez Reyes

Investigador y profesor universitario

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