América Latina frente a la guerra comercial China-EEUU

Resumen Latinoamericano / 10 de agosto de 2018 / Pablo Wahren y Aníbal García Fernández, Celag

Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos pronunciando frases altisonantes como “Voy a ser el mayor productor de empleo que Dios ha creado jamás” o “Traeré de vuelta empleos de China. Traeré de vuelta empleos de Japón. Traeré de vuelta empleos de México.”. El presidente presentaba un diagnóstico sencillo: los países asiáticos, en particular China, y México se habían apropiado de los puestos de trabajo que les correspondían a los trabajadores estadounidenses. El reflejo de esta situación era la radicación de las empresas de EEUU en estos países y el abultado déficit comercial del país.

En efecto, en 2016, año de la elección presidencial, EEUU acumuló un déficit comercial de bienes y servicios con el mundo de 502 mil millones de dólares (una magnitud de casi el doble del PIB de países como Chile o Colombia). Tan sólo en la relación con China este déficit ascendía a 347 mil millones de dólares. Esta situación no cambió demasiado en 2017, cuando el déficit con el mundo y con China se ubicó en 552 y 375 mil millones de dólares, respectivamente. Trump ha planteado expresamente reducir el déficit con China a 200 mil millones de dólares para el final de su mandato.

Déficit-Comercial-en-bienes-y-Servicios EE.UU.

Para revertir la situación propuso un conjunto de medidas como terminar con los acuerdos de libre comercio, elevar aranceles y generar incentivos para que los capitales estadounidenses se vuelvan a localizar en Estados Unidos. Algunas de ellas están siendo efectivamente llevadas a la práctica con impactos económicos y geopolíticos notables.

El objetivo de este artículo es desentrañar la verdadera génesis de este conflicto que se ha denominado como “guerra comercial”, analizar las principales medidas que ha tomado tanto el Gobierno de Estados Unidos como las respuestas de los demás países, y las principales consecuencias económicas y geopolíticas.

Contexto histórico

Los déficits comerciales de Estados Unidos que Trump busca atacar son el resultado de un proceso histórico sumamente complejo. Una dinámica de décadas que estuvo liderada por las empresas estadounidenses y que ha dejado distintos ganadores y perdedores, tanto en Estados Unidos como en otros países.

Hasta 1970 la economía estadounidense acumulaba enormes superávits comerciales. Sin embargo, a partir de 1971 el país entró en déficit y desde hace casi cinco décadas que persiste en esta situación. Un cambio así en la principal potencia del mundo implicaba a su vez una transformación mundial.

En esos años asistimos al inicio de una Nueva División Internacional del Trabajo (Frobel, 1980) cuyo origen fue el proceso de deslocalización de la producción de los países centrales hacia la periferia, donde se destaca el traslado de producción que se realizaba en Estados Unidos a los países asiáticos.

¿Por qué se dio ese movimiento y en ese momento? Para ello se conjugaron tres factores: el abaratamiento de los costos de transporte y comunicación; adelantos tecnológicos como el desarrollo de la máquina de control numérico que permitió simplificar tareas y;  la abundancia de mano de obra subocupada en los países asiáticos. Así, tareas que antes realizaba un obrero calificado en Estados Unidos podía ser realizada a menor costo por obreros asiáticos menos calificados y con menos derechos laborales. Este proceso comenzó a darse en Japón, luego en Corea y Taiwan y, finalmente, en China.

En la Nueva División Internacional del Trabajo las grandes potencias mantuvieron esencialmente las tareas de innovación, diseño y comercialización, mientras deslocalizaron las tareas de manufactura (sobre todo las más simples como el ensamble). En otras palabras, conservaron para sí las tareas de mayor valor agregado y que requieren mano de obra más calificada, mientras que trasladaron las tareas de menor valor agregado y que no requieren calificación laboral. Cabe aclarar que si bien en un comienzo solo se deslocalizaban las tareas de manufactura más básicas con el tiempo se comenzaron a deslocalizar tareas cada vez más complejas. No obstante, la lógica central de esta nueva división del trabajo seguía siendo la misma.

En la literatura económica se suele denominar a esta nueva forma de organización de la producción a nivel mundial como Cadenas Globales de Valor (Gereffi, 2001). Se trata de firmas líderes (grandes multinacionales) que coordinan la producción a escala global acaparando para sí las actividades que permiten una mayor apropiación de valor, y delegando hacia empresas de otros países las tareas menos lucrativas. En este mundo muchas empresas estadounidenses, para abastecer a su propio mercado, producen en otros países. El ejemplo típico que se suele usar es el del Iphone (teléfono de la compañía Apple) cuyo diseño y desarrollo tecnológico se realiza en Estados Unidos, mientras que diversos países aportan distintos componentes y la tarea de ensamble se realiza fundamentalmente en China. Todo este proceso es coordinado por la firma estadounidense que, por ser dueña de la marca y de las innovaciones, obtiene una importante tajada del precio de venta.

Esta Nueva División Internacional del Trabajo permitió la expansión y favoreció la acumulación de ganancias de las empresas, a la par que generó una fragmentación en la clase trabajadora en Estados Unidos. Por un lado, trabajadores calificados que se especializaron en las tareas de innovación y diseño a cambio de elevados salarios. Por el otro, trabajadores menos calificados que, como resultado de la deslocalización del proceso de manufactura, se convirtieron en desocupados o fueron empleados con bajos salarios por el sector de servicios.

En simultáneo, el sector financiero se convirtió en el otro gran ganador de este proceso. Tal como desarrolló Varoufakis (2015) bajo la tesis del “Minotauro Global”, Estados Unidos pasó a captar el dinero que arrojaba al mundo para financiar su déficit comercial por la vía financiera. Este volvía en forma de remisión de utilidades, inversión extranjera directa o inversiones financieras. Es decir, el dinero que el país pasó a perder por el lado comercial volvía por el canal financiero y así multiplicaba los negocios financieros. Este capital pasaba a operar como crédito para los consumidores, inversión directa en corporaciones estadounidenses o deuda pública de Estados Unidos.

Estados Unidos se dio el privilegio de acumular déficits sin límites, gracias a que los inversores extranjeros y los propios estadounidenses en el exterior enviaban miles de millones de dólares a Wall Street cada día.

Principales medidas

Si bien el Gobierno de Estados Unidos ha conservado desde sus orígenes un conjunto de medidas proteccionistas, la Administración Trump ha lanzado una serie de medidas para reducir el déficit comercial e incrementar la producción doméstica que son disruptivas respecto de las tendencias regulatorias de las últimas décadas. Entre ellas se destacan:

  • Suspensión o renegociación de acuerdos regionales o transnacionales. Trump asumió la presidencia realizando críticas vehementes a los acuerdos de libre comercio. Desde su mandato se han frenado este tipo de acuerdos. Un caso emblemático fue el Acuerdo Transpacífico (TPP) que había sido impulsado por la Administración Obama y terminó siendo dado de baja por la nueva Administración cuando ya doce países lo habían firmado. En este sentido, Estados Unidos y la Unión Europea pasaron de negociar un acuerdo de integración a embarcarse en una guerra comercial. Asimismo, Trump amenaza con terminar con el TLCAN (acuerdo comercial con México y Canadá) o, al menos, modificar sus reglas.
  • Incremento de los aranceles de acero y aluminio en 25% y 10%, respectivamente. 110 países venden alguno de estos materiales a Estados Unidos. Sólo pocos de ellos fueron eximidos del arancel. Con esta medida se busca incrementar la producción local y, a la vez, presionar a los socios comerciales para que cedan en otras negociaciones a cambio de ser eximidos. Según los Departamentos de Estado y de Defensa, la imposición de aranceles al acero y al aluminio por parte de EEUU son un asunto de “seguridad nacional” de productos considerados “vitales”. El aluminio es esencial para las capacidades militares de EEUU, además de ser clave en el sector de la infraestructura, ya sea de transmisiones de energía, transportes, en la industria manufacturera, la construcción y otros. Incremento de aranceles para productos chinos por un valor de 34.000 mil millones de dólares. El Gobierno de Trump acusa a China de malas prácticas contra la propiedad intelectual y ataques cibernéticos. La medida apunta especialmente contra los sectores involucrados en el plan “Made in China 2025” a partir del cual el Gobierno chino quiere desarrollar la producción de alta tecnología en el sector aeroespacial, automotriz, tecnología de la información y robótica. Trump amenaza con imponer aranceles por un valor equivalente a 200.000 mil millones de dólares, lo cual parece de difícil cumplimiento ya que las propias empresas estadounidenses no podrían sostener su esquema de negocios. De hecho, productos como celulares o televisores, típicos de las cadenas globales de valor, no son afectados por la medida.
  • Incentivos y sanciones para la radicación de empresas en Estados Unidos. En pos de que las empresas estadounidenses o de otros países trasladen su producción al país se destacan las medidas de reducción de impuestos, como la rebaja la tasa que pagan las corporaciones por sus ganancias del 35% al 21% o exenciones fiscales. Asimismo, el presidente ha lanzado advertencias a las empresas estadounidenses que, de continuar produciendo en el exterior, dejarían de ser competitivas ya que se les subiría el arancel a sus productos.

Las respuestas

El mundo se encuentra reaccionando de manera defensiva a las políticas de Estados Unidos. La Unión Europea aprobó la imposición de aranceles para productos estadounidenses a ejercer sobre productos estadounidenses por un valor de 2.400 millones de euros desde ahora y con la posibilidad de extenderse a 3.600 millones más. En la lista figuran productos alimenticios y materiales para la construcción, entre otros.

Por su parte, China, el país más afectado por las medidas de Trump, decidió como represalia subir a 25% el arancel para aves, cerdos y soja estadounidense, entre otros productos. Asimismo, plantea extender esta suba a otras importaciones por un valor de 16.000 millones de dólares, donde se encuentran vehículos, productos de acero y equipos médicos, entre otros.

Mientras tanto, las medidas están siendo tomadas con reserva en Estados Unidos. Las principales empresas siderúrgicas del país se verían beneficiadas al revitalizar un sector de la economía estadounidense que había bajado sus capacidades frente a la importación de otros países, especialmente China. Sin embargo, la industria estadounidense sigue dependiendo en gran medida de las importaciones chinas, lo que puede elevar el costo de producción de una gran cantidad de productos.

Reconfiguraciones geopolíticas

En el plano geopolítico, EEUU se encuentra en un proceso de reconfiguración y acumulación de fuerza. Trump ha buscado relaciones con Rusia al mismo tiempo que crea leyes nacionales con pretensiones extraterritoriales para demandar a países miembros de la OPEP y la OPEP+Rusia, pues una de sus estrategias comerciales y geopolíticas es convertirse en una potencia mundial en energéticos, sobre todo en gas, y para ello necesita la interconexión de infraestructura en el continente americano hacia 2022 y lograr entrar al mercado europeo dominado esencialmente por Rusia.

Con China, a pesar de la imposición de aranceles, Trump permitió que ZTE (empresa de telecomunicaciones china) recuperara la tecnología estadounidense después de pagar una multa de mil millones de dólares por robo de tecnología y a pesar de que dicha empresa había sido acusada ampliamente de violar las sanciones estadounidenses de comercio con Irán y Corea del Norte.

Otros países reaccionan ante el nuevo escenario: la Unión Europea, México y Canadá, han ido ante tribunales internacionales para resolver el tema de los aranceles. En este marco, la Unión Europea y, sobre todo, Alemania, decidieron no respetar las sanciones contra Irán y todo apunta que seguirán comerciando con este país. Al parecer, la estrategia contra Irán no ha funcionado por la vía de las sanciones económicas. La guerra comercial entre EEUU y la UE tuvo una respuesta no deseada, pues el comercio con Irán continuará.

En el caso concreto de Irán, las sanciones económicas pretendieron restringir su crecimiento económico y después de la salida de EEUU del acuerdo nuclear la producción de petróleo bajó. China es el principal cliente del petróleo iraní, seguido de India, Corea y Turquía. China, la UE, India y Venezuela desafiaron las sanciones económicas y han anunciado que seguirán comerciando y buscando mecanismos comerciales para continuar las relaciones con Irán.

Esta situación coloca al mundo en un momento histórico de recomposiciones mundiales. Dicho proceso tuvo un punto de inflexión: el acuerdo entre Rusia y China contra la hegemonía estadounidense en 1997. Más de 20 años después, con una alianza chino-rusa, los EEUU, se reacomodan y compiten en un mundo  tripolar, en el que se reconfiguran las cadenas globales de valor y el proceso de globalización, mas no su fin ni el del libre mercado.

Conclusiones

La deslocalización de parte de la producción estadounidense es el resultado de un proceso histórico complejo que configuró una nueva división internacional del trabajo. Las medidas de Trump se presentan a contracorriente de este proceso, pero al menos hasta el momento no atentan contra el normal funcionamiento de las Cadenas Globales de Valor. Por otro lado, en política interna, hay dos procesos políticos en el futuro cercano: las elecciones en noviembre para renovar a una parte del Congreso y la posible reelección de Trump. La estrategia de Make America Great Again, junto con medidas proteccionistas, podrían también hacer eco en el electorado estadounidense, pues una retórica como la de Trump y la promesa de dar más empleo dentro de EEUU fueron algunas de las bases de su campaña en un momento histórico estadounidense de crisis.

Aun así, las tensiones comerciales y políticas afloran en el mundo y los alcances del conflicto no son claros. En este contexto, América Latina enfrenta riesgos y oportunidades. Actualmente, la postura de buena parte de los gobiernos latinoamericanos es la de continuar con el libre mercado. Estas medidas podrían parecer no ir acorde con las tomadas por las principales potencias mundiales. Sin embargo, es necesario reflexionar sobre la forma en la cual América Latina y el Caribe quedarán en este reajuste de las cadenas globales de valor pues históricamente, salvo parcialmente en el momento que va de la postguerra hasta la década perdida (1945-1980), la región se ha caracterizado por ser proveedora de materia prima, recursos estratégicos y mano de obra barata, acentuando así su condición dependiente y subdesarrollada.

¿Están dadas las condiciones para que se produzca un proceso de relocalización de la producción en Estados Unidos? ¿Cómo se complementan la mayor apertura financiera que pregona Trump con el mayor proteccionismo en lo comercial? ¿Cómo impactarán todos estos movimientos en América Latina? ¿Cuál debería ser la estrategia de la región para atravesar esta situación? Estos son algunos de los interrogantes urgentes que abordaremos en futuras publicaciones.

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