A Santos, al igual que a Uribe, “le faltó tiempo” para intervenir militarmente en Venezuela

Por Carlos E. Lippo, Resumen Latinoamericano, 7 agosto 2018

Ojalá mañana mismo terminara la presidencia de Maduro”
Juan Manuel Santos, el 30/07/2018

Poco después de las 5 de la tarde del pasado sábado 04 me disponía a terminar mi más reciente artículo al que había titulado “Invadir a Venezuela al servicio del imperio: la obsesión fatal de los tres últimos presidentes de Colombia”, cuando fui ingratamente sorprendido con las llamadas de algunos camaradas que al principio sólo daban cuenta de una brusca interrupción de la transmisión televisiva en cadena del acto conmemorativo del 81° aniversario de la fundación de la Guardia Nacional Bolivariana, con asistencia del presidente Maduro, y muy poco después, de un fallido intento de magnicidio perpetrado por medio de unas aeronaves no tripuladas (drones), portadoras de explosivos de muy alto impacto, versión que vino a coincidir con la versión oficial difundida poco después por el ministro de comunicación e información (1), según la cual a pesar de que el presidente había salido totalmente ileso, resultaron heridos unos siete efectivos de nuestra GNB.

Desde un primer momento tuve la convicción que detrás de este vil y alevoso atentado frustrado se encontraba el presidente saliente de Colombia, Juan Manuel Santos; ello no sólo por todas las ejecutorias antivenezolanas que éste desarrolló durante el ejercicio de sus dos períodos presidenciales, mucha de las cuales alcanzaba a señalar en el artículo mencionado en el párrafo anterior, sino por unas declaraciones de prensa ofrecidas el lunes 30 de julio, que lo mostraban de cuerpo entero como el asesino lombrosiano que es y siempre ha sido desde los altos cargos de gobierno que ha desempeñado (2).

En efecto, en dichas declaraciones este inefable personaje no tuvo el menor empacho en señalar de entrada, impúdica y descaradamente: “ojalá mañana” mismo terminara la presidencia de Maduro, frente a lo cual “Colombia estaría más que dispuesta y lista a ayudar en todas las formas posibles”; para luego rematar como sólo un cínico asesino podría hacerlo: lo mejor que podría pasarle a Venezuela y a Colombia, que comparten una frontera de 2.200 kilómetros, es que el presidente bolivariano caiga, ojalá de “forma pacífica”. Es que acaso este redomado imbécil (con el perdón de todos aquellos que padezcan de un retardo mental moderado) desconoce que el presidente Maduro, que terminará su período actual en febrero del próximo año, ya fue reelecto para un nuevo período constitucional 2019-2025. Es decir, que mientras él deberá entregar la presidencia en escasamente una semana, a Maduro le restan 6 y medio años de mandato constitucional. ¿Cómo podría entonces intentar tomarnos por imbéciles diciendo que deseaba que cayese de forma pacífica?

Dejé entonces de escribir el artículo en el cual analizaba las razones económicas geopolíticas, políticas e ideológicas que tiene la oligarquía colombiana actual, que es la misma de la época colonial, para odiar a nuestra revolución como fiel exponente del proyecto bolivariano, que incluye como doctrina el antiimperialismo, la igualdad social y el gobierno popular, por contraposición al modelo “monroista” que plantea el hegemonismo de Estados Unidos en el continente americano, al cual se plegó Francisco de Paula Santander, siendo aún vicepresidente de la Gran Colombia.

Un artículo que permanecerá en los archivos del disco duro de mi portátil en el cual señalaba también como los tres últimos presidentes de Colombia: Andrés Pastrana Arango 1998-2002; Álvaro Uribe Vélez, 2002-2010; y Juan Manuel Santos (2010-2018), próximo a entregar el poder, se habían tomado tan en serio su rol de mandatarios de esa oligarquía y de peones del imperio, que habían venido haciendo lo indecible por defenestrar a los gobiernos de la Revolución Bolivariana con los que tan hipócritamente se habían relacionado; todo ello mediante acciones tales como: la suscripción de acuerdos con potencias militares extraregionales que amenazan nuestra seguridad interior; la aprobación de instrumentos legales que sirven de base a la guerra económica que el imperio nos ha impuesto; un criminal apoyo a los autores intelectuales y a algunos líderes de las acciones terroristas ejecutadas por la contrarrevolución; una permanente injerencia en nuestros asuntos internos materializada desde organismos como la OEA y la ONU; así como una continuada operación de guerra mediática que bajo las directrices del imperio persigue mostrarnos como un país forajido y/o fallido.

Y es que a juicio mío el abominable hecho terrorista que se intentó perpetrar el pasado sábado en la tarde, bajo la autoría intelectual, la inspiración o la neutralidad cómplice de Juan Manuel Santos, sólo podría ser comparado con aquel infausto magnicidio perpetrado por unos sicarios en contra del joven Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, en la oscura selva de Berruecos en junio de 1830. Entre cuyos autores intelectuales ha sido señalado por una gran cantidad de reputados historiadores al general José María Ramón Obando del Campo, militar y político neogranadino, quien fuese el primer presidente de la escindida Nueva Granada (actual Colombia) en 1831, resultando luego electo presidente constitucional para el período 1853-1857; un triste personaje del cual se ha señalado que a las pocas horas del terrible asesinato ordenó desenterrar el cadáver de la tumba provisional que se le había dado,  “para comprobar realmente su muerte”.

Volviendo al tema del fallido magnicidio es oportuno señalar que el propio presidente Maduro, en su primera aparición pública después de tan infausto hecho, que pudo haber cobrado de manera simultánea las vidas de los máximos representantes de los cinco poderes públicos del estado venezolano, así como las de los miembros del alto mando militar en pleno, presentes todos en la tarima principal del evento, señaló de manera clara y enfática que “el nombre de Juan Manuel Santos está detrás de este atentado” (3), gravísima acusación que sólo ha provocado en la canciller Holguín (4) y en el propio Santos (5) la absurda respuesta de que Santos no puede estar implicado en el hecho “porque a la hora del atentado se encontraba bautizando a una nieta”; absurdas e histriónicas respuestas muy típicas de un estado forajido, como lo es el dirigido por el narcoparamilitar gobierno colombiano.

A muy escaso tiempo de producirse el frustrado atentado una parte de la contrarrevolución venezolana trató de negarlo, dándose el caso de que un periodista editor y/o colaborador de varios medios opositores nacionales e internacionales, de nombre Víctor Amaya, difundió a través de su cuenta Twitter @victoramaya la falsa noticia de que no se trataba de drones cargados de explosivos, sino que la  explosión que había obligado al retiro inusitado del presidente Maduro del acto de la GNB en la Av. Bolívar de Caracas, habría sido originada por la explosión de una bombona de gas en un edificio cercano (6). Posteriormente, después de que las autoridades entregasen pruebas documentales de la utilización de drones, pasaron a difundir a través de sus redes sociales, que se trataba de una simple simulación del gobierno con el propósito de cohesionar las “maltrechas” filas de sus partidarios.

Paradójicamente Patricia Poleo y Sergio Novelli, dos periodistas tarifados de la contrarrevolución, miembros conspicuos de la “gusanera” venezolana residente en el estado de Florida (USA), difundieron a través de sus redes sociales sendas comunicaciones de supuestos grupos armados que se atribuían el atentado sin aportar prueba alguna de su participación en la acción. En el caso de la Poleo (7), se trata del comunicado de una llamada “Operación Fénix”, mientras que Novelli, se basa en un twit de un supuesto grupo autodenominado Soldados de Franela, que decía textualmente: “La operación era sobrevolar dos drones cargados con C4 el objetivo el palco presidencial, francotiradores de la guardia de honor derribaron los drones antes de llegar al objetivo. Demostramos que son vulnerables, no se logró hoy pero es cuestión de tiempo” (8). La contradicción entre estas versiones procedentes del exterior y las difundidas por los “contras” locales es nada extraña en el marco de las profundas diferencias de todo tipo existentes entre las diferentes fracciones y grupúsculos de la contrarrevolución venezolana.

Nil Nikandrov, un conocido analista político y periodista de origen ruso ampliamente conocedor de la realidad política venezolana y latinoamericana, apoyándose en la metodología utilizada para el atentado ha señalado que “Un jugador que quiere usar este esquema necesita contar con potente infraestructura y personal bien preparado. Claro que los drones pueden venderse libremente en el mercado, pero no se venden llenos de explosivos potentes. Por esta razón, este ataque no puede estar relacionado con los opositores (locales) radicales. Probablemente este ataque fue muy bien planeado y haya incluido a un coordinador y a (ejecutores) profesionales”; y al hablar de la probabilidad de que el mismo hubiese sido cometido desde el territorio colombiano, señaló que “… los estadounidenses hacen su trabajo a través de Colombia. Puede ser que especialistas colombianos también hayan participado en este atentado. Sin embargo, EEUU sería el principal organizador, inspirador y financista de todo lo ocurrido”, añadiendo seguidamente que “Los estadounidenses, claro está, se ocultan detrás de los ejecutores colombianos. No obstante, todo se planea y se organiza en la Agencia Central de Inteligencia” (9).
Para el momento en que escribo estas notas, mientras el propio secretario general de la ONU, los representantes de muchos gobiernos amigos, Cuba, Bolivia y El Salvador entre ellos, y los de otros que no han venido siendo tan amigos, como el del gobierno de España, han condenado el atentado (10), no he visto que  ninguno de los líderes opositores lo haya hecho públicamente, dándose el caso de que sólo uno de los menos miserables de todos ellos, Enrique Ochoa Antich, ha llegado a señalar: “Condenamos el atentado pero sólo si se confirma”(11); en suma que al igual que ocurría con Chávez que fue objeto de numerosos intentos de magnicidio y en menor grado con Maduro, ellos sólo llegarían a creer en la tesis del magnicidio, si se les muestra el cadáver del magistrado asesinado.

Termino estas líneas muy pocas horas antes de que Santos deba entregar el mando al cachorro de Uribe, el ultraderechista Iván Duque, y es por ello que me atrevo a decir que al igual que Uribe le faltó tiempo para intervenir militarmente a Venezuela, como ese enano político se regodea en decir, cada vez que se le ocurre, desde la primera vez que lo dijo públicamente en la Universidad de Medellín (12); por supuesto que sin haber dicho ni pío ante aquella lapidaria frase del Comandante Chávez: “No es que le faltó tiempo (…) le faltaron cojones al caballero” (13), proferida al enterarse de la bravuconada del narcotraficante # 82.

Para finalizar quiero decir que apoyo en todo su contenido un comunicado oficial de nuestro gobierno, emitido el día de hoy, en el cual se responsabiliza a Colombia de cualquier nueva agresión(14); sin embargo, estando plenamente convencidos de que tales agresiones inexorablemente habrán de producirse desde ya, dadas las opiniones emitidas en nuestra contra por el nuevo presidente y la evidente disposición a seguir agrediéndonos de los expresidentes Uribe y Santos, nos permitimos solicitar una ruptura de relaciones diplomáticas y consulares, así como un cierre indefinido de los pasos fronterizos permanentes, que es la única medida que ha demostrado ser eficaz para combatir los desmanes de tan ingrato y agresivo vecino.

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