La rebelión popular en Haití ¿qué nos dice en Uruguay?

 

>Una opinión personal

“Ay, diana ya tocarás
de madrugada, algún día,
tu toque de rebeldía”.


Bélgica y Francia se enfrentaron llenando de jugadores negros sus equipos, mostrando​ así​ su pasado colonial; ambos países siguen siendo hoy sociedades racistas. Cuando Uruguay vio la cara de una ex colonia belga y una ex colonia francesa, Congo y Haití, fue ​en otra cancha: la nueva forma de intervención militar colonialista, “misiones de paz“.
Pero ¿qué tiene que ver Uruguay con el colonialismo, y con gobierno progresista además?

“Vistiendo la celeste” (o el “casco azul”) jugaba ​otro tipo de seleccionado, otras reglas de selección. No en la tropa, pero sí en la oficialidad de las fuerzas armadas uruguayas es donde nunca veremos ni una sola cara negra. El Estado uruguayo tiene una ley de participación equitativa para el 8% de nuestra población afrodescendiente, que regula la integración a las instituciones oficiales. Pero eso no altera el 0% en la oficialidad militar, ese Estado dentro de otro Estado con su propia ley no escrita discriminatoria. Tan Estado dentro de otro Estado es, que tiene un Servicio de Inteligencia para espiar a Uruguay, que es lo único que espían, su única amenaza. Unas fuerzas de “defensa” que se defienden de la sociedad uruguaya, y amenazan de muerte, entre otros, al ministro de “defensa”. ¡La verde no es la celeste!

Veamos el problema en su contexto. Hoy Haití vive una rebelión popular abierta. La intervención militar de la ONU estuvo allí más de 13 años, Uruugay se retiró unos meses antes que el resto. No podemos hacernos los distraídos. Declaraciones de solidaridad y contra el imperialismo… pero, ¿dónde estaba el gobierno del bloque de los cambios, y por qué?

¿Cuál fue el resultado real de la MINUSTAH, para qué sirvió?

Empecemos por decir que la “MIsión” para “eSTAbilizar Haití” que por eso así se llamó, para eso, para estabilizar, no sirvió, o sería inexplicable esta rebelión que pone al gobierno al borde del barranco.

Lo primero hubiese sido ayudar a resolver en alguna medida las causas profundas de la “inestabilidad”, los problemas básicos del pueblo haitiano viviendo en la extrema pobreza. Tampoco sirvió para eso, o sería inexplicable… (lo mismo). De la ayuda internacional para la recuperación de las catástrofes llegó al pueblo un dólar de cada diez; el resto a las ONG, las empresas internacionales contratistas que lucran con las tragedias, y el corrupto gobierno haitiano. Y luego los costos de la intervención militar misma, que asume Naciones Unidas y no le queda para atender los “otros” temas, hambre, falta de vivienda, de agua potable, de atención a la salud. Para completar, las tropas ONU de Nepal introdujeron el cólera. Pero los “cascos azules” tienen inmunidad, y la ONU hace las de Pilatos (con cuidado de no hacerlo en las aguas del río Artibonite).

Si la Misión ONU no ayudó a resolver los problemas, tampoco fue neutra. Ayudó a agravarlos, y no sólo por el cólera y la corrupción. Nunca desarmó a las bandas paramilitares, sí reprimió protestas populares pacíficas. Respaldó el gobierno duvalierista surgido del fraude que la “comunidad internacional” organizó.

Haití va por nuestra misma senda pero con el paso cambiado, las cosas ocurren a destiempo en toda la “frontera norte” de Nuestra América (México, Cuba, Haití, Puerto Rico), van como en “huso horario diferente”, pero marchan con nosotros.

Mientras por aquí andábamos en plena era neoliberal, Haití ensayó una prueba de laboratorio de progresismo con Aristide, que fue bien breve porque inmediatamente mostró sus contradicciones internas. Y cuando el colapso de la era neoliberal dio espacio a la era socialdemócrata mal llamada “progresista”, esos mismos gobiernos progresistas dentro de su transa con el imperialismo (porque era parte necesaria del nuevo modus viviendi) fueron el vehículo de la intervención en Haití para sacar a Aristide.

Primero fue la intervención directa del “imperialismo colectivo” de EEUU, Francia y Canadá, que intentó un acuerdo interno imperialista como recurso de amortiguación de la decadencia de la hegemonía yanqui. Inmediatamente vino la “oficialización” de la ONU pretendiendo dar legitimidad a la intervención en el marco de su política de “paz”, cuando en realidad estaba violando su propia legislación, reescribiéndola a punta de fusil. En Haití no había un conflicto bélico que fuese excusa de intervención, y la invasión preventiva es una arbitrariedad insostenible hasta para la propia ley de la ONU, invadir por las dudas. Es lo que había dicho Patricio Lumumba antes de ser asesinado con la complicidad de la ONU, son un “biombo” del neo colonialismo.

Y el reconocimiento del fracaso de la MINUSTAH y su retiro (reconocimiento de puertas adentro pero evidente, si leemos los sucesivos alargues que va resolviendo el Consejo de Seguridad de la ONU en esos 13 años, que son todos “seguir probando…”) ocurre con el fin del “ciclo progresista”, una sincronización singular del paso cambiado. La intervención colonial-progresista está atada desde el comienzo, y es arrastrada a hundirse por su propia obra.

Para entender mejor la ocupación militar de Haití, en la que participaron la mayor parte de esos nuevos gobiernos socialdemócratas “progresistas” recién llegados a Nuestra América cuando la ocupación empezó, recurriremos a dos conceptos del marxista brasileño Ruy Mauro Marini que en los años 60 introdujo la “Teoría de la dependencia”, un concepto “súper” y otro “sub”.

Súper explotación y sub imperialismo.

En la explotación salarial del trabajo, el salario cubre el valor de los bienes de subsistencia del trabajador, el valor de producción de esa mercancía, la fuerza de trabajo. Su capacidad de producción es usada por el capitalista para extraer más valor, más producto de ese trabajo. Ese plusvalor tiene dos formas, el plusvalor absoluto surge de la intensidad del trabajo y la prolongación de la jornada.

La evolución productiva, la introducción creciente de medios de producción para mayor productividad del trabajo (máquinas y herramientas, eficiencia energética, división y disciplina del trabajo, técnicas organizacionales, automatismos, robotización, control por inteligencia artificial) va llevando a la forma de plusvalor relativo. El abratamiento de la canasta de bienes que costea la fuerza de trabajo, es porque esos bienes cada vez más contienen menos trabajo, y se deja así una mayor ganancia al capitalista. Pero el desarrollo de la productividad del trabajo encuentra sus límites, el robot no genera plusvalor, la tasa de explotación capitalista depende de explotar gente.

Pero entonces surge otra manera de abaratar esos bienes de subsistencia, la división internacional del trabajo separa en el mundo áreas de distinta modalidad de explotación. En áreas “avanzadas” rige la calificación del trabajo, pero en la economía mundializada con cadenas de valor transnacionales se recurre a complementar esas áreas con otras de trabajo descalificado o maquilas, súper explotación del trabajo donde el salario es menor al valor de subsistencia del trabajador.

Haití, con salarios de 2 dólares diarios es un caso indiscutible de súper explotación. Pero ¿cómo evitar la emigración explosiva que invada las “áreas protegidas” del sistema y desequilibre las cosas? Haití es media isla, eso facilita la condición de “batustán”, pero comparte la isla con República Dominicana. En los últimos años el gobierno racista de ese país se empeña en desarraigar y expulsar masivamente al millón de personas nacidas en territorio dominicano de ascendencia haitiana, segunda o tercera generación, violando las leyes internacionales. Cuando el Huracán Matthew devastó Haití en 2016 el gobierno haitiano autorizó el ingreso de tropas dominicanas para custodiar la ayuda alimentaria, pero el pueblo haitiano aun en una situación desesperada fue capaz de rechazar la ayuda en esas condiciones y las tropas se retiraron.

En Haití, “Estado fallido” en la teoría política occidental, se justificará cualquier atropello. En la práctica, la única solución que se encontró, intentada por más de una década y FRACASADA, fue la tercerización de la intervención imperialista con la MINUSTAH y la participación central de los gobiernos socialdemócratas “progresistas” latinoamericanos. Esto nos lleva al otro concepto de Marini, sub imperialismo. 

La dinámica centro-periferia muestra diferentes situaciones y roles en los países periféricos, dentro del sistema mundial. Brasil, es un caso de “escalón medio” en América Latina, con su periferia de periferia.

Desde el 2001 se ha usado el término BRICS como “economías emergentes”, referido a varios países incluyendo Brasil, pero en un sentido descriptivo y mezclando cosas muy distintas como China. El concepto de sub imperialismo de Marini tiene otro rigor y se ha discutido además para casos como India, Sudáfrica, Turquía, Arabia Saudí, Irán, etc. No entraremos en eso ahora, veremos solamente la pertinencia del concepto para Brasil, y no el Brasil del tiempo que estudió Marini sino hoy.

El peso industrial, geopolítico y militar de Brasil en la región viene de lejos. Pero las condiciones económicas relativamente favorables en la región en la “era progresista” y la falta de intención de esos gobiernos en un verdadero proceso de emancipación y transformación social, han dado la base para un intento de “liderazgo regional”. El sentido es precisamente insertar una economía de cierto desarrollo industrial propio, de importancia geopolítica y capacidad militar de respaldo, como “nodo” o punto de concentración en la cadena transnacional de explotación de la fuerza de trabajo.

Para eso se recurre a un área de “corral de miseria” donde se pueda implantar una súper explotación de la fuerza de trabajo, que permita sacar provecho de allí a una potencia industrial de tipo medio, formando una cadena productiva que se termine en las áreas centrales de economía industrial avanzada. Haití era la contracara de Brasil.

Para hacer esto posible se necesitaba una presencia militar, que Brasil podía darla, que además tuviese la “cara amiga”, ahí si, parcialmente negra en todas sus jerarquías. Pero necesitaba también su “periferia de periferia” que la acompañase. Si queremos entender esto último alcanza con escuchar a Pepe Mujica y sus llamados a “subirse el estribo de Brasil”, y al mismo tiempo invitar también a Brasil a que “asumiese el liderazgo” en la región. (Por ejemplo cuando trató de venderle a Brasil un puerto de aguas profundas en territorio uruguayo, a buen puerto vas por agua).

Es una “hermandad latinoamericana” basada en aplastar al hermano menor de la familia. No olvidemos que fue el gobierno de Lula quien lo hizo, acompañado de todos los demás “progresistas” incluyendo Evo y Correa. Chávez no, pero luego Maduro, si bien no sumó tropas porque ya le tocaba una MINUSTAH decadente, sí votó las prórrogas en el Consejo de Seguridad. Y Petrocaribe formó siempre parte del encuadre subimperial.

Resultó ser un coloso con los pies de barro, se agotó con el final del empuje de lumpen desarrollo de las economías que estaban bajo la alfombra de esos gobiernos “progresistas”, que seguían siendo economías dependientes, y el empuje mismo era hacia atrás, hacia la reprimarización de economías exportadoras, acentuando ese carácter con el giro extractivista, con la contra-reforma agraria, con el mayor endeudamiento.

El fin del ciclo progresista coincidió con el empuje cada vez mayor de la resistencia popular haitiana. La MINUSTAH, ni pudo estabilizar nada ni tampoco podía prolongarse indefinidamente, era insostenible, lo mismo que el gobierno de Martelli, que ya colgaba del aire. Se terminó llegando por la vía de los hechos, por “empate estratégico”, a una continuidad “suavizada” del duvalierismo, salida de la MINUSTAH y continuidad de una misión de tutelaje de la policía haitiana. La pregunta era ¿aguantaría el parche? La respuesta la tenemos hoy.

Es evidente que ese parche de continuidad “acolchonada” era posible por las debilidades estructurales de la oposición política haitiana, y de la incapacidad de la resistencia popular de pegar un salto de calidad a corto plazo. Las dos cosas, la debilidad estratégica de la clase dominante y los límites tácticos de la resistencia popular, son producto de naturaleza misma de la sociedad haitiana que sigue siendo pre-industrial. Los asalariados formales son una pequeña minoría, y ya vimos en qué condiciones.

Antes de ver el último episodio de la resistencia haitiana, veamos que pasó con los “hermanos mayores”. Importa la retirada de dos notorios protagonistas, Brasil y Uruguay, porque lo demás no fue retirada sino desbande.

Con la caída del gobierno Lula-Dilma, el gobierno Temer abandonó toda pretensión “intermedia” y se atuvo a la sumisión lisa y llana, se abocó a la ofensiva descarnada contra su clase trabajadora. Las tropas retornadas de Haití usaron la experiencia allí habida: reprimir a su propio pueblo.

Uruguay ocupó un lugar destacado en la MINUSTAH, fue el contingente más numeroso después de Brasil, que tuvo la jefatura, precisamente para ensayar su intento sub imperial con socios hermanos. La participación de Uruguay llegó a ser, en relación a la población, 30 veces mayor que el promedio de la región. Este “meritorio esfuerzo” tiene su explicación.

Pues sí, si dejamos de lado el “detalle” del genocidio charrúa, Uruguay no tiene pasado de potencia colonial. Tiene pasado de colonia servil bien dispuesta a oficiar de cabeza de puente del colonialismo, la saga de “la muy fiel y reconquistadora” y de la Guerra del Paraguay. Y algo que fue allí, precisamente, que empezó.

El hipertrofiado y caro aparato armado del Estado uruguayo es totalmente inútil para defensa territorial, pero esa no fue nunca su función, sino ser un disuasorio pasivo (eventualmente activo, y nunca totalmente pasivo, como hemos visto) de la rebelión de los oprimidos.

Ese oneroso e inútil aparato es cada vez una carga más pesada para el Estado capitalista, pero por pesada que sea no puede prescindir de ella. Un parásito que debe soportar aunque le chupe la sangre.

La política mercenaria (que tiene precedentes, como vimos) intentó ser un paliativo para soportar al parásito. Pero, obviamente, depende de la demanda de servicios de parte del socio, Naciones Unidas. Y esta demanda depende de la coyuntura mundial y del desgaste político, económico y militar que ese “mantenimiento de la paz” vaya cosechando.

Muy bien las cosas no han ido, para la ONU y para Uruguay. Si uno de los problemas que ha contribuido al desprestigio de las “misiones” son los sonados casos de abusos sexuales, la difusión mundial de la escena de abuso de un joven haitiano por cuatro marinos uruguayos, no ayudó. Esa fue la imagen que se buscaba que Uruguay diese al mundo, fue eso en definitiva. Las misiones están a la baja, la participación de Uruguay más aun, y las puertas se cierran.

Pero el caso de la misión en Haití tuvo características muy singulares por su nivel de exposición, por ser Haití. No sólo se desgastó esta herramienta de Naciones Unidas, se desgastó muy fuertemente la participación de Uruguay, la política del gobierno frenteamplista en el tema, y las propias fuerzas armadas.

El viraje precipitado del Frente Amplio de partido de oposición que rechaza la intervención en Haití a partido de gobierno que la lleva adelante, en pocos meses, es parte del acuerdo de “habilitación” necesaria con las fuerzas armadas como condición para tener vía abierta, por parte de la clase dominante, para asumir el gobierno. Dentro del mismo paquete que la impunidad, la continuidad de los mandos de la dictadura, etc. Parece que estos intelectuales de izquierda han leído en Carlos Real de Azúa la reflexión histórica de que, para quién aspira a llegar al poder, el camino más corto ha sido siempre ponerse acuerdo con quien ya tiene el poder.

Asumir el gobierno tiene sus compromisos, el sillón moldea el culo, el neo maquiavelismo.

Pero por vertical y autoritaria que sea la imposición del gobierno sobre la fuerza política -ya de por sí muy burocratizada- y por oportunista que sea la conducta de todo su elenco político, las contradicciones afloraron y se fueron agudizando lenta pero sostenidamente. Haití resultó ser un punto de quiebre que provocó, a lo largo de los años, tres renuncias de diputados frenteamplistas a sus bancas, como ningún otro tema.

Al mismo tiempo, la política mercenaria sobredimensionada y cada vez con menos perspectivas terminó trayendo también un estrés del aparato militar, el tiro por la culata.

El fracaso de la MINUSTAH, la resistencia creciente del pueblo haitiano que ya pasaba a ser rebelión abierta, la crisis política del neo duvalierismo, y el creciente desprestigio de las “misiones” en general, obligaron a darle fin. Que Uruguay se retirase unos meses antes fue también producto de varios factores, como vimos. A su vez, al cortarse ese paliativo para el sostén del aparato militar, vino el rebote.

Dos factores hay que destacar en este punto. El peso insostenible del aparato militar se manifiesta, ente otras cosas, en el déficit creciente de la caja de jubilaciones militares, que debe ser solventada por Rentas Generales, agudizando el déficit fiscal. El cese de las misiones en el exterior desestimula los ingresos a las fuerzas armadas, teniendo cada vez menos activos por cada pasivo.

Lo vergonzoso en este caso es que ningún partido o fuerza de izquierda levante la única propuesta programática que tiene sentido en este tema. DESMANTELAR LAS FUERZAS ARMADAS.

El otro factor alarmante es el ruido de sables, tolerado y estimulado desde el sistema político. Declaraciones inconstitucionales de los mandos, amenazas de muerte por un supuesto comando terrorista paramilitar del que nadie se ocupa, vandalismo contra el recordatorio de los crímenes o contra su investigación, hacer cínicamente les vista gorda ante los actos de espionaje militar en “democracia”, campaña para dar a los militares tareas de represión interna, etc. El contexto actual latinoamericano hace que sea una irresponsable temeridad no prestar atención a todo esto. La crisis de la socialdemocracia siempre ha sido el anuncio del fascismo.

Y veamos entonces, después de todo este repaso, la actual rebelión popular en Haití, que hizo retroceder un ajuste mandatado por el FMI.

¡QUÉ HIZO RETROCEDER UN AJUSTE MANDATADO POR EL FMI!!!! ¿Dónde ha pasado algo así en el continente en este tiempo?

Lo primero que hay que percibir es el momento histórico en que ocurre. Fin del ciclo progresista y retorno de la derecha, real o potencial, total o parcial. Con esto ha llegado una ola de ajustes regresivos de corte neoliberal, que han provocado grandes resistencias populares. Pero en concreto, solamente han habido dos situaciones (y bien diferentes entre sí) en que la movilización de masas haya derrotado plenamente alguno de estos pasos de ajuste regresivo: Nicaragua y Haití. Y apuntan también en direcciones diferentes, pero indican lo mismo: el fin de una época.

Y en Haití al primer ministro se lo llevaron puesto. Hay veces que golpear de un solo lado tiene más fuerza que golpear desde dos.

Por paradójico que parezca, el retiro de la MINUSTAH en cierta forma COADYUVÓ a las condiciones que llevaron al levantamiento. Para entenderlo, repasemos el concepto de súper explotación.

Si el salario no llega a cubrir siquiera el costo de mantenimiento de la fuerza de trabajo, de algún lado debe salir lo que falta. En sociedades capitalistas precarias, con gran “informalidad”, sale de todas una gama de actividades de la lumpen economía. Pequeño comercio informal, changas, mendicidad, contrabando, prostitución, etc.

La presencia de la MINUSTAH terminó dando forma a su propio cinturón de miseria clientelar en esa lumpen economía, por su aporte de circulante, su propia demanda de contrabando y prostitución, e incluso por su participación delictiva directa como el caso de los uruguayos vendiendo el agua de las UPA!!!!! La retirada de la MINUSTAH, un triunfo político del pueblo haitiano, achicó de hecho ese nicho de subsistencia.

Ciertamente, eso fue sólo un factor circunstancial agregado. La causa básica de que el parche no aguantase está en su propia debilidad de confección, el declive de la clase dominante en la sociedad haitiana que viene dado por el agotamiento de las relaciones de dependencia. Se termina el auge de la globalización neoliberal, comienza la guerra económica.

Y el FMI no aprende, siempre quiere cocinar la misma receta en todas las cocinas sin tener en cuenta de qué van. El aumento de combustible fue apagar el incendio con nafta.

Hace más de doscientos años hubo una primer clarinada haitiana de libertad en el continente. Era “demasiado” para aquellos tiempos.

La revolución democrática en el continente debía ser antiesclavista, ¿qué otro sentido puede tener una revolución democrática? Pero vivíamos el comienzo de la era burguesa en el continente, y esos pichones burgueses eran también esclavistas. La única revolución democrática fue la haitiana, que fue antiburguesa. La dejaron sola. El resto del continente vivió “revoluciones democrático-burguesas” que fueron antidemocráticas, los Libertadores opresores mantuvieron el esclavismo que agonizó largamente, también mantuvieron la dependencia, la “independencia” dependiente. Y la revolución antiesclavista aislada terminó generando su propia burguesía y su contrarrevolución. Los 200 años de la “independencia” dependiente se recordaron, una vez más, olvidándola.

Hoy vivimos otro tiempo. Hoy es la agonía de la burguesía. Pero el momento nos agarra muy mal parados, esa es la verdad. Hemos venido acumulando derrota tras derrota, y para peor, con las cabezas aún pendientes de la necesaria limpieza de cerebro. Todavía superviven los mitos de los Libertadores opresores, los mitos del “socialismo” estalinista, del “anticolonialismo” progresista, de la socialdemocracia, y del nacionalismo burgués “antiimperialista y antioligárquico”.

La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”.

Queda mucho por hacer. ¿Qué pasará con esta nueva clarinada haitiana?

El tiempo dirá.

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