Argentina: La fuerza geológica del capital. La topadora como máquina política

El día 1 de junio de 2018 ocurrió un terrible desalojo en Juárez Celman. Las imágenes y relatos que circulaban sobre el evento eran estremecedoras: la expulsión de personas era coronada por la quema y demolición de casas. Particularmente impactante era la imagen de una topadoras destrozando hogares. Para el espacio de esta columna, en la que nos proponemos pensar sobre la relación entre tecnología, capitalismo y cambio social, esto no es algo menor: una enorme fuerza capaz de destruir en un instante los medios de vida de quienes allí habían construido sus hogares materializada en un tipo específico de máquina.

La propuesta es muy simple: no tomemos a la topadora como algo dado, tomémosla como una expresión de fuerzas sociales históricas y territoriales. La pregunta es entonces ¿cómo es posible que haya llegado a existir una máquina para destruir hogares? ¿Qué fuerzas sociales se expresan a través de la topadora?

Con la palabra topadoras en este escrito me refiero a palas excavadoras, cargadoras frontales, motoniveladoras, compactadoras, etc., cuyo avance suele ser resistido bajo el único grito de ¡afuera las topadoras!. Entonces, por topadoras tomaré a todas las máquinas de movimiento de tierra que dotan al capitalismo actual de una fuerza capaz de alterar el terreno, de aplanarlo: la expresión de una fuerza que es geológica. Narrar la historia y la geografía de las tecnologías no es una actividad que pueda reducirse a una descripción de patentes o a una sucesión de mejoras en determinados aparatos. Por el contrario, los argumentos que presentaré son parte de una disputa y requieren de un ejercicio interpretativo comprometido con las luchas por el territorio. Alimentar entonces una imaginación técnica lejos de cualquier pretendida neutralidad. Cada avance técnico es también un testigo de barbarie.

 

Villa la Maternidad (2007)

 

 

Una constelación de máquinas de destruir hogares

La imagen difundida por el diario la tinta (https://latinta.com.ar/) logra capturar una serie de elementos fundamentales a la hora de pensar a estas máquinas de movimiento de tierra. Por un lado vemos que la topadora al avanzar produce un cambio muy fuerte en el terreno: a su paso los hogares se convierten en escombros, detrás de ella el terreno se vuelve plano y queda listo para hacer allí otra cosa. Pero además, en la foto vemos a un policía mirando atento la destrucción, como cuidándola. Si unx lo piensa un momento resulta obvio, si la policía no hubiera desalojado primero a la gente que allí vivía estas personas no hubieran permitido que la topadora avance. Pero a la vez, si la topadora no hubiera destruido las casas, el desalojo policial no tendría mucho sentido, tanto porque la gente hubiera vuelto a su hogar como porque ese terreno no hubiese quedado disponible para hacer allí otra cosa. Fuerza policial y topadora van de la mano.

 

 

Juárez Celman (2018)

 

 

La imagen de las topadoras destruyendo casas inmediatamente resuena en nuestras cabezas y se produce una superposición: es difícil distinguir el avance de las topadoras en Juárez Celman de las imágenes que nos llegan desde distintos pueblos sobre los que avanza el estado de Israel destrozando toda vida y alisando el terreno palestino o beduino para sus proyectos inmobiliarios, infraestructurales o de parquización europeizante (recomiendo leer las reflexiones que se comparten en The Funambulist, un portal donde habita un estudio sistemático y creativo del proyecto arquitectónico israelí como proyecto político: (https://thefunambulist.net/). El uso de las mismas máquinas para destruir hogares en distintos puntos del mundo nos da la pauta de que hay algo en común entre estos distintos ejercicios de poder.

 

Umm al-Hiran (2017)


 

Franja de Gaza (2002-2003)

 

Las topadoras parecieran indicar el límite, el contacto conflictivo, entre dos proyectos de vida que no son compatibles sobre una misma porción de terreno. Las máquinas, comandadas por quienes se disponen a desalojar, avanzan despojando a las personas de sus medios vitales, destruyendo, lejos de cualquier metáfora, sus lazos con la tierra. La topadora siembra, allí donde antes de su paso había viviendas, tierras disponibles para el avance de otra forma de vida que solamente puede existir a partir del exterminio y/o la expulsión.

 

Villa la Maternidad (2007)

Villa la Maternidad (2007)

 

Sin embargo, las topadoras no expulsan solamente a grupos humanos de un territorio. También son excelentes maquinarias para arrancar del suelo a cualquier forma de vida, sea de la especie que sea. Por ello, la imagen de la topadora nos conecta con la exfoliación del monte santiagueño, las sierras cordobesas o la selva amazónica y la preparación del terreno para la circulación, la extracción o el monocultivo.

 

Lo que hay en común en todas estas situaciones en las que participa la topadora es que delante de ella, antes de que ella pase, encontramos a lo múltiple de la vida y sus medios de existencia (los hogares, la villa, la ocupación de tierras, pero también el monte y la selva para vidas animales y vegetales además de humanas), detrás de la topadora, luego de su paso el terreno esta bien plano, listo para ser planificado, liso como un billete. La topadora arranca a la vida del suelo, al valor de uso de la tierra, y siembra a su paso la tiranía del valor de cambio. Es la máquina que expresa el conflicto entre la forma de vida capitalista y la multiplicidad que escapa a las maneras actuales de valorización: la primera, para desarrollarse necesita desarraigar a la otra rompiendo todos sus vínculos con la tierra.

Ahora bien ¿cómo llegó a existir esta máquina que a su paso transforma el territorio de la vida en una planicie muerta, lista para ser planificada y/o puesta en valor?

 

Mural en Villa la Maternidad

 

Una historia posible de la máquina de destruir hogares

Una interpretación posible de la historia de una máquina sería aquella que haga evidente cómo diferentes operaciones se han ido encontrando y concentrando en único aparato. Esa reconstrucción no responde a una serie de pasos evolutivos que, en el caso de la topadora, irían de modelos más viejos y primitivos a las modernas máquinas actuales. Por el contrario la historia que considero importante construir es absolutamente interpretativa, y trata de establecer una cartografía de las fuerzas de conquistas territorial y de sus operaciones técnicas que, tras un largo proceso logran expresarse, actualizarse y profundizarse en la topadora.

Para contar esta historia voy a partir, un tanto arbitrariamente, desde el ferrocarril y su expansión. Esta máquina, al igual que la topadora hoy, expresa el encuentro violento entre el capitalismo y otras formas de vida. Considero que, en última instancia, la topadora es la puesta a punto de algunas de las fuerzas que habitan el tendido de líneas férreas y el funcionamiento del tren.

El ejemplo más claro de las implicancias del avance del ferrocarril como avance del capitalismo es el que se da en lo que hoy es el oeste estadounidense, donde el tren implicaba, además de una aceleración de la circulación de trabajo, armas, capital y mercancías, la destrucción de medios de vida de una enorme multiplicidad de pueblos que aún hoy siguen disputando el territorio. Como el avance de la red de líneas férreas era muy resistido por los pueblos de las llanuras, las fuerzas armadas y sus mortíferos Remington y cañones acompañaban los trabajos de tendido. Las armas potencian el tendido en territorio enemigo, y el tren, que circula por el tendido, permite llevar más armas a los puntos de combate. Fuerza policial y ferrocarril van de la mano.

En el esquema siguiente los colores han sido asignados a las partes de la historia que me interesa contar. Por un lado tenemos a la locomotora (negro) que, al movilizarse por las vías (verde), dispone de toda su fuerza para arrastrar vagones llenos de gente, armas o mercancías. La fuerza de trabajo (rojo) prepara el terreno, lo aplana, lo vuelve regular para colocar las vías por las que se deslizará el ferrocarril. Por delante van las fuerzas armadas (azul) con su terrible poder de fuego, protegiendo vías, máquinas y trabajo, a la vez que aniquilando a fuerzas enemigas.

El avance del ferrocarril fue la punta de lanza de la colonización del oeste norteamericano. Luego de una cruenta pero inacabable guerra contra los pueblos de las llanuras quienes comandaban la colonización dieron con que el blanco de las fuerzas armadas que acompañaban al ferrocarril debían ser los bisontes. Las ventajas de eliminar a estos animales eran tres: por un lado, los pueblos cazadores tenían sus dinámicas económicas, políticas y territoriales superpuestas a la vida de estos mamíferos, es decir eran su medio de vida; por otro lado, las manadas de bisontes solían atacar los trenes y obras que atravesaran su territorio; por último, eliminar a los bisontes era dejar disponible todo su territorio para el nuevo modo de vida farmer. En este punto es donde aparece un saber fundamental que acompañara al ferrocarril en su devenir topadora: 1) en la guerra por el terreno lo fundamental es liberar espacio que está ocupado por otras formas de vida, 2) destruir a una forma de vida humana de manera completa por aniquilación es muy costoso y peligroso, 3) es más efectivo destruir los medios que esa vida se da para aferrarse al mundo.

Las tierras ocupadas por lxs nuevos farmers que vivían en torno a la dinámica del ferrocarril eran poco estables, por lo que las nuevas máquinas del capitalismo agrícola, tractores tan pesados como locomotoras, se hundían en el terreno. Para superar este problema los industriales intentaban construir tractores de ruedas cada vez más y más grandes sin llegar a buenos resultados. Pero en un momento dieron con avance poderoso: la oruga. Si las locomotoras no se hunden porque andan sobre vías, la solución entonces se encuentra en dotar a las ruedas de los tractores de un sistema que les de tanta estabilidad como las vías al tren pero sin limitar su recorrido a un tendido prefijado. Fueron las Industrias Holt las que lograron plegar a las vías sobre las ruedas, generando una vía infinita que acompaña al vehículo a donde quiera ir. La oruga (caterpillar en inglés) permite al vehículo circular libremente por un terreno que no ha sido preparado para ello.

 

 

 

De esta forma, el tractor de tracción continua nace como un tren autónomo, una locomotora que introduce en su mecanismo a su medio (el tendido ferroviario). Esta invención abrió la posibilidad de transportar por cualquier terreno vehículos de varias toneladas que no podían usar ruedas y que podían arrastrar arados o cosechadoras por su potencia, así como un tren arrastra vagones. De repente había disponible una capacidad de carga y empuje tan alta que se podía llevar casi cualquier cosa a casi cualquier lugar (por ejemplo un cañón a un campo de trincheras, lo que va a dar origen a los tanques de guerra). La empresa Holt va a ser uno de los nodos de la historia de las máquinas que nos interesan, ya que, luego de fusionarse con otras corporaciones, dará origen a Caterpillar Inc., la más poderosa productora de máquinas de movimiento de tierras. (Luego, más adelante en el tiempo y aunque quede afuera de este relato, la topadora puede, en algunos casos, independizarse de las orugas y utilizar neumáticos).

 

Tractor Holt de tracción continua

 

Para que la locomotora pueda circular una enorme fuerza de trabajo debía ser movilizada para alisar el terreno y tender las vías. Este gesto, que a partir de la oruga ya no es necesario, no desaparece sino que se invierte. Al despojarse de la tarea de arrastrar los vagones toda la potencia del motor queda disponible para empujar. La tarea de lxs trabajadorxs se vuelve parte de la máquina depositándose en la pala u hoja de la topadora: el trabajo de miles de cuerpos dispuestos a eliminar todas aspereza e irregularidad del camino se hacen parte del vehículo. Así, el principio que relaciona a la máquina con el medio se invierte totalmente: antes era necesario preparar el terreno para que pueda circular la locomotora, ahora la topadora circula para preparar el terreno para otra cosa. Lo que era condición para el funcionamiento del tren se vuelve el objetivo de la topadora.

 

Como mencioné más arriba, el tendido ferroviario era sede y expresión del violento choque entre la forma de vida del capitalismo moderno y otras que le resultaban incompatibles. Por ello, para ganar la disputa por el espacio, el ferrocarril iba acompañado de fuerzas armadas. Esto no ha cambiado una vez transformada la locomotora en topadora. Allí donde las topadoras avanzan con toda su potencia arrancando hogares del suelo, la fuerza militar o policial acompaña para expulsar a lxs indeseadxs y proteger a la máquina de sus justas agresiones. Sin embargo, decir que fuerza policial y topadora van de la mano ya no es una metáfora que sirva para dar cuenta del vínculo entre la máquina de destruir hogares y la fuerza letal. En los últimos avances que ha hecho Caterpillar Inc. junto al estado de Israel, la potencia letal de las fuerzas armadas se han metabolizado en la maquinaria misma de la topadora. El resultado es la horrorosa Caterpillar FDI 9, también llamada ‘doobie’ (osito de peluche): una enorme máquina blindada que posee, encima de la hoja o pala, ametralladoras que se manejan desde el interior de la cabina. La protección y el ataque que antes brindaban personas armadas ya no van de la mano, sino que son parte integral del diseño mecánico.

 

 

Caterpillar FDI 9

Franja de Gaza (2014)

 

Esta última integración logra concentrar a todas las fuerzas de la breve historia que invito a reconstruir aquí en una única máquina. La topadora es una versión más concreta del ferrocarril. Este artefacto es capaz de moverse en cualquier terreno sin la necesidad de que este sea preparado, de hecho frente a la presencia de obstáculos como casas o infraestructura vital no se detendrá, sino que utilizará su potencia para destruirles. La estrecha vinculación entre máquina de destruir hogares y fuerza armada se está incrementando de tal manera que la capacidad letal está incorporándose al diseño mismo de la topadora.

 

Lejos está la topadora de haber terminado su recorrido evolutivo. Este artefacto seguirá transformándose (tal vez en algún momento dejemos de llamarle topadora) mientras existan voluntades dispuestas a arrancar a otras formas de vida de su medio. Las topadoras son la expresión del exterminio de la multiplicidad, de la estandarización de las maneras de habitar el mundo. El grito ¡afuera las topadoras! es la expresión de los proyectos de construcción de espacios para la vida que no están dispuestos a rendirse frente al avance del despojo y el monocultivo. Frente a las máquinas de movimiento de tierra y contra la fuerza geológica del capital, por debajo y más allá de ellas, florece el mundo donde quepan muchos mundos, y de su capacidad de echar raíces y producir alianzas poderosas (es decir, de nuestra creatividad) depende el futuro del planeta y las vidas dignas que lo habiten. La tierra será digna porque será para, por y a través de la vida digna.

¡No pasarán! ¡Afuera las topadoras!

 

Materiales consultados

 

Daniel Alcoba, Los indios, el ferrocarril, los bisontes y la guerra. Disponible en: http://dalcoba.blogspot.com/2012/12/los-indios-el-ferrocarril-los-bisontes.html

Leopold Lambert, The Palestinian Ruin as an Israeli Architectural Project. Disponible en: https://thefunambulist.net/architectural-projects/new-book-bulldozer-politics-the-palestinian-ruin-as-an-israeli-architectural-project

Mercedes Ferrero, Ciudad capitalista, gobierno y resistencias. Un estudio de casos múltiples de las ciudades de Asunción, Córdoba y La Paz. Tesis Doctoral.

Walter Benjamin, Tesis de la Filosofía de la Historia. Disponible en: http://www.anticapitalistas.org/IMG/pdf/Benjamin-TesisDeFilosofiaDeLaHistoria.pdf

Por Lisandro Barrionuevo 

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