“Uno de los grandes retos del teatro es ser un espejo de la realidad social”, habla el actor uruguayo Héctor Spinelli

Por Valeria Fariña, Resumen Latinoamericano, 8 de julio 2018.

Héctor Spinelli es un actor uruguayo de larga trayectoria, que como otros de su generación, interrumpió su oficio durante los años de la dictadura cívico-militar, período en el que estuvo preso y luego exiliado.

Comenzó sus estudios escénicos en 1957 en el “Teatro del Pueblo”, realizando allí diversas interpretaciones (“Winterset”, “La cacatúa verde”, “Juancito de la Rivera” y “Woysek”).

Luego se integró a distintos elencos: “Teatro Universitario”, “Teatro Moderno” y “Club de Teatro”. En esos teatros participó en espectáculos como “Distinto” de O ́Neil, “Raptaron a un cónsul”, “Fiesta de cumpleaños” y “Chau, che”, entre muchos otros.

En la efervescencia política social de la década del 70 se integró a las filas del MLN (tupamaros). “Aquella efervescencia no era otra cosa que el afán impostergable de una generación de hacer otro país, más justo”, afirmó Spinelli en una entrevista concedida a la Revista Socio Espectacular, “entonces los actores debimos marchar con los obreros, estudiantes e intelectuales por Vietnam, por Cuba”, racalcó el actor.

Durante ese período combinó la política con la actuación y con sus estudios, pero eso cambió cuando se produjo el Golpe de Estado y se instaló la dictadura cívico-militar en 1973.

El terrorismo de Estado lo apresó en 1972, y ocho años más tarde se exilió en Bruselas. Allí trabajó y militó en el Comité contra la dictadura en el Uruguay. También estuvo un año en Suecia, donde trabajó para el periódico Liberación, en su versión castellana.

En 1986 retornó a Uruguay y continuó su militancia en el MLN.

A partir de su regreso tuvo la posibilidad de retomar su actividad teatral y estrenó “El combate del establo” con dirección de M. Duffau y trabajó en la Comedia Nacional hasta el año 2005.

Recibió Premio a Mejor Actor en el Festival Iberoamericano de Cádiz con “El combate del establo” de M. Rosencof.

Además de participar en ciclos de televisión nacional durante sus primeros años como actor (“Los sábados, teatro”, “El tiempo es sueño de Lenormand”, etc), también actuó en filmes extranjeros como “La larga marcha” de la RAI (premiada en Festival de Firenze) y “Transatlántico” (Francia/Uruguay), dirigida por Cristine Laurent.

Héctor también se desempeñó como docente de teatro con niños y niñas de Primaria, con jóvenes de Capacidades diferentes (Plenadi), en la cárcel de Libertad y en el Teatro La Casona (Programa Esquinas).

Actualmente forma parte del elenco “Querido Mario”, obra basada en textos de Mario Benedetti, dirigida por María Varela.

Héctor explicó a Resumen Latinoamericano que una de sus mayores preocupaciones es que, “el teatro se sume a una renovación del país”, para lo cual es necesario, “que sea una asignatura curricular en Secundaria”.

Además, el actor uruguayo advirtió que el teatro “es una vía que tiene que cumplir una función social, que fue además desde la que nació originalmente”.

Por eso, uno de los grandes retos del teatro es ser un espejo de la realidad social, y del futuro, no solo de nuestro país sino también de la región”, concluyó el reconocido actor.



Entrevista al “flaco” Héctor Spinelli

-¿Qué recuerdo tenés de tus comienzos en el teatro?

-Si miro hacia atrás, surgen las imágenes de compañeros que fueron referentes, maestros, y decenas de espectáculos que me han marcado para siempre. No son solo imágenes, anécdotas o buenos recuerdos, a cada uno de ellos los veo enmarcados en una circunstancia particular, resolviendo un problema, preocupados por lo que pasa en el mundo o dando un ejemplo a los más jóvenes. Ingresé a un teatro a los diecisiete años; mentía mi edad y oculté a mi padre —obrero ferroviario— mi pasión al punto de cambiarme el nombre. Poco redituaba entonces ser actor.

Ahora, si miro a los costados, me siento un sobreviviente de una generación que tuvo como marco y fue protagonista de la efervescencia social de los sesenta. Aquella efervescencia no era otra cosa que el afán impostergable de una generación de hacer otro país, más justo; y entonces los actores debimos marchar con los obreros, estudiantes e intelectuales por Vietnam, por Cuba, y ser “capaces de sentir como propia cualquier injusticia que se cometa en el mundo”. En mi caso, escuché por primera vez recitar a Marcos Ana en un Centro Anarquista del Cerro y mi vida cambió definitivamente. No me resultó difícil conciliar las dos actividades —las tres, porque estudiaba—, hasta que llegamos al pachecato en los años setenta y a la necesidad imperiosa de profundizar el compromiso político. El resultado es que no hice teatro desde el año 71 hasta el 86, que volví del exilio.

 

-Como un actor de larga trayectoria y conocido por su compromiso social, ¿creés que nuestro teatro siempre estuvo comprometido social y culturalmente con nuestras vidas?

-El teatro fue una rica vertiente que contribuyó a cambios profundos en la sociedad uruguaya a fines de los años cincuenta. El teatro nos reflejaba como pueblo, nos enseñaba y nos conectaba a otras realidades. Todo esto, pienso, está aún vigente. No podíamos excluir al teatro, por su carácter de arte social, de lo que ocurría en la región. A este proceso cultural se sumaron, aquellos años, los intelectuales, los obreros, estudiantes, los músicos y artistas plásticos, y nació el Centro de la Canción de Protesta. Con la Revolución Cubana, la correlación en América cambió, y Uruguay descubrió que no estaba demasiado lejos de los problemas comunes a toda América Latina. Esto se reflejaría en los repertorios de esa época, y así surge Libertad libertad, Chau Che y otros espectáculos que, sutil o abiertamente, denuncian la injusticia o condenan el imperialismo como “primer enemigo de la humanidad”.

-Como hombre de la cultura, ¿qué temas sociales son los que más te inquietan?

-La educación.

-¿Cómo ves el futuro de la cultura en Uruguay?

-Es la izquierda política la que ha incluido en sus programas el desarrollo de la cultura y se ha servido durante décadas de la cultura y de los artistas, pero es poco lo que se ha hecho y mucho lo que se ha hundido en la burocracia… (Programa Esquinas, por ejemplo). Nadie imagina lo que hace a la salud social tener un coro en el barrio, un grupo de teatro, una murga y un cuadro de fútbol amateur. Los “departamentos de cultura” se parecen a agencias de colocaciones. Los jóvenes egresan de la EMAD sin muchas posibilidades de trabajar y vivir de un salario. Lo mismo ocurre con la Escuela de Danza (la suerte, alguna vez, me llevó a Cuba donde los artistas protestaban por los derechos de autor, pero todos, en actividad, recibían el salario de un trabajador). Veo, sin embargo, el futuro con mucha confianza. El mundo cambia para bien a pesar de todo, a pesar de lo que pasa en Siria o Palestina. Son estertores de un animal herido. Espero que para mis hijos sea diferente.

-¿Tenés muchos amigos en el teatro?

-La palabra amigo la uso muy poco, prefiero hablar de compañeros. Son todos con los que compartí un escenario o una celda por un día, por un rato o durante muchos años. Por razones de edad, tengo un emocionado recuerdo de los que ya no están. Con ellos aprendí. Pero me siento amigo de cualquiera que ame esta profesión.

-¿Qué proyectos tenés para este año?

-Volví al escenario gracias a la invitación de Querido Mario. Seguiré con este espectáculo todo lo que sea posible. Es un espectáculo para recordar y, sobre todo, para homenajear a un uruguayo excepcional como Benedetti, y que expresa con claridad y emoción todo lo que digo más arriba sobre aquellas décadas que fueron claves y que sintetizamos en la expresión de “historia reciente”. Personalmente, resueltos algunos problemas de salud, proyecto viajar hasta donde me llevó el exilio durante los años de dictadura y no conozco.

Querido Mario (en Teatro Victoria)

(Fuente: Revista Socio Espectacular en junio 2018)

You must be logged in to post a comment Login